Cuando compré este
libro en Hatchard’s, una de las librerías más antiguas de Londres y desde que
la conocí una de mis preferidas, lo hice básicamente por darme un capricho, ya
que la edición que adquirí es una encuadernada en piel de Penguin con un diseño
muy cuidado y elegante. No es que no tuviera ganas de leer este clásico, sino
que simplemente no era una de mis mayores prioridades: por desconocimiento y
temor a no ser capaz de leer un libro de finales del siglo XIX y de todo un
nombre de la historia de la literatura como Oscar Wilde. Sin embargo, y quizá
llevado por una fuerza superior a mí y que aún no sé explicar, la semana pasada
me puse a leerlo. Una vez acabadas sus poco más de doscientas páginas he de
decir que me siento más que orgulloso de haberlo hecho. Y feliz. Estoy feliz
porque que quedado más que contento tras su lectura. Ha sido una grata sorpresa
poder leer con facilidad esta novela en inglés y haberla disfrutado.
“El Retrato de Dorian Gray” es una
de esas novelas, por cierto la única de Oscar Wilde, que están dentro de lo que
yo llamo la mitología de la literatura. Es un clásico perdurable en el tiempo
que pasa de generación en generación lectora y que indiscutiblemente un buen
lector debe leer en su vida. Puede sonar pretencioso, y en el fondo así quiero
que suene; pero también es verdad. Hay libros que tienen fama debido a la
crítica y al misticismo que los rodea, otros por su rimbombante estilo que roza
lo absurdo y otros por nombre propio. En esta última clasificación metería yo
esta novela.
No creo que sea
necesario decir de qué va “El Retrato
de Dorian Gray”, no creo que haya nadie, lector o no, que no sepa quién
es Dorian Gray y cuál es su leyenda. Todos sabemos a la perfección el secreto
pacto que hace que el protagonista de este libro nuca envejezca y siempre se
muestre atractivo, guapo y sensual, para hombre y mujeres. La atracción por
Dorian Gray es tan grande como la que este libro genera, ha generado y generará
en generaciones de lectores por todo el mundo.
Es difícil reseñar
un clásico del calibre de “El Retrato
de Dorian Gray”. Me siento cohibido por lo que pueda escribir de esta
novela. Y no es para menos. Desde las primeras páginas del libro quedé
enganchado a la historia y también a cómo está escrita. Me esperaba una lectura
con bastantes arcaísmos ingleses, derivados de los más de 100 años del libro, y
sin embargo, lo que he encontrado ha sido una lectura más fluida que la que
puedo tener de libros completamente contemporáneos. Y es que ahí radica el
poder de este libro, en que tiene una vigencia total a día de hoy tanto en
forma como en contenido.
Muy reseñables son
los personajes de la novela. “El
Retrato de Dorian Gray”, a diferencia de lo que podría pensarse, está
articulada en torno a su protagonista pero con unos personajes secundarios que
en muchas ocasiones le quitan el protagonista. Desde Basil Hallward, el pintor
que realiza el retrato de Dorian por el que el protagonista pierde la cabeza y
queda absolutamente turbado por su belleza, hasta Lord Henry, quien en
principio es amigo del pintor pero que tras conocer a Gray se queda prendado
por su personalidad y se convierte en su amigo. Son estas tres figuras, con
algunas más que surgen de manera esporádica en la novela, las que dan juego al
lector sobre todo con sus conversaciones. No ha habido aún ningún libro del que
haya podido sacar tantas citas y frases como este, y todas salidas de la boca
de Lord Henry, para mí el personaje más interesante de la novela.
Hay que señalar
que “El Retrato de Dorian Gray”
fue en su día una novela muy polémica tildada de inmoral y llena de halagos a
vicios humanos y pecados religiosos. Vistas dichas críticas desde la distancia
que da el tiempo, y la perspectiva que dicha distancia otorga, no puedo más que
sentir un poco de sorpresa por aquellas críticas. Antes he dicho que a pesar de
los 129 años transcurridos desde la publicación de esta novela por entregas en
una revista, es totalmente actual y bien puede entenderse con las tendencias
sociales del momento que vivimos. Pero también es una crítica descarada de la
sociedad de la época, la sociedad victoriana de finales del XIX, en la que las
apariencias primaban sobre cualquier otra realidad. Hay frases del libro que
bien podrían aplicarse al día de hoy como por ejemplo “Vivimos en una época en
la que las cosas innecesarias son nuestras únicas necesidades”.
Tras terminar “El Retrato de Dorian Gray” puedo decir
orgulloso que es una de las novelas clásicas de la literatura que más me han
gustado. He terminado su lectura sorprendido tanto por el estilo en el que está
narrada como por la historia en sí: diálogos magníficos, reflexiones perennes,
escenas oscuras y macabras… Por citar algo negativo solo un capítulo,
probablemente de transición en el que se hace una muy amplia mención a
diferentes formas de arte y cultura, que se me hizo muy pesado por la cantidad
de información (innecesaria) que metía en la novela. Animo encarecidamente a
todo lector que se precie a leer esta novela porque probablemente descubra una
historia de esas que no se olvidan y de la que aprender con cada página.
Caronte.