martes, 29 de enero de 2019

Lectura crítica: "El Retrato de Dorian Gray"


Cuando compré este libro en Hatchard’s, una de las librerías más antiguas de Londres y desde que la conocí una de mis preferidas, lo hice básicamente por darme un capricho, ya que la edición que adquirí es una encuadernada en piel de Penguin con un diseño muy cuidado y elegante. No es que no tuviera ganas de leer este clásico, sino que simplemente no era una de mis mayores prioridades: por desconocimiento y temor a no ser capaz de leer un libro de finales del siglo XIX y de todo un nombre de la historia de la literatura como Oscar Wilde. Sin embargo, y quizá llevado por una fuerza superior a mí y que aún no sé explicar, la semana pasada me puse a leerlo. Una vez acabadas sus poco más de doscientas páginas he de decir que me siento más que orgulloso de haberlo hecho. Y feliz. Estoy feliz porque que quedado más que contento tras su lectura. Ha sido una grata sorpresa poder leer con facilidad esta novela en inglés y haberla disfrutado.

El Retrato de Dorian Gray” es una de esas novelas, por cierto la única de Oscar Wilde, que están dentro de lo que yo llamo la mitología de la literatura. Es un clásico perdurable en el tiempo que pasa de generación en generación lectora y que indiscutiblemente un buen lector debe leer en su vida. Puede sonar pretencioso, y en el fondo así quiero que suene; pero también es verdad. Hay libros que tienen fama debido a la crítica y al misticismo que los rodea, otros por su rimbombante estilo que roza lo absurdo y otros por nombre propio. En esta última clasificación metería yo esta novela.

No creo que sea necesario decir de qué va “El Retrato de Dorian Gray”, no creo que haya nadie, lector o no, que no sepa quién es Dorian Gray y cuál es su leyenda. Todos sabemos a la perfección el secreto pacto que hace que el protagonista de este libro nuca envejezca y siempre se muestre atractivo, guapo y sensual, para hombre y mujeres. La atracción por Dorian Gray es tan grande como la que este libro genera, ha generado y generará en generaciones de lectores por todo el mundo.

Es difícil reseñar un clásico del calibre de “El Retrato de Dorian Gray”. Me siento cohibido por lo que pueda escribir de esta novela. Y no es para menos. Desde las primeras páginas del libro quedé enganchado a la historia y también a cómo está escrita. Me esperaba una lectura con bastantes arcaísmos ingleses, derivados de los más de 100 años del libro, y sin embargo, lo que he encontrado ha sido una lectura más fluida que la que puedo tener de libros completamente contemporáneos. Y es que ahí radica el poder de este libro, en que tiene una vigencia total a día de hoy tanto en forma como en contenido.

Muy reseñables son los personajes de la novela. “El Retrato de Dorian Gray”, a diferencia de lo que podría pensarse, está articulada en torno a su protagonista pero con unos personajes secundarios que en muchas ocasiones le quitan el protagonista. Desde Basil Hallward, el pintor que realiza el retrato de Dorian por el que el protagonista pierde la cabeza y queda absolutamente turbado por su belleza, hasta Lord Henry, quien en principio es amigo del pintor pero que tras conocer a Gray se queda prendado por su personalidad y se convierte en su amigo. Son estas tres figuras, con algunas más que surgen de manera esporádica en la novela, las que dan juego al lector sobre todo con sus conversaciones. No ha habido aún ningún libro del que haya podido sacar tantas citas y frases como este, y todas salidas de la boca de Lord Henry, para mí el personaje más interesante de la novela.

Hay que señalar que “El Retrato de Dorian Gray” fue en su día una novela muy polémica tildada de inmoral y llena de halagos a vicios humanos y pecados religiosos. Vistas dichas críticas desde la distancia que da el tiempo, y la perspectiva que dicha distancia otorga, no puedo más que sentir un poco de sorpresa por aquellas críticas. Antes he dicho que a pesar de los 129 años transcurridos desde la publicación de esta novela por entregas en una revista, es totalmente actual y bien puede entenderse con las tendencias sociales del momento que vivimos. Pero también es una crítica descarada de la sociedad de la época, la sociedad victoriana de finales del XIX, en la que las apariencias primaban sobre cualquier otra realidad. Hay frases del libro que bien podrían aplicarse al día de hoy como por ejemplo “Vivimos en una época en la que las cosas innecesarias son nuestras únicas necesidades”.

Tras terminar “El Retrato de Dorian Gray” puedo decir orgulloso que es una de las novelas clásicas de la literatura que más me han gustado. He terminado su lectura sorprendido tanto por el estilo en el que está narrada como por la historia en sí: diálogos magníficos, reflexiones perennes, escenas oscuras y macabras… Por citar algo negativo solo un capítulo, probablemente de transición en el que se hace una muy amplia mención a diferentes formas de arte y cultura, que se me hizo muy pesado por la cantidad de información (innecesaria) que metía en la novela. Animo encarecidamente a todo lector que se precie a leer esta novela porque probablemente descubra una historia de esas que no se olvidan y de la que aprender con cada página.

Caronte.

jueves, 24 de enero de 2019

Lectura crítica: “Eva”


Lo he dicho ya alguna vez: no soy de sagas literarias (salvo la excepción de Harry Potter sin la cual no sería el lector que soy ahora). Hecha esta aclaración he de decir que cuando en un sorteo en Internet me tocó el primer libro de la que se ha convertido en una de las sagas revelación de los últimos años, “Falcó”, sentí curiosidad y algo de pereza por pensar que si la saga se alargaba mucho tendría que ir leyendo libros cada equis años para ir sabiendo de los personajes. Sin embargo, Pérez-Reverte, su autor, sabe manejar estos asuntos como buen profesional de la literatura que es y ha escrito lo que ha querido en tres volúmenes que ha publicado casi de manera sucesiva asombrando a propios y extraños. El libro que reseño hoy es el segundo ejemplar de esa trilogía y fue un regalo “sorpresa” de Reyes. Grata sorpresa tanto por el regalo en sí, como por la propia lectura, que como me pasó con el primero de los libros me ha encantado y me ha parecido increíble.

Eva” es la continuación inmediata de “Falcó” tanto en personajes como en trama. Si el primer ejemplar de esta trilogía se desarrolló en territorio Español, esta continuación se vuelve internacional y exótica, tirando de un escenario clásico de las novelas de espías como es Tánger. Los personajes son los mismos, Lorenzo Falcó, el Almirante, Paquito Araña y, cómo no, Eva quien da nombre a este segundo volumen de la saga y que los que leímos el primero pensábamos que estaba amortizado como personaje. Pero en alguien como Pérez-Reverte es mejor no dar nada por sentado.

En esta segunda entrega de la saga la trama gira en torno a un buque carguero republicano anclado en Tánger y cargado con unas cuantas toneladas de oro español. En “Eva” el Almirante, jefe de los servicios secretos ‘nacionales’ encarga Lorenzo Falcó ir a Tánger para recuperar, ese oro, el barco o conseguir que su capitán lo entregue. Los medios para conseguirlo son típicamente Falcó. No faltan traiciones, muertes, golpes, sexo, alcohol, cafiaspirinas y sobre todo ironía, mucha ironía.

Pero dejemos a un lado la trama de “Eva”, porque con esta segunda entrega Pérez-Reverte se ha revelado como un maestro de la novela negra o de espionaje (no sé muy bien cómo calificarla) y yo creo que sin quererlo, se ha situado a la altura de los grandes clásicos de este género. No exagero diciendo que es uno de los libros que más he disfrutado recientemente: la trama, los personajes, el escenario y la manera en que está escrita esta novela, hacen que todo forme una unidad compacta perfectamente engrasada que hace que el lector, en este caso yo mismo, no pueda dejar de leer y quiera continuar un poco más cada vez que coge el libro para saber qué pasa a continuación.

No es solo que “Eva” sea una novela de espías y aventura redonda, es que es perfecta en su concepción. A nadie se le escapa que Pérez-Reverte es un artesano de la novela y la escritura. Organiza, estructura y prepara sus libros al milímetro para que nada se le escape; todos los detalles, por muy nimios que parezcan ayudan a que el lector viaje al Tánger de los años 30 y se adentre en la trama de mano de Falcó y los demás personajes. Y son estos personajes, conocidos y nuevos, los que hacen de las obras de Pérez-Reverte obras literarias muy entretenidas.

Quiero hacer mención por encima de otras cuestiones a los personajes que aparecen en “Eva”. Pero no voy a hablar de Falcó (que sigue tan mujeriego, bribón y oscuro como siempre), el Almirante (cuyas conversaciones con Falcó son de las más divertidas que he leído) y Paquito Araña (un homosexual de armas tomar que se sale de cualquier típico tópico). Voy a hablar de para mí los personajes que dan a esta novela otro nivel. Por un lado están los capitanes del Mount Castle, capitán Quirós, y el destructor ‘nacional’, capitán Navia; ambos hombres fieles a sus oficios de marinos con una misión, lejos de ideologías y partes, cuyas conversaciones en la novela son de un honor y una rectitud infinitos. Por otro lado tengo que hablar de Moira Nikolaos un personaje femenino que no sé por qué me da a mí que viene inspirado por alguna periodista reportera de guerra de los tiempos de Bosnia de Reverte, cuya importancia en la novela es primordial, no solo para la trama sino para conocer un poco más a Falcó y su pasado. Y por último he de volver al personaje que da nombre a la novela, Eva, Eva Neretva, quien vuelve a ser fundamental en la trama para volver a poner a Falcó en un brete dejándole de nuevo bastante tocado.

Pérez-Reverte ha conseguido con “Eva” llevarme a una época en la que quizá nunca me hubiera visto viviendo, pero que tras esta entrega de la trilogía de Lorenzo Falcó (aunque según el propio autor probablemente vuelva a haber alguna otra aventura más) me atrae más que nunca. La literatura está para eso: para transportarnos a épocas que no nos han tocado vivir y que solo podemos imaginar, y para conocer personajes y personalidades con las que nunca mezclaríamos nuestra vida. Fantasear a fin de cuentas puede ser el objetivo fundamental de la literatura, y cada vez tengo más claro que Pérez-Reverte es uno de esos grandes escritores que lo consiguen.

Eva” tiene absolutamente todos los ingredientes de la novela clásica de espía: calles empedradas, niebla, mujeres hermosas, hombres despiadados, celos, envidias, traiciones, destellos de puñales en la noche, gritos, sangre y muerte, alcohol, grandes conversaciones, humo de tabaco, sombreros y gabardinas… Lo digo sinceramente, esta novela ha colmado todas mis expectativas, me ha divertido, intrigado, animado a seguir leyendo y a viajar a Tánger y sobre todo me ha entretenido con una literatura de muy alta calidad no apta obviamente ni para lectores de folletines, ni para lectores de superventas de ochocientas páginas. En las páginas de “Eva” el lector encontrará al Arturo Pérez-Reverte más mordaz, irónico y feliz, ya que se nota que estos libros los ha escrito divirtiéndose con cada palabra plasmada en papel y eso es siempre de agradecer.

Caronte.

viernes, 18 de enero de 2019

Lectura crítica: “Que no muera la aspidistra”


Hace ya unos cuantos años leí la que por muchos es considerada una de las grandes novelas de la historia, “1984” de George Orwell. En aquel entonces, y quizá porque era aún un lector joven, aquel libro me pareció la mayor sobrevaloración de la historia de la literatura, un libro insulto, mal escrito para mi gusto (aunque quizá debería de decir que mal traducido al español), en el que no encontré nada de aquello que todo el mundo parecía encontrar en las páginas de esa distopía sobre un futuro/presente en el que la libertad no existe y el sentido crítico se ve castigado con la cárcel y el confinamiento. No me sorprendió nada, ni me conmovió, ni sentí que estaba ante una obra profética de hacia dónde se movería el mundo y la sociedad. Quedé muy decepcionado con la novela y con Orwell. Sin embargo, hace también un tiempo vi un título suyo que me llamó la atención, ya estos Reyes por error en un regalo tuve que cambiar un libro por otro, y aquí estoy haciendo la reseña de esta segunda oportunidad.

Que no muera la aspidistra” es una novela sobre un idealista, Gordon Comstock, que odio el capitalismo y el dinero y todo lo que emana de él. Es un ser que vive en el Londres prebélico de los años treinta donde tener 5 libras te convierte en un adinerado miembro de la clase media acomodada, en una habitación alquilada de mala muerte sin baño privado ni casi calefacción; que trabaja en una librería andrajosa; que tiene una novia, Rosemary, que no le deja porque le ama aunque Gordon nunca lo vea así; y que es incapaz de disfrutar de la vida porque es incapaz de darse cuenta de que el mundo es diferente a sus principios e ideales.

Como puede verse en el mini resumen que acabo de hacer de lo que es el núcleo de la novela, “Que no muera la aspidistra” es prácticamente un panfleto anticapitalista que bien podría encajar perfectamente en los idearios de algún que otro político y partido de izquierda utópica que más que luchar por el bien de los más desfavorecidos, de los que siempre están abajo en la pirámide social, terminan por arruinarles la vida eternizando sus condiciones debido a las luchas de matices ideológicos que cada cierto tiempo achacan a sus fantasiosos ideales. Por eso de nuevo Orwell y una de sus novelas me han decepcionado amargamente.

Para mí no tiene interés alguno que durante las trescientas páginas de “Que no muera la aspidistra” se plantee la vida de su protagonista como miserable y acuciante por el tema del dinero y su evolución hacia convertirse en un ser amargado que solo acepta el dinero y el capitalismo cuando, según él, su novia está a punto de hacer una burrada inhumana. Me parece un planteamiento hipócrita por parte de Orwell, y ante todo me parece tedioso estar constantemente leyendo un libro que tacha la realidad del mundo como algo por lo que los que tenemos una conciencia de izquierdas o socialista deberíamos estar purgando constantemente nuestros pecados. Es agotador Orwell creyéndose por encima de todos.

Supongo que en su momento “Que no muera la aspidistra” fue una novela decidida a poner en cuestión los principios del capitalismo y la sociedad centrada en el dinero y cómo este valor ficticio impreso en billetes o acuñado en piezas de metal a las que llamamos monedas, rige nuestra vida en todos sus aspectos. Sin embargo, tras su lectura para mí esta novela no es más que una farsa, una parodia cruel de los anticapitalistas y su ideología desfasada, absurda y dañina. No hay mayor paradoja que esta y quizá pensar esto es lo que más ánimos me da después de haber leído este libro, que considero una pérdida de tiempo.

Probablemente los más puritanos, esos críticos de pacotilla que se creen intelectuales por admirar novelas como esta dirán que “Que no muera la aspidistra” es una fábula absorbente sobre la decadencia de un sistema que arruina el intelecto y destruye las aspiraciones humanísticas que debería tener la sociedad. Para mí este libro perfectamente podría haber sido obviado y me demuestra una vez más que muchas veces un título sugerente y sugestivo, porque siendo sincero esta novela lo tiene, no esconde una novela igualmente calificable. Pero bueno, algo decente habrá que decir y eso bueno es quizá el Londres que describe, ese Londres arisco y árido, difícil de vivir para quien no tiene recursos suficientes, como era la mayoría en la época de la novela y como sigue siendo a día de hoy donde la clase media, si es que existe debe emplear muchos recursos para incluso trabajar.

No voy a decir más sobre “Que no muera la aspidistra” porque no tengo más que añadir. Solo puntualizar que no va a haber más oportunidades para Orwell. Me ha decepcionado dos veces con dos novelas de cortes parecidos, pero muy distintas. Aquí se acaba mi andadura por la obra de quien algunos consideran un gran novelista y una de las voces más importantes de la literatura inglesa de la primera mitad del siglo XX. Yo, por suerte o por desgracia, no he podido con él.

Caronte.

lunes, 14 de enero de 2019

Lectura crítica: “The Shanghai factor”


La novela que reseño hoy no está publicada en castellano que yo sepa. Di con ella gracias a un artículo de El País en el que se hablaba de autores de novelas de espionaje y thrillers políticos. Me sorprendió dar con el nombre de Charles McCarry y ver hasta qué punto este escritor americano es a los EE.UU. como Le Carré para el Reino Unido, salvando las enormes y abismales distancias que creo que existen entre ambos escritores pese a sus más que notables paralelismos literarios y también personales. Escogí además esta novela porque es de las pocas que no tienen como protagonista al personaje principal, y quizá alter ego literario de McCarry. Este tipo de sagas literarias en las que un escritor encuentra filón me dan mucha pereza de por sí ya que es como si me “obligaran” a leer más de ellas (no meto como saga literaria las novelas de Le Carré protagonizadas por Smiley ya que nada tienen que ver con ello). Intentaré evitar las comparaciones con Le Carré en esta crítica, pero son casi inevitables para desgracia de McCarry.

The Shanghai factor” es una novela de espías del siglo XXI. Su acción se desarrolla entre China y EE.UU., entre Shanghai, Washington y Nueva York. A nadie se le escapa que estas tres localizaciones son a día de hoy los mayores centros de poder del mundo, donde se toman decisiones que nos afectan a todos, y generalmente sin que nos demos cuenta, a espaldas de todo y de todos, incluidos también gobiernos y gobernantes. Los servicios secretos de los países lejos de buscar lo mejor para sus naciones buscan lo mejor para una serie de intereses y personajes abstractos que no tienen ni voz, ni presencia física, ni rostro, pero que manejan absolutamente todo a escala global.

La novela está dividida en 4 partes y aunque por el título el lector podría pensar que “The Shanghai factor” se desarrolla primordialmente en China, con todo lo exótico que eso puede tener para un lector occidental, no es así. Son escenarios americanos los que mayor protagonismo tienen en la novela, aunque los personajes chinos, con sus nombres muchas veces confundibles por su similitud, tienen una presencia constante tanto en Shanghai como en Nueva York. El punto inicial es un encuentro “¿casual?” entre el protagonista de la historia y una joven muchacha china llamada Mei. A partir de entonces los acontecimientos se van enlazando de manera bastante inverosímil a veces desde mi punto de vista.

Pese a que “The Shanghai factor” tiene sobre el papel todos los elementos que una buena novela de espías debe tener, probablemente si no fuera yo un lector que tiene a Greene y Le Carré como dos maestros indiscutibles de este género hubiera terminado esta novela encantado. Pero no ha sido así. Constantemente he ido buscando y esperando encontrar sensaciones, imágenes, emociones que suelo encontrar en las páginas de las novelas de los dos ingleses que acabo de nombrar. No las he encontrado en ningún lado.

Puede que suene bastante subjetivo y en cierto modo sugestionado por lecturas anteriores, pero McCarry y “The Shanghai factor” me han resultado una decepción total y absoluta. Para mi gusto la novela tira mucho de dobles sentidos, de falsas apariencias, de clichés muy usados ya y muy vistos. El ritmo de la novela tampoco me termina de gustar, va todo muy a trompicones, muy a salto de mata, muy previsible a veces. Los personajes salvo el protagonista y narrador de la historia, son bastante planos para mi gusto, y en general en cierto sentido hasta absurdos forrados de nuevo de prototipos largamente usados en las novelas de espías que ya no sorprenden a nadie. Puede que suene duro, pero es la realidad, tengo la impresión de que McCarry siempre ha vivido a la sombra literaria de Le Carré. Esta novela parece más un intento de querer decir que él es buen escritor, capaz de generar historias originales que toquen al lector y le hagan ver los hilos ocultos que mueven el mundo.

Como no me gusta hacer leña del árbol caído y creo que es más útil hacer una crítica de un libro que haya gustado que de uno que no, no voy a añadir más sobre “The Shanghai factor”. Creo que ha quedado claro que he quedado decepcionado con esta novela, que no me ha emocionado, ni hecho pensar, ni removido por dentro. No creo que vuelva a dar una oportunidad a Charles McCarry, prefiero quedarme con quien para mí es indiscutiblemente el mejor escritor de novelas de espías de la historia (aunque añadiría que es el mejor escritor vivo en lengua inglesa) como es John Le Carré. O dicho de manera más cruda, prefiero el original a la copia americana, siempre tan llena de prejuicios, envidiosa y carente de originalidad.

Caronte.