miércoles, 23 de diciembre de 2020

Caligrafía de los sueños

Quiero terminar el año de reseñas en el blog hablando de una novela de uno de los más grandes narradores que ha visto este país en los últimos 60 años y cuya pluma, por desgracia, se apagó hace unos meses: Juan Marsé. Reconocido por crítica, lectores y casi todos los premios literarios en castellano (incluido el Cervantes), Marsé ha sido una de las grandes voces narrativas en español de las últimas décadas, cuya obra ha dejado ya y seguirá dejando, grandes influencias en escritores de muy diferentes ámbitos. Así como Madrid tuvo a un gran narrados como Galdós, o Londres a Dickens, o Nueva York a Auster, Barcelona tendrá siempre como su gran narrados y fabulador a Marsé. He querido acercarme acabando este maltrecho 2020 de nuevo a la obra de Marsé, siendo uno de los pocos autores de los que este año he leído más de un libro, para acabar con buen sabor de boca después de tantas amarguras y sinsabores, y puedo decir que me alegra enormemente haberlo hecho porque no puede haber mejor lectura que un Marsé pletórico.

Caligrafía de los sueños” es de las últimas novelas publicadas por Marsé publicado allá por 2011 cuando el autor barcelonés ya había recibido el máximo galardón al que un escritor en español puede aspirar: El Cervantes. La Barcelona de la posguerra, de los años del hambre y el racionamiento, de los inviernos fríos y las infancias perdidas, es el espacio donde se desarrolla una historia de amor atípica, donde nuestro protagonista, Mingo o Ringo, dependiendo de quién le nombre, un niño de unos 13 años vive una Barcelona casi tan mágica como el Macondo de García Márquez.

Siempre he dicho que en el realismo de Marsé hay mucho de mágico, aunque nada tenga que ver su literatura con ese subgénero narrativo maravilloso surgido de las entrañas de la imaginación iberoamericana. “Caligrafía de los sueños” es una novela tan realista como fantástica, donde los personajes reales, pasados por el filtro del joven, soñador y lector protagonista, cobran una vida en parte nítidamente verídica y en parte fantásticamente mágica.

Las novelas de Marsé suelen ser siempre un viaje espacio temporal a un momento determinado de la historia de Barcelona. “Caligrafía de los sueños” nos lleva a la década de los años 40, a su segunda mitad concretamente. Y como en casi todas sus novelas, Barcelona no pasa por ser un mero escenario de la acción, sino que se convierte en un personaje más, lleno de vida, con luces y sombras, con voz, olor, tacto, gusto, oído. Sin Barcelona, concretamente sin los barrios del Guinardó, el Carmel y Gràcia, esta novela no sería lo que es. Las calles oscuras al anochecer, los cines y salas de baile míticas y prácticamente ya extintas, las tabernas llenas de parroquianos del barrio charlando y chismoteando, los tranvías que bajan hasta la Barcelona histórica y casi mítica del Gótico, el barrio chino o el Raval, las lomas peladas con infraviviendas de posguerra; todo conforma un microclima que condiciona a los personajes y sugestiona al lector hasta tal punto que puede sentir el suelo bajo sus pies caminando por Barcelona y sus barrios de la mano de Mingo/Ringo.

Caligrafía de los sueños” no es solo un viaje sensorial a una Barcelona de posguerra donde sus humildes habitantes sobreviven como pueden ayudándose entre sí y los niños crecen rodeados de miseria intentando evadirse de la misma contando historias (aventis en la jerga de Marsé) inspiradas en las películas que ven colándose en cines, o leen en los tebeos comprados en los kioskos con lo que les puede sobrar (o sisar) de la compra que les encargan los padres. Como todas las novelas de Marsé también esta es un deleite para los amantes de la buena literatura y la buena prosa. Si sumamos a la extraordinaria y sin fronteras imaginación de Marsé, un estilo cuidadísimo, donde cada página es una obra de arte y donde en cada frase cada palabra está pensada y medida para que no sobre ni falte nada, la lectura de sus novelas se convierte en sí misma, sin contar la trama o los escenarios, en un ejercicio de disfrute de la belleza de la literatura.

Llegamos a fechas un tanto especiales donde el consumismo reina por doquier, sin embargo, regalar un libro siempre es buena idea, es cultura, es entretenimiento, son experiencias y viajes baratos que no conllevan más gasto que el que puede generar un rinconcito cómodo en casa donde poder vivirlos. En este año 2020 tan aciago creo que lo mejor es dejarnos llevar por la imaginación de Marsé y al mismo tiempo honrarle con un homenaje leyendo alguna de sus novelas. Puede ser cualquiera porque Marsé ha sido un clásico de nuestra literatura de los últimos 60 años. Pero como hoy estoy hablando de “Caligrafía de los sueños” creo que puede ser un muy buen inicio para acercarse a su figura ya que sin dejar a un lado la esencia misma del más puro Marsé esta novela es de más sencilla lectura que otras suyas quizá más consagradas. Eso sí, aviso, tras su lectura quizá os entren ganas de planear un viaje (para cuando se pueda) a Barcelona, la gran ciudad literaria española.

Caronte.

jueves, 17 de diciembre de 2020

K. L. Reich

Una de las grandes lacras que tenemos los españoles como sociedad, y en varios aspectos de nuestra vida, es que no sabemos valorar lo nuestro y preferimos alabar lo de fuera, ya sea por exótico o por creerlo superior. Craso error. Preferimos asombrarnos con los Alpes antes que hacerlo con los Picos de Europa; nos atraen más las tierras áridas del norte de África que la tierra baldía y salvaje del sureste español; pensamos que Escocia e Irlanda son paraísos verdes y místicos y sin embargo rebajamos a Galicia a una mera región gastronómica donde el marisco y el pulo eclipsan todo lo demás; preferimos un pueblo alemán medieval reconstruido a Toledo, Segovia o Cáceres. Y nos pasa lo mismo con la literatura: antes miramos a un autor inglés, pongamos por caso Dickens, antes que deleitarnos con Galdós, simple y llanamente porque lo consideramos mejor y de más alto nivel cultural. Pura ignominia, puro desconocimiento. Ignorancia supina, a fin de cuentas. Y esto es lo que ha pasado con Joaquim Amat-Piniella y esta novela comparable a Primo Levi o a Anna Frank.

K. L. Reich” es una novela totalmente desconocida en España fuera de Catalunya, ya que allí es de lectura obligada casi en colegios e institutos. Supongo que por época de publicación (años 60), por tardarse más de 15 años en publicar debido a su contenido, y porque estaba escrita en catalán, el mundo editorial en castellano la ha ido repudiando y relegando al olvido que ha tenido y sigue teniendo. Y, sin embargo, creo que la novela debería tener un puesto preeminente en las lecturas obligadas para todo español que quiera saber qué pasó con sus propios compatriotas en los campos de concentración y exterminio nazi; ya que, aunque no al extremo que judíos, rusos u otras etnias y razas, los españoles también morimos y pasamos hambre en los campos de concentración nazis.

El panorama literario europeo está plagado de novelas, memorias, autobiografías y ensayos sobre experiencias personales o ajenas, de supervivencia o muerte, en los campos de concentración nazis. “K. L. Reich” es una novela que ficciona la propia experiencia de Amat-Piniella como preso de uno de los campos de concentración de la Alemania Nazi durante la IIGM; y como tal es dura, explícita y golpea al lector en su subconsciente de manera directa y sin piedad. Pero, para ser sinceros, no hay excesos en la novela, no hay violencia por el mero hecho de conmover al lector, no hay imágenes constantes y excesivas de penurias y calamidades.

 

Joaquim Amat-Piniella logró con “K. L. Reich” construir un relato en el que hay verdad y poco efectismo. Mientras en las novelas históricas ambientadas en este periodo y en estos escenarios suelen buscar la lágrima del lector, su horror y su pena, para intentar acentuar las calamidades y hacer las tramas más realistas; en esta novela solo hay sinceridad, humildad y veracidad. Huyendo de la grandilocuencia y la presuntuosidad de muchos escritores que pretendieron narrar el infierno de los campos de concentración y el Holocausto, Amat-Piniella muestra el horror, el miedo, el olor a carne quemada, los cuerpos exangües y esqueléticos, el hambre y el frío mezclados con el humor, la esperanza, los tejemanejes de los presos, la corrupción de los campos entre prisioneros y guardianes trapicheando con la supervivencia.

La gran virtud de “K. L. Reich” frente a otros libros y novelas que he leído sobre el nazismo, el Holocausto y los campos de concentración es la dosificación que se da en la novela al lector, y la gran humildad que muestra Piniella a la hora de narrar y confesar sus propias experiencias, o experiencias parecidas inspiradas en lo que vivió en aquellos años. Junto a estas descripciones de la vida (si es que, a sobrevivir en un campo de concentración sin apenas comida, con frío, y violencia y muerte por donde quiera que mires se le puede llamar vivir) también se incorporan reflexiones y sentimientos de culpa que hicieron que aquellos que sobrevivieron a aquellos años de muerte y horror se pregunten cómo y por qué salieron de aquello vivos y si lo hicieron egoístamente haciendo que otros murieran por el camino.

Es de agradecer que en “K. L. Reich” no se caiga en los tópicos de este tipo de libros, que en su momento Amat-Piniella quisiera mostrar la cruda realidad tal como la vivió, con sus numerosas y prácticamente únicas sobras, pero también con sus luces. No solo hay olor a carne quemada en las páginas de esta novela, ni únicamente crueldad nazi, también hay humanismo, resistencia, esperanza, corrupción, falta de ética, espíritu de supervivencia. Y, sobre todo: no hay héroes. Me suele repatear mucho las novelas que usan esta época histórica concreta para ensalzar sin sombras la figura de alguien real o ideal, cuando en aquellos años no hubo ningún solo héroe, sino simplemente seres humanos que pretendían sobrevivir, y si para ello tenían que hacer que un compañero o amigo muriese se hacía. Ese es el realismo que busco en una historia como esta.

Vuelvo al principio para decir que creo que sería importante y fundamental, para hacer país, para saber de nosotros mismos, para aprender a valorarnos, descubrir una novela como “K. L. Reich”. La IIGM parece que muchas veces queda lejos de España, que la vivimos casi de espaldas o refilón, y sin embargo hubo españoles que fueron asesinados en campos de concentración nazis. Amat-Piniella no es menos que Primo Levi o Anna Franck, o cualquier otro autor que pretenda hacerse pasar por gran escritor por novelar el Holocausto o el terror del exterminio nazi en campos de prisioneros. Sin petulancia, sin egocentrismo, sin creerse más que nadie, con una absoluta dignidad y humildad, Piniella escribió una novela que debería ser de obligada lectura en institutos de toda España porque sin saber quiénes fuimos es muy difícil que podamos si quiera entrever quienes somos.

Caronte.

viernes, 11 de diciembre de 2020

Mi gato Yugoslavia

No suelo leer novelas de reciente publicación ya que siempre voy a remolque de las novedades editoriales de cada año salvo en contadas excepciones y autores. Y esto no suele ser así porque mi fuente principal de libros son las librerías de segunda mano y en ellas las novedades editoriales recientes (límite quizá dos años como mucho) son tan escasas como podrían serlo en su momento las pepitas de oro en algún río del medio oeste americano. Eso sí, cuando en alguna del puñado de librerías de segunda mano que frecuento en Madrid vislumbro alguna novedad que me interesara en su momento de publicación me hago con ella inmediatamente, sin pensar mucho en si hago bien o si el precio es demasiado elevado para mis estándares de una librería de segunda mano. Esto es lo que me pasó con esta novela de la que leí una buena crítica de un escritor bastante actual del panorama narrativo español y que me encontré por casualidad después de una cita mañanera en una librería en el centro de Madrid. No dudé y la compré.

Mi gato Yugoslavia” es una novela de la que tuve conocimiento gracias a Twitter y a la crítica que de ella escribió en una revista cultural un escritor al que desde hace tiempo vengo siguiendo la pista aún sin haberme leído nada suyo. Me llamó la atención la mezcla de temas que desde hace tiempo ya me vienen resultando muy atractivos, quizá por sentirme identificado, quizá por adentrarse en situaciones, momentos y épocas históricas sobre las que quiero leer más. En este caso esos temas son: migraciones, desarraigo, homosexualidad en el mundo actual y la Guerra de Yugoslavia. Como se puede ver temas todos complejos, variados y aparentemente sin mucha conexión entre ellos.

¿Cómo se mezclan en un libro todos los temas anteriores? Pues muy sencillamente, narrando y novelando tu propia experiencia vital. Eso es lo que Pajtim Statovci, jovencísimo autor finés autor de esta novela, hace en “Mi gato Yugoslavia”: abrirse en canal para mostrar al lector como el mundo actual diferencia siempre, por muy abierta que se diga una sociedad, entre personas y pone etiquetas, aunque reniegue de ellas. De padres emigrados de Yugoslavia a Finlandia cuando la guerra empezó a destruir familias y a cortar esperanzas de vida de raíz, Statovci narra en este libro dos historias, alternando capítulos de las mismas. Por un lado, hay un joven homosexual que vive en Finlandia y que intenta relacionarse con hombres de la manera actual, es decir, a través de aplicaciones y redes sociales, añorando el amor, idealizando las relaciones de pareja, buscando algo que quizá debería encontrar primero dentro de sí mismo. Por otro lado, la historia de la madre de este joven, desde que se enamora, se casa y empieza a formar una familia en su tierra yugoslava, hasta la huida en busca de paz y oportunidades, de vida, a fin de cuentas, en Finlandia.

Desde hace tiempo vengo interesándome por novelas que tengan la guerra de los Balcanes y la desintegración de la antigua Yugoslavia como telón de fondo, o como parte de su hilo conductor de manera más o menos indirecta. “Mi gato Yugoslavia” no trata directamente de la guerra, ni de su origen o desarrollo, sino de las consecuencias aparentemente secundarias, pero profundamente duras que tuvo para miles de personas que se vieron expulsados directa o indirectamente de sus vidas, tradiciones, familia, trabajo, estudios, amistades y futuro para emigrar a países que les quisieran acoger como refugiados y donde siempre, hicieran lo que hiciesen serían considerados como extranjeros, inmigrantes, parias. Esto se ve en la narración de la madre y cómo todo lo que un día tuvieron en Yugoslavia se ve barrido de un plumazo en Finlandia.

Pero también llevo tiempo interesándome por novelas donde la homosexualidad, en varias de sus facetas y consecuencias, juega un papel interesante y clave. “Mi gato Yugoslavia” es una novela donde se ve la dificultad que, en la sociedad actual, tan deshumanizada, tan individualista, tan impaciente, se tiene para encontrar pareja siendo gay y dependiendo de la sociedad de la que provengas. Hasta hace no mucho ser homosexual implicaba o bien estar callado e ir asumiendo interiormente tu condición dándote cuenta que es tan normal como ser heterosexual, o vivir todo ese proceso abiertamente arriesgándote a que, en el colegio, instituto o en tu familia te hagan la vida imposible haciendo que el dolor y el sufrimiento te impida vivir y desarrollar una vida normal. Ese desarraigo afectivo, ese mar de dudas y miedos, esa niebla de soledad que en la novela experimenta el joven narrador es tan actual, tan real y tan llena de verdad que a veces duele leer algunas experiencias o pasajes.

Alguien podría preguntarse el porqué del título, yo lo he hecho a lo largo de toda la novela, y una vez terminada de leer, si soy sincero soy incapaz de dar una respuesta de la que esté seguro al cien por cien. En “Mi gato Yugoslavia” hay varias referencias a gatos y son un elemento conductor de la novela, recurrente tanto en la parte narrada por la madre, como en la parte narrada por el hijo. Y además hay un gato homófobo, racista y xenófobo en el primer tercio de la novela que me ha dejado totalmente desconcertado por la alta carga metafórica y simbólica que tiene y que no he sabido muy bien descifrar. Para mí, esta parte tan irreal, tan fantasiosa, tan surrealista, sobra de principio a fin; no aporta nada a la novela ni a la historia tener un gato tan desagradable, que habla, que probablemente quiere representar algo que no queda claro y que por tanto hace que pierda el sentido.

Pese a la absurdez y falta de sentido que tiene ese gato parlanchín que irrumpe en la novela el principio de la misma y que desaparece tan sorpresivamente como apareció, para alivio de los lectores, “Mi gato Yugoslavia” es una novela interesante, llena de matices y con mensajes variados que llevan al lector a pensar en que la vida nunca es sencilla y siempre pesa de dónde vienes y quien has sido, por muy liberados de prejuicios y abiertos de mente que puedan ser las personas con las que interactúas y la sociedad en la que vives. Nuestro pasado y nuestro presente son los que hacen que seamos lo que somos y nuestro porvenir depende de ello tanto como de nuestra propia determinación para intentar modificarlo y cambiar. En definitiva, sin ser una novela brillante ni deslumbrante, sí que es una novela que se deja leer y que abre un poco la mente del lector.

Caronte.