martes, 23 de febrero de 2021

Nenúfares que bailan en aguas tristes

 

Una de las cosas fundamentales que le pido a un libro es que me haga viajar, que me haga salir de la habitación donde esté leyendo para trasladarme a un paisaje, ciudad, entorno, vida ajena, diferente al de mi presente. Siempre he considerado que la literatura y los libros como su arma principal, deben ser catalizadores de viajes a vidas ajenas y a mundos lejanos o paralelos al nuestro. Por eso es quizá que me gusta la ficción, tanto en forma de novela como de cuento, más que cualquier otro género literario. Ese viaje que le suelo pedir a los libros lo he vivido clara y nítidamente con esta novela, ya que, además, combina esos dos viajes: el personal para vivir la vida de personas ajenas y muy diferentes a mí; y el físico por trasladarme a lugares que no he pisado nunca y que quedan bastante lejos de mi imaginación.

Nenúfares que bailan en aguas tristes” es una novela que pese a tener un inicio titubeante que se alarga durante un par de docenas de páginas, termina por conformar una narración interesante, entretenida, adictiva y tremendamente sensorial. Se nota que es la primera novela de Bárbara Gil en la frescura y la ambición que se muestra en ella, pero también en esa falta (totalmente comprensible) de recursos para dar vida y brío a la narración en sus momentos más delicados. Aún, así me sorprende la capacidad narradora y emocional que transmite.

Esta novela sigue el patrón clásico de trama familiar dramática, donde sus miembros esconden secretos y pasiones privadas, mezclada con un viaje exótico donde se mezclarán recuerdos, pasado y presente, bajo una amenaza permanente de unos personajes secundarios oscuros que desde el principio dan mala espina. “Nenúfares que bailan en aguas tristes” no es novedosa en las raíces de su trama, pero sí en el paisaje que evoca: Bangladesh.

Podría también calificar esta novela como novela de trasfondo social donde se denuncia, aunque de manera somera, los abusos de occidente y su industria textil sobre Bangladesh, pero hacer esa clasificación denigraría la propia novela porque no es del todo así. “Nenúfares que bailan en aguas tristes” mezcla drama familiar con un drama real que explica la autora al final del libro en una nota: un derrumbe de un centro comercial en Daca en 2013 y una fotografía que llevó a la autora a escribir este libro, inventando una historia detrás de uno de los protagonistas de esa dramática fotografía.

Amor, odios, envidias, pasiones, traiciones, tragedia, muerte se mezclan en las páginas de “Nenúfares que bailan en aguas tristes” y en unos personajes que incluso pueden llegar (y de hecho tienen) a tener similitudes y paralelismos con la vida real. El padre de la protagonista de la novela es un gran empresario textil gallego que se codea con personajes famosos de todo el mundo y de diversos ámbitos, cuyas fábricas en Bangladesh son, cuanto menos, cuestionables en cuando a condiciones laborales. Que cada cual haga los paralelismos que considere y crea convenientes.

Pero si hay algo que me ha gustado por encima de cualquier otro elemento y que permite que pueda perdonar los pecados de “Nenúfares que bailan en aguas tristes” ha sido el gran viaje que he podido hacerme a Bangladesh sin salir de mi barrio de Madrid. Bárbara Gil ha sido capaz de evocar en las páginas de esta novela tanto el exotismo de paisajes selváticos y campos de té de Bangladesh, como la miseria asquerosa de los barrios de chabolas e industrias contaminantes polvorientas y venenosas de Daca, su capital. Sin caer en una idealización ni de la pobreza ni de los paisajes salvajes, la autora ha sabido transmitir con viveza todo lo que cualquier extranjero, y sobre todo occidental, puede llegar a experimental sensorialmente al llegar a un país de tanto contraste como es Bangladesh, que siempre sale en las noticias únicamente por desgracias. Este contraste entre paisajes además queda más que patente al contraponer una primera parte de la novela en Vigo, en un pazo señorial y lujoso, a una choza, un tren, unas calles y unas fábricas textiles donde el lujo no es más que un espejismo absolutamente irreal.

Aunque “Nenúfares que bailan en aguas tristes” me ha sorprendido para bien eliminando todos los prejuicios personales que pudiera tener ante este tipo de novelas champiñón (que surgen constantemente y en número indeterminado todos los años), también tiene sus pecados. Uno de ellos es la poca evolución que veo en los personajes a lo largo de la novela, pero claro, quizá es que no tienen que evolucionar. Otro de los pecados que observo es la utilización de muchos personajes secundarios en la trama, algunos de los cuales quedan demasiado difuminados pese a que deberían tener algo más de peso en la misma. Hay también muchas descripciones de vestidos, tejidos, piruetas y otros elementos que distraen al lector y que en el fondo poco aportan al corazón de la novela. Pero insisto, todo esto que puede restar queda compensado por una narración cuyo ritmo e interés va siempre creciendo a medida que pasan las páginas.

Por concluir, “Nenúfares que bailan en aguas tristes” es una novela de esas que se leen en un abrir y cerrar de ojos, que nos trasladan a paisajes y entornos que ni soñaríamos en pisar si quiera y que nos cuentan realidades olvidadas y dramas personales con los que tenernos pensativos y entretenidos unas buenas horas de lectura. Además, Bárbara Gil, usando un lenguaje y estilo sencillo logra atrapar al lector y hacerle la lectura fácil sin necesidad de poner durante todo el tiempo el cien por cien de nuestros sentidos en la lectura, algo que a veces también se agradece. Una muy grata sorpresa me he llevado con esta novela.

Caronte.

viernes, 19 de febrero de 2021

Tiempo de swing

Que Zadie Smith, escritora británica de origen mestizo, me impresionó con su primera novela “Dientes blancos” dejándome un maravilloso sabor de boca al mismo tiempo que activaba esas partes de nuestro cerebro que nos hacen indignarnos ante el mundo que nos rodea, es un hecho. Por esta razón llevaba tiempo queriendo leer su última novela. Llegaron las navidades y recibí dicho libro como regalo, en inglés (igual que pasó con su primera novela). Hay dos cosas que me gustan de esta escritora: que escribe sobre la actualidad, sobre la vida de una generación que me hace conectar muy fuertemente con sus historias; y que escribe ambientando sus libros en Londres (al menos de momento los dos libros que he leído suyos sucedían en la capital multicultural por excelencia). Además, pese a esa narrativa sobre temas actuales y vigentes, no deja de ser una narradora clásica, con un estilo narrativo que emana de la tradición inglesa de los grandes narradores de la historia.

Tiempo de swing” recorre la vida de dos niñas de barrios muy humildes de Londres desde la infancia hasta su primera edad adulta. Las protagonistas de la historia son la narradora, cuyo nombre nunca se menciona, y Tracey. Ambas mestizas, ambas apasionadas por la danza, ambas viviendo en un mismo barrio de la periferia humilde de Londres en unas familias un tanto especiales. Las dos niñas, que luego serán mujeres, muy unidas. Yo no hablaría de una amistad al uso lo que las dos niñas, porque para mí la amistad es algo mucho más diferente de lo que en esta novela se narra, pero sí una relación muy estrecha e intensa, casi de dependencia.

La amistad que une a la narradora de “Tiempo de swing” y Tracey es peculiar. Como acabo de decir sería más bien una relación de dependencia, de envidias soterradas, de celos, de poder. Podría incluso llegar a calificarla de relación tóxica por los posos que a medida que las niñas van creciendo y haciendo sus propias vidas independientes quedan en su memoria y que condiciona sobre todo la vida de la narradora.

Tiempo de swing” es una novela muy musical con doble sentido: el de los musicales clásicos de Hollywood con Fred Astaire y el de la música actual, el pop más universal que aúna espíritus desde Islandia a Ghana, pasando por India o Texas. La música y el pop, en concreto Aimee, una estrella mundial del pop, juegan un papel fundamental en la novela, en su crítica voraz a las clases, al dinero, a la extravagancia con que algunos ricos multimillonarios y famosos se relacionan con la pobreza como algo no malo y dañino, sino simplemente como algo peculiar, gracioso y hasta cuqui.

Esta novela va mucho más allá de narrar la relación, a veces de íntima amistad y confidencias, a veces de distancia y rabia y envidias, de la narradora y Tracey. “Tiempo de swing” es una novela social, donde el origen, la raza, las creencias, la sangre y el color de piel delimitan todas nuestras posibilidades en el mundo. Y más aún si se es mujer, donde el matrimonio y la maternidad y la relación de cualquier mujer con ambas situaciones, condicionan siempre los juicios que la sociedad hará sobre ellas.

Zadie Smith narra de manera clásica problemas sociales de hoy en día consiguiendo una narración compacta. Pero a veces, “Tiempo de swing” se hace un poco pesado de seguir por las constantes referencias musicales, los cambios de tiempo y lugar, las digresiones que no llevan a ningún lado y los personajes secundarios y terciarios que aportan color a la narración, pero no profundizan en los temas centrales de la novela. No obstante, así como me pasó con la primera novela suya que leí, esta novela me ha gustado y me ha abierto los ojos a situaciones que no por no frecuentes dejan de verse por esa ceguera sistemática que solemos tener ante algunas situaciones incómodas e injustas que nos depara la vida.

Quiero hacer un último inciso sobre “Tiempo de swing” que quizá por el alto contenido de crítica social que tiene ha pasado un poco desapercibido. O simplemente es que no interesa verlo para usar la novela como arma contra las injusticias y el racismo que impera en las sociedades occidentales. Pero para mí esta novela es también una gran crítica al izquierdismo/socialismo/progresismo utópico que se nutre de dichas injusticias para vivir del cuento, hacer carrera política y mejorar económicamente jugando con la ilusión de aquellos a los que se dice representar y ayudar para salir del agujero de la pobreza, miseria y falta de oportunidades.

Tiempo de swing” es una gran novela, totalmente actual y con un estilo clásico que conjuga tradición narrativa con temas contemporáneos a la perfección. Es además una lectura incómoda por tratar temas antes los que por norma general la sociedad cierra los ojos y pasa de lado esquivando para no inmiscuirse demasiado en ellos. Quitando el hecho de que quizá le puedan sobrar algunas páginas y que su lectura puede hacerse más pesada de lo aconsejable en algunos pasajes, merece la pena sumergirse en esta obra de Zadie Smith, donde su propia vida, infancia y juventud tienen algún que otro eco.

Caronte.

miércoles, 10 de febrero de 2021

Las maravillas

 

Todo apasionado de la lectura sabe que es imposible leer todo lo que uno quiere leer. Por desgracia soy de esos lectores que no es capaz de tener dos libros empezados al mismo tiempo y debe ir uno por uno leyéndolos. Esto me “resta” capacidad lectora (aunque creo que no es del todo así) y por tanto sé que me dejo libros por leer. Tener tantos frentes abiertos (literatura en inglés, español, francés y recientemente también italiano) hace que sea prácticamente imposible estar al día con las novedades literarias que me gustaría leer en el momento de su publicación. Esto, junto a que el mundo editorial está saturado y publica más de lo que debería básicamente porque se publica de cada mierda que es para echar de comer a parte a los editores, pues hace muy difícil que lea novedades literarias si no es con bastantes meses de retraso frente a su publicación. Pero a veces también se obran milagros y encuentro novedades literarias en mis librerías de segunda mano de referencia y por tanto puedo estar al día, como ha sido el caso.

Las maravillas” es la primera novela publicada por su joven autora Elena Medel, quien lo que sí tenía ya publicado eran varios libros de poesía. Y como el propio nombre de la novela: ¡qué maravilla de lectura! Sé que el libro perfecto no existe, aún no se ha escrito por mucho que celebres críticos que van de eruditos digan lo contrario; pero, para mí, esta novela roza la perfección o, al menos, lo que yo considero que un libro debe tener para ser considerado una lectura redonda.

Elena Medel ha conseguido con “Las maravillas” atraparme de principio a fin con una historia que narra la vida de las mujeres humildes, de clase obrera, madres solteras en España durante los últimos 40 años. Siguiendo la vida de tres mujeres de muy estrecho vínculo, aunque solo se hable directamente de dos de ellas siendo la tercera una presencia secundaria en la novela, Elena Medel nos lleva a recorrer un Madrid de paradas de autobús, estaciones de metro, trayectos en tren, trabajos precarios, maternidades ausentes y a hacernos preguntas tan íntimas como si el dinero es lo que nos hace o si es la falta del mismo la que nos moldea.

Alicia y María son mujeres que viven su vida, para bien o para mal, y la viven casi en paralelo, aunque pertenezcan a generaciones diferentes. Ambas mujeres están unidas por un vínculo muy fuerte que el lector irá descubriendo a lo largo de la lectura de “Las maravillas” (si he de ser sincero yo descubrí el vínculo bastante al principio pese a que intente mantenerse secreto toda la novela). Ambas mujeres luchan por ser independientes, aunque para ello deban ser consideradas incluso malas madres o mujeres, o raras, o ser juzgadas por una sociedad que pretende que todo el mundo se comporte de la misma manera. Y, aunque se intente vender la novela como la historia de estas dos mujeres, hay una tercera en liza que las une y vincula aún más: Carmen, y que resulta ser una especie de negativo de la fotografía que conforman Alicia y María.

Las maravillas” es una novela intensa pero corta, dividida en capítulos que van alternando la época en la que se van desarrollando y la persona en la que se centran. El estilo con el que está escrito el libro es tal que el lector necesita acostumbrarse a su ritmo para ir acompasado con él, porque reconozco que, si no puede llegar a hacerse difícil su lectura, pero una vez uno se acostumbra a las reflexiones, largas frases y los cambios continuos de idea, la lectura se convierte en pura y simple diversión.

Aunque “Las maravillas” es una novela escrita por una mujer joven, libre, decidida y comprometida como Elena Medel, protagonizada por dos mujeres libres, luchadoras y trabajadoras y que trata cómo la mujer, o el papel de la mujer como madre y como trabajadora, ha ido variando a lo largo de las décadas, no estamos ante una novela feminista. No como tal entendiendo como novela feminista aquella que habla de feminismo. Este libro es un fresco fantástico sobre cómo las mujeres han tenido que trabajar y demostrar y ser juzgadas por la sociedad el doble que cualquier hombre en situaciones semejantes y paralelas. Y esto es lo más desasosegante del libro: el comprobar que pese a todo lo luchado y conseguido se sigue estando muy lejos de llegar a una situación donde la mujer sea quien quiera ser y como quiera serlo.

Feminismo, mujeres y maternidad son temas que están a lo largo de toda la novela, pero “Las maravillas” es también una novela sobre el dinero. Y para mí es el tema principal. De una manera u otra quien lea la novela se verá preguntado y cuestionado sobre el dinero, sobre cómo el dinero y su ausencia o su insuficiencia marcan quiénes somos. No existe el ascensor social: eso que tanto quieren vendernos los de arriba, los que siempre han estado arriba, a través de alguien que ha accedido a su olimpo solo porque le han permitido, como extravagancia, hacerlo. En las páginas de esta novela se constata una realidad dura: es el dinero (cuanta mayor cantidad mejor) el que da la libertad y el poder, y sin él solo podemos soñar y creer neciamente que una vez que lo tengamos seremos felices.

Vuelvo a mis palabras de hace unas líneas para recalcar el hecho de que considere que la novela perfecta no existe. Sería pretencioso calificar a “Las maravillas” como novela perfecta, pero sinceramente bajo mi punto de vista se le acerca bastante: mezcla dos historias personales de rabiosa actualidad, con temas que llevan percutiendo en la sociedad desde hace décadas y que nunca pierden su relevancia, narrado todo con un estilo que me gustaría ir viendo poco a poco cómo evoluciona y conjuga esa lírica poética de Elena Medel con un pragmatismo narrativo interesante. Creo que esta joven escritora dará que hablar con próximos libros. Pero mientras tanto nos ha regalado con una novela fantástica y redonda.

Caronte.

jueves, 4 de febrero de 2021

Hermanos de sangre

 

Los libros no solo cuentan historias, sino que a veces también ellos mismos tienen una historia propia que contar. Pero son los menos. No todos los libros llevan a su espalda, como objeto físico, una historia de supervivencia al olvido o a la destrucción. Este libro sí. Durante décadas estuvo olvidado porque se le borró de la faz de la tierra, fue consumido entre las llamas del nazismo y el odio irracional a la cultura; su autor relegado al olvido quedando en el misterio de la historia. Ernst Haffner es de hecho un autor del que no se sabe nada o muy poco. Y de su gran – y única – novela se perdió la pista en 1933 cuando fue prohibida y extirpada de librerías y bibliotecas. Hasta que renació como un ave fénix y se volvió a editar y publicar 80 años después de su relego al ostracismo. De hecho, no fue hasta 2015, antes de ayer vamos, que se publicó en inglés la primera edición. Yo llevaba detrás de esta novela tiempo, y hace unos días me la encontré de segunda mano y de inmediato fue mía.

Hermanos de sangre” (nada tiene que ver este libro con la serie de nombre homólogo sobre la IIGM producida por Spielberg y que recomiendo ver si alguien le interesa) es un viaje a lo más profundo del hampa berlinés de los años 30. Siguiendo los pasos de varios jóvenes, algunos apenas adolescentes, por las calles, pubs, locales de mala muerte, correccionales y comisarías de Berlín, el lector irá conociendo una ciudad muy alejada de la que conoce de guías turísticas, series de televisión o películas de Hollywood; una ciudad arruinada, solitaria, llena de oscuridad, suciedad y vicios.

Con un estilo sencillo, sin florituras, sin pretender ser una novela de altura, llena de cultismos, ni intentando sentar cátedra sobre nada, Ernst Haffner consiguió con “Hermanos de sangre” reflejar con pureza, sinceridad y delicadeza la vida y la supervivencia en un Berlín en el que de fondo empezaban a oírse tambores de cambio, pero que sufría hambre, soledad, desolación y pobreza; un Berlín donde la mayoría de la gente, y especialmente los jóvenes, no vivían sino que sobrevivían como podían.

Todos en mayor o menor medida conocemos un Berlín: el de la IIGM, el del káiser, el de la Guerra Fría, el de los cabarets de los años 20, el de la caída del Muro, o el de la vida libre e independiente más actual. Pero poco se suele saber del Berlín de los años 30: el de la miseria, la pobreza, el de los jóvenes buscándose la vida mediante los menudeos de droga, la prostitución, el pillaje, el robo, la vida clandestina. “Hermanos de sangre” palia esa falta de novelas sobre una época que termina de dar color al fresco de Berlín: una ciudad ya de por sí fascinante.

No hay contemplaciones en la novela. “Hermanos de sangre” cuenta de manera directa lo que se hacía por ganar apenas un marco, o dos, o un puñado de céntimos que permitieran llegar al día siguiente habiendo dormido bajo techo (aunque en precario) o habiendo comido o bebido algo medianamente decente (siendo el concepto de decente cuanto menos que dudoso). El utilizar como protagonistas a jóvenes de apenas 20 años (muchos menores incluso) da un cierto aire derrotista a la novela. El lector no puede más que sentir lástima, impotencia y pena ante el presente de estos jóvenes. Pero es que tampoco hay esperanza para el futuro, porque no existe dicho futuro. Cuando no tienes qué comer, cómo subsistir, no puedes tener futuro, porque en el fondo no sabes si tu presente si quiera está garantizado. Esa falta de perspectiva de mejora sobrevuela a cada página de la novela haciendo la narración melancólica. Memorable.

Quiero hacer una mención especial en esta ocasión a la traducción de la novela. Es algo que no suelo hacer porque intuyo que cuando hablo de un libro traducido al español mis palabras también van por los traductores. Pero esta vez quiero mencionar a Fernando Aramburu (sí, el escritor). Creo que hay un grandísimo trabajo detrás de esta traducción de “Hermanos de sangre”. No es simplemente que se haya traducido una novela, sino que se ha interpretado su alma y se ha traspuesto al español haciéndola tener sentimientos, vida propia, y que transmita calor de manera directa y no pasada por el tamiz de un cambio de idioma. Muchas veces las novelas no hay que traducirlas e interpretarlas, sino rescribirlas, y esto es lo que Aramburu creo que ha conseguido con esta traducción.

Hermanos de sangre” es una novela de esas que se queda prendida en la memoria, de las que dejan poso, de las que te llevan a completar una imagen de una ciudad con personajes e historias que conmueven y emocionan. Ha merecido la pena esperar lo que he esperado hasta encontrarme con eta novela de manera tan inesperada porque he disfrutado de cada página casi el doble de lo normal. Es una novela única, y no es una exageración, porque su autor no dejó nada más escrito, y porque durante décadas nadie pudo asomarse a sus páginas siendo solo posible 80 años después de su publicación. Los amantes de las buenas historias y aquellos que deseen viajar en el tiempo y en espacio hasta un Berlín olvidado en las cenizas del tiempo que sepan que esta es la novela que van buscando.

Caronte.