viernes, 20 de marzo de 2020

El vano ayer


Isaac Rosa es uno de esos escritores a los que he descubierto en los últimos meses y casi por casualidad en la librería de segunda mano a la que más voy. Este libro es el segundo que leo en apenas seis meses de este escritor andaluz y probablemente vuelva a él en el futuro porque los dos libros suyos que he leído me han dejado muy buen sabor de boca. En concreto esta novela la compré en una librería de segunda mano de Cádiz durante uno de mis últimos viajes por España. Últimamente en mis itinerarios turísticos por ciudades incluyo sus librerías con más solera y encanto para deleitarme con mi maravilloso atoramiento durante unos minutos entre sus estanterías. Y doy gracias a encontrarme con este libro ya que probablemente si no hubiera dado con él en aquel viaje luego en Madrid no lo hubiera encontrado ni por tanto leído.

Me resulta muy complicado tratar sin más este libro como una novela porque en el fondo creo que esta obra de arte va más allá de esa simple definición. Es cierto que a día de hoy el término novela se aplica a cualquier patraña que se escribe, pero creo que quedarse en esta palabra para definir “El vano ayer” es quedarse muy corto. Podría hablar de una meta novela con todas las complicaciones definológicas que ello conlleva, pero es que creo que es el apelativo que mejor le acompaña.

En “El vano ayer” Isaac Rosa juega con el lector, le vacila por así decirlo, le engaña, le lleva por senderos que acaban en callejones sin salida, le tuerce y retuerce el intelecto para que en ningún momento sepa ese lector dónde está y qué tiene entre manos. Por esta razón, este libro me ha recordado mucho a “HhHH” de Laurent Binet, un libro del que aún guardo unos recuerdos inmensos y que me dejó una sensación de orfandad al acabarlo que no había vuelto a sentir hasta que he dado con esta novela de Rosa.

En la novela de Binet se mezclaba la narración histórica ficcionada y documentada con hechos reales junto con la propia experiencia del autor durante el proceso de escritura. En “El vano ayer” ocurre algo similar ya que Rosa lo que hace muchas veces es interpelarse en nombre de los lectores, acusarse de falsario a veces, de prestidigitador que usa una chistera para engañar a su público, en este caso los lectores.

Durante la lectura de “El vano ayer” muchas veces he dudado sobre qué estaba leyendo y he llegado a pensar que todo no era más que un juego con el que Isaac Rosa se ríe a menudo recordando la cara de pánfilos que se nos queda a los lectores a medida que vamos avanzando con su obra. Pero esto que parece que lo estoy diciendo como reproche no es más que la única manera que tengo para plasmar con palabras el gusto que he tenido leyendo esta novela.

El vano ayer” por simplificar y centrar el foco es una novela sobre la represión franquista y los coletazos que dicha represión aún dio muerto el Dictador. Parte de una voluntad del autor de escribir algo diferente sobre el franquismo sin caer en las mismas manías narrativas que pocos matices otorgan a ese periodo tan gris (porque en el fondo no hay ni negros ni blancos absolutos en la historia). Esa voluntad se plasma en la búsqueda de un protagonista: un supuesto (y real) profesor de la universidad de Madrid. Una vez Rosa tiene su personaje investiga de archivo en archivo y de biblioteca en biblioteca hasta ir dando con otro nombre: el de un estudiante que, de la noche a la mañana, y siempre tras un misterioso paso por la DGS de la Puerta del Sol se esfuma sin dejar ni rastro en una España sesentera donde el franquismo ya pesa mucho en los estratos más jóvenes de la sociedad.

Pero insisto lo que es el mero desarrollo de la novela no es la trama ni el destino de estos dos personajes que forman el corazón de “El vano ayer”. El corazón de la novela son los propios conceptos de novela, historia, trama, literatura; Isaac Rosa juega con ellos y muestra al lector delante de sus narices todas las herramientas que tiene para escribir la novela siguiendo uno u otro camino, o quizá ninguno de ellos. Rosa da al lector todas las cartas posibles: desde las más maniqueas y manipuladoras, hasta las más impopulares para continuar narrando. Es el lector de este libro, y cada lector en este caso es un mundo, quien debe decidir si creer lo narrado o no, si aceptar lo que el autor nos presenta en las hojas de su libro o cerrarlo asqueado por ese juego complejo que es la literatura con mayúsculas.

Tras la lectura de “El vano ayer” tengo claro que, pese a que no es un autor multitudinariamente famoso, Isaac Rosa es uno de esos escritores que hacen de cada uno de sus libros una obra de arte. Si bien la novela puede hacerse pesada de leer por sus largas parrafadas, la organización en capítulos más o menos cortos que además retuercen constantemente el camino de la propia trama permite que el lector nunca se encuentre ante una lectura monótona y uniforme. Quien se anime a abrir este libro debe estar dispuesto a ser engañado, a tomar decisiones, a ver como se ríen en su cara y ante todo a dejarse asombrar por como la literatura (sin más etiquetas) logra convertirnos en otras personas.

Caronte.

viernes, 6 de marzo de 2020

En el último azul


Hace años me gustaban las novelas históricas, ese gran género de literario en el que a día de hoy ya cabe de todo, lo que pasa es que dejé de leerlas porque empecé a comprobar cómo había escritores que las escribían como un churrero hace churros un día que tiene pocas ganas de trabajar, a saber: maquinalmente y sin gracia. En el momento que un escritor se hace fijo en un único género y todas las novelas que saca (nunca dejando pasar más de tres años) tienen como mínimo 600 páginas, me empieza a oler a chamusquina y me alejo de esa “literatura” como alma que lleva el diablo. Para mí aquellos escritores que fabrican novelas porque sí no son de fiar e intento evitarles. Pero he de reconocer que estos prejuicios (muy bien fundados en este caso) me pueden hacer perderme novelas de muy alta calidad y con un rigor casi académico. Hoy he vuelto a la novela histórica, pero apostando sobre bastante seguro ya que llevaba buenas vibraciones sobre esta novela.

Carme Riera, una de las grandes damas actuales de las letras españolas y académica de la lengua desde 2012, ha conseguido con “En el último azul” que me vuelva a ilusionar por la novela histórica. Y es que en este libro he encontrado rigor ante todo y un estilo narrativo que realmente invita al lector a seguir leyendo, a seguir interesándose por la historia de los judíos conversos de Mallorca que sufrieron la constante persecución de la Iglesia que nunca les aceptó como cristianos convertidos y a los que siempre vio con ojos desconfiados haciendo que fueran marginados por la sociedad de su tiempo (sobre todo por el pueblo llano, ya que los poderosos siempre necesitaron del dinero judío y de sus servicios).

Porque de esto va “En el último azul”, de los procesos que sufrieron un grupo de judíos conversos mallorquines que intentaron salir de la isla de Mallorca en barco, pero cuya huida se vio truncada por la meteorología adversa (para unos fue Dios quien impidió que se marcharan, para otros Adonay quien no quiso que salieran de esa manera de sus casas) y acabó llevándoles a las prisiones de la lnquisición, a ser “juzgados” y condenados (¿qué si no iban a ser?) a morir en la hoguera en un Auto de Fe. La novela se divide en tres partes: en la primera se narra la preparación de la huida, en la segunda el intento de huida y en la última el proceso inquisitorial que vivieron los judíos. Carme Riera no inventa nada en esta novela, solo toma prestada la realidad para velarla con la ficción para presentarnos cómo fue la vida de los judíos en Mallorca a finales del siglo XVII.

Sin embargo, en esta novela la trama es más bien secundario. En el fondo no pasa nada, no hay aventuras ni pasiones enfrentadas ni nada de lo que abunda en lo que hoy se hace llamar “novela histórica”. “En el último azul” es una novela donde todo gira en torno a un hecho histórico y a partir de ahí se plasma cómo era el sentir de la época en relación al hecho centro de la novela desde tres perspectivas: el clero, la nobleza y los judíos conversos.

En el último azul” no tiene ningún personaje principal ya que es una novela coral en el que una gran variedad de personajes son los que tejen la trama y plasman con sus idas y venidas lo que ocurrió en Mallorca con los judíos. Quiero hacer mención eso sí a dos de los curas que aparecen en la novela, el padre Amengual y el padre Ferrando, cuya animadversión personal lleva a hacerles buscar entre los judíos a alguien que delate a los que habiéndose convertido al cristianismo siguen profesando la ley judía. También es de resaltar la actitud y la pose de uno de los judíos, Valls, quien, en la última parte de la novela, ya apresado y esperando la hoguera, conversa intensamente sobre fe con los sacerdotes de la Inquisición.

Es muy curioso como en España hemos llegado a olvidar que antes que los nazis consumaran su horror de Holocausto con los judíos durante la IIGM en este país ya se cometieron atrocidades inmensas contra ese pueblo. “En el último azul” no hace más que revelar un pequeño episodio del odio, incomprensión, crueldades y maldades que se afligían al pueblo judío en nombre de la religión católica que tanto perdón siempre ha profesado. Capítulos de nuestra más oscura historia que no deberían pasar inadvertidos, que deberían enseñarse y que no deberíamos olvidar, porque todo lo que se olvida se corre el riesgo de repetirlo sin preguntarnos siquiera por qué lo hacemos.

La Iglesia en España siempre ha tenido un papel central en el curso de su Historia. Ha puesto y quitado reyes y gobernantes, ha alzado y espoleado revueltas, ha matado y abusado, ha ahondado y esparcido la pobreza, ha atrasado a todo un país durante siglos. Todos los religiosos que aparecen en “En el último azul” son seres fanáticos cegados por el odio hacia los judíos que no razonan debido a una fe inquebrantable que no muestra más que analfabetismo. Esos religiosos a día de hoy bien podrían ser militantes de algún que otro partido con nombre de diccionario. Me temo además que quizá esos caracteres del siglo XVII aún siguen, en parte, anclados en la mente de muchos eclesiásticos.

En el último azul” no es una novela de buenos y malos, aunque sean los judíos los que acaban mal, sino una novela sobre cómo el ser humano siempre ha intentado sobrevivir formando tribus y grupos. Carme Riera logró con esta novela numerosos premios literarios, nacionales e internacionales, debido en gran parte, creo yo, a haber creado una novela de lectura interesante, con sus justas dosis de amor, odio, pasiones y, en cierto modo, aventura. Tal y como en el prólogo que Muñoz Molina hace en la edición del 25 aniversario de la novela, hay ecos cervantinos en esta novela, ecos que tienen el mar de fondo y ese azul que en Baleares quizá sea más puro que en otros lugares. Sin duda ha sido una gran lectura.

Caronte.