Hace unos meses me
propuse leer una de las sagas de novelas que más había dado que hablar en los
últimos años, tanto por la propia calidad literaria de los libros, como por el
misterio que rodeaba a su autora: Elena Ferrante. Hoy continúo la saga con el
segundo libro de la misma volviendo a viajar (metafóricamente) a Nápoles y a
meterme en la vida de las dos jóvenes protagonistas de este segundo libro en el
que se narra su adolescencia y los vitales cambios que en ella se producirán y
que harán que sus vidas dejen de ser las que fueron y empiecen a ser las que
serán. A pesar de haber llegado tarde a esta saga, ya tengo la impresión de que
va a ser uno de los ejercicios lectores más importantes que voy a tener durante
este año y quizá el siguiente; porque no quiero agotar esta saga de golpe;
quiero disfrutarla poco a poco, libro a libro, dejando su tiempo entre partes
para que la historia repose y deje huella.
Así como el primer
volumen de la saga de las Dos Amigas se centraba en la infancia y pre
adolescencia acabando con la boda de Lila teniendo tan solo 16 años con Stefano
Carracci, “Un mal nombre”
continúa desde ese preciso momento y narra toda la evolución de ese matrimonio,
así como la vida de Lenú atrapada entre su familia, su barrio de Nápoles y su
voluntad de volar lejos de allí y realmente empezar a ser Elena Greco, sin
compararse con nadie y no teniendo a nadie por lastre o rémora.
“Un mal nombre” retoma,
obviamente, a todos los personajes de la novela predecesora de la que es total
continuación. Esto es probablemente es mayor problema que tiene la lectura de
esta novela, y por consiguiente de toda la saga, ya que hay infinidad de
personajes y familias, todas con nombres parecidos (en el fondo todos los
nombres italianos se parecen, sobre todo los más típicos); y no solo ya sus
nombres sino sus diminutivos, y también las relaciones que se establecen entre
ellos, etc. Menos mal que al principio del libro se glosan todos los personajes
de la novela divididos por familias y profesiones (cuales gremios medievales)
así como unas pequeñas notas de cómo quedaron cada uno en la novela anterior.
Gracias a esto quien lea este segundo libro tiempo después del primero (mi
propio caso) puede retomar todo con tranquilidad.
Cuando empecé con
esta segundo novela tuve la misma impresión que con la primera: me costó un
poco entrar en la dinámica de la narración y en el ritmo de la misma. Pero una
vez que me acoplé al ritmo narrativo de la novela, “Un mal nombre” pasó a ser una delicia de lectura. Elena
Ferrante crea una atmósfera en la que el lector pasa a ser un personaje más del
barrio y a ir de la mano, de forma invisible, de Lenú, la narradora y en el
fondo protagonista de esta preciosa historia de amistad perdurable y verdadera.
Si en el primer volumen
de la saga Lila y Lenù ya mostraban caracteres muy diferentes, casi me
atrevería a decir opuestos, en “Un mal
nombre” esta diferencia se va haciendo cada vez mayor, distanciando a
las dos amigas poco a poco. Una distancia quizá creada por la arrogancia y la
envidia, mutua, que van haciendo que las dos amigas se quieran y necesiten al
mismo tiempo que saben que deben separarse para no hacerse daño del todo. Y ese
es el proceso que se sigue en el libro, acentuado por los amores de juventud
que hacen que todos los sentimientos afloren y estén a ras de piel.
Porque “Un mal nombre” es una novela
plagada de sentimientos cosa que la hace humana. De hecho y sin exagerar puedo
decir que es la más humana y cercana de cuantas novelas me he leído en los
últimos años, algo que creo que justifica absolutamente el completo éxito que
ha tenido esta saga. No es difícil que alguien al leer estos libros, tanto el
primero como este segundo, se sienta identificado y se vea reflejado en alguno
de los personajes que la plagan; y no solo eso, sino que vea muchas acciones y
sentimientos que haya hecho alguna vez en su vida. Porque a pesar de que está
ambientada en los años sesenta y Nápoles, esta novela es tan contemporánea como
la vida misma, porque en el fondo no va de otra cosa.
La vida a tumba
abierta es lo que narra Elena Ferrante en su saga y en “Un mal nombre” la crudeza se hace más palpable. Los
sentimientos se intensifican y se hacen duros, las palabras se afilan para
intentar hacer daño, las envidias generan odios y frustraciones, los personajes
empiezan a actuar por impulsos que no siempre llevan a buenos resultados. Pero
siempre hay espacio para la esperanza. Lila y Lenù son dos chicas fuertes,
determinadas, valientes y toman sus propias decisiones en un mundo machista del
que intentan huir. Su amistad en este segundo volumen acaba un poco dañada,
pero en el fondo ambas jóvenes se quieren sinceramente, con todo el corazón,
creando una amistad verdadera que yo como lector envidio.
El año pasado cuando
empecé con el primer libro de la saga no pensé que me fuera a enganchar tanto.
Tras leer “Un mal nombre” confirmo
las sensaciones que ya me dio el primer libro y me reafirmo en la voluntad de
leer los dos restantes; eso sí, dando tiempo al tiempo, dejando reposar esta
bellísima y compleja historia de amistad y sobre la vida, no ya por no
saturarme sino para no acabar tan pronto de disfrutar de la narrativa y el
estilo de Elena Ferrante ni para despedirme tan rápidamente de Lila y Lenù.
Caronte.
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