“La ciudad de la alegría” es un
libro que desde que tengo memoria siempre ha estado en las estanterías de mi
casa. Es más todavía mantiene la etiqueta que muestra su precio, y éste aparece
todavía en pesetas. Pero a pesar de que siempre lo he visto ahí quieto en una u
otra estantería nunca había tenido oportunidad para leerlo; ya fuera porque no
me veía preparado para la historia que guardaban sus páginas, o porque llegado
el momento en que me decía de cogerlo y empezarlo siempre había otro libro que
se cruzaba en mi camino y reclamaba más mi atención. Pero por fin tanto mis
ganas como la oportunidad coincidieron y me decidí a leerme este libro.
En “La ciudad de la alegría”
Dominique Lapierre narra la vida y la supervivencia en los barrios más pobres
de Calcuta en la India, a partir de sus propias experiencias y notas tomadas
durante unos dos años de convivencia con los más pobres entre los pobres del
mundo. A lo largo de las páginas que componen esta novela se va dibujando un
panorama desgarrador de la realidad de la India, de las desventuras y
adversidades a las que los habitantes de los slums, o barrios de cuchitriles (porque no se pueden ni siquiera
considerar chabolas a los habitáculos inmundos donde se hacinan como si fuera
mercancías miles y miles de personas), donde los desarrapados desgraciados que
no tienen ni donde caerse muertos tienen que intentar vivir.
Este es un libro
duro. Muy duro a veces. Tiene pasajes en los que tras leerlos hay que
reposarlos porque son de una crueldad humana increíble. Miseria, desesperación,
hambre, trabajo duro, casi esclavitud, falta de futuro o esperanza, todo esto
se mezcla en las páginas de esta novela. La pura y dura realidad de los que
tienen menos que nada, y que saben que poco van a tener en sus miserables años
de vida. Las imágenes que Lapierre evoca en las páginas de este libro son de
esas que llegan al corazón y que incluso hacen que las esperanzas que se tienen
en el ser humano parezcan desfallecer. Sin embargo, a pesar de toda esta
miseria, “La ciudad de la alegría”
también es un libro lleno de vida y esperanza. Ninguno de sus personajes pierde
nunca las ganas de vivir y seguir adelante, siempre hay algo que les mueve para
no desfallecer y dejarse llevar por la vida, siempre hay un motivo para sonreír
a la vida incluso en medio de la más absoluta miseria. Por esto este libro
también es un canto a la esperanza por el ser humano, por saber que en el fondo
de todos nosotros siempre hay esperanza y ganas de vivir, cosas que quizá en las
sociedades ricas occidentales hayamos olvidado al estar siempre rodeados de
comodidades y posibilidades de hacer lo que queramos.
La variedad de
personajes que aparecen en esta historia es muy amplia. Un misionero francés,
Paul Lambert, que llega a Calcuta para encontrarse con Dios allí donde él
piensa que su Dios puede estar presente: entre los más pobres y desgraciados
del mundo. Este misionero francés se instala en una estancia de apenas un par
de metros cuadrados en pleno corazón de un slum
y desde allí empezará conocer a decenas de personas que le llegarán hasta lo
más profundo del corazón y en las que descubrirá el rostro de su Dios. Lambert
muestra desde el principio una voluntad inquebrantable de vivir como sus
convecinos del slum y no aceptará
ninguna comodidad de occidental ni tan siquiera cuando se ve a las puertas de
la muerte aquejado por enfermedades casi desconocidas en occidente. Pero este
no es el único occidental que aparece en la novela, Max, es el otro “blanco”
que cruzará su vida con la del misionero francés hacia la mitad del libro. Este
joven estudiante, que acaba de terminar sus estudios de medicina en Miami
rodeado de los lujos que el dinero de su familia le ha suministrado decide
dejarlo todo al menos por un año. Deja atrás a su novia, sus caballos, su
enorme casa y su cómoda cama de sábanas de algodón para irse a vivir al mismo slum donde Paul Lambert hace su misión
con los pobres. Allí Max colaborará con sus conocimientos médicos para intentar
paliar lo que la pobreza y la miseria generan. El golpe con la realidad que
recibe es desde el primer momento muy duro y en varias ocasiones le hace
replantearse su vida. Max no es tan fuerte como Lambert y en alguna ocasión se
evade del slum para ir a descansar
sus huesos en un hotel de cinco estrellas.
También en “La ciudad de la alegría” aparecen
miembros de nacimiento de los slums,
miembros de pleno derecho de estas ciudades de miseria, hambre y muerte, donde
intentar vivir un día más millones de personas en la India soportando todo tipo
de penurias. Hasari Pal, es por así decirlo el principal hilo conductor de la
historia, su personaje principal que termina por unir las vidas de todos los
personajes de la novela. Obligado a abandonar su pueblo agrícola por la falta
de buenas cosechas debido al clima adverso y a las sequías, se ve arrastrado a
la gran urbe de Calcuta y allí tiene que empezar a sobrevivir con su mujer y
sus hijos como puede. Penosos son sus primeros momentos allí. Duros son sus
primeros días en los que el hambre y el dormir a la intemperie en la acera
cerca de una estación o bajo un puente ponen los pelos de gallina. Poco a poco
la suerte, si es que se puede llamar suerte lo que le acontece, Hasari Pal
logra un trabajo más o menos aceptable como es el de conductor (más bien
tirador) de rickshaws. Muchas penurias y desgracias jalonarán la vida de este
campesino arrojado a la gran ciudad, penurias y miserias que le obligarán a
todo por llevar siempre algo que comer a sus hijos y familia. Además de contra
la pobreza y la miseria Hasari Pal tendrá que vencer la corrupción de los
dueños de los rickshaws que exigen parte de lo que los tiradores de los mismo
ganen al día, al clima inhumano de Calcuta que pasa de los 45º a la sombra en
verano, a las inundaciones por culpa del monzón del otoño. Todo hará que la
vida de Hasari sea un completo vía crucis. Pero nada de esto hará nunca que
tire la toalla, ni él ni muchos como él que siempre querrán vivir, y vivirán intentando
disfrutar de la vida y rogando a su dios que les ayude un día más.
“La ciudad de la alegría” es en
definitiva una grandísima y durísima novelo sobre las dos caras de la vida, que
en el fondo son la misma. La miseria, la pobreza en extremo y casi sin
esperanza, y todo lo contrario, la alegría de vivir, de los leprosos que se
están muriendo de dolores y dan todo lo que tienen para intentar ayudar a un
vecino. De los más desgraciados entre los desgraciados que son capaces de poner
una sonrisa aunque no haya motivos para la misma si con ella pueden levantar el
ánimo de un amigo vencido por la desesperación. Este libro es un canto a la
esperanza también, a la generosidad de ser humano y a las ganas de vivir, a no
desfallecer y a ser solidario. Es una novela llena de ejemplos vitales que
demuestran que con fuerza de voluntad y ganas todo se puede vencer aunque
parezca imposible. Pero así como se puede ver lo mejor del ser humano en los
más pobres y desgraciados de la tierra, se ve también lo peor de la raza humana
en aquellos que lo tienen todo y lo único que quieren es tener más y si para
ello es necesario esclavizar y explotar a otros seres humanos no importa. Estas
dos contradicciones muy evidentes incluso en la sociedad occidental en la que
vivimos, aún son más flagrantes y dañinas en países como la India. Miseria,
pobreza y muerte, se dan la mano y conviven en apenas unos metros con la
opulencia, la riqueza y los hospitales cómodos de los que tienen dinero y se
pueden pagar lo que quieran.
En “La ciudad de la alegría” se
muestra una Calcuta desnuda que enseña al lector hasta lo más íntimo de su ser.
Una Calcuta caótica, ruidosa y maloliente, pero también señorial, histórica y
orgullosa de su pasado colonial que la transformó en la gran y preciada joya
del Imperio Británico. El mundo oriental y en especial la India siempre me han
llamado mucho la atención y siempre que querido saber más sobre ella, en este
libro se muestra la parte más real de ese enorme país, casi un continente en sí
mismo, la pobreza y la miseria de los más miserables entre los miserables,
aquellos de quienes nadie se acuerda y moran en el olvido de la India. En este
libro el lector no va a encontrar los grandes palacios de los Maharajás, o las
grandes mansiones coloniales de los ingleses con sus suelos entarimados y sus
paredes revestidas de mármoles de todos los colores. Tampoco podrá el lector
deleitarse imaginando las fastuosas fiestas con trajes multicolores y pétalos
de flores de todo tipo. En “La ciudad
de la alegría” el lector encuentra otro mundo tan real como duro. Un
mundo de chabolas inmundas infestadas de insectos, cucarachas, ratas y perros
sarnosos, donde los baños son apenas unas zanjas en el suelo donde los
habitantes de los slums deben ir a
hacer sus necesidades y a asearse y que cuando llega el monzón se desbordan y
llenan todas las callejas de la inmundicia pestilente de los restos humanos
allí depositados. Esto es también la India, y este libro me ha enseñado que también
es parte de esa realidad tan colorida y variada en sus aromas como es la India.
No se puede decir
mucho más de un libro lleno de esperanzas, en el que hasta el más desgraciado
de la faz de la tierra es capaz de poner una sonrisa y ayudar al prójimo como
si le sobrara de todo. “La ciudad de
la alegría” es ante todo una novela entusiasta, llena de dureza, de esa
dureza que jalona la vida de millones de personas a lo largo de todo el mundo y
de la que en las sociedades occidentales no tenemos ni la más mínima idea. Este
es un libro duro de leer por todo lo malo, las penurias y miserias que se
reúnen en sus páginas y que se desarrollan en un lugar tan relativamente
pequeño como es el slum donde viven
los protagonistas de esta historia de superación y generosidad infinita. Pero
esta novela también enseña al lector tolerancia por las creencias de los demás
ya que cristianismo, islam e hinduismo se dan la mano en esta historia y compartiendo
muchas veces rezos y plegarias, dejan a un lado el nombre de sus respectivos
dioses para ayudarse mutuamente no importando el credo al que pertenezca nadie.
Creo que “La ciudad de la alegría”
es un libro que toda persona que tenga inquietudes humanas, de ayuda al prójimo
y al más necesitado, que todo aquel que necesite un empujón de esperanza
debería leer con atención porque en las páginas de esta novela encontrará esa fe
en el ser humano que parece que no existe pero que en el fondo está presente en
aquello que tienen menso que nada, pero que nada necesitan para ser felices y
vivir.
Caronte.
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