martes, 16 de septiembre de 2014

Lectura crítica: "La ciudad de la alegría"

La ciudad de la alegría” es un libro que desde que tengo memoria siempre ha estado en las estanterías de mi casa. Es más todavía mantiene la etiqueta que muestra su precio, y éste aparece todavía en pesetas. Pero a pesar de que siempre lo he visto ahí quieto en una u otra estantería nunca había tenido oportunidad para leerlo; ya fuera porque no me veía preparado para la historia que guardaban sus páginas, o porque llegado el momento en que me decía de cogerlo y empezarlo siempre había otro libro que se cruzaba en mi camino y reclamaba más mi atención. Pero por fin tanto mis ganas como la oportunidad coincidieron y me decidí a leerme este libro.

En “La ciudad de la alegría” Dominique Lapierre narra la vida y la supervivencia en los barrios más pobres de Calcuta en la India, a partir de sus propias experiencias y notas tomadas durante unos dos años de convivencia con los más pobres entre los pobres del mundo. A lo largo de las páginas que componen esta novela se va dibujando un panorama desgarrador de la realidad de la India, de las desventuras y adversidades a las que los habitantes de los slums, o barrios de cuchitriles (porque no se pueden ni siquiera considerar chabolas a los habitáculos inmundos donde se hacinan como si fuera mercancías miles y miles de personas), donde los desarrapados desgraciados que no tienen ni donde caerse muertos tienen que intentar vivir.

Este es un libro duro. Muy duro a veces. Tiene pasajes en los que tras leerlos hay que reposarlos porque son de una crueldad humana increíble. Miseria, desesperación, hambre, trabajo duro, casi esclavitud, falta de futuro o esperanza, todo esto se mezcla en las páginas de esta novela. La pura y dura realidad de los que tienen menos que nada, y que saben que poco van a tener en sus miserables años de vida. Las imágenes que Lapierre evoca en las páginas de este libro son de esas que llegan al corazón y que incluso hacen que las esperanzas que se tienen en el ser humano parezcan desfallecer. Sin embargo, a pesar de toda esta miseria, “La ciudad de la alegría” también es un libro lleno de vida y esperanza. Ninguno de sus personajes pierde nunca las ganas de vivir y seguir adelante, siempre hay algo que les mueve para no desfallecer y dejarse llevar por la vida, siempre hay un motivo para sonreír a la vida incluso en medio de la más absoluta miseria. Por esto este libro también es un canto a la esperanza por el ser humano, por saber que en el fondo de todos nosotros siempre hay esperanza y ganas de vivir, cosas que quizá en las sociedades ricas occidentales hayamos olvidado al estar siempre rodeados de comodidades y posibilidades de hacer lo que queramos.

La variedad de personajes que aparecen en esta historia es muy amplia. Un misionero francés, Paul Lambert, que llega a Calcuta para encontrarse con Dios allí donde él piensa que su Dios puede estar presente: entre los más pobres y desgraciados del mundo. Este misionero francés se instala en una estancia de apenas un par de metros cuadrados en pleno corazón de un slum y desde allí empezará conocer a decenas de personas que le llegarán hasta lo más profundo del corazón y en las que descubrirá el rostro de su Dios. Lambert muestra desde el principio una voluntad inquebrantable de vivir como sus convecinos del slum y no aceptará ninguna comodidad de occidental ni tan siquiera cuando se ve a las puertas de la muerte aquejado por enfermedades casi desconocidas en occidente. Pero este no es el único occidental que aparece en la novela, Max, es el otro “blanco” que cruzará su vida con la del misionero francés hacia la mitad del libro. Este joven estudiante, que acaba de terminar sus estudios de medicina en Miami rodeado de los lujos que el dinero de su familia le ha suministrado decide dejarlo todo al menos por un año. Deja atrás a su novia, sus caballos, su enorme casa y su cómoda cama de sábanas de algodón para irse a vivir al mismo slum donde Paul Lambert hace su misión con los pobres. Allí Max colaborará con sus conocimientos médicos para intentar paliar lo que la pobreza y la miseria generan. El golpe con la realidad que recibe es desde el primer momento muy duro y en varias ocasiones le hace replantearse su vida. Max no es tan fuerte como Lambert y en alguna ocasión se evade del slum para ir a descansar sus huesos en un hotel de cinco estrellas.

También en “La ciudad de la alegría” aparecen miembros de nacimiento de los slums, miembros de pleno derecho de estas ciudades de miseria, hambre y muerte, donde intentar vivir un día más millones de personas en la India soportando todo tipo de penurias. Hasari Pal, es por así decirlo el principal hilo conductor de la historia, su personaje principal que termina por unir las vidas de todos los personajes de la novela. Obligado a abandonar su pueblo agrícola por la falta de buenas cosechas debido al clima adverso y a las sequías, se ve arrastrado a la gran urbe de Calcuta y allí tiene que empezar a sobrevivir con su mujer y sus hijos como puede. Penosos son sus primeros momentos allí. Duros son sus primeros días en los que el hambre y el dormir a la intemperie en la acera cerca de una estación o bajo un puente ponen los pelos de gallina. Poco a poco la suerte, si es que se puede llamar suerte lo que le acontece, Hasari Pal logra un trabajo más o menos aceptable como es el de conductor (más bien tirador) de rickshaws. Muchas penurias y desgracias jalonarán la vida de este campesino arrojado a la gran ciudad, penurias y miserias que le obligarán a todo por llevar siempre algo que comer a sus hijos y familia. Además de contra la pobreza y la miseria Hasari Pal tendrá que vencer la corrupción de los dueños de los rickshaws que exigen parte de lo que los tiradores de los mismo ganen al día, al clima inhumano de Calcuta que pasa de los 45º a la sombra en verano, a las inundaciones por culpa del monzón del otoño. Todo hará que la vida de Hasari sea un completo vía crucis. Pero nada de esto hará nunca que tire la toalla, ni él ni muchos como él que siempre querrán vivir, y vivirán intentando disfrutar de la vida y rogando a su dios que les ayude un día más.

La ciudad de la alegría” es en definitiva una grandísima y durísima novelo sobre las dos caras de la vida, que en el fondo son la misma. La miseria, la pobreza en extremo y casi sin esperanza, y todo lo contrario, la alegría de vivir, de los leprosos que se están muriendo de dolores y dan todo lo que tienen para intentar ayudar a un vecino. De los más desgraciados entre los desgraciados que son capaces de poner una sonrisa aunque no haya motivos para la misma si con ella pueden levantar el ánimo de un amigo vencido por la desesperación. Este libro es un canto a la esperanza también, a la generosidad de ser humano y a las ganas de vivir, a no desfallecer y a ser solidario. Es una novela llena de ejemplos vitales que demuestran que con fuerza de voluntad y ganas todo se puede vencer aunque parezca imposible. Pero así como se puede ver lo mejor del ser humano en los más pobres y desgraciados de la tierra, se ve también lo peor de la raza humana en aquellos que lo tienen todo y lo único que quieren es tener más y si para ello es necesario esclavizar y explotar a otros seres humanos no importa. Estas dos contradicciones muy evidentes incluso en la sociedad occidental en la que vivimos, aún son más flagrantes y dañinas en países como la India. Miseria, pobreza y muerte, se dan la mano y conviven en apenas unos metros con la opulencia, la riqueza y los hospitales cómodos de los que tienen dinero y se pueden pagar lo que quieran.

En “La ciudad de la alegría” se muestra una Calcuta desnuda que enseña al lector hasta lo más íntimo de su ser. Una Calcuta caótica, ruidosa y maloliente, pero también señorial, histórica y orgullosa de su pasado colonial que la transformó en la gran y preciada joya del Imperio Británico. El mundo oriental y en especial la India siempre me han llamado mucho la atención y siempre que querido saber más sobre ella, en este libro se muestra la parte más real de ese enorme país, casi un continente en sí mismo, la pobreza y la miseria de los más miserables entre los miserables, aquellos de quienes nadie se acuerda y moran en el olvido de la India. En este libro el lector no va a encontrar los grandes palacios de los Maharajás, o las grandes mansiones coloniales de los ingleses con sus suelos entarimados y sus paredes revestidas de mármoles de todos los colores. Tampoco podrá el lector deleitarse imaginando las fastuosas fiestas con trajes multicolores y pétalos de flores de todo tipo. En “La ciudad de la alegría” el lector encuentra otro mundo tan real como duro. Un mundo de chabolas inmundas infestadas de insectos, cucarachas, ratas y perros sarnosos, donde los baños son apenas unas zanjas en el suelo donde los habitantes de los slums deben ir a hacer sus necesidades y a asearse y que cuando llega el monzón se desbordan y llenan todas las callejas de la inmundicia pestilente de los restos humanos allí depositados. Esto es también la India, y este libro me ha enseñado que también es parte de esa realidad tan colorida y variada en sus aromas como es la India.

No se puede decir mucho más de un libro lleno de esperanzas, en el que hasta el más desgraciado de la faz de la tierra es capaz de poner una sonrisa y ayudar al prójimo como si le sobrara de todo. “La ciudad de la alegría” es ante todo una novela entusiasta, llena de dureza, de esa dureza que jalona la vida de millones de personas a lo largo de todo el mundo y de la que en las sociedades occidentales no tenemos ni la más mínima idea. Este es un libro duro de leer por todo lo malo, las penurias y miserias que se reúnen en sus páginas y que se desarrollan en un lugar tan relativamente pequeño como es el slum donde viven los protagonistas de esta historia de superación y generosidad infinita. Pero esta novela también enseña al lector tolerancia por las creencias de los demás ya que cristianismo, islam e hinduismo se dan la mano en esta historia y compartiendo muchas veces rezos y plegarias, dejan a un lado el nombre de sus respectivos dioses para ayudarse mutuamente no importando el credo al que pertenezca nadie. Creo que “La ciudad de la alegría” es un libro que toda persona que tenga inquietudes humanas, de ayuda al prójimo y al más necesitado, que todo aquel que necesite un empujón de esperanza debería leer con atención porque en las páginas de esta novela encontrará esa fe en el ser humano que parece que no existe pero que en el fondo está presente en aquello que tienen menso que nada, pero que nada necesitan para ser felices y vivir.

Caronte.

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