viernes, 10 de abril de 2015

Lectura crítica: "El pintor de batallas"

Arturo Pérez-Reverte ha sido uno de esos autores que he tenido aparcado más tiempo del que merecía y del que hubiera querido tenerle. Siempre que me decía que tenía que empezar, o mejor dicho retomar, la lectura de sus novelas ya que hace años ya me leí las del Capitán Alatriste, había otro libro o autor que distraía mi atención y me llamaba más la atención en ese momento. Sin embargo gracias a varios factores y casualidades el año pasado casi por estas mismas fechas recomencé a leerle y justo hace unos días me he terminado una de sus novelas, tras la lectura de la cual he terminado de confirmar el grandísimo error que cometí en su día dejando de lado a este gran escritor polifacético español, que además no tiene ningún pelo en la lengua a la hora de hablar de ningún asunto cuando es entrevistado y que por cierto hace nada ha sacado su última novela que mis padres, muy acertadamente, me han regalado por mi cumpleaños.

Este último libro de Pérez-Reverte que me he leído ha sido “El pintor de batallas”, y ha sido este prácticamente de casualidad ya que lo compré casi sin pensarlo en mi librería de segunda mano favorita de todo Madrid una mañana que estuve dando una vuelta por el centro con un amigo. Por sólo dos euros me hice con una edición de tapa dura (o cartoné que es como la editorial que publica a Pérez-Reverte saca sus libros no siendo de bolsillo) en muy buen estado de conservación. Un chollo en toda regla. Pero es más, por sólo estos dos euros – para que luego la gente se atreva a decir que es caro leer, lo que es caro es asesinar neuronas propias viendo Gran Hermano VIP – he descubierto una de las novelas más intensas, adictivas, crudas, realistas e interesantes de cuantas he leído en estos últimos meses. A pesar de su relativamente corta extensión, en esta novela hay tal intensidad narrativa que se me hacía muy difícil dejar de leer, y cuando no tenía más remedio que dejarlo por atender otras obligaciones sin duda menos provechosas lo pasaba hasta mal queriendo seguir sabiendo más de la historia.

En “El pintor de batallas”, Pérez-Reverte nos presenta a dos personajes, dos hombres, que son los que van a llevar todo el peso de la historia y la narración: Faulques e Ivo Markovic. Pero además, y aunque no sea un personaje del tiempo narrativo presente de la novela también juega un papel muy importante otro personaje más, una mujer, Olvido Ferrara, pieza clave en el devenir de la historia. El escenario de la novela es una torre vigía de la costa española, perdida en lo alto de un acantilado prácticamente inaccesible tanto por mar como por tierra, donde vive un fotoperiodista muy famoso por las fotos que tomó en diversos conflictos bélicos a lo largo y ancho de todo el mundo, Faulques, que tras retirarse de la fotografía se dedica a pintar dentro de la torre un mural sobre una batalla inspirándose en todas sus vivencias e imágenes grabadas en su mente, así como en los grandes maestros de la pintura bélica de la historia del arte.

El argumento de “El pintor de batallas” es sencillo pero esconde una serie de sombras que el lector poco a poco a medida que avancen en su lectura irá descubriendo. En la novela se narra el encuentro entre Faulques e Ivo Markovic, que no es otra persona que un serbio, o un bosnio, no recuerdo bien, que fue protagonista de una de las fotografías más premiadas y conocidas de Faulques, gracias a la cual ganó el más prestigioso reconocimiento en el mundo del fotoperiodismo. Sin embargo esa foto que lanzó a la fama a Faulques también tuvo una serie de consecuencias para su involuntario protagonista, ese soldado envuelto en una batalla, en una guerra, que no era la suya sino de los militares y gobernantes de su nación. Pero también sobrevuela todo el tiempo el personaje de Olvido Ferrara, una antigua amante de Faulques que empezó como modelo, luego se pasó a ser fotógrafa de moda y tras conocer a Faulques se convirtió al fotoperiodismo, pero al contrario que él, ella no intentaba fotografías personas, almas, vida y muerte, sino más bien la destrucción, lo que no podía hablar, ni ver, ni oír, ni sentir en definitiva, aquello que siempre había estado inerte hasta que la guerra llegó y lo convirtió en mudos y fríos testigos de la destrucción y la sinrazón humana. A pequeños retazos, delicadas pinceladas, se irá viendo qué relación tuvieron de verdad Faulques y Olvido Ferrara, y solo al final se resolverá el misterio que envuelve esa historia velada por la principal, pero con la que también tiene mucha importancia.

Esta es la historia de “El pintor de batallas”, al menos las líneas maestras del argumento. Pero lo que Pérez-Reverte consigue además en esta extraordinaria y soberbia novela es mostrarnos su propio mundo interior. Ésta es sin lugar a dudas la más personal de las novelas de Pérez-Reverte, donde se ve más claro en quién se ha inspirado para el protagonista principal, ya que no es otro que él mismo. Sin intentar en ningún momento ocultarlo, salvo por el escenario, lo del mural y demás asuntos que se suelen usar en la literatura para dar forma, o quizá deformar a personajes, el lector que conozca un poco la vida de Pérez-Reverte se dará pronto cuenta que todas la vivencias que el protagonista, Faulques, cuenta las podría haber contado Pérez-Reverte perfectamente sin inventarse toda esta historia. No hay que olvidad que antes que escritor, y de gran éxito hay que añadir, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras, Pérez-Reverte fue reportero de guerra cubriendo grandes conflictos internacionales, entre ellos la guerra de Bosnia que es la que mayor peso tiene en este libro.

Gracias a todo lo que Pérez-Reverte ha vivido durante años como testigo y narrador para el mundo de las barbaridades de la guerra y del ser humano, “El pintor de batallas” es un retrato durísimo de la propia condición humana; de lo mejor y peor de lo que el ser humano es capaz; de la barbarie de la guerra, y de las atrocidades que personas que hasta ayer pueden ser normales y corrientes, hoy pueden ser perfectamente monstruos sanguinario y salvajes. Sin ningún tipo de anestesia o ambages, Pérez-Reverte pone en boca de los protagonistas de esta novela, todo aquello que sus ojos han visto; todo eso que al principio repugna, como el odio desmedido, la crueldad de las personas, el sadismo, las vejaciones a niños y ancianos, las violaciones a mujeres, las torturas, las mutilaciones, los asesinatos gratuitos, tras verlo decenas de veces termina por ser considerado como natural del ser humano, como propio de su naturaleza oculta por la paz.

Hubo momentos durante la lectura de “El pintor de batallas” en los que tuve que levantar la vista de sus páginas para reflexionar un poco sobre lo que había leído, y pararme a asumir las barbaridades que en algunos pasajes se narran y terminan por helar la sangre y erizar la piel. Además lo bueno de este libro es que aparte de una historia muy interesante y misteriosa, que engancha desde el principio al lector, éste termina por reflexionar sobre la propia condición humana y el sentido de las guerras y sobre los motivos por los que se libran. Éste no es un libro que vaya a dejar indiferente a ningún lector, todos acabarán planteándose algo de lo que los propios personajes del mismo se plantean e intentan discutir. Por esta razón creo que me ha gustado tanto, porque además de una historia interesante también hace que el lector se plantee algunos asuntos que parecen estar muy lejanos de nosotros pero que en el fondo deberían importarnos.

Por acabar me gustaría recomendar “El pintor de batallas” a todo ese lector que en un libro no busque solo una buena historia, sino algo más allá. Y es que esta novela de Pérez-Reverte, aparte de parecerme la mejor que me he leído suya sin ninguna duda, es la más personal, intimista, dura, fría, realista e intensa que he leído últimamente. Para nada se parece a otras novelas de Pérez-Reverte, por tanto quien sea aficionado de largo tiempo a este autor encontrará esta novela muy alejada de su registro habitual y es posible que no le guste; sin embargo creo que quien quiera descubrir a este escritor ésta puede ser una buena opción, ya que además de no muy extensa y por tanto rápida de leer, está muy bien escrita con un estilo nada rebuscado ni excesivamente culto. En definitiva es una novela para disfrutar leyendo.

Caronte.

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