Arturo
Pérez-Reverte ha sido uno de esos autores que he tenido aparcado más tiempo del
que merecía y del que hubiera querido tenerle. Siempre que me decía que tenía
que empezar, o mejor dicho retomar, la lectura de sus novelas ya que hace años
ya me leí las del Capitán Alatriste, había otro libro o autor que distraía mi
atención y me llamaba más la atención en ese momento. Sin embargo gracias a
varios factores y casualidades el año pasado casi por estas mismas fechas
recomencé a leerle y justo hace unos días me he terminado una de sus novelas,
tras la lectura de la cual he terminado de confirmar el grandísimo error que
cometí en su día dejando de lado a este gran escritor polifacético español, que
además no tiene ningún pelo en la lengua a la hora de hablar de ningún asunto
cuando es entrevistado y que por cierto hace nada ha sacado su última novela
que mis padres, muy acertadamente, me han regalado por mi cumpleaños.
Este último libro
de Pérez-Reverte que me he leído ha sido “El
pintor de batallas”, y ha sido este prácticamente de casualidad ya que
lo compré casi sin pensarlo en mi librería de segunda mano favorita de todo
Madrid una mañana que estuve dando una vuelta por el centro con un amigo. Por
sólo dos euros me hice con una edición de tapa dura (o cartoné que es como la
editorial que publica a Pérez-Reverte saca sus libros no siendo de bolsillo) en
muy buen estado de conservación. Un chollo en toda regla. Pero es más, por sólo
estos dos euros – para que luego la gente se atreva a decir que es caro leer,
lo que es caro es asesinar neuronas propias viendo Gran Hermano VIP – he descubierto
una de las novelas más intensas, adictivas, crudas, realistas e interesantes de
cuantas he leído en estos últimos meses. A pesar de su relativamente corta
extensión, en esta novela hay tal intensidad narrativa que se me hacía muy difícil
dejar de leer, y cuando no tenía más remedio que dejarlo por atender otras
obligaciones sin duda menos provechosas lo pasaba hasta mal queriendo seguir
sabiendo más de la historia.
En “El pintor de batallas”, Pérez-Reverte
nos presenta a dos personajes, dos hombres, que son los que van a llevar todo
el peso de la historia y la narración: Faulques e Ivo Markovic. Pero además, y
aunque no sea un personaje del tiempo narrativo presente de la novela también juega
un papel muy importante otro personaje más, una mujer, Olvido Ferrara, pieza
clave en el devenir de la historia. El escenario de la novela es una torre
vigía de la costa española, perdida en lo alto de un acantilado prácticamente inaccesible
tanto por mar como por tierra, donde vive un fotoperiodista muy famoso por las
fotos que tomó en diversos conflictos bélicos a lo largo y ancho de todo el
mundo, Faulques, que tras retirarse de la fotografía se dedica a pintar dentro
de la torre un mural sobre una batalla inspirándose en todas sus vivencias e
imágenes grabadas en su mente, así como en los grandes maestros de la pintura
bélica de la historia del arte.
El argumento de “El pintor de batallas” es
sencillo pero esconde una serie de sombras que el lector poco a poco a medida
que avancen en su lectura irá descubriendo. En la novela se narra el encuentro
entre Faulques e Ivo Markovic, que no es otra persona que un serbio, o un
bosnio, no recuerdo bien, que fue protagonista de una de las fotografías más
premiadas y conocidas de Faulques, gracias a la cual ganó el más prestigioso
reconocimiento en el mundo del fotoperiodismo. Sin embargo esa foto que lanzó a
la fama a Faulques también tuvo una serie de consecuencias para su involuntario
protagonista, ese soldado envuelto en una batalla, en una guerra, que no era la
suya sino de los militares y gobernantes de su nación. Pero también sobrevuela
todo el tiempo el personaje de Olvido Ferrara, una antigua amante de Faulques
que empezó como modelo, luego se pasó a ser fotógrafa de moda y tras conocer a
Faulques se convirtió al fotoperiodismo, pero al contrario que él, ella no
intentaba fotografías personas, almas, vida y muerte, sino más bien la
destrucción, lo que no podía hablar, ni ver, ni oír, ni sentir en definitiva,
aquello que siempre había estado inerte hasta que la guerra llegó y lo
convirtió en mudos y fríos testigos de la destrucción y la sinrazón humana. A pequeños
retazos, delicadas pinceladas, se irá viendo qué relación tuvieron de verdad
Faulques y Olvido Ferrara, y solo al final se resolverá el misterio que
envuelve esa historia velada por la principal, pero con la que también tiene
mucha importancia.
Esta es la historia
de “El pintor de batallas”, al
menos las líneas maestras del argumento. Pero lo que Pérez-Reverte consigue
además en esta extraordinaria y soberbia novela es mostrarnos su propio mundo
interior. Ésta es sin lugar a dudas la más personal de las novelas de
Pérez-Reverte, donde se ve más claro en quién se ha inspirado para el
protagonista principal, ya que no es otro que él mismo. Sin intentar en ningún momento
ocultarlo, salvo por el escenario, lo del mural y demás asuntos que se suelen
usar en la literatura para dar forma, o quizá deformar a personajes, el lector
que conozca un poco la vida de Pérez-Reverte se dará pronto cuenta que todas la
vivencias que el protagonista, Faulques, cuenta las podría haber contado
Pérez-Reverte perfectamente sin inventarse toda esta historia. No hay que
olvidad que antes que escritor, y de gran éxito hay que añadir, tanto dentro
como fuera de nuestras fronteras, Pérez-Reverte fue reportero de guerra
cubriendo grandes conflictos internacionales, entre ellos la guerra de Bosnia
que es la que mayor peso tiene en este libro.
Gracias a todo lo
que Pérez-Reverte ha vivido durante años como testigo y narrador para el mundo
de las barbaridades de la guerra y del ser humano, “El pintor de batallas” es un retrato durísimo de la propia
condición humana; de lo mejor y peor de lo que el ser humano es capaz; de la
barbarie de la guerra, y de las atrocidades que personas que hasta ayer pueden
ser normales y corrientes, hoy pueden ser perfectamente monstruos sanguinario y
salvajes. Sin ningún tipo de anestesia o ambages, Pérez-Reverte pone en boca de
los protagonistas de esta novela, todo aquello que sus ojos han visto; todo eso
que al principio repugna, como el odio desmedido, la crueldad de las personas,
el sadismo, las vejaciones a niños y ancianos, las violaciones a mujeres, las
torturas, las mutilaciones, los asesinatos gratuitos, tras verlo decenas de
veces termina por ser considerado como natural del ser humano, como propio de
su naturaleza oculta por la paz.
Hubo momentos
durante la lectura de “El pintor de
batallas” en los que tuve que levantar la vista de sus páginas para
reflexionar un poco sobre lo que había leído, y pararme a asumir las
barbaridades que en algunos pasajes se narran y terminan por helar la sangre y
erizar la piel. Además lo bueno de este libro es que aparte de una historia muy
interesante y misteriosa, que engancha desde el principio al lector, éste
termina por reflexionar sobre la propia condición humana y el sentido de las
guerras y sobre los motivos por los que se libran. Éste no es un libro que vaya
a dejar indiferente a ningún lector, todos acabarán planteándose algo de lo que
los propios personajes del mismo se plantean e intentan discutir. Por esta
razón creo que me ha gustado tanto, porque además de una historia interesante también
hace que el lector se plantee algunos asuntos que parecen estar muy lejanos de
nosotros pero que en el fondo deberían importarnos.
Por acabar me
gustaría recomendar “El pintor de
batallas” a todo ese lector que en un libro no busque solo una buena
historia, sino algo más allá. Y es que esta novela de Pérez-Reverte, aparte de
parecerme la mejor que me he leído suya sin ninguna duda, es la más personal,
intimista, dura, fría, realista e intensa que he leído últimamente. Para nada
se parece a otras novelas de Pérez-Reverte, por tanto quien sea aficionado de
largo tiempo a este autor encontrará esta novela muy alejada de su registro
habitual y es posible que no le guste; sin embargo creo que quien quiera
descubrir a este escritor ésta puede ser una buena opción, ya que además de no
muy extensa y por tanto rápida de leer, está muy bien escrita con un estilo
nada rebuscado ni excesivamente culto. En definitiva es una novela para
disfrutar leyendo.
Caronte.
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