Lo más normal es
que un lector dé con un libro después de haber pasado muchos minutos hurgando
en las estanterías y mostradores de una librería, después de haber dudado
mucho, y llevado principalmente por alguna temática en especial, una portada,
un título, un autor o la lectura de alguna sinopsis. Sin embargo también se
puede dar la posibilidad de llegar a leer un libro porque en otro libro se cita
algún título como imprescindible o inspirador y por tanto el lector se ve casi
en la obligación de anotar lo más rápido posible para que no se le olvide dicho
título o dicho autor. Esto es lo que me ha pasado con la última novela que me
he leído. Su nombre lo encontré en un libro de Javier Reverte, “Un otoño romano”, en el que se
citaba este libro y otro más del que ya di debida cuenta, pero que por
diferentes circunstancias no reseñé en el blog, error monumental. Pero este
otro sí que lo voy a comentar porque la verdad es que he quedado gratamente
sorprendido por esta novela, aunque no sé muy bien si se puede tachar de novela
la obra que me he leído.
“Mémoires d’Hadrien” es un libro
mitad histórico, mitad ficción, de la escritora francesa Marguerite Yourcenar
que narra la vida y obra del emperador romano Adriano, desde que es un militar
a las órdenes del Imperio, hasta que muere acuciado por la enfermedad viendo
como todo a su alrededor resplandece como siempre soñó. El libro está escrito
como una larguísima carta y apareció originalmente publicado por entregas,
correspondientes con cada uno de los capítulos en los que está dividida la
obra, en una revista francesa. En dicha carta escrita en primera persona por el
propio emperador de origen español, éste va contando a su nieto adoptivo y
sucesor Marco Aurelio, todas las vicisitudes de su vida; todas las guerras
disputadas, las paces conseguidas; las ciudades fundadas, reconstruidas y
decoradas; los amores perdidos; la pasión por las artes, la música, la poesía;
su admiración por Grecia y Atenas, por los filósofos antiguos; su voluntad de
crear una sociedad humanista en la que el conocimientos fuera algo fundamental
y crucial; sus éxitos y sus fracasos; aquello que le atormenta y aquello de lo
que se siente verdaderamente orgulloso.
Aunque pueda
parecer extraño, cuando empecé a leer “Mémoires
d’Hadrien” me sentí en parte algo defraudado. Las primeras páginas de
la novela me resultaron pesadas y poco interesantes. Sin embargo a medida que
fui avanzando en su lectura, el libro fue ganando en interés. No puedo decir
que la novela sea entretenida, ni divertida, ni tensa, ni nada por el estilo.
Lo que sí puedo decir es que es una obra en la que el lector irá aprendiendo y
conociendo de primera mano la vida y obra del Emperador Adriano, una de las figuras
más importantes de la historia de Roma. No es la novela que más me haya
gustado, ni la que más me haya entretenido, pero sí es una de las novelas que
mejor sabor de boca me ha dejado tras su lectura, no solo por lo que se dice en
ella, sino también, y creo que es algo de reseñar, por cómo se dice.
El estilo de “Mémoires d’Hadrien” es adictivo,
no por ser emocionante, ni por mantener al lector pegado a las hojas del libro
como un yonqui puede quedar pegado a la jeringuilla, sino por la belleza de
muchas de las frases de la novela. Marguerite Yourcenar consiguió crear un
libro bellísimamente escrito, con un estilo delicado, sutil, lleno de belleza,
sonoridad y elegancia. Estilo que además esta condimentado con frases
lapidarias sobre la vida; frases tras leerlas dejan sin habla porque no se
pueden replicar aunque no se esté de acuerdo
con la idea planteada en ellas, aunque también es cierto que es muy difícil no
estar de acuerdo con estas frases cuando lo que expresan son ideas universales,
muchas de las cuales hoy en día seguirían teniendo la misma fuerza simbólica.
El interés fundamental
de esta novela, aunque como ya digo no sé si llamar novela a “Mémoires d’Hadrien” es ir
demasiado lejos, ya que los hechos que en el libro aparecen son todos pura
historia, de hace unos diecinueve siglos, pero historia al fin y al cabo,
reside en conocer la vida del emperador Adriano, una de esas figuras que si no
fuera porque son reales y hay documentos que así lo atestiguan, bien podrían
pertenecer a la leyenda colectiva. Adriano es a día de hoy uno de esos nombres
que todo estudiante puede citar refiriéndose al imperio Romano. Nacido en Sevilla,
en la ciudad romana de Itálica, pronto fue cogiendo un nombre importante por
ser un gran estratega y mejor administrador de tierras y gobernante. No
pertenecía a ninguna familia con verdadero poder, o al menos no tanto como para
llegar a Roma y ocupar el sillón imperial. Sin embargo el emperador Trajano lo
adoptó como hijo y lo nombró su sucesor, no sin levantar ampollas entre otros
candidatos que se veían con más posibilidades que ese “paleto” sin pasado
romano. Pero ahí llegó.
“Mémoires d’Hadrien” cuenta como
ya he dicho, de manos de un Adriano al borde de la muerte, toda su vida. Poco a
poco los recuerdos que Adriano va evocando con una delicadeza que pocos hombres
son capaces de desarrollar recuerdos, y estos recuerdos le van llevando a otros
recuerdos hasta que en conjunto se obtiene una visión impresionante de la vida
de este gran hombre de la historia de la humanidad. No puedo destacar ningún
pasaje por encima de todo, ya que sería injusto destacar algún capítulo sobre
el resto. Este libro hay que leerlo como un conjunto porque así está escrito.
Es de admirar con total sinceridad la magna obra de documentación que tuvo que
realizar Marguerite Yourcenar para componer este libro inmenso, gigante, aunque
no sea extremadamente extenso (la versión que yo me he leído, en francés, es de
bolsillo y tenía poco más de trescientas páginas).
No puedo decir que
“Mémoires d’Hadrien” sea un
libro fácil de leer porque no lo es. Quien tome en sus manos esta obra debe
saber con antelación que deberá poner toda su atención en la lectura para poder
absorber todo lo que se va diciendo en sus páginas. Además la paciencia con
este libro también es fundamental. Quien pretenda que en el libro pasen cosas
continuamente como podría esperarse de la vida de un personaje de la talla de
Adriano se equivoca. En este libro parece que no pasa nada en ningún momento,
pero para cuando el lector, y a mí me ha pasado, quiere darse cuenta de qué se
está contando en el libro se ve totalmente sumergido en la historia. Y es en
ese momento en el que la paciencia como digo entra en escena, ya que hay
pasajes en el libro que se pueden hacer relativamente pesados porque en ellos
se aportan datos y nombres cargados de historia para los que los que llevamos
ya un tiempo sin tocar esta disciplina se nos quedan colgados en el aire sin
decirnos mucho.
A pesar de este
inconveniente de “Mémoires d’Hadrien”,
debo decir que una vez acabado el libro me lo volvería a leer sin ninguna duda
y además, como ya sabría cómo debe leerse, es decir prestando mucha atención,
lo disfrutaría el doble. Yo lo he leído además en francés, y aunque no me ha
parecido para nada difícil de leer en su lengua original, es más para mi
sorpresa me ha resultado más fácil de lo que yo pensaba, quiero aconsejar a
quienes no puedan leerlo como yo en versión original que si quieres animarse a
leerlo intenten encontrar la traducción española realizada por Julio Cortázar hace
ya mucho años y que dicen que es una de las mejores traducciones de esta novela
a otra lengua.
Poco más puedo, o
debo, decir de esta novela. Esta obra de Marguerite Yourcenar me ha resultado
impactante como menos. “Mémoires d’Hadrien”
no es ni un clásico de la literatura, ni un libro que enganche de tal manera por
su trama que no se puede soltar; tampoco es un libro con el que el lector vaya
a pasar un muy buen rato de entretenimiento. Esta obra está hecha para
disfrutar de otra manera: con la verdadera literatura, que no es ni más ni
menos que contar historias que lleguen a conmover al lector y le hagan
convertirse en una persona diferente a la que empezó a leer.
Caronte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario