Todo libro tiene
su historia, no ya para su autor, sino especialmente para el lector que lo ha
escogido como su próxima lectura. Cuando fui a mi librería de segunda mano de
cabecera no lo hice con la intención de comprar este libro. Si me acerqué la víspera
de Nochebuena hasta el corazón de Malasaña fue para comprar el hermano mayor de
este libro, y probablemente la novela más importante de su autor John
Steinbeck, al que ya había echado el ojo otra tarde. Sin embargo como suele
pasar a quienes dejamos escapar los trenes que nos paran en nuestras propias
narices, cuando fui a comprar “Las
uvas de la ira” ya no estaba donde lo vi. No obstante, tras haberme
recuperado de la enorme decepción que recorrió mi cuerpo, me di cuenta de que
su lugar lo ocupaba esta otra gran obra de Steinbeck. Esta vez sí que no dudé y
directamente me hice con él por si, durante el tiempo que pasara en la librería,
alguien le echaba el ojo y era más hábil que yo y se lo ponía debajo del brazo
como tesoro desenterrado en una isla desierta en mitad del Mar Caribe.
Es posible que
tras haber leído “Al Este del Edén”
novela considerada por el propio Steinbeck como su obra cumbre, cuando quiera
leer la novela que iba buscando ya no me produzca la misma impresión. Pienso en
ello y me pregunto cómo el destino cambia las cartas cuando menos nos lo
esperamos y nos hace encontrarnos en nuestro camino con cosas y personas,
aunque este no es el caso, que terminan por desterrar de nuestra mente aquello
que en principio suponíamos debía de pasar. Pero el deber y el tener nada
tienen que ver, y poco tienen en común salvo el pertenecer a la misma familia
de verbos acabados en –er.
“Al Este del Edén” es un libro
trampa. Me explico: parece lo que no es y es lo que no parece. Por un lado
viendo un libro tan grande un lector normal, medio, podría llegar a pensar que
es un tostón; un libro que puede llegar a hacerse pesado en muchos instantes
debido a su grosor, es decir, a su extensión. Y sin embargo no lo es. También
podría decirse de esta novela, siempre a primera vista, que al ser una de esas
consideradas “obras maestras” luego termina por defraudar. Y sin embargo no
pasa, no defrauda en ningún momento. Lo que no parece esta novela es una obra
en la que son los personajes y los diálogos que se establecen entre ellos los
que la guían dejando la prosa de Steinbeck siempre como algo anecdótico (siento
usar esta palabra) que los complementa. Y sin embargo esto es lo que es esta
inmensa novela.
La historia que
Steinbeck teje de manera magistral como una tela de araña que atrapa al lector
y le impide dejar de leer salvo para poder relacionarse con otras personas de
su entorno y para poder realizar el resto de funciones vitales en “Al Este del Edén” se fundamenta
en dos familias, los Hamiltos y los Trask, desde sus orígenes humildes, hasta
su establecimiento en el Valle de Salinas en California. En sus casi 700 páginas
la novela cubre el periodo entre guerras: contra los indios nativos americanos
y la IGM. En todos esos años el lector es testigo de las venturas y
desventuras, dicha y penuria, de ambas familias. Sin embargo, y a pesar de que
son estas dos familias las que el lector seguirá en su periplo vital, son los
Trask con los que más relación tendrán, pasando a ser los Hamilton una especie
de testigos mudos de la vida de los primeros.
Pese a muchas
críticas e interpretaciones que he leído después de haber acabado “Al Este del Edén” que consideran
a uno u otro personaje como principal en la novela, y pese a que la película
homónima y protagonizada por el maldito e idolatrado James Dean se centra en
uno de esos personajes, no creo que en esta novela tan compleja se pueda estar
hablando de personajes principales o secundarios. Es una obra coral en la que
cada miembro de alguna de las dos familias protagonistas tiene que aportar a la
trama y al ambiente que genera la novela en el lector. Es más son quizá
aquellos personajes que los críticos más aclamados tachan de secundarios los
que para mí tienen papeles más importantes en el libro.
No. “Al Este del Edén” no tiene un
protagonista claro para mí. Sí es cierto, como he dicho antes, que la familia
Trask tiene un peso especial empezando por Adam Track, por así decirlo el
núcleo de esta rama de la trama, y sus hijos Aron y Caleb, o mejor dicho Cal.
Pero alrededor de esta familia también aparecen el hermano de Adam, Charles,
Cate o Katy, Lee y otros muchos personajes que sin apellidarse Trask forman
parte de su trasfondo. Pasa lo mismo con los Hamilton empezando por Samuel y su
mujer Liza, que viven en un rancho muerto y seco donde crían felices a sus
innumerables hijos y que terminan entrelazándose con los Trask de manera a la
vez sombría y tierna. Y a pesar de que ningún personaje es para mí el
principal, también debo decir que todos y cada uno de ellos tiene una parte
clave en la novela. Todos tienen su propia trama que como partes de esa tela de
araña que tejió Steinbeck terminan por atrapar al lector.
Este reparto coral
hace de “Al Este del Edén” una
novela inolvidable en cuanto a personajes. Todos aportan algo; todos tienen sus
páginas de gloria, ¡y qué páginas algunas!; todos van a quedar de alguna manera
u otra marcados en el recuerdo de los lectores. Pero como en todo, también aquí
hay preferencias. Las mías se centrar en dos personajes, Lee el criado, mentor,
filósofo, niñera, consejero de la familia Trask, y Sam Hamilton, ese encorajinado
inventor de gran corazón y mente inquieta que marcará las vidas de varios de
los personajes de la novela, y también la del lector. Para mí son estos dos personajes
los que terminan por definir realmente la magna obra que John Steinbeck culmina
con este libro. Son estos dos personajes, que además se cogen un cariño más que
sincero, los que vertebran la filosofía de esta novela; y son sus
conversaciones, entre ellos y con los demás personajes, los que en varias
ocasiones me han dejado mudo literalmente hablando. No puedo más que rendirme
ante la perfección de Steinbeck en estos diálogos, y en definitiva en todos los
que jalonan la novela, ya que sin exagerar más de tres cuartos de la novela son
diálogos.
No he hablado de
la trama pero es que una novela como “Al
Este del Edén” no necesita que se hable de la trama, cualquiera puede
buscarla en internet. Además creo que no sería capaz de expresar con palabras
exactas y precisas lo que esta novela ha llegado a representar para mí durante
su lectura. Amor, odio, pasión, culpa, pena, tristeza, ambición, maldad,
bondad, justicia, el peso del pasado... No podría ser nunca justo con esta
novela intentando describir su trama. Porque además así como para mí no hay un
personaje principal, tampoco hay una única trama. Vale, sí hay una que
sobrepasa al resto y es la especie de maldición que persigue a los Trask
durante toda la novela, pero al no tener un personaje claro sobre el que
recaiga el peso de la trama no puedo considerar que exista una sola.
Y aquí, al final,
es donde debería recomendar o no la lectura de “Al Este del Edén”. De hecho nunca recomiendo que no se lea
una novela, ya que cada lector es diferente y lo que a mí me puede parecer
brillante a otro simplemente opaco. Esta novela hay que querer leerla porque
así se disfrutará más, y al mismo tiempo quien la empiece quedará
inevitablemente atrapado no ya por la historia en sí y sus personajes a medida
que los vaya conociendo, sino también por la grandiosa habilidad de Steinbeck
al evocar paisajes y ambientes de manera tan sutil y a la vez tan perfecta.
Caronte.
Ciertamente esta novela es magistral desde la primera página. Solo un apunte, pues la empecé a leer anoche. Cuando descrive a los primeros pobladores del valle Salinas, los indios, la traducción dice textual "una raza inferior" al referirse a estos y su forma elemental de vida como cazadores recolectores. Aquí, en este punto, quizás mi prejuicios de justicia e igualdad, me han asaltado la mente, o bien sea una mala traducción del original y el concepto no sea despreciativo o de supremacía.
ResponderEliminarNo sabría decirte, lo siento.
EliminarPor favor, alguien que me aclare este punto, pues se trata de una muy buena novela, como corresponde a un premio nòbel.
ResponderEliminardescriBe
ResponderEliminarGracias Caronte, tu comentario me empuja a leer esta obra con mayor interés si cabe.
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