Las primeras novelas
de un escritor tienen algo de mágico siempre; en ellas un autor deja parte de
su propia alma y de su ser. Sé qué es escribir y sé cuánto cuesta hacer una
obra de más de 500 páginas. Todo es una inmensa montaña, sobre todo el inicio, empezar
con la frase correcta es un océano inexplorado donde sin embargo una vez metido
de lleno es el escritor el que sabe por dónde tiene que ir. La historia va
narrándose poco a poco, llegando a momentos de bloqueo, otros de inspiración,
otros de no poder parar y tener que casi uno obligarse a hacerlo para ir al
baño a mear. Por eso esta novela, la primera del más que conocido periodista de
radio Ponseti, tiene algo que muchas otras no suelen tener: intimidad. Toda
novela es parte integrante de la personalidad de un escritor, pero la primera
es algo que está por encima de todo eso haciendo que el vínculo novela-escritor
quede fijado para siempre.
“Vuelo 19” es una primera novela
muy ambiciosa que lleva detrás un trabajo ingente de documentación e investigación
que la hacen, en cierto modo, un tanto pesada de leer por la cantidad de datos
técnicos sobre aviación que se nombrar a lo largo de sus páginas. En el fondo
la novela está totalmente basada en hecho acaecido a finales de 1945, mismo año
que acabó la IIGM y que supuso la mayor tragedia militar americana desde el
final de la contienda y en tiempos de paz. Por esto digo que esta primera
novela de Ponseti es ambiciosa, ya que no solo ficciona sino que tiene que basarse
en hechos reales para contar esta historia.
Pero además de
ambiciosa “Vuelo 19” es una
novela arriesgada por su estructura y narración. Ponseti plantea desde el
principio varios hilos tanto en personajes como localizaciones y tiempos. La
historia se desarrolla en dos momentos diferentes, el 5 de diciembre de 1945
cuando desaparece el vuelo protagonista de la novela; y posteriormente tres
semanas después, a partir del 26 de diciembre cuando el único superviviente de
dicho vuelo huye de florida para iniciar una nueva vida.
Si tuviera que
indicar un protagonista de “Vuelo 19”,
novela que por otra parte no tiene claros protagonistas, sería Paonessa, un
joven piloto de ascendencia italiana que luchó en la IIGM librándola sin ser
herido ni nada, pero que el destino le lleva a subirse al vuelo de instrucción
19 y terminar sobre los Everglades estrellado, dolorido y casi desahuciado de
la vida. Sin embargo, no puedo quedarme únicamente con este personaje como
protagonista, ya que la novela es coral, y hay multitud de actores que
intervienen en ella. Muchos nombres, recopilados al final del libro para ayuda
del lector, que en multitud de ocasiones es probable que se pierda entre tanto
nombre, vuelo, avión, ubicación, etc.
La gran multitud de
personajes, datos técnicos, palabras clave de vuelo, hilos narrativos y saltos
temporales hacen de “Vuelo 19”
una novela muy tediosa de leer, que cansa por la gran cantidad cambios que se
producen en ella. El estilo tampoco es que sea una maravilla, como corresponde
a una primera novela de alguien que hasta la fecha no ha hecho más que
periodismo radiofónico. Estudiar una carrera de letras no te hace escritor ni
te otorga la capacidad de narrar de manera convincente. La ambición a la hora
de abordar una novela se puede tener una vez has entrado en este mundo con buen
pie y llevas a la espalda unas cuantas cosas escritas humildes. No lo critico,
porque quizá el ansia de contar de Ponseti ha hecho posible este libro, pero
como novela deja mucho que desear.
Ambición y riesgo
están muy bien en el fútbol, mundo del que viene Ponseti, pero para una novela
como “Vuelo 19” que aspira a
ser una gran historia sobre un episodio oscuro, tenebroso, no resuelto y
misterioso de la historia de la aviación mundial no son cualidades que deberían
primar a la hora de crear y conformar la historia. Creo que el plantear tantos
hilos narrativos en la trama ha hecho que a la hora de ver el tapiz completo
desde lejos y con perspectiva el lector se encuentre un poco perdido siguiendo
hilos que no llevan a ninguna conclusión. El usar tiempos distintos, pero
apenas distanciados los hechos tres semanas, hacen que sea absurdo tirar de
dichos flashbacks que no aportan absolutamente nada. El aporte de datos
técnicos, de claves de aviación y demás palabrería especifica en lugar de dar
verosimilitud hace que la lectura se haga pesada y confusa.
La parte más
reseñable de “Vuelo 19” es
aquella en la que con un nervio narrativo muy intenso y un ritmo bastante
endiablado a veces se narra la catástrofe del vuelo 19 real, sus problemas en
el aire, su desesperada búsqueda e intento de solicitar ayuda, y su defenestración
total. Bien podría en algún momento usarse esta parte y adaptarla a la gran
pantalla, porque por momento parece que es un guion de cine y el lector bien
puede imaginarse escenas rodadas por Spielberg o Coppola en mitad de una
tormenta en la que se no ve nada y las comunicaciones cruzadas avivan la tensión
de una situación abocada a un fin trágico.
Pero esto no salva
al conjunto. “Vuelo 19” es una
novela muy floja, que se ha pasado de ambición y al final una historia que
tiene un fondo muy interesante se convierte en una sucesión de escenas
medianamente interconectadas entre sí y vagamente repetitivas en las que se
tira muchas veces de tópicos haciendo su lectura un tanto aburrida. Como
primera novela es reseñable haber logrado algo de coherencia en lo narrado,
ritmo en la parte más complicada y sobre todo verosimilitud, a pesar de tirar
de tópicos y usar demasiada palabrería y repeticiones innecesarias para llenar
más hojas. Es probable que sea buena novela de verano, pero porque en verano,
en las tediosas horas de la siesta uno lee lo que sea.
Caronte.
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