La literatura es un
proceso de aprendizaje continuo. Un proceso doble, para escritores y para
lectores. Lo es para los escritores que plasman en sus libros las historias que
durante mucho tiempo (meses, semanas, años…) han estado latentes en su cabeza,
prisioneras de su incapacidad para dejarlas fijadas con palabras. Y lo es para
los lectores que con cada libro que abren y en cuya historia se sumergen ganan
horizontes, conquistan tierras ignotas, y se dejan llevar de la mano de protagonistas
a los que se termina queriendo u odiando, y de los que siempre se aprende ya
que en muchas ocasiones nos ponen delante de nuestro propio reflejo y debemos
reconocernos en ellos. Leer y aprender, escribir y aprender, son binomios
bidireccionales que hacen de la vida un paso del tiempo mucho más ameno de lo
que sería sin ello. Pérez-Reverte es un maestro a la hora de enseñar a través de
sus libros, ya que es una mente curiosa que no deja de preguntarse cosas y por
tanto de aprender para luego legarnos su aprendizaje.
“La carta esférica” es de esos
libros que uno lee para disfrutar y que enganchan de tal modo que toda
interrupción en su escritura es una pena para el lector. Hace años que leo a
Pérez-Reverte y siempre (salvo en la serie Alatriste que nunca me ha
convencido) sus libros me han provocado una sensación de estar leyendo a un
gran maestro de la novela de aventuras instructiva. Todas y cada una de sus
novelas me han llevado a una época, clase social y temática diferentes.
En este caso es el
mundo naval y marino el que fluye a través de las hojas de “La carta esférica”. Y es que esta
novela huele a salitre, sabe a marisco y peces recién pescados, tiene el tacto
robusto de las sogas y terso de las velas blancas. Entre sus páginas se oyen
las olas romper contra los acantilados de la costa sureste de España, esa costa
agreste murciana y almeriense donde Pérez-Reverte se crio. Se escucha cómo el
Mediterráneo se comunica con la gente que vive en sus orillas, la presente y la
pasada, porque en sus aguas está en el fondo la historia de la humanidad.
Centrándome en la
trama de “La carta esférica”
decir que esta novela es un libro de aventuras de corte clásico es quedarme
corto. Siguiendo la más clásica de las tradiciones novelescas marítimas,
Pérez-Reverte crea una historia de leyendas, de barcos antiguos hundidos en el
fragor de la batalla, de marinos perseguidos y perseguidores, de cazadores de
mitos, de cazadores de corazones y de cazadores sin escrúpulos. Y detrás de
todo como siempre un tesoro, en este caso en forma de esmeraldas puras traídas desde
las Indias (América) para comprar la voluntad de un consejo real que evitara la
caída de los Jesuitas. Religión, ambición, sobornos, muerte, olvido… Lo dicho
una historia que impide separarse del libro.
Debo añadir que “La carta esférica” no sería nada
sin sus personajes protagonistas: Coy y Tánger. El primero es un marino en
tierra despojado de su barco por dejarse llevar en un lance por la tempestad
que a veces asola a los hombres haciéndoles decir y hacer cosas que no quieren.
Tánger es una mujer de las que hacen que los personajes femeninos de las
novelas feministas sean meros esbozos de mujeres verdaderas y fuertes. Es
Tánger una mujer que hace que Coy deje todo y ponga rumbo hacia ella sin saber
si es una sirena acercándole al naufragio. Su relación, inicialmente
profesional (la búsqueda del tesoro extrapolando coordenadas y llegando a las
mismas) torna sentimental cuando Tánger lo decide oportuno para conseguir lo
que busca desde el principio.
Añadamos a lo anterior
a los antagonistas de la aventura: un caza tesoros profesional gibraltareño (el
pirata sin escrúpulos y con el barco grande de las novelas clásicas) y su
secuaz escudero engañoso, así como un viejo marino amigo de Coy que les ayudará
a Tánger y a él consiguiendo un barco que les acerque al tesoro. Lo demás lo
dejo para quien se aventure entre las horas de “La carta esférica” y decida dejarse llevar por los vientos indomeñables.
Antes de acabar me
gustaría apuntar una cosa sobre “La
carta esférica” y es que en este libro he encontrado la más perfecta y
poética descripción de lo que es (o al menos debería ser) el Mar Mediterráneo. Obviamente
solo Pérez-Reverte, cartaginés (o cartagenero), puede llegar a describir el
Mediterráneo como lo he leído en las páginas de esta novela. Probablemente es
de los pasajes más bellos que he leído nunca en un libro y creo que va a ser
muy difícil superarlo.
Uno nunca es el
mismo después de una novela, sea cual sea, pero he de admitir que tras leer
cualquiera de las novelas de Pérez-Reverte he aprendido algo nuevo. Tras “La carta esférica” sé que quiero
ver con mis ojos la tierra y el mar que describe en esta novela, y sentir sobre
mi piel el calor y la brisa marina de esa zona de España. También sé muchas más
cosas de náutica que antes, así como de historia y psicología humana. En 50
años hablaremos de Pérez-Reverte como uno de los más grandes narradores de
novelas de aventuras europeo a la altura de Conrad, Verne o Stevenson. Esta
novela es un ejemplo de buen hacer, de buena literatura que es la que tras leer
el lector se convierte en otra persona.
Caronte.
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