La literatura debe
servir para mover conciencias y hacernos ver cómo es el mundo y cómo podría
llegar a ser si la sociedad y el ser humano fueran poco a poco degenerándose y
perdiendo contacto real con la realidad. La literatura debe crear ficciones
verídicas, realidades verosímiles alternativas donde el lector vivirá durante
unas horas o unos días mientras lee. La literatura debe servir para cambiarnos
por dentro y para expandir nuestros horizontes mentales. La novela de la que
escribo hoy intenta justamente eso: influir en el lector, hacerle ver donde
podríamos llegar a estar si la sociedad derivara en desidia y las ideas
extremas se impusieran a las moderadas, si aquellos que intentan progresar son
oscurecidos por aquellos que se oponen a dicho progreso valiéndose de
argumentos simplistas y peligrosos que criminalicen aspiraciones y movimientos
sociales justos u objetivamente dignos.
“Nadie duerme” es una novela
feminista de cabo a rabo. Lo que pasa es que tras su lectura no sé si es una novela
feminista en positivo (de las que sirven para que lo que debería ser algo
extendido entre toda la sociedad cale aún más profundamente) o en negativo (que
pueda ser utilizada, si es que tiene la relevancia suficiente, para atacar a
dicho movimiento desde los mismos sectores que en la propia novela aparecen
como distópicos gobernantes).
Feminismo y lucha
contra un gobierno tirano machista que cree que las mujeres deben quedarse en
su casa, estar calladitas y cumplir con su deber sin rechistar. “Nadie duerme” se desarrolla en un
país imaginario que pasa de ser un ejemplo en la igualdad y el progresismo
social a un infierno machista y misógino gobernado por una figura sombría. Pero
no solo los poderes legislativo y ejecutivo están copados por personajes machistas,
sino que el judicial asume las tesis más retrógradas e impone condenas a
violadores tan nimias que pronto salen a la cárcel. Ante este panorama surge un
grupo de mujeres que se revela contra el sistema machista para recuperar la
justicia y la libertad.
Bajo pseudónimo,
cosa que realmente no entiendo y menos aun teniendo en cuenta que la novela es
de un nivel bastante decente para ser casi una primera vez en el mundo
literario, el autor o autora (más bien lo segundo) ha hecho de “Nadie duerme” una novela que
mantiene un muy difícil equilibro entre el bien y el mal y que pone al lector
en un brete complicado de resolver ya que debe aceptar la violencia extrema
para defender una ideología (¿legítima?). Si soy sincero tengo la impresión de
que lo que pretendía ser una novela feminista distópica por plantear una
sociedad dominada por el machismo desde el poder político ha terminado siendo
una novela sobre terrorismo sin más excusas.
La violencia nunca
debe ser un medio para conseguir nada en ningún aspecto de la vida; pero claro
sin violencia no se hubiera podido parar a Hitler. Esta enorme incongruencia
que se basa en el histórico “el fin justifica los medios” es entorno a la que
gira “Nadie duerme”. Y resulta
interesante ver cómo un dilema que en el fondo debería estar resuelto: la
violencia y los asesinatos nunca pueden justificar el conseguir un fin por muy
noble que éste sea, en esta novela queda aplastado ante la desastrosa y
desoladora realidad ficticia y perfectamente futurible al ritmo que los populismos
y el fascismo a día de hoy campan a sus anchas por el mundo. El lector no sabe
si avalar moralmente lo que pasa en la novela, pierde el concepto de bien y de
mal.
Está bien que a los
lectores se nos plantee dilemas como el que “Nadie duerme” nos muestra. Sin embargo, en esta novela creo
que el acelerador se ha pisado demasiado y el coche en lugar de ganar ha
derrapado saliéndose La literatura debe
servir para mover conciencias y hacernos ver cómo es el mundo y cómo podría
llegar a ser si la sociedad y el ser humano fueran poco a poco degenerándose y
perdiendo contacto real con la realidad. La literatura debe crear ficciones
verídicas, realidades verosímiles alternativas donde el lector vivirá durante
unas horas o unos días mientras lee. La literatura debe servir para cambiarnos
por dentro y para expandir nuestros horizontes mentales. La novela de la que
escribo hoy intenta justamente eso: influir en el lector, hacerle ver donde
podríamos llegar a estar si la sociedad derivara en desidia y las ideas
extremas se impusieran a las moderadas, si aquellos que intentan progresar son
oscurecidos por aquellos que se oponen a dicho progreso valiéndose de
argumentos simplistas y peligrosos que criminalicen aspiraciones y movimientos
sociales justos u objetivamente dignos.
“Nadie duerme” es una novela
feminista de cabo a rabo. Lo que pasa es que tras su lectura no sé si es una novela
feminista en positivo (de las que sirven para que lo que debería ser algo
extendido entre toda la sociedad cale aún más profundamente) o en negativo (que
pueda ser utilizada, si es que tiene la relevancia suficiente, para atacar a
dicho movimiento desde los mismos sectores que en la propia novela aparecen
como distópicos gobernantes).
Feminismo y lucha
contra un gobierno tirano machista que cree que las mujeres deben quedarse en
su casa, estar calladitas y cumplir con su deber sin rechistar. “Nadie duerme” se desarrolla en un
país imaginario que pasa de ser un ejemplo en la igualdad y el progresismo
social a un infierno machista y misógino gobernado por una figura sombría. Pero
no solo los poderes legislativo y ejecutivo están copados por personajes machistas,
sino que el judicial asume las tesis más retrógradas e impone condenas a
violadores tan nimias que pronto salen a la cárcel. Ante este panorama surge un
grupo de mujeres que se revela contra el sistema machista para recuperar la
justicia y la libertad.
Bajo pseudónimo,
cosa que realmente no entiendo y menos aun teniendo en cuenta que la novela es
de un nivel bastante decente para ser casi una primera vez en el mundo
literario, el autor o autora (más bien lo segundo) ha hecho de “Nadie duerme” una novela que
mantiene un muy difícil equilibro entre el bien y el mal y que pone al lector
en un brete complicado de resolver ya que debe aceptar la violencia extrema
para defender una ideología (¿legítima?). Si soy sincero tengo la impresión de
que lo que pretendía ser una novela feminista distópica por plantear una
sociedad dominada por el machismo desde el poder político ha terminado siendo
una novela sobre terrorismo sin más excusas.
La violencia nunca
debe ser un medio para conseguir nada en ningún aspecto de la vida; pero claro
sin violencia no se hubiera podido parar a Hitler. Esta enorme incongruencia
que se basa en el histórico “el fin justifica los medios” es entorno a la que
gira “Nadie duerme”. Y resulta
interesante ver cómo un dilema que en el fondo debería estar resuelto: la
violencia y los asesinatos nunca pueden justificar el conseguir un fin por muy
noble que éste sea, en esta novela queda aplastado ante la desastrosa y
desoladora realidad ficticia y perfectamente futurible al ritmo que los populismos
y el fascismo a día de hoy campan a sus anchas por el mundo. El lector no sabe
si avalar moralmente lo que pasa en la novela, pierde el concepto de bien y de
mal.
Está bien que a los
lectores se nos plantee dilemas como el que “Nadie duerme” nos muestra. Sin embargo, en esta novela creo
que el acelerador se ha pisado demasiado y el coche en lugar de ganar ha
derrapado saliéndose de pista. La historia está muy bien hilada, los personajes
a pesar de que apenas tienen desarrollo, evolución o profundidad (de hecho, son
bastante planos todos), son convincentes y se les coge cariño, y la trama es
adictica (más de lo que hubiera pensado a primera vista). Pero también tengo
que decir que tanta violencia, tanto activismo, tanto feminismo satura y lo que
hubiera sido una buena novela distópica un tanto noir si cabe con fondo
moralmente aceptable, termina siendo prácticamente un relato de terrorismo que
pierde legitimidad por saturación.
No quiero terminar
sin comentar que no entiendo muy bien el afán de vestir de irrealidad una
historia como la que se plasma en las páginas de “Nadie duerme” que bebe fundamentalmente de la realidad
política y social española actual. Todos sabemos qué país es el ficiticio que
aparece en estas páginas, y cuál es su vecino tan ejemplar, y quien es el
gobernante. Tengo la impresión de que esta novela se ha escrito con miedo y
vergüenza ante un qué dirán y la literatura nunca debería ir de eso. Tampoco
entiendo muy bien el no dar la cara usando un pseudónimo cuando toda ficción no
es más que eso: ficción, y que todo parecido con la realidad no es más que eso
también: parecido. Pero cada cual viste lo que tiene que contar como quiere.
“Nadie duerme” me ha parecido una
notable novela distópica pero anclada a un presente que cada día da un poco más
de miedo. Bien narrada, su agilidad y ritmo palían unos personajes bastante
simples pero a los que se les coge cierto aprecio y que nunca dejan indiferente.
Lo mejor es que se lee en un plis, lo
malo es que quizá podría haber sido un poco más ambiciosa en el desarrollo de
la trama y sus personajes (alguno de los cuales podrían haber dado más juego).
De todas maneras si se quiere pasar un buen rato y acabar no sabiendo muy bien
qué bando elegir esta novela es sin duda perfecta ya que deja al lector
noqueado y sin saber muy bien dónde está la moral de la novela.de pista. La historia está muy bien hilada, los personajes
a pesar de que apenas tienen desarrollo, evolución o profundidad (de hecho, son
bastante planos todos), son convincentes y se les coge cariño, y la trama es
adictica (más de lo que hubiera pensado a primera vista). Pero también tengo
que decir que tanta violencia, tanto activismo, tanto feminismo satura y lo que
hubiera sido una buena novela distópica un tanto noir si cabe con fondo
moralmente aceptable, termina siendo prácticamente un relato de terrorismo que
pierde legitimidad por saturación.
No quiero terminar
sin comentar que no entiendo muy bien el afán de vestir de irrealidad una
historia como la que se plasma en las páginas de “Nadie duerme” que bebe fundamentalmente de la realidad
política y social española actual. Todos sabemos qué país es el ficiticio que
aparece en estas páginas, y cuál es su vecino tan ejemplar, y quien es el
gobernante. Tengo la impresión de que esta novela se ha escrito con miedo y
vergüenza ante un qué dirán y la literatura nunca debería ir de eso. Tampoco
entiendo muy bien el no dar la cara usando un pseudónimo cuando toda ficción no
es más que eso: ficción, y que todo parecido con la realidad no es más que eso
también: parecido. Pero cada cual viste lo que tiene que contar como quiere.
“Nadie duerme” me ha parecido una
notable novela distópica pero anclada a un presente que cada día da un poco más
de miedo. Bien narrada, su agilidad y ritmo palían unos personajes bastante
simples pero a los que se les coge cierto aprecio y que nunca dejan indiferente.
Lo mejor es que se lee en un plis, lo
malo es que quizá podría haber sido un poco más ambiciosa en el desarrollo de
la trama y sus personajes (alguno de los cuales podrían haber dado más juego).
De todas maneras si se quiere pasar un buen rato y acabar no sabiendo muy bien
qué bando elegir esta novela es sin duda perfecta ya que deja al lector
noqueado y sin saber muy bien dónde está la moral de la novela.
Caronte.
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