domingo, 4 de mayo de 2014

Lectura crítica: "La sonrisa etrusca"

La sonrisa etrusca” empieza haciendo honor a su nombre en Roma, en el Museo Etrusco donde el protagonista de la novela espera la llegada de su hijo para recogerle y llevarle con él a Milán. Salvatore Roncano es un viejo cascarrabias que mientras espera la llegada de su hijo Renato se pone a caminar por las salas del museo observando las distintas piezas de la colección, fijándose especialmente en un sarcófago en el que aparecen dos figuras, una masculina y otra femenina, recostadas sobre una especia de sofá, abrazándose y sonriendo.

Salvatore, como he dicho es un viejo cascarrabias, muy apegado a su tierra natal, Calabria (región de Italia situada al sur de la península itálica, justo en la puntera de la bota que forma su silueta), a la que siempre recuerda con vivo interés y melancólica añoranza. Sin embargo debido a su enfermedad, padece cáncer, su hijo Renato decide llevárselo con él a Milán (en la punta opuesta a Calabria) para que esté con él, con su mujer y con su nieto. A pesar de todas las reticencias que pone Salvatore, termina aceptando a regañadientes. Será en Milán donde vivirá una grandísima experiencia vital junto a su nieto Bruno (Brunetino, como él lo llama).

La historia que José Luis Sampedro, el autor de “La sonrisa etrusca”, urde a partir de entonces es probablemente la más enternecedora que me he leído nunca. Antes de empezar a leerme este libro, nunca imaginé que podría llegarme tan profundamente al corazón. Es una historia de amor entre un abuelo y su nieto, una relación de mutuo conocimiento y aprendizaje. Salvatore toma a su nieto como un pequeño príncipe a quien tiene que salvar de una prisión como es su casa, y para ello tiene que enfrentarse a su nuera. Las conversaciones que tiene Salvatore con su nieto son fantásticas; le cuenta como es la vida en el pueblo, en Calabria, como tiene que hacer para ser un buen hombre de mayor y qué tiene que hacer.

Con su nieto Salvatore pasa de ser un viejo cascarrabias y cabezón, algo machista a la hora de considerar que con los bebés deben estar las madres, a no querer separarse de su nieto para poder enseñarle todo lo que sabe y poder llevarle al pueblo antes de morirse. La historia, aparte de ser muy tierna y conmovedora, es también muy triste, porque desde el principio el lector intuye, que Salvatore tiene los días contados y que su relación con su nieto va a ser corta; saber esto, intuir este fatal desenlace, hizo que leer este libro me generara algún que otro nudo en la garganta durante los días que tardé en terminarlo. Sin embargo esta tristeza no es “triste” del todo, valga la redundancia, sino que guarda algo de alegría, porque la relación que se establece entre Salvatore y su nieto Brunetino es muy bonita, a veces incluso divertida, sobre todo cuando el abuelo se mete con su nuera y la llama bruja desalmada.

A parte de la relación entre abuelo y nieto que se narra en “La sonrisa etrusca”, también hay otras pequeñas historias que jalonan ésta. Una muy graciosa es que gracias a que saca a pasear a Brunetino con el coche de bebé, Salvatore conoce a una señora viuda con la que empieza a verse y a quedar, incluso en la casa de ella; es fantástico como Salvatore se intenta hacer el machote delante de ella a pesar de que poco a poco se va ablandando gracias a Brunetino. Otra historia, paralela a la principal, es la que mantiene todo el rato Salvatore recordando su pueblo natal y a su más odiado enemigo, que también se está muriendo, y pidiendo a Dios (aunque se considere anarquista) que le permita vivir más que él para poder ir a su entierro y ver pasar su ataúd delante suya.

En definitiva “La sonrisa etrusca” es un magnífico libro que me gustó mucho más de lo que pensaba me iba a gustar cuando empecé a leérmelo. Ha sido una de mis mejores lecturas, o al menos una de las que mejor recuerdo tengo, de los últimos meses. Es un libro enternecedor, triste y a la vez divertido, pero sobre todo es un libro en el que se aprende que el amor puede con todo y que las personas podemos cambiar si tenemos motivos para ello. Recomiendo vivamente este libro a todo aquel que quiera disfrutar de una buena historia, muy conmovedora, y además excepcionalmente escrito por uno de los grandes pensadores que ha dado este país, José Luis Sampedro.


Caronte.

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