Hace 10 años un escritor desconocido hasta entonces
en España, no porque su obra anterior fuera inferior sino porque no existía tal
obra anterior, publicó una novela que en un abrir y cerrar de ojos se convirtió
en uno de los éxitos editoriales más importantes de los últimos años en España.
Ildefonso Falcones con su primera novela, “La
Catedral del Mar”, logró el sueño de cualquier persona amante de las
letras y que se imagina escribiendo un libro (a un servidor, que escribe esta reseña,
le pasa por ejemplo): escribir el bombazo literario no ya sólo del año sino quizá
de las últimas décadas. Pocos escritores logran un éxito tan rotundo, hablo en
sentido general a lo largo de toda una vida, y mucho menos con una primera
novela. Falcones lo hizo y desde entonces, y gracias al tirón de su obra prima,
cada libro suyo se convertía en un verdadero acontecimiento que trascendía el ámbito
de lo literario.
Pero un éxito tan contundente es único y pocas veces
se puede repetir. Como he comenzado diciendo en esta reseña, hace diez años
Falcones publicó “La Catedral del Mar”,
y para celebrar ese aniversario redondo, hace unas semanas se ha publicado la continuación
de aquella obra cuya historia se situaba en la Barcelona medieval de los siglos
XIV y XV. En “Los Herederos de la
Tierra”, Falcones retoma la historia que nos dejó en su primera novela,
aunque no al uso, ya que esta es una segunda parte diferente a cualquier
segunda parte de algo. Solo hay un nexo de unión entre las dos novelas y es que
el protagonista de la primera, Arnau Stanyol, se convierte en mentor durante un
muy corto periodo de tiempo del protagonista de la segunda, Hugo Llol. Y ya está,
no hay más conexiones. Bueno, de hecho sí que hay más conexiones entre ambas
novelas: Barcelona las une de nuevo.
Como pasaba en la primera novela con Arnau, en “Los Herederos de la Tierra”,
Falcones recrea la vida de Hugo Llor desde que es apenas un chaval con ilusión de
convertirse en mestre d’aixa,
constructor de barcos en las Atarazanas Reales de Barcelona, hasta que es ya un
adulto respetable y viticultor (el vino es también un personaje más de la
novela ya que da alegrías y penas a todos sus protagonistas). Y como sucedía en
la primera novela, Falcones durante las casi 900 páginas con las que cuenta el
libro, narra las penurias, porque en el fondo solo hay penurias, de Hugo Llor.
La novela se estructura en cuatro partes en las que
se presenta al lector un Hugo Llor diferente en cada una. Las vivencias,
penurias, retos, riesgos, calamidades que se van sucediendo a lo largo de la
historia van cambiando poco a poco a su protagonista, aunque siendo sinceros no
tanto como sucedía en “La Catedral del
Mar”. Solo hay penas y tristezas en “Los Herederos de la Tierra”, poco hueco ha dejado Falcones
para las alegrías de verdad, las que suelen reconfortar el lector al saber que
un personaje al que se ha cogido cariño y que sufre muchos tormentos por parte
de otros personajes odiosos, sale resarcido al final. Creo que Falcones ha
interpretado muy mal el porqué del éxito de su primera novela. En aquella
primera obra Arnau Stanyol pasaba por situaciones muy, pero que muy complicadas
que terminaban revolviendo el estómago del lector. Sin embargo en esta continuación,
el lector, o al menos ese ha sido mi caso, termina revuelto pero por sobrecarga
de penas.
Si en la primera obra de Falcones me entregué como
un poseso a la lectura y no podía dejar de leer queriendo siempre aguantar una página
más para saber qué le pasaba a su protagonista: en “Los Herederos de la Tierra” no he tenido en ningún momento
esa sensación. El comienzo de la historia me ha parecido difuso, nada
atrapante. El desarrollo de la trama con todas las penurias y maldiciones que
Hugo va soportando desde que es apenas un niño y hasta la última de las páginas,
termina siendo cansina, aburrida y pesada, por no decir que algunas de las
cosas que le pasan a su protagonista de manera tan consecutiva resultan más que
forzadas, y creo que eso es lo peor que le puede pasar a un libro que pretende
ser, y que de hecho es, la continuación de una de las mejores novelas históricas
de los últimos tiempos en España.
Una vez leída, “Los
Herederos de la Tierra” pasa de ser una novela que pretende mucho, que
ilusiona porque se anuncia como continuación de un libro que termina dejando
poso en el lector, a una novela que acaba decepcionando. A mí me gustó mucho “La Catedral del Mar” y comencé su
continuación con muchas expectativas, cosa que quizá no debería haber hecho ya
que un libro no debe comenzarse nunca con ideas preconcebidas sobre él, pero
tras llevar unas centenas de páginas ya supe que no iba a llegar ni de lejos a
ser una novela del nivel de la primera. Y es una pena.
Lo que pasa es que el problema de “Los Herederos de la Tierra” no está
en que sea simplemente una novela que no termina por enganchar sino que tiene
una hermana mayor con la que todo lector la va a comparar. Y como se suele
decir, las comparaciones son odiosas. Eso es lo que ha pasado. Eso es lo que me
ha pasado. Pero en el fondo si “La
Catedral del Mar” está siempre en la mente del lector de la última
novela de Falcones es porque así se ha vendido. Y eso ha sido un error
monumental. Nada tiene que ver una novela con la otra, sobre todo en calidad
literaria y argumentativa. Tengo la sensación que esta novela se ha escrito
simplemente porque se cumplían 10 años de la publicación de la primera, siendo
algo forzado. Pero como todas las cosas forzadas nunca salen bien, esta no iba
a ser una excepción. Si la primera novela de Falcones estaba llena de elementos
que atraían al lector y le enganchaban constantemente sin excederse nunca con
las penurias y los males que le sucedían a su protagonista; en esta última
novela Falcones se excede en la utilización de los recursos que ya usó en la
primera novela y falla estrepitosamente.
Si hay algo que puede salvarse en la novela es la
propia Barcelona y algún que otro personaje más o menos secundario. Falcones
conoce Barcelona y la ha estudiado para poder plasmar el espíritu de la ciudad
durante un periodo de la edad media durante el cual, calles y plazas bullían de
actividad y la Historia con mayúsculas se respiraba en el ambiente. Las
descripciones de la ciudad y sus alrededores que Falcones da en “Los Herederos de la Tierra”
permiten al lector imaginarse perfectamente tanto la geografía física como
humana de una ciudad tan importante en aquella época como lo era Barcelona.
Pero poco más puedo destacar de la novela, ya que ni siquiera la ambientación histórica
resulta bien plasmada: es como si Falcones se fuera olvidando a medida que escribía
de que estaba creando una novela histórica y de vez en cuando mete casi con
calzador apuntes históricos lo suficientemente dispersos como para que el
lector pierda el hilo de un periodo histórico más que interesante.
“Los
Herederos de la Tierra” peca de ser una novela escrita únicamente para
conmemorar un aniversario, para venderla como continuación de un bombazo
editorial, para hacer caja y ganar dinero. Y eso se nota. No se ve por ningún lado
la frescura temática, la agilidad narrativa ni la profundidad de personajes que
todos los que leímos hace diez años “La
Catedral del Mar” recordamos con cariño. Quizá quien lea esta novela
sin haber leído la anterior, porque se puede hacer perfectamente, sea capaz de
encontrar algo interesante y sentir que está leyendo un muy buen libro con una
muy buena historia. Yo no lo he sentido así, muy probablemente también porque
siempre he tenido en mente aquella primera obra de Falcones que tanto cautivó a
todo el mundo. Ha sido una pena de 900 páginas de lectura. Por mucho que lo diga el titulo de esta nueva novela de Falcones, nada se hereda de “La Catedral del Mar”.
Caronte.
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