La literatura universal, esa que se escribe con
mayúsculas, tiene dos tipos de escritores: los que marcan una época y las
leyendas. Los primeros son recordados por sus generaciones contemporáneas y
quizá la siguiente a la suya, son estudiados en las escuelas y universidades
desde un punto de vista teórico relativamente corto en lo temporal. Los
segundos son ese puñado de escritores de los que todo lector siempre ha
escuchado hablar sea cual sea su época de los que siempre se hablara,
generación tan generación. A este segundo grupo de escritores es al que
pertenece uno de los más nombrados y conocidos de la historia de la literatura:
Julio Verne. Desde el siglo XIX generación tras generación de lectores han
leído sus libros y aventuras y se han rendido a su desbordante imaginación. Los
libros del universal francés han hecho que miles y miles de personas, jóvenes
en su mayoría ya que suele ser en la juventud cuando primero se oye hablar de
Verne y sus libros, descubrieran un universo con infinidad de posibilidades y
mundos: el universo de las letras y los libros.
Sin embargo, pese a que Julio Verne pertenece a ese
grupo de escritores que siempre están en la conciencia común, esos de los que
se pueden citar más de tres obras sin dudar ni pestañear, muchas veces el
lector convencional se queda en sus títulos, cinco o seis, más conocidos y
famosos. Yo esos títulos los tengo superados, de hecho fueron los primeros que
me leí, y ahora me toca disfrutar de la prosa y la imaginación de Julio Verne
en todo su esplendor. Por esta razón hace unos meses decidí buscar en la
biografía de Verne y tope con un título que me llamó la atención desde el
principio: “La Esfinge de los hielos”.
Creo que nadie con un poco de sentido literario y gusto por la belleza puede
quedar impasible ante un título que de primeras es tan sugerente. Y
probablemente Verne escogió dicho título a propósito. Mezclar la imagen de una
esfinge que a todos nos lleva a Egipto, lugar de tierras cálidas y amarillas
por efecto de la arena del desierto, con el frío que provoca la palabra hielo
es algo que llama al subconsciente de todo lector aventurero que quiere que
cada libro que cae en sus manos le transporte a vivir algo extraordinario.
Verne es además un maestro excepcional de la
literatura y en “La Esfinge de los
hielos” lo demuestra como lo hace por norma general en cualquiera de
sus títulos más famosos. Aquí, tira de tradición literaria y plantea al lector
una especie de continuación de otro libro, no suyo esta vez sino de otra
leyenda de la literatura, Edgar Allan Poe. Este libro viene a ser una especie
de continuación de “La Narración de
Arthur Gordon Pym”, novela de aventuras de Poe en la que El
protagonista, Arthur Gordon Pym, se embarca clandestinamente en el barco ballenero
Grampus y en la que tras muchas experiencias y desgracias (motines, naufragios,
canibalismo, guerras con nativos) que ponen en riesgo su vida, se interna en
parajes prodigiosos de los mares antárticos, hasta que sufre una sobrecogedora
revelación con la que culmina la historia.
Es este final del libro de Poe el que sirve a Verne
para presentarnos la aventura de la goleta Halbrane y su tripulación. El
narrador de la historia, como en muchos otros libros de Verne, es una especie
de humanista/científico que busca contemplar la naturaleza y el mundo, y
embarcarse en alguna aventura que le lleve a descubrir confines desconocidos
del planeta. Jeorgling es el narrador de “La
Esfinge de los hielos” y gracias a él sabremos de las aventuras y
vicisitudes que tiene que superar el Halbrane y todos los marineros a bordo. El
enlace con la historia de Poe se produce mediante el capitán de la citada
goleta, LenGuy, hermano de unos de los personajes que aparecen en su novela,
así como de Dick Peter (o Hunt como aparece al principio) que también aparece
en la novela de Poe y es amigo íntimo del protagonista de aquella, Arthur
Gordon Pym.
La aventura de “La
Esfinge de los hielos” se cimienta en la voluntad de LenGuy de
encontrar a su hermano William. Esto en un primer momento hace que Jeorgling
piense que el capitán del Halbrane este loco ya que pretende buscar a alguien
que es un personaje de ficción, pero poco a poco y tras varios acontecimientos
y revelaciones Jeorgling reconoce que quizá la historia narrada por su admirado
Poe no es ficción sino simplemente narración de la realidad. Realidad y
ficción, ficción y realidad, esta dualidad tan usada por los clásicos de la
literatura, es la que usa Verne para atrapar al lector en una narración que
desde la primera página está llena de imágenes bellas y atractivas para una
mente y un espíritu viajero y aventurero. Jeorgling se embarcara desde las
islas Kerguelen en un viaje que, sin un destino inicial fijado, irá llevando al
Halbrane y a su tripulación por los mares australes y antárticos en un ejemplo
más de la capacidad de Verne de anticipar acontecimientos históricos y
científicos posteriores a su época.
“La Esfinge
de los hielos” es un clásico de aventuras, no porque se relea
constantemente y esté siempre entre esas novelas e historias que se recomiendan
a un lector principiante para que se enganche a la droga de la lectura. Esta
novela es un clásico porque sigue las más básicas reglas de la novela de
aventuras y podría incluso usarse para explicar dichos cánones. AsíJeorgling va
metiendo al narrador en la historia mediante descripciones escasas pero de una
minuciosidad tal que todo detalle que se da lleva al lector a unos lugares tan
lejanos y misteriosos que hacen que quiera seguir leyendo más y más. Pero no
solo eso, Verne va dando de manera sosegada las dosis justas de misterio y
aventura, de peligros y giros inesperados en la trama.
También como en muchas novelas de Verne, en “La Esfinge de los hielos” se dan
muchos datos científico-técnicos que podrían resultar pesados en una novela
pero que Verne sabe introducir tan magistralmente que en este caso resultan un
acompañamiento perfecto a una trama con tintes épicos y legendarios por los
mares gélidos de la Antártida, plagados de criaturas marinas, icebergs,
tempestades de fuerza y magnitud telúricas, noches y días eternos, frío glacial
y auroras australes. De destacar también son los diálogos que, en esta novela
más que en otras de Verne que he leído, cobran un significado y una fuerza
prominentes en el desarrollo de la historia. En estos diálogos, siempre con
Jeorgling como uno de los protagonistas como narrador, los diferentes
personajes que toman la palabra van expresando sus miedos y angustias ante una
aventura con incierto devenir, en la que nadie sabe cuál va a ser el siguiente
paso a tomar. Estos diálogos vienen también acompasados por reflexiones por
parte del narrador sobre la aventura y lo que esta pueda deparar: siempre
incertidumbre.
En conjunto “La
Esfinge de los hielos” conforma una novela de aventuras completa. De la
mano de Jeorgling, es decir Verne, el lector se irá metiendo en una historia
glacial donde la épica, la ambición por descubrir y llegar a los confines del
mundo donde nadie ha llegado antes llenan cada página; páginas llenas de
intensidad y giros inesperados de la trama. Leer esta novela es viajar a lo más
profundo de la tradición literaria universal, es embarcarse en una aventura sin
rodeos llena de emoción, es forzar la imaginación y probar como de aventureros
y atrevidos podemos llegar a ser. Y todo esto de la mano de un autor como Julio
Verne que con simpleza y facilidad fue capaz de crear decenas de historias
diferentes entre sí, con un único elemento en común: la aventura.
Caronte.
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