
Eduardo Lago es el
autor de “Llámame Brooklyn”. Escritor
y novela bastante desconocidos para el público en general, incluido yo mismo
hasta que di con la edición de Malpaso de esta novela, premiada por cierto con
el permio Nadal de 2006, el de la Crítica y el Ciudad de Barcelona. Es curioso
que una novela de tanto nivel literario y tan premiada, sea al mismo tiempo tan
desconocida y no haya sido, ni sea un éxito de ventas. Supongo que este
desconocimiento viene dado por la relativa poca fama y obra de su autor:
Eduardo Lago ha escrito únicamente dos novelas contando con la que me atañe hoy
aquí, y publicado únicamente otros dos libros más de cuentos. Sin embargo esto
no hace de Lago un autor menor, ya que su prestigio radica en su actividad
docente como catedrático en EE.UU. y su actividad como traductor; además fue
director del Instituto Cervantes de Nueva York, ciudad en la que reside desde
1987, impulsando el intercambio cultural y literario entre el mundo de las
letras americanas y el hispánico.
Por ser escueto a
la hora de explicar un poco el argumento de “Llámame Brooklyn”, solo puedo decir, dada la complejidad
argumental de la obra, que la novela va de cómo un periodista, Néstor
Oliver-Chapman, tras recibir la noticia de la muerte de su amigo Gal Ackerman,
se ve obligado a cumplir con un pacto tácito hecho con él hacía mucho tiempo:
rescatar entre los centenares de cuadernos de notas y papeles de Ackerman una
novela a medio terminar para darla fin. Partiendo de este, aparentemente
sencillo, argumento, Eduardo Lago conforma una historia en la que la amistad y
ante todo el amor se van entrecruzando en la vida de los diferentes
protagonistas que conforman el variado y variopinto collage que, en definitiva,
es esta novela.
No puedo llamar de
otra manera a “Llámame Brooklyn”
que collage, ya que no es un libro plano y sencillo, cosa que en cierto sentido
me esperaba al ver en la fajilla promocional de la edición que compré que había
ganado el Nadal, permio que como muchos otros en España, después de caer en la
mano de editoriales gigantescas que piensan únicamente en el beneficio
económico, ha dejado de lado la calidad literaria. Esta novela es de gran
calidad, de elevado nivel literario. No es de lectura sencilla ni fácil, es más
quien se quiera sumergir en sus páginas tiene que tener en cuenta que no se va
a encontrar con una novela con presentación, nudo y desenlace al uso, sino que
todo esto está pero ligeramente distorsionado para conseguir construir un
relato lleno de belleza, que engancha al buen lector por esa misma razón: por
la hermosura y belleza de su narración.
He dicho que “Llámame Brooklyn” no es un libro
de lectura sencilla por el simple hecho de que se van entremezclando
personajes, voces narradoras, historias presentes y pasadas casi sin transición.
Pero no solo esto, sino que además, con una maestría que llevaba tiempo sin ver
en ningún autor o libro, se entremezclan ficciones dentro de la propia ficción,
ya que el protagonistas de la novela Gal Ackerman, un hombre lleno de
literatura y letras, escribe sobre todo y saca cuentos de cualquier escena real
cotidiana. Esta incorporación de cuentos dentro de la historia principal y de
la ficción real hace que esta novela sea mucho más que una simple historia y se
convierta en varias historias al mismo tiempo.
Los personajes de “Llámame Brooklyn” son como buenos
diamantes: tienen muchas facetas, y no siempre generan al lector los mismo
sentimientos y sensaciones. Así Ackerman se puede mostrar tierno y enamoradizo
cuando habla de Nadia Orlov, la muchacha de la que se enamora perdidamente y de
la que nunca dejará de estar enamorado aunque no pueda estar con ella, pero
también cínico, arisco, borde y hasta prepotente cuando son otros los temas que
comparte con sus amigos del Oakland, un bar en la zona de los muelles de
Brooklyn donde se dan cita desheredados del mar y la tierra, personas con almas
perdidas, oscura o al menos neblinosas. Luego tenemos a Néstor, el amigo del
escritor Ackerman, encargado de bucear en su vida más íntima y personal para
terminar una novela inacabada y presentársela a la tumba de Ackerman. Néstor es
una persona apasionada de su trabajo, compasiva, que sabe escuchar y a la que
le gusta hacerlo; escuchaba incesantemente a Ackerman mientras le conoció, pero
cuando tuvo que meterse en su vida apareció la desesperación, el miedo al
fracaso y las verdaderas aristas de la vida.
No quiero dejar de
mencionar el propio título de “Llámame
Brooklyn”. El nombre de uno de los barrios más famosos de Nueva York,
allí donde numerosos artistas se han dado cita siempre a lo largo de la
historia de la ciudad de los rascacielos, no aparece en el título de la novela
porque esta se desarrolle en él, sino por un personaje que aparece al final de
la historia que cambia radicalmente la percepción de la misma. Por ello esta
novela además de un collage, puede entenderse también como un caleidoscopio de
múltiples formas, colores y figuras, que cambian constantemente al pasar las
páginas haciendo que el lector nunca esté leyendo la misma historia sino
múltiples puntos de vista que siempre se enmarcan en los mismos paisajes
mirados con ojos diferentes según el personajes que tome la palabra.
Pero hay más,
porque Eduardo Lago, que lleva treinta años viviendo en la Gran Manzana, en la
ciudad de ciudades, la eterna ciudad del futuro, plasma en “Llámame Brooklyn” probablemente
las más bellas escenas e imágines de Nueva York: ni tan siquiera Paul Auster, a
quien tanto aprecio tengo, ha logrado plasmar como lo ha hecho Lago la vida, el
alma y el espíritu de la Nueva York más íntima y personal, la más incierta y desconocida,
la más oscura y canalla. Nueva York y más concretamente el barrio de Brooklyn
no son simplemente el escenario donde se desarrolla la novela, sino un
personaje más de la misma que acompaña a los diversos hombres y mujeres que
conforman este precioso relato, en el tiempo presente y el pasado de la narración,
inspirándoles miedo, amor, tristeza, desesperación, melancolía, alegría,
pasión...
No puedo añadir
más de “Llámame Brooklyn”, una
novela que me ha llegado a lo más profundo de mi ser, que me ha acompañado
durante varios días de lectura, haciendo que sus personajes fueran viejos
conocidos míos a los que llevaba sin ver largo tiempo, haciéndome viajar a ese
Nueva York puro e intimista en el que cabe la soledad con toda su intensidad.
La crítica ya se rindió a esta magnífica obra literaria, obra de arte, de
Eduardo Lago; solo falta que lo haga también el público y que descubra una de
las mejores historias que se han escrito en España en las últimas décadas y
deje de estar en la penumbra en la que creo que está (por no mencionar la
magnífica y cuidada edición que ha hecho Malpaso que me dejó prendado desde el
momento que vi el ejemplar en la librería de segunda mano donde lo compré).
Solo me queda recomendar encarecidamente la lectura de este libro que creo que
no puede dejar indiferente a nadie, cosa que es de agradecer entre tanta
morralla sin sentimiento ni pasión que se escribe últimamente.
Caronte.
Interesante, me has puesto la miel en los labios... lo leeré
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