miércoles, 19 de abril de 2017

Lectura crítica: "Llámame Brooklyn"

De vez en cuando, sin esperarlo y casi sin buscarlo, uno da con un libro de esos que hacen que merezca la pena leer y leer y leer sin cesar en busca de esos grandes libros que constituyen la literatura con mayúsculas. Sin quererlo ni beberlo hace un par de semanas fui a una librería de segunda mano en busca de algún libro de los autores que más suelo leer. Buscando entre las estanterías repletas de libros di con uno que me llamó la atención primeramente por su físico: era un libro encuadernado en tapa dura pero con una peculiaridad que hizo que mis ojos se fijaran en él de inmediato: el filo de las páginas estaba teñido de azul celeste. Quizá resulte frívolo fijarse en un libro por su aspecto exterior, pero así como pasa con las personas lo primero que nos entra y nos atrae es el físico. Si nadie nunca se va a enamorar de nadie que no considere guapo o atractivo, pasa algo parecido con los libros: la presentación importa. Sin embargo, lo que primero fue un flechazo físico, tras leer este libro el enamoramiento ha sido completo.

Eduardo Lago es el autor de “Llámame Brooklyn”. Escritor y novela bastante desconocidos para el público en general, incluido yo mismo hasta que di con la edición de Malpaso de esta novela, premiada por cierto con el permio Nadal de 2006, el de la Crítica y el Ciudad de Barcelona. Es curioso que una novela de tanto nivel literario y tan premiada, sea al mismo tiempo tan desconocida y no haya sido, ni sea un éxito de ventas. Supongo que este desconocimiento viene dado por la relativa poca fama y obra de su autor: Eduardo Lago ha escrito únicamente dos novelas contando con la que me atañe hoy aquí, y publicado únicamente otros dos libros más de cuentos. Sin embargo esto no hace de Lago un autor menor, ya que su prestigio radica en su actividad docente como catedrático en EE.UU. y su actividad como traductor; además fue director del Instituto Cervantes de Nueva York, ciudad en la que reside desde 1987, impulsando el intercambio cultural y literario entre el mundo de las letras americanas y el hispánico.

Por ser escueto a la hora de explicar un poco el argumento de “Llámame Brooklyn”, solo puedo decir, dada la complejidad argumental de la obra, que la novela va de cómo un periodista, Néstor Oliver-Chapman, tras recibir la noticia de la muerte de su amigo Gal Ackerman, se ve obligado a cumplir con un pacto tácito hecho con él hacía mucho tiempo: rescatar entre los centenares de cuadernos de notas y papeles de Ackerman una novela a medio terminar para darla fin. Partiendo de este, aparentemente sencillo, argumento, Eduardo Lago conforma una historia en la que la amistad y ante todo el amor se van entrecruzando en la vida de los diferentes protagonistas que conforman el variado y variopinto collage que, en definitiva, es esta novela.

No puedo llamar de otra manera a “Llámame Brooklyn” que collage, ya que no es un libro plano y sencillo, cosa que en cierto sentido me esperaba al ver en la fajilla promocional de la edición que compré que había ganado el Nadal, permio que como muchos otros en España, después de caer en la mano de editoriales gigantescas que piensan únicamente en el beneficio económico, ha dejado de lado la calidad literaria. Esta novela es de gran calidad, de elevado nivel literario. No es de lectura sencilla ni fácil, es más quien se quiera sumergir en sus páginas tiene que tener en cuenta que no se va a encontrar con una novela con presentación, nudo y desenlace al uso, sino que todo esto está pero ligeramente distorsionado para conseguir construir un relato lleno de belleza, que engancha al buen lector por esa misma razón: por la hermosura y belleza de su narración.

He dicho que “Llámame Brooklyn” no es un libro de lectura sencilla por el simple hecho de que se van entremezclando personajes, voces narradoras, historias presentes y pasadas casi sin transición. Pero no solo esto, sino que además, con una maestría que llevaba tiempo sin ver en ningún autor o libro, se entremezclan ficciones dentro de la propia ficción, ya que el protagonistas de la novela Gal Ackerman, un hombre lleno de literatura y letras, escribe sobre todo y saca cuentos de cualquier escena real cotidiana. Esta incorporación de cuentos dentro de la historia principal y de la ficción real hace que esta novela sea mucho más que una simple historia y se convierta en varias historias al mismo tiempo.

Los personajes de “Llámame Brooklyn” son como buenos diamantes: tienen muchas facetas, y no siempre generan al lector los mismo sentimientos y sensaciones. Así Ackerman se puede mostrar tierno y enamoradizo cuando habla de Nadia Orlov, la muchacha de la que se enamora perdidamente y de la que nunca dejará de estar enamorado aunque no pueda estar con ella, pero también cínico, arisco, borde y hasta prepotente cuando son otros los temas que comparte con sus amigos del Oakland, un bar en la zona de los muelles de Brooklyn donde se dan cita desheredados del mar y la tierra, personas con almas perdidas, oscura o al menos neblinosas. Luego tenemos a Néstor, el amigo del escritor Ackerman, encargado de bucear en su vida más íntima y personal para terminar una novela inacabada y presentársela a la tumba de Ackerman. Néstor es una persona apasionada de su trabajo, compasiva, que sabe escuchar y a la que le gusta hacerlo; escuchaba incesantemente a Ackerman mientras le conoció, pero cuando tuvo que meterse en su vida apareció la desesperación, el miedo al fracaso y las verdaderas aristas de la vida.

No quiero dejar de mencionar el propio título de “Llámame Brooklyn”. El nombre de uno de los barrios más famosos de Nueva York, allí donde numerosos artistas se han dado cita siempre a lo largo de la historia de la ciudad de los rascacielos, no aparece en el título de la novela porque esta se desarrolle en él, sino por un personaje que aparece al final de la historia que cambia radicalmente la percepción de la misma. Por ello esta novela además de un collage, puede entenderse también como un caleidoscopio de múltiples formas, colores y figuras, que cambian constantemente al pasar las páginas haciendo que el lector nunca esté leyendo la misma historia sino múltiples puntos de vista que siempre se enmarcan en los mismos paisajes mirados con ojos diferentes según el personajes que tome la palabra.

Pero hay más, porque Eduardo Lago, que lleva treinta años viviendo en la Gran Manzana, en la ciudad de ciudades, la eterna ciudad del futuro, plasma en “Llámame Brooklyn” probablemente las más bellas escenas e imágines de Nueva York: ni tan siquiera Paul Auster, a quien tanto aprecio tengo, ha logrado plasmar como lo ha hecho Lago la vida, el alma y el espíritu de la Nueva York más íntima y personal, la más incierta y desconocida, la más oscura y canalla. Nueva York y más concretamente el barrio de Brooklyn no son simplemente el escenario donde se desarrolla la novela, sino un personaje más de la misma que acompaña a los diversos hombres y mujeres que conforman este precioso relato, en el tiempo presente y el pasado de la narración, inspirándoles miedo, amor, tristeza, desesperación, melancolía, alegría, pasión...

No puedo añadir más de “Llámame Brooklyn”, una novela que me ha llegado a lo más profundo de mi ser, que me ha acompañado durante varios días de lectura, haciendo que sus personajes fueran viejos conocidos míos a los que llevaba sin ver largo tiempo, haciéndome viajar a ese Nueva York puro e intimista en el que cabe la soledad con toda su intensidad. La crítica ya se rindió a esta magnífica obra literaria, obra de arte, de Eduardo Lago; solo falta que lo haga también el público y que descubra una de las mejores historias que se han escrito en España en las últimas décadas y deje de estar en la penumbra en la que creo que está (por no mencionar la magnífica y cuidada edición que ha hecho Malpaso que me dejó prendado desde el momento que vi el ejemplar en la librería de segunda mano donde lo compré). Solo me queda recomendar encarecidamente la lectura de este libro que creo que no puede dejar indiferente a nadie, cosa que es de agradecer entre tanta morralla sin sentimiento ni pasión que se escribe últimamente.


Caronte.

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