“La invasión de las bolas peludas”
es la última novela de un escritor americano poco conocido en España pero que
goza de cierto respeto y prestigio en EE.UU., a pesar de que es de esa raza de
escritores que prefieren quedar alejados de los focos de la fama editorial y
que raramente conceden entrevistas o se les ve en público, llamado Luke
Rhinehart, aunque su verdadero nombre es otro. Si me decidí por este libro
habiendo un par de ellos que quizá marcan y representan mejor su estilo y que
son mucho más famosos, es porque la chica de Malpaso que había en la Feria del
Libro me lo recomendó en lugar del que quizá yo llevaba en la cabeza comprar: “El hombre de los dados”. Según la
chica de la caseta de la Feria ambos libros son muy divertidos pero para ella
este que hoy reseño un poco más, además de más corto.
Como su propio
nombre puede indicar, “La invasión de
las bolas peludas” es una novela en la que lo extraterrestre tiene un
papel muy importante. No es una novela de ciencia ficción al uso, porque hay
más de comedia y farsa que de intriga intergaláctica, pero los personajes
principales son unos seres esféricos, sin ojos ni boca ni nada que pueda
equipararse a un ser humano, pero que hablan, sienten y oyen y que además
pueden transformarse en cualquier objeto no extremadamente grande (por ejemplo
con forma humana, aunque falta de ojos, boca y demás, solo pueden estar unos
minutos). Y además están recubiertos de un pelo gris plata muy fino; por no hablar
de su extrema inteligencia.
Estos seres
esféricos han llegado a la tierra para divertirse. Sin más. No pretenden más
que pasar un buen rato. ¿Y cómo pretenden hacerlo? Pues robando bancos,
acabando con las guerras en Oriente Medio, ridiculizando gobiernos y a sus
servicios de inteligencia, desmontando empresas, robando a los ricos y
todopoderosos para ayudar a los que menos tienen. Lo dicho pura ciencia
ficción. Las bolas peludas protagonistas de “La invasión de las bolas peludas” no estarán solas, y es que
hacen amigos humanos. De hecho la novela está narrada principalmente a través
de un humano casi ochentón, pescador de profesión, casado con una hispana casi
cuarenta años más joven que él, y con dos hijos pequeños que se encariñarán de
una de las bolas peludas al que llamarán Loui y que será el principal
alienígena de la novela, aunque también salen otros que quizá hacen aún más las
delicias del lector en cuanto a sagacidad, inventiva y situaciones hilarantes
totalmente desternillantes y absurdas.
Sin embargo, a
pesar de que sin dudas “La invasión de
las bolas peludas” se puede clasificar como novela de ciencia ficción
con grandes toques de humor, no se puede obviar el alto grado de crítica política
y sistémica que tiene y que muestran sus páginas. El protagonista humano de la
historia, Billy Morton, a través de sus ironías, sarcasmos, chistes chuscos y
quizá mucha amargura de fondo por haber vivido tantos años y haber luchado en
Vietnam contra nadie porque sí, deja caer en sus discursos, en sus frases
críticas con mucho más sentido común que sentido del humor, y que hacen que el
lector además de reír (incluso a carcajada limpia, haciendo que la lectura de
esta novela no sea recomendada al aire libre por riesgo de ser considerado un
lunático) reflexione sobre el mundo en el que vivimos y el sistema social,
económico y político que tenemos.
A lo largo de toda
la historia de la literatura y en el fondo de la humanidad, ha sido la farsa,
la comedia, la risa, por su falsa sensación de broma muchas veces, la que ha
vertido las críticas más duras contra el sistema de cada época. De hecho han
sido siempre los cómicos los perseguidos en los países donde los gobiernos
asumían más mal que bien la crítica. “La
invasión de las bolas peludas” logra criticar una sociedad y un sistema
político y económico corrupto a través de la risa, la farsa y la comedia. Hay
muchas frases a lo largo de la novela que hacen reflexionar seriamente al
lector. La inocencia de los extraterrestres, llamados proteicos por las autoridades
terrestres, y su única voluntad de divertirse a costa de revertir el sistema
sin causar mal a nadie, ni matar a nadie, simplemente robando a las grandes
corporaciones, evitando masacres en Siria e Irak, ridiculizando los servicios
de inteligencia y poniendo en evidencia la hipocresía de la clase dirigente es
lo que sienta mal y les convierte en los seres más peligrosos de la tierra.
A medida que leía “La invasión de las bolas peludas”
y me iba acercando a su final, viendo cómo evolucionaba la historia, me fui
dando cuenta de que las bolas peludas, esos extraterrestres que las autoridades
pretendían vender como seres peligrosos, eran los únicos que no buscaban el mal
para nadie, sino todo lo contrario; y que eran las autoridades, los medios de
comunicación asentados y mamadores del poder, los políticos sin otra vocación que
la de chupar del frasco de lo público y los grandes empresarios que mueven el
mundo los que realmente han convertido y convierten este mundo en la gran mentira
hipócrita que es y que serán ellos los que terminen por arrasar la humanidad. Y
esto lo digo en serio, sin bromas y sin farsa.
Antes de terminar
quería decir además que “La invasión
de las bolas peludas” tiene una estructuración curiosa, porque se
compone de muchos capítulos, no todos siguiendo el mismo tipo de narración ni
punto de vista, y entre esos capítulos se intercalan definiciones de los
proteicos sobre conceptos de la Tierra (son imprescindibles y llenas de
clarividencia y sinceridad), transcripciones de las investigaciones de los
servicios secretos sobre los proteicos, reuniones presidenciales, recortes de
prensa... Hasta en la forma de mostrar el contenido esta novela me ha
sorprendido y demostrado que no hay una única manera de escribir y transmitir
una historia.
Ahora ya sí, para
terminar solo me queda recomendar encarecidamente esta novela, no solo por el
libro físico en sí que es simplemente una delicia, sino porque “La invasión de las bolas peludas”
es una de las historias más divertidas y al mismo tiempo serias que me he leído
recientemente, lo que constituye un verdadero descubrimiento. Una novela que
hará reír sin cortapisas ni paliativos, que hará que el lector esboce sonrisas
y a continuación que su cerebro se estruje para darse cuenta que detrás de la
comedia y la farsa hay una realidad bastante triste a la que ya nos hemos
plegado y contra la que solo podemos contraponer la burla y el no tomarnos nada
en serio salvo el disfrute de la vida.
Caronte.
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