jueves, 26 de abril de 2018

Lectura crítica: "La tragedia del girasol"


No puedo negar que la narrativa negra o noir siempre ha sido uno de mis puntos fuertes, o débiles según se mire, y por ello cuando tengo la oportunidad de descubrir nuevos autores en este género tan de moda últimamente me lanzo a la piscina sin pensar mucho. También es verdad que leo menos novela negra de la que me gustaría ya que por norma general, los autores tienen la “manía” de escribir sagas de detectives; sagas que por norma general no se quedan únicamente en una trilogía (saga por excelencia de la literatura) sino que en muchas ocasiones se alargan hasta el infinito terminando por resultar repetitivas y en bastantes casos también muy previsibles. Por ello también viene bien que en el género negro se vayan incorporando nuevos autores “frescos” aún, no contaminados con los vicios del escritor profesional de thrillers policiacos. Benito Olmo, el autor de la novela de la que hablo hoy, es uno de esos autores aún no contaminados que aún se pueden considerar principiantes en este mundo oscuro y viciado de la novela criminal.

La tragedia del girasol”, cuarta novela de Olmo, es un noir clásico, efectivo, entretenido y adictivo por momento. Para no desvelar mucho de la trama, ya que en una novela negra ésta es fundamental y cualquier filtración o destripe (spoiler) antes de tiempo es mortal para cualquier lector, se podría resumir en que el protagonista Bianquetti policía en suspensión de empleo se ve envuelto en una guerra oscura entre dos clanes en la Bahía de Cádiz; esta guerra tendrá una serie de daños colaterales (como todas las guerras que ha visto, ve y verá el mundo) que tocarán de cerca a Bianquetti y que le harán, a él y al lector, pasar momentos muy malos.

Como toda buena saga de novela negra, “La tragedia del girasol” cuenta con un protagonista ya presentado en otra novela anterior: el policía Manuel Bianquetti (generalmente siempre mencionado por su apellido únicamente). Pese al apellido eminentemente italiano, Bianquetti es tan español como la paella, cosa que me hace pensar que aquí Olmo peca de presuntuoso al querer dar ese toque exótico a un policía español, como si simplemente el ser español no fuera gancho suficiente para atraer a los lectores (¿un Manuel Ochoa no hubiera sido buen nombre?). Y como todos los protagonistas de novelas negras, Bianquetti tiene a sus espaldas un pasado turbio, que nunca le deja de perseguir y que hace que muchas de las partes de su biografía aún sean lagunas de profundidad infinita y por tanto insondables.

Pero “La tragedia del girasol” no gira solo en torno a Bianquetti, sino que hay todo un elenco de personajes secundarios que hacen que el plantel en conjunto resulte “entrañable”, aunque no creo que este adjetivo sea muy usado en este tipo de narrativa. Y sigo entrañable porque a todos los personajes se les coge o asco o cariño (un cariño con peros, pero cariño, al fin y al cabo). Cristina, Silva, Morgado, Regina, Mary, Leo y Carlo Ferraro, Sergi y Gregori, Osorio… Todos son nombres que aparecen a lo largo de las páginas de esta novela y que van haciendo al lector reír, llorar, asustarse y sentir pena y lástima, repulsión y asco. Pero es lo que tienen las novelas negras, al menos las que son buenas o medianamente buenas, como es el caso: que enganchan al lector quizá no por la historia en sí, sino por unos personajes a los que uno termina atado de una manera u otra.

Un gran punto positivo de “La tragedia del girasol” es que Olmo ha sabido transmitir no solo una historia efectista al lector, sino que encima la ha ubicado en una zona con un paisaje muy reconocible: Cádiz. Es de agradecer también el diseño del libro que en el interior de las solapas han dibujado sendos mapas de Cádiz y su Bahía, señalando con flechas y puntos los lugares en los que se desarrolla la acción de la novela, consiguiendo así que el lector avezado (yo no lo soy hasta tal punto) pueda recorrer y ver cómo son los lugares en los que Bianquetti y los demás personajes del libro se mueven, sufren, matan, sangran y muelen a palos.

Otro de los puntos a destacar de “La tragedia del girasol” es su facilidad de lectura. Yo por ejemplo en tres días de ir y venir al trabajo he dado término a casi 400 páginas de novela. No sobra ni falta ninguna página, y desde la primera se logra convencer al lector que se acerca a la novela para que la termine. Es un libro entretenido en el que los recursos típicos del noir, bastante bien usados por Olmo, como los giros inesperados en la trama (salvo alguno que se puede intuir casi desde el principio), hacen su trabajo y he de decir que, de forma bastante efectiva, ya que por momentos durante su lectura me he sentido atrapado por el libro.

Sin embargo, no todo es bueno y “La tragedia del girasol” tiene algunos puntos en los que flaquea algo. El principal, y este es casi un capricho mío, es el título. Personalmente a mí el título no me gusta nada ya que creo que no tiene absolutamente nada que ver con la novela que encierra tras de sí. Para mí un título tiene que estar siempre relacionado con la novela a la que nombra de manera directa o simbólica. En este caso sería de manera simbólica con una analogía que Olmo hace de uno de los personajes y un girasol; analogía a la que yo no he visto ni pies ni cabeza. Pero para mí el punto más flaco de la novela, y que creo que está metido con calzador, es la historia secundaria que se narra a la sombra de la trama principal ya que sinceramente no aporta nada a la trama principal y simplemente está para que el autor no se complique la vida al quitar de en medio a uno de los personajes involucrados en ella intentando ser efectista con la tensión que eso provoca en los otros personajes.

En definitiva: “La tragedia del girasol”, pese a sus obvio puntos débiles, es una novela negra muy efectiva, entretenida ya que no deja al lector impasible en ningún caso, adictiva desde la primera página y muy sucia (sucia en el sentido de una novela negra en la que la sangre, la violencia, la falta de ética y de moral, hacen que el lector se meta en un mundo que muy probablemente le sería ajeno si no fuera por novelas así). Sus puntos negativos son propios de un autor no viciado aún, no pulido en el género; pero también de un estilo narrativo que ha irrumpido en España a golpe de ventas y moda y por tanto las novelas que a su albur se escriben suelen adolecer de este tipo de debilidades, cosa lógica por otro lado. Aun así, creo que esta novela cumple con su función, y Benito Olmo es un escritor que puede llegar a dar que hablar en un futuro no muy lejano.

Caronte.

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