La reseña de hoy
tendría que haberla hecho hace unos cuantos meses, quizá por abril. El libro
que durante el día de ayer devoré como si no hubiera mañana tendría que haberlo
disfrutado hace tiempo y me debería recordar además la presencia en mi vida de
una persona, un amigo. Sin embargo, este libro en lugar de recordarme una
presencia me ha recordado una ausencia. Alguien debería haberme regalado este
libro en lugar de haberlo comprado yo de segunda mano por tres euros en una librería
recién descubierta tras una larga espera y una ardua caza del mismo ejemplar.
Pero es lo que tiene el destino, la vida, las personas… Lo que pensamos que
podría y quizá debería ser, casi nunca termina siendo. Lo único que no creo que
no hubiera cambiado si la lectura hubiera tenido lugar en abril son las buenas
sensaciones y lo mucho que he disfrutado de este libro durante las apenas dos
horas de lecturas que me llevó acabarlo quedando totalmente agradecido a
Pérez-Reverte por haberlo escrito hace 25 años.
Llevaba tiempo
queriendo leer “Territorio comanche”,
prácticamente desde que leí hace un par de años la magistral novela “El pintor de batallas”, también
de Arturo Pérez-Reverte. Por hache o por be, o simplemente porque me parece un
poco robo pagar por un libro de apenas 130 páginas los ocho o nueve euros que
cuesta en formato bolsillo, he ido retrasando su lectura hasta ahora. Retraso
aún más largo debido a la ausencia de una persona desde hace unos meses en mi
vida. Por suerte, la semana pasada di con esta novela y ayer la leí de
principio a fin disfrutándola como llevaba tiempo sin disfrutar de una lectura.
En esta pequeña e
intensa novela Pérez-Reverte nos presenta a un par de compañeros periodistas,
un reportero y su cámara, trabajando en la Guerra de los Balcanes. Estamos en
los años noventa, mediados, y los nombres de lugares que aparecen en la novela
son todos reales, existen, pueden ser pisados. Los nombres de los protagonistas
son inventados pero seguro que detrás tienen dos esqueletos reales, dos voces
roncas quizá, dos mentes ágiles aún, dos espíritus sobreexpuestos a la vida
probablemente. Y sin embargo “Territorio
comanche” no es una novela de guerra al uso.
La manera en que “Territorio comanche” está narrada
hace que el hilo principal de la novela quede en un total y absoluto segundo
plano. Las anécdotas, reales o no (solo Pérez-Reverte lo sabrá, aunque por el
tono que en el libro se usa me da que hay más de verdad que lo que una novela
al uso tendría), hacen que seguir lo que la pareja de periodistas buscan y
pretenden contar sea simplemente una excusa para hacer ver al espectador lo que
es una guerra de verdad y lo que era el oficio de periodismo.
Guerra y
periodismo se dan la mano en “Territorio
comanche”. No hay que olvidar que Pérez-Reverte fue corresponsal de
guerra de TVE en multitud de conflictos armados, entre ellos el de los
Balcanes, su último destino de hecho. Obviamente sabiendo esto de Pérez-Reverte
es inmediato pensar que esta novela es más que una simple narración con altas
dosis de ficción. Los recuerdos que los protagonistas evocan traen al lector
nombre reales, de periodistas conocidos por todos, corresponsales
internacionales de gran prestigio. Además las anécdotas no se ciñen únicamente
a escenas de guerra en los Balcanes sino en otros muchos escenarios, y no solo
a escaramuzas sino también a la vida cotidiana de los periodistas, a cómo es la
vida de un corresponsal de guerra, en los hoteles, en los coches, en los
aeropuertos.
Quienes seguimos a
Pérez-Reverte y conocemos un poco su trayectoria sabemos cómo es, cuán mordaz
es su sentido del humor, cuán irónico es hablando en muchas ocasiones y cómo de
sincero puede llegar a ser. En “Territorio
comanche” y aunque pretenda ser un novelista más no lo es. En cada
frase, en cada comentario puesto en boca de alguno de los personajes, en cada
recuerdo está detrás la voz inconfundible de Pérez-Reverte. Quizá esta sea su
novela menos novela y se acerque más a una memorias camufladas de ficción para
no terminar de herir sentimientos. De hecho hasta él mismo es parodiado y
vilipendiado en una frase demoledora en la que se califica a sí mismo de
fulano.
A diferencia de “El pintor de batallas”, “Territorio comanche” es una
novela mucho más cruda en la que la guerra en todas sus facetas y puntos de
vista es la protagonista, o mejor dicho, es el ser humano, el hombre, el que a
través de su brutalismo y desgarro protagonizan la novela. No ha moralismo en
este libro. Pérez-Reverte no pretende dar una lección sobre cómo es y cómo
debería ser el hombre, y además está muy lejos de hacerlo. En las páginas de
esta novela simplemente hay descripción de hechos tal y como son entre bombas,
polvo y escombros, y es el lector el que debe de sacar las conclusiones, sobre
todo en esos pasajes en los que uno debe apartar la vista de la novela para
digerir lo que ha leído.
Quizá “Territorio comanche” sea la
novela de Pérez-Reverte que más me haya gustado y más me haya entretenido a
pesar de su absoluta crudeza. También creo que este libro es perfecto para
meterse en la obra de Reverte y no sólo para ello, ya que también es el medio
perfecto de conocer cómo es este escritor tan polémico a veces por decir las
cosas como las piensa sin tener que dar explicaciones a nadie. Quizá todos los
críticos del cartagenero deberían leer más sus novelas para darse cuenta de que
lo que Pérez-Reverte ha visto el común de los mortales no lo vamos a ver y que
lo que dice lo hace sin pensar en el qué dirán que tantas veces impera en
nuestra, cada vez más, mojigata sociedad. No me queda más que decir que a pesar
de la ausencia que esta novela a nivel personal me ha recordado es una gran
obra literaria. Pasen y lean.
Caronte.
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