Lo he dicho ya
alguna vez: no soy de sagas literarias (salvo la excepción de Harry Potter sin
la cual no sería el lector que soy ahora). Hecha esta aclaración he de decir
que cuando en un sorteo en Internet me tocó el primer libro de la que se ha
convertido en una de las sagas revelación de los últimos años, “Falcó”, sentí curiosidad y algo
de pereza por pensar que si la saga se alargaba mucho tendría que ir leyendo
libros cada equis años para ir sabiendo de los personajes. Sin embargo,
Pérez-Reverte, su autor, sabe manejar estos asuntos como buen profesional de la
literatura que es y ha escrito lo que ha querido en tres volúmenes que ha
publicado casi de manera sucesiva asombrando a propios y extraños. El libro que
reseño hoy es el segundo ejemplar de esa trilogía y fue un regalo “sorpresa” de
Reyes. Grata sorpresa tanto por el regalo
en sí, como por la propia lectura, que como me pasó con el primero de los
libros me ha encantado y me ha parecido increíble.
“Eva” es la continuación inmediata
de “Falcó” tanto en personajes
como en trama. Si el primer ejemplar de esta trilogía se desarrolló en
territorio Español, esta continuación se vuelve internacional y exótica, tirando
de un escenario clásico de las novelas de espías como es Tánger. Los personajes
son los mismos, Lorenzo Falcó, el Almirante, Paquito Araña y, cómo no, Eva
quien da nombre a este segundo volumen de la saga y que los que leímos el
primero pensábamos que estaba amortizado como personaje. Pero en alguien como Pérez-Reverte
es mejor no dar nada por sentado.
En esta segunda
entrega de la saga la trama gira en torno a un buque carguero republicano anclado
en Tánger y cargado con unas cuantas toneladas de oro español. En “Eva” el Almirante, jefe de los
servicios secretos ‘nacionales’ encarga Lorenzo Falcó ir a Tánger para
recuperar, ese oro, el barco o conseguir que su capitán lo entregue. Los medios
para conseguirlo son típicamente Falcó. No faltan traiciones, muertes, golpes,
sexo, alcohol, cafiaspirinas y sobre todo ironía, mucha ironía.
Pero dejemos a un
lado la trama de “Eva”, porque
con esta segunda entrega Pérez-Reverte se ha revelado como un maestro de la novela
negra o de espionaje (no sé muy bien cómo calificarla) y yo creo que sin
quererlo, se ha situado a la altura de los grandes clásicos de este género. No
exagero diciendo que es uno de los libros que más he disfrutado recientemente:
la trama, los personajes, el escenario y la manera en que está escrita esta
novela, hacen que todo forme una unidad compacta perfectamente engrasada que
hace que el lector, en este caso yo mismo, no pueda dejar de leer y quiera
continuar un poco más cada vez que coge el libro para saber qué pasa a
continuación.
No es solo que “Eva” sea una novela de espías y
aventura redonda, es que es perfecta en su concepción. A nadie se le escapa que
Pérez-Reverte es un artesano de la novela y la escritura. Organiza, estructura
y prepara sus libros al milímetro para que nada se le escape; todos los
detalles, por muy nimios que parezcan ayudan a que el lector viaje al Tánger de
los años 30 y se adentre en la trama de mano de Falcó y los demás personajes. Y
son estos personajes, conocidos y nuevos, los que hacen de las obras de
Pérez-Reverte obras literarias muy entretenidas.
Quiero hacer mención
por encima de otras cuestiones a los personajes que aparecen en “Eva”. Pero no voy a hablar de
Falcó (que sigue tan mujeriego, bribón y oscuro como siempre), el Almirante
(cuyas conversaciones con Falcó son de las más divertidas que he leído) y
Paquito Araña (un homosexual de armas tomar que se sale de cualquier típico
tópico). Voy a hablar de para mí los personajes que dan a esta novela otro
nivel. Por un lado están los capitanes del Mount
Castle, capitán Quirós, y el destructor ‘nacional’, capitán Navia; ambos
hombres fieles a sus oficios de marinos con una misión, lejos de ideologías y
partes, cuyas conversaciones en la novela son de un honor y una rectitud infinitos.
Por otro lado tengo que hablar de Moira Nikolaos un personaje femenino que no
sé por qué me da a mí que viene inspirado por alguna periodista reportera de
guerra de los tiempos de Bosnia de Reverte, cuya importancia en la novela es
primordial, no solo para la trama sino para conocer un poco más a Falcó y su
pasado. Y por último he de volver al personaje que da nombre a la novela, Eva,
Eva Neretva, quien vuelve a ser fundamental en la trama para volver a poner a
Falcó en un brete dejándole de nuevo bastante tocado.
Pérez-Reverte ha
conseguido con “Eva” llevarme
a una época en la que quizá nunca me hubiera visto viviendo, pero que tras esta
entrega de la trilogía de Lorenzo Falcó (aunque según el propio autor
probablemente vuelva a haber alguna otra aventura más) me atrae más que nunca.
La literatura está para eso: para transportarnos a épocas que no nos han tocado
vivir y que solo podemos imaginar, y para conocer personajes y personalidades con
las que nunca mezclaríamos nuestra vida. Fantasear a fin de cuentas puede ser
el objetivo fundamental de la literatura, y cada vez tengo más claro que
Pérez-Reverte es uno de esos grandes escritores que lo consiguen.
“Eva” tiene absolutamente todos
los ingredientes de la novela clásica de espía: calles empedradas, niebla,
mujeres hermosas, hombres despiadados, celos, envidias, traiciones, destellos
de puñales en la noche, gritos, sangre y muerte, alcohol, grandes
conversaciones, humo de tabaco, sombreros y gabardinas… Lo digo sinceramente,
esta novela ha colmado todas mis expectativas, me ha divertido, intrigado, animado
a seguir leyendo y a viajar a Tánger y sobre todo me ha entretenido con una literatura
de muy alta calidad no apta obviamente ni para lectores de folletines, ni para
lectores de superventas de ochocientas páginas. En las páginas de “Eva” el lector encontrará al
Arturo Pérez-Reverte más mordaz, irónico y feliz, ya que se nota que estos
libros los ha escrito divirtiéndose con cada palabra plasmada en papel y eso es
siempre de agradecer.
Caronte.
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