viernes, 18 de enero de 2019

Lectura crítica: “Que no muera la aspidistra”


Hace ya unos cuantos años leí la que por muchos es considerada una de las grandes novelas de la historia, “1984” de George Orwell. En aquel entonces, y quizá porque era aún un lector joven, aquel libro me pareció la mayor sobrevaloración de la historia de la literatura, un libro insulto, mal escrito para mi gusto (aunque quizá debería de decir que mal traducido al español), en el que no encontré nada de aquello que todo el mundo parecía encontrar en las páginas de esa distopía sobre un futuro/presente en el que la libertad no existe y el sentido crítico se ve castigado con la cárcel y el confinamiento. No me sorprendió nada, ni me conmovió, ni sentí que estaba ante una obra profética de hacia dónde se movería el mundo y la sociedad. Quedé muy decepcionado con la novela y con Orwell. Sin embargo, hace también un tiempo vi un título suyo que me llamó la atención, ya estos Reyes por error en un regalo tuve que cambiar un libro por otro, y aquí estoy haciendo la reseña de esta segunda oportunidad.

Que no muera la aspidistra” es una novela sobre un idealista, Gordon Comstock, que odio el capitalismo y el dinero y todo lo que emana de él. Es un ser que vive en el Londres prebélico de los años treinta donde tener 5 libras te convierte en un adinerado miembro de la clase media acomodada, en una habitación alquilada de mala muerte sin baño privado ni casi calefacción; que trabaja en una librería andrajosa; que tiene una novia, Rosemary, que no le deja porque le ama aunque Gordon nunca lo vea así; y que es incapaz de disfrutar de la vida porque es incapaz de darse cuenta de que el mundo es diferente a sus principios e ideales.

Como puede verse en el mini resumen que acabo de hacer de lo que es el núcleo de la novela, “Que no muera la aspidistra” es prácticamente un panfleto anticapitalista que bien podría encajar perfectamente en los idearios de algún que otro político y partido de izquierda utópica que más que luchar por el bien de los más desfavorecidos, de los que siempre están abajo en la pirámide social, terminan por arruinarles la vida eternizando sus condiciones debido a las luchas de matices ideológicos que cada cierto tiempo achacan a sus fantasiosos ideales. Por eso de nuevo Orwell y una de sus novelas me han decepcionado amargamente.

Para mí no tiene interés alguno que durante las trescientas páginas de “Que no muera la aspidistra” se plantee la vida de su protagonista como miserable y acuciante por el tema del dinero y su evolución hacia convertirse en un ser amargado que solo acepta el dinero y el capitalismo cuando, según él, su novia está a punto de hacer una burrada inhumana. Me parece un planteamiento hipócrita por parte de Orwell, y ante todo me parece tedioso estar constantemente leyendo un libro que tacha la realidad del mundo como algo por lo que los que tenemos una conciencia de izquierdas o socialista deberíamos estar purgando constantemente nuestros pecados. Es agotador Orwell creyéndose por encima de todos.

Supongo que en su momento “Que no muera la aspidistra” fue una novela decidida a poner en cuestión los principios del capitalismo y la sociedad centrada en el dinero y cómo este valor ficticio impreso en billetes o acuñado en piezas de metal a las que llamamos monedas, rige nuestra vida en todos sus aspectos. Sin embargo, tras su lectura para mí esta novela no es más que una farsa, una parodia cruel de los anticapitalistas y su ideología desfasada, absurda y dañina. No hay mayor paradoja que esta y quizá pensar esto es lo que más ánimos me da después de haber leído este libro, que considero una pérdida de tiempo.

Probablemente los más puritanos, esos críticos de pacotilla que se creen intelectuales por admirar novelas como esta dirán que “Que no muera la aspidistra” es una fábula absorbente sobre la decadencia de un sistema que arruina el intelecto y destruye las aspiraciones humanísticas que debería tener la sociedad. Para mí este libro perfectamente podría haber sido obviado y me demuestra una vez más que muchas veces un título sugerente y sugestivo, porque siendo sincero esta novela lo tiene, no esconde una novela igualmente calificable. Pero bueno, algo decente habrá que decir y eso bueno es quizá el Londres que describe, ese Londres arisco y árido, difícil de vivir para quien no tiene recursos suficientes, como era la mayoría en la época de la novela y como sigue siendo a día de hoy donde la clase media, si es que existe debe emplear muchos recursos para incluso trabajar.

No voy a decir más sobre “Que no muera la aspidistra” porque no tengo más que añadir. Solo puntualizar que no va a haber más oportunidades para Orwell. Me ha decepcionado dos veces con dos novelas de cortes parecidos, pero muy distintas. Aquí se acaba mi andadura por la obra de quien algunos consideran un gran novelista y una de las voces más importantes de la literatura inglesa de la primera mitad del siglo XX. Yo, por suerte o por desgracia, no he podido con él.

Caronte.

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