Los que amamos la literatura
somos muchos y en un mundo editorial trufado semanalmente de novedades y
lanzamientos estrella y novelas del mes, del año, de la década y del siglo,
muchas veces es complicado realmente encontrar esos libros que hacen que
sigamos amando la literatura como desde ese primer día en que terminamos de
leer el libro que nos convirtió definitivamente en lectores empedernidos. No es
sencillo, sin embargo, dar con uno de esos libros que nos reafirmen en nuestra
confianza en la literatura como poder transformador de las personas y la
sociedad. A veces simplemente pasa que un libro, proclamado como libro del año,
lo cumple y tras su lectura te quedas diciendo “¿qué acabo de leer?” anonadado
e intentando asimilar lo que el autor te ha contado en un buen puñado de
páginas. Asombra la rotundidad con la que este libro ha puesto de acuerdo a
lectores, editores, libreros y críticos; no suele pasar.
La ciudad de los vivos es
la reconstrucción minuciosa de un terrible, brutal e inhumano asesinato en Roma
en el año 2016, cuando dos hombres de unos 30 años mataron cruelmente e
infligiendo una tortura y un sufrimiento poco común a un chaval de unos 20 años
asestándole puñaladas, cortes y martillazos. Nicola Lagioia se obsesionó con un
crimen sangriento y cruel, que conmocionó a toda Italia y que durante meses fue
carne de tertuliar televisadas, crónica negra en prensa y morbo en redes
sociales con infinidad de mensajes y comentarios y vídeos y publicaciones al respecto.
De esa obsesión ha salido un libro brutal, soberbio y que actúa como un
puñetazo en el mentón del lector para despertarlo ante una realidad que ni la
más negra o terrorífica de las novelas es capaz de igualar.
No hay dudas de que el asesinato
de Luca Varani a manos de Marco Prato y Manuel Foffo fue un acto terrorífico y La
ciudad de los vivos lo atestigua gracias a la labor de documentación y
recolección de documentación y testimonios de personas involucradas en aquel
suceso de Lagioia. Pero, lo que más pavor me causa, lo que más me turba es que
todo lo que en las páginas de este libro se narra es la más pura y tangible de
las realidades. Ni la más imaginativa y perversa de las novelas negras que haya
leído hasta el momento llevan a un asesinato así, quizá también porque
aparentemente, y que se haya podido saber tras investigaciones policiales y
judiciales de este caso, no hubo ningún móvil aparente para que Prato y Foffo
acabaran con la vida de Varani.
Se podría llegar a pensar si más
de 450 páginas no es un poco excesivo para contar un asesinato. Es lógico,
quizá solo el asesinato no daría para tanto, pero como toda historia basada en
una obsesión en esta Lagioia también nos habla del entorno social en el que
todo este suceso tuvo lugar. Roma es un elemento esencial en La ciudad de
los vivos, de hecho, da título al libro. La decadencia de una ciudad
vendida al turismo, donde nada funciona, donde todo el mundo va a su bola y a
su libre albedrio porque nadie desde el poder hacer nada por arreglarlo, donde
la corrupción política, moral, ética, cultura y social impregnan todos los
rincones, y donde las ruinas del antiguo Imperio Romano no son más que la
materialización macabra e irónica de la ruina interior que vive la capital de
Italia.
En La ciudad de los vivos
conviven una crítica feroz a la sociedad actual que ha hecho que los jóvenes no
tengan un futuro hacia el que orientarse, con una definición de la toxicidad de
las relaciones que la juventud entabla con su alrededor, tanto sentimentales
como de amistad, donde la soledad, la desubicación personal, la represión de
uno mismo, la homofobia (porque es de homofobia dentro y fuera del colectivo
lgtbi), las drogas y el alcohol como ejes vertebradores del ocio juvenil y la
escasez de dinero en un mundo donde todo gira en torno a tenerlo en grandes
cantidades para creerse libre marcan a las personas. Este libro no es
simplemente la crónica de un asesinato, su concepción, su ejecución y sus
consecuencias posteriores, sino que se convierte en un espejo macabro en el que
leer lo que somos como sociedad (y, aunque Roma sea la ciudad donde se centra
todo, cualquier capital o gran ciudad del mundo pueden verse reflejadas en ella
de una u otra manera).
La homofobia aún instaurada en la
sociedad está en el corazón de esta historia. Una homofobia interna y externa,
desde uno mismo a la sociedad, que hace que las personas teman y se nieguen a
ser quienes son. Prato, Foffo y Varani eran homosexuales, el primero
abiertamente, los otros dos se lo negaban permanentemente engañándose a ellos
mismo y cayendo en pozos de perdición personales por vivir permanentemente una
doble vida embustera. La ciudad de los vivos muestra como tanto la
sociedad como nosotros mismos (ya que nosotros somos parte indisoluble de la
sociedad) condicionan y generan acciones, sentimientos y odios cruzados que nos
destruyen. Miedo da además reconocer en las páginas de este libro verdades como
puños y ver cómo nos dirigimos a la ruina existencia casi sin frenos.
Quien empiece La ciudad de los
vivos no lo va a soltar. Y no lo hará porque desde el primer momento
subyuga, desde la primera página el lector se va a ver arrastrado por una
mezcla de morbo, repulsión, odio y voluntad de saber y comprender el porqué de
un asesinato de este calibre y magnitud. Pero como buen espejo que es de la
sociedad que nos está tocando vivir, como pantalla en la que el lector va a ver
los vicios y las pocas virtudes de una sociedad sin rumbo que exige y exige sin
pararse a pensar en cuales son los debes y obligaciones para con ellos mismo y
para con la sociedad, tampoco es fácil enfrentarla con total sinceridad, porque
cada lector, todos a fin de cuenta vamos con ideas preconcebidas sobre cada uno
de los temas que aquí se tratan. Lean y disfruten.
Caronte.