Hacer caso de una recomendación
puede parecer algo sencillo y fácil, sobre todo si quien te recomienda una
novela sabe un poco qué te gusta, pero siempre hay riesgos de error, de
recomendar un libro que no conecte con la persona a la que le has hecho la
recomendación, básicamente porque cada lector es un mundo y cada libro otro muy
distinto. Para mí una novela puede implicar y significar una cosa y para otra
persona puede ser un libro totalmente diferente, aun teniendo los mismos o muy
parecidos gustos literarios. Por eso nunca es fácil recomendar un libro y
cuando algún amigo me dice que le recomiende alguna novela para engancharse a
la lectura o simplemente porque lleva varios libros que no le transmiten nada
intento escurrir el bulto o tirar de libros que tras más de una lectura siguen
demostrándome porqué me gustaron en su momento. Aunque, insisto, no es fácil
nunca recomendar un libro a alguien. Esta novela ha sido eso: una recomendación
de varios conocidos y al comprarla en la Feria del Libro de Madrid el propio
librero que me la vendió me dijo que iba a ser una gran lectura.
Contextualicemos un poco la
novela: Chile, año 1986; Augusto Pinochet gobierna el país con mano de hierro y
esparciendo miedo para mantenerse como dictador de Chile; las protestas contra
la dictadura son cada vez más normales y más descaradas; los movimientos
estudiantiles hacen presión contra un gobierno corrupto y dictatorial, donde la
violencia contra la disidencia es la norma. Es en este contexto histórico donde
se desarrolla la historia de amor y desamor de Tengo miedo torero. Pocos
autores se atreverían a mezclar en una misma novela, y en una misma historia,
además, la lucha contra la dictadura de Pinochet y, en concreto, el atentado
que casi le cuesta la vida de septiembre de 1986, y una historia de pasión
protagonizada por un homosexual entrado ya en su madurez y un joven estudiante
entusiasta e idealista. Pedro Lemebel mezcla en esta novela política, amor y
homosexualidad, y con esto simplemente ya estaríamos hablando de un libro en
mayúsculas.
No es sencillo entrar en esta
novela. El estilo tan personal y Lemebel, los coloquialismos del lenguaje del
español de América no hacen fácil iniciar la lectura de Tengo miedo torero.
Me ha costado un buen puñado de páginas adaptarme al ritmo narrativo y al
estilo de Lemebel, a saber quién me habla desde las páginas de la novela y a
saber discernir tonos, ambientes y voces. El colorido, la musicalidad y la
textura del español del otro lado del charco hace que cada novela de un autor
iberoamericano que se coge y se lee sea totalmente diferente. Por eso también
amo la literatura iberoamericana: por ponerme difícil su lectura, por enseñarme
matices y palabras nuevas de un idioma que es mi materno pero que solo
conociendo una parte del mismo (el español de España) hace que nos perdamos una
inmensa riqueza en matices.
En Tengo miedo torero,
Lemebel da forma a un thriller político que se mezcla con una historia de amor
no correspondido, o al menos no correspondido como las partes merecerían. La
Loca del Frente es un homosexual bordador de prendas para la élite que vive en
los bajos fondos de un Santiago de Chile revuelto por las protestas contra
Pinochet. Carlos es un joven estudiante involucrado de lleno en el intento de
magnicidio contra Pinochet. Dos mundos quizá encontrados, quizá destinados a no
cruzarse nunca, pero que se cruzan. La Loca del Frente se enamora de Carlos, un
chico dulce, que le trata bien, le escucha y no le juzga: una rara avis en una
época donde el estigma contra los homosexuales era enorme y la violencia física
y verbal contra ellos la norma. Carlos quizá se aprovecha de la Loca del Frente
para sus intereses, pero nunca la trata mal, nunca lo hace con mala fe y nunca
sin el beneplácito de la Loca.
Si a todo esto además se suma que
el propio Pinochet y su mujer son dos personajes más a los que Lemebel da voz
pintándoles a él como un pelele sin sangre, cobarde y autoritario, y a ella
como una cacatúa que no calla ni debajo del agua hasta el punto de agotar a su
marido constantemente, resulta que Tengo miedo torero puede ser también
una especie de sátira mezclada con el thriller político y con la novela social
homosexual.
Una vez el lector sea capaz de
adaptarse al estilo y al ritmo narrativos de Tengo miedo torero y de
Pedro Lemebel encontrará una novela intensa, emotiva, cruda y cuya lectura
entre líneas es mucho más importante que la directa. Porque no es solo lo que
esta novela nos cuenta en su lectura sino lo que insinúa entre líneas, esta vez
más centrado en La Loca del Frente y su vida pasada como homosexual afeminado
en una sociedad como la chilena, aunque podría ser cualquiera latinoamericana,
muy machista y ruda. Como dije al principio recomendar no es sencillo, pero en
este caso esta recomendación me ha sorprendido de principio a fin porque no
esperaba una novela tan variada y llena de facetas diferentes, tantas aristas y
tantas posibles lecturas. Una delicia de libro en definitiva.
Caronte.
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