De Antonio Muñoz
Molina hasta la fecha sólo me había leído “El
Jinete Polaco” novela ganadora del Premio Planeta hace ya bastantes
años y por tanto una de las más conocidas de este autor. Como me ha pasado con
otros muchos autores que poco a poco he ido descubriendo este último año, Muñoz
Molina no era para mí más que un nombre conocido por haberlo estudiado como uno
de los autores españoles vivos más importantes, pero poco o nada me había leído
de él. Ésta primera novela suya que leí me deslumbró completamente y decidí
incorporarle a mi biblioteca personal como autor de referencia. Pero por
cuestiones indefinibles hasta casi un año después no he vuelto a leer nada
suyo. Esta vez, y como primer libro que me leo durante este curso universitario,
el libro escogido ha sido “El invierno
en Lisboa”, novela también premiada esta vez con el Nacional de
Narrativa y el Premio de la Crítica, dos de los premios más prestigiosos de las
letras españolas. Añado aquí como nota aclarativa que el hecho de que un libro
tenga un premio no quiere decir que sea bueno, últimamente los premios más
parecen obedecer a intereses editoriales que a verdadera calidad literaria.
Pero “El invierno en Lisboa” poco o
nada tiene que ver con el anterior libro de Muñoz Molina que me leí. Eso sí
aunque muy diferentes, ambos son libros extraordinarios que llevan al lector a
mundos tan iguales y diferentes al nuestros que hacen que las historias que se
narran en ellos creen una atmósfera única. El libro del que hoy me toca hablar
es novela negra, pura novela negra, aunque este género no tenga verdaderos
autores puros en España. Muñoz Molina ha conseguido con este libro envolverme
en una atmósfera gris, neblinosa, de noches oscuras, cielos plomizos y aire
pesado y cargado de nostalgia de un pasado sin futuro, ambientes cargados de
recuerdos borrosos pero nítidos y personajes que no descubren nunca por
completo su verdadera personalidad y al mismo tiempo el lector puede verlos
completamente desnudos sin ninguna coraza que les cubra.
Esta novela está
ambientada en varios lugares, Madrid, San Sebastián y Lisboa principalmente;
pero también podría haber estado ambientada en cualquier otra ciudad con alma
jazz, como Berlín o Estocolmo, ciudades ambas que también salen nombradas en
este libro aunque de manera muy superficial. Pero aunque la historia, la trama
de la novela se desarrolle en estos tres lugares, en sus calles, hoteles y
locales de jazz oscuros, no es sino en los propios corazones de los personajes
donde cobra mayor sentido el concepto de novela negra que “El invierno en Lisboa” inspira en el lector. Madrid, San
Sebastián y Lisboa no son simples escenarios grises, neblinosos, donde nada ni
nadie es quien parece y donde por mucho que a uno le vean siempre puede pasar
desapercibido, desaparecer sin ser visto aunque miles de ojos estén observando.
Las tres ciudades son también personajes de la novela, secundarios de lujo que
le dan a la trama su aire de misterio y nostalgia, de melancolía por un pasado
que no se va a volver a repetir, por ese pasado que se nos va de las manos
mientras es presente aunque no queramos. Estas tres ciudades, aunque sobre todo
Lisboa y San Sebastián, muestran aquí su cara más gris, encapotada, húmeda,
aunque la luz también tiene su protagonismo, esa luz clara y fría, blanca y
brillante que roza los edificios y el pavimento de las calles.
Más que las
ciudades, son los locales de jazz los sitios donde se narra la historia.
Lugares oscuros, con apenas luz, o con una luz muy tenue. Locales donde se escucha
siempre de fondo el jazz, el sonido quebrado de una trompeta, las notas
emitidas por un piano o un contrabajo. Humo y aromas de bourbon. Lugares todos
ellos cargados de ese halo de cultura pasada irrepetible de cantantes de jazz
con sus cigarros encendidos consumiéndose solos en los ceniceros donde la
ceniza ya inerte caerá muerta, vasos a medio acabar de licor color ocre. Muñoz
Molina ha sido capaz de recrear los verdaderos ambientes de la novela negra de
toda la vida, esos sitios que todos los amantes de este gran género literario
tienen en la cabeza y siempre se imaginan que puedan existir para entrar alguna
vez y perderse en algo irreal.
“El invierno en Lisboa” cuenta la
historia de amor y huida de Santiago Biralbo, un músico de jazz que lleva toda su
vida trotando por el mundo de local en local, vagando de una botella de bourbon
a otra, y de Lucrecia una mujer más que enigmática de la que apenas se dice
nada en la novela pero que a su vez queda reflejada como la clásica femme fatal de las novelas negras, esa mujer que supone la perdición para
el hombre que caiga en su encanto. Es la historia de una huida hacia adelante
sin saber muy bien hacia dónde. Huida provocada por la desaparición de un
cuadro de Cézanne, cuadro que roba Lucrecia y que quiere recuperar un marchante
de arte igual de misterioso que Lucrecia, Touissant Morton, conocido del
anterior novio de ella Malcolm. Morton es un hombre corpulento de color de
nacionalidad francesa y Morton es su socio en negocios poco limpios, más bien
oscuros. Falta un personaje muy importante en esta historia y es el narrador de
la misma, un amigo de Santiago Birablo, que un día le ve en uno de los clubes
donde solía actuar en Madrid pero con un nombre diferente. En ese momento en
cuando todo el torrente de la historia se precipita al vacío para encontrarse
con el lector en diversas reuniones entre los dos viejos amigos en los que
repasan el pasado, el pasado de Santiago Biralbo y su vida zigzagueante entre
nieblas, humo de cigarros inacabados y vasos de bourbon. Las huidas de una
ciudad a otra, las habitaciones destrozadas por los registros, los hombres en gabardina
que ocultan en los pliegues de las misma pistolas con las que encañonar al
perseguido, vagones de tren vacíos donde las sombras se convierten en realidad,
ventanas encendidas en medio de la noche, calles empedradas y húmedas antes de
que levante el día; las huidas y el amor, un amor que también va escapando de
su destino y que parece inalcanzable e irrealizable, y que quizá haya muerto
antes de nacer.
La trama de “El invierno en Lisboa” no es
rápida, ni extensa, pero Muñoz Molina sumerge al lector en ese mundo casi
secundario, marginal de los clubes de jazz y sus músicos, del contrabando y de
los mafiosos que trafican con cuadros robados. Aparte de los personajes
principales que protagonizan la novela, hay varios secundarios extraordinarios
como Floro Bloom y Billy Swann, el primero es un viejo compadre de Biralbo y
del propio narrador de la historia, de los años buenos y de esplendor, que
regente un local de jazz, mientras que el segundo es un músico reputado que
coge a Biralbo como componente de su banda encomendándole tocar el piano. Para
mí Floro Bloom es el personaje más divertido de la novela, el más estrafalario,
el contrapunto a todo el ambiente pesado que la novela lleva consigo durante
todas sus páginas, el camarada siempre dispuesto a echar una mano a un viejo
amigo sin preguntar, callando simplemente y actuando. Bloom, Birablo, Lucrecia,
Malcolm, Morton y Swann, todos son personajes de esta novela de Muñoz Molina
pero perfectamente podrían encajar en cualquier obra de los grandes genios de
la literatura negra de verdad, en esos ambiente sórdidos y casi abandonados,
donde sólo los de siempre encuentran un lugar al que pueden llamar casa.
He de decir que
soy un amante de la novela negra desde hace muchos años pero en España no
tenemos muchos escritores que puedan decir que dominan este género, en este
país somos más lectores de otro tipo de libros y por tanto los escritores no tienen
esa práctica con este género soberbio. Pero en “El invierno en Lisboa” Antonio Muñoz Molina ha demostrado
que sin ser un escritor habitual de novela negra, un gran dominio del género
creando una atmósfera propia sólo comparable a la que el lector puede encontrar
en las obras de los grandes de este género. No tenía dudas de que Muñoz Molina
es un grandísimo escritor, ya me lo demostró en esa deliciosa novela que ya me
leí hace un año como fue “El Jineta
Polaco”, pero “El invierno en
Lisboa” tan diametralmente opuesta por trama, personajes y ambientación
a aquélla me ha demostrado que estamos ante uno de los grandes escritores
españoles y no tengo dudas de que seguiré leyendo su obra, poco a poco pero sin
pausa. Todo aquel a quien le guste la novela negra de verdad, la de los
ambientes grises, húmedos y oscuros, la de las persecuciones, los disparos en
la noche, los whiskies en anchos vasos de cristal y los cigarros inacabados
debería leerse esta novela, porque además no es excesivamente larga lo que
podría llevar a generar una atmósfera cargante para el lector. Para mí ha sido
una delicia haber empezado mi último curso de la universidad leyéndome esta
novela, y espero poder encontrar en mis siguientes lecturas una tan amena y que
me enganche tanto como esta de Muñoz Molina.
Caronte.
Acabo de leerla y tu buen comentario corrobora mi impresión de la novela. Saludos.
ResponderEliminarEs una gran novela, en la gran línea de Muñoz Molina.
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