Llevaba teniendo
pendiente leer esta novela de Vargas Llosa un año justo, desde el día de
Navidad de 2013. Este libro fue de hecho un regalo de Papá Noël, lo que pasa es
que por su tamaño, más de novecientas páginas, no me había atrevido a empezarlo
durante la época universitaria ya que me hubiera supuesto muchos días de
lectura en el metro, y porque básicamente no encontraba el momento adecuado
para empezarlo. Hasta esta pasada Navidad, que me dije que ya era momento de enfrentarme
a él y leerlo de una vez por todas para que cada vez que mi mirada se posara
sobre su lomo no me sintiera culpable por tenerlo ahí abandonado. Lo he acabado
la semana pasada después de casi un mes de lectura irregular, primero durante
las vacaciones en el poco tiempo libre que sacaba para descansar de hacer mi
PFC, y luego ya de manera más constante en el metro yendo a la universidad. Y
he sacado una conclusión para futuras lecturas en el metro, no voy a leer
libros de más de quinientas páginas, porque se terminan eternizando, no porque
no me gusten, sino por su extensión.
Para empezar con
este libro hay que tener ganas, estar muy preparado y que no es fácil nunca
enfrentarse a una novela de tal tamaño. Pero merece la pena. Cuesta mucho
comenzar la lectura de “La guerra del
fin del mundo” ya que como suele ocurrir con escritores
iberoamericanos, a pesar de estar escrita en el mismo idioma que dominamos los
españoles, es español de América es muy diferente al peninsular. Me costó mucho
coger ritmo en esta novela, ya que me tuve que acostumbrar a las palabras tan
diferentes que emplea Vargas Llosa en la novela. Pero no solo eran las palabras
las que me complicaban la lectura, esto es hasta cierto punto normal ya que el
vocabulario es muy rico y diverso lejos de nuestras fronteras, pero también lo
hacían la manera de narrar y las formas narrativas. Sin embargo una vez cogido
el ritmo y acostumbrado al vocabulario me adentré en una historia fabulosa, con
una riqueza sintáctica y léxica que solo se da en los escritores
iberoamericanos. Es un placer leer en español sin ser español del todo lo que
lees, sino más bien un español diferente, quizá mucho más rico.
La historia que se
narra en las páginas de “La guerra del
fin del mundo” es real, es historia propiamente dicha. Más
concretamente se trata de un episodio histórico que se desarrolló en las zonas
rurales de Brasil y por el cual se mezclaron, religión y rebeldía, y desembocó
en una guerra más cruenta de lo que hubiera sido necesario viendo los protagonistas
de la misma. Este episodio histórico se conoce como la Guerra de Canudos y en
las páginas de esta novela de Vargas Llosa se ve el desarrollo de la misma
desde sus orígenes hasta su aciago y sangriento final, pasando por todo el
desarrollo de la contienda. Los personajes que aparecen en la novela son tanto
reales, como algunos militares y el principal instigador de la revuelta Antonio
el Consejero, como inventados; pero da lo mismo, porque en todos Vargas Llosa
incorpora la ficción narrativa y les hace grandes, interesantes y profundos al
mismo tiempo.
Como he dicho el
principio del libro es algo tedioso, no solo por el lenguaje al que no estamos
acostumbrados y a las palabras tan típicas y únicas que hay en la literatura
iberoamericana, sino también por la propia historia en sí misma. Las primeras
páginas, básicamente la primera parte del libro es la más cansada, la más
farragosa y la que menos se entiende si se coge de manera independiente del
resto. Pero a pesar de esto, el lector que supere estas primeras páginas y
persevere en la lectura de “La guerra
del fin del mundo”, se encontrará con una historia enriquecedora, que a
partir de un episodio histórico real, nos cuenta todos los vicios de la vida,
todo lo oscuro que puede llegar a ser el ser humano y las locuras que la falta
de raciocinio y el fanatismo nos llevan a cometer a los seres humanos.
Porque a pesar de
que la historia que se narra en las páginas de este libro tiene un sustento
real, la Guerra de Canudos, es mucho más que un libro histórico. Hay mucha
parte histórica, es cierto, y además muy bien documentada y explicada, mejor
que en muchos libros didácticos, y es de agradecer el enorme esfuerzo que tanta
documentación, tantos datos y tanta minuciosidad a la hora de contar lo que
pasó en Brasil durante aquel episodio de su historia, le tuvo que suponer a
Vargas Llosa. Pero aparte de todo esto, “La
guerra del fin del mundo” es un libro sobre la propia naturaleza del
ser humano. Y más concretamente de seres humanos de los que nos solemos olvidar
en la vida diaria. Esas personas que quedan marginadas por ser incomprendidas
por la sociedad, por no terminar de encajar en ningún patrón social y por tanto
son tachadas de extrañas y apartadas. Esas personas que sólo piden ser visibles
a lo demás y que necesitan sentirse personas como todos, y vivir en sociedad.
En este análisis de los marginados sociales en donde la novela cobra su mayor
importancia, y no sólo en ellos sino también en aquellas personas que
acrecientan dicho sentimiento y marginan aún más a esas otras personas que no
son como ellas. Esta marginalización hace que los fanatismos cobren
importancia, y se aprovechen de estas circunstancias para ganar adeptos
vendiendo humo, como en el fondo pasó en el episodio histórico en el que se
enmarca esta historia.
Todos los
personajes que salen en la novela, tanto los históricos que están novelados,
como los inventados por Vargas Llosa están perfectamente descritos, sobre todo
en su forma de ser, en sus características internas. Esta es una de las
grandezas de “La guerra del fin del
mundo”, la intensidad y profundidad en el análisis de la personalidad
de los personajes de la historia. Estos personajes, a su vez dentro de la
historia general en la que se enmarca el libro, tienen sus propias historias
personales que poco a poco se van desarrollando en los capítulos a lo largo de
la novela. Estas historias personales, pequeñas, íntimas, dulces, intensas
configuran un ambiente de extraordinaria complejidad literaria, un puzle muy bien
encajado. Lo más curioso de todo ello es que a pesar de las obvias diferencias
entre los caracteres de todos los personajes que salen, sobre todo entre los
dos bandos en los que desde un principio se dividen, tienen algo en común: el
fanatismo. Esta lacra que ha lastrado a la humanidad durante siglos, y sigue haciéndolo
en la actualidad, está perfectamente reflejada en las páginas de este libro. El
fanatismo religioso, el ideológico, el político, el militar, todos aparecen en
la novela y se puede ver que al final todos son lo mismo: falta de uso de la
razón humana.
Esto es sin duda
lo más remarcable de la novela, el cómo Vargas Llosa desnuda a la sociedad de
aquella época (finales del siglo XIX), que en cierto punto se parece todavía
mucho a la actual, hasta el punto de sacar a relucir las miserias humanas que a
todos nos invades y que están en nuestro código genético. Pero también es
remarcable la propia narración de la historia, de este evento histórico real,
realizado con maestría y amenidad, haciendo que el lector quiera saber más y
más y siga pasando las más de novecientas páginas de las que se compone “La guerra del fin del mundo”. Sin
embargo no todo podía ser bonito y bueno. Hay una cosa que no he terminado de
entender, y que no me cuadra en todo el contexto y desarrollo de la novela. Y
es que el final no me encaja en el libro. El último capítulo me dejó muy
confundido, totalmente descolocado, básicamente porque no veo que encaje de
ninguna manera en el final de esta historia. No sé por qué Vargas Llosa decidió
terminar un libro que es inmenso en todos los sentidos, con un final en el que
se distancia totalmente del resto de la novela, es como la pieza del puzle que
no termina de encajar. El final me ha decepcionado un poco, aunque esto no quita
que el resto del libro me haya encantado y me haya reafirmado a Vargas Llosa
como uno de los imprescindibles de mi biblioteca particular.
Caronte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario