Poco a poco, a
medida que leo más libro de Graham Greene me voy dando cuenta del pedazo de
escritor que me he perdido. Por suerte gracias a mis amigos Pablo, Miguel y
Chema que el año pasado por mi cumpleaños me regalaron las portadas de un par
de periódicos de tirada nacional pude descubrir a este magnífico escritor, ya
que murió el mismo día que yo nací. Y es que a medida que voy adentrándome en
su obra voy descubriendo poco a poco novelas de una profundidad inmensa y
además muy entretenidas, escritas como si fuera algo fácil combinar esa
profundidad en los temas que trata con historias que enganchan al lector de
principio a fin. Este libro es el tercero de Greene que me leo y me ha
confirmado a este inglés de pura cepa como uno de mis autores preferidos, del
que sin duda seguiré leyendo, o más bien devorando sus libros.
“El Cónsul Honorario” es de esas
novelas que mezclan una historia formidable que te engancha como a un
drogadicto la heroína, y una gran profundidad a la hora de tratar algunos temas
que aparecen durante toda la obra. Ir página a página en esta novela es no
aburrirse en ningún momento, y recomiendo leerla en ingles, ya que sólo así se
pueden ver y apreciar todos los matices en el lenguaje usado por los
personajes. Es curioso leerla en inglés porque al estar ambientada en Argentina
hay muchas palabras y dichos en español, cosa que si la novela estuviera
traducida, a pesar de la correspondiente nota del traductor a pie de página, no
se notaría el matiz en la narración.
La historia que en
esta ocasión nos brinda Graham Green como he dicho se ambienta en Argentina,
más concretamente en la época de la dictadura, más o menos en los años setenta.
Los personajes principales son básicamente dos, aunque creo que sería más
correcto hablar de cuatro grandes protagonistas. Por un lado tenemos a Eduardo
Plarr, un mestizo, mitad paraguayo, mitad inglés; un doctor joven e idealista,
enfrentado a la vida y a sí mismo, que intenta buscar su sitio en el mundo y
estar a gusto consigo mismo y con sus ideas e ideales. En el otro lado esta
Charles “Charley” Fortnum, el cónsul honorario del Reino Unido en una remota
región del norte de Argentina dónde solo viven tres ciudadanos de la Gran
Bretaña; una persona mayor, de más de sesenta años, adicto al whisky del que
dice que cada uno tiene una “medida justa”, que duda de todos sus valores hasta
la fecha y que termina enamorándose a su edad de una chica mucho más joven que
él. Éstos serían canónicamente hablando los personajes principales de “El Cónsul Honorario”. Sin embargo
hay otros dos que los complementan en intensidad y protagonismo. Estos dos
personajes son Clara un prostituta de poca más de veinte años y el excura León
Rivas, o Padre Rivas como en varias ocasiones es llamado en la historia.
Estas son las
piezas principales de la partida que se desarrolla en las páginas de “El Cónsul Honorario”, pero la
partida en sí es lo más interesante de todo. Lo que se narra en las páginas de
este magnífico libro no es simplemente la historia del secuestro por error del
Cónsul Honorario británico por parte de unos guerrilleros paraguayos que
pretenden chantajear al gobierno para que libere a una serie de presos, es
mucho más. La historia no se queda simplemente ahí, en desarrollar los intentos
de Eduardo Plarr para salvar a su amigo el Cónsul sino que se va mucho más
allá. Las relaciones que se establecen entre los diferentes personajes de la
novela son realmente lo interesante. Ver los equilibrios en esas relaciones
personales, las implicaciones personales y emocionales que se dan en las
actuaciones de todos los personajes hace que el lector esté atento a todas y
cada una de las páginas del libro, para no perderse detalle.
Para ser sincero,
esta novela tiene una trama muy intrincada, con muchos vínculos entre los
personajes, con muchas relaciones ocultas, moralmente poco aceptables, cínicas
y de dobles sentidos muy serios, pero quizá por todo ello “El Cónsul Honorario” es una grandísima novela. Podría
detallar un poco la trama pero hacerlo en pocas líneas es complicado. Puedo
decir, no obstante, que Plarr y Fortnum no tienen una amistad al uso, se
necesitan y se cuentan sus problemas pero la distancia entre ellos no se llega
a reducir nunca. Y menos cuando entra en escena Clara, la prostituta, con la
que el cónsul se acaba casando porque se ha enamorado, a su edad, y que pone si
cabe más distancia entre éste y Plarr, que en alguna de sus visitas al burdel
de la Señora Sánchez, que es donde trabajaba Clara la había visto y también se
había encaprichado con ella. Podría decir también que Plarr tiene algo que ver
en el fondo con el secuestro erróneo del cónsul, por haber facilitado los
movimientos de éste con el embajador americano, objetivo real de los secuestradores,
con llevaron a su apresamiento. Esta colaboración con los secuestradores, que
no son ni más ni menos que antiguos compañeros de colegio de Plarr, y entre los
que se encuentra el Padre Rivas, hace que un sentimiento de culpa invada al
doctor Plarr que intentará por todos los medios salvar al cónsul.
Pero a mí lo que
más me ha gustado no ha sido la trama de la novela, que sin duda es la mejor
construida de todos los libros de Greene que me he leído, sino las reflexiones
que a través de los diferentes personajes, se incluyen en las páginas de “El Cónsul Honorario”. Y es que en
todas las novelas de Graham Greene que de momento me he leído, siempre se
introducen una serie de ideas y reflexiones muy interesantes y profundas, muy
bien fundamentadas, sobre las grandes inquietudes del ser humano, esas que
durante toda nuestra vida nos persiguen y casi nunca logramos resolver o
aclarar. Así en esta novela el amor, la amistad, la traición, la moral, la
ética, y sobre todo la religión y Dios, tienen una importancia vital en todos
los personajes que se enzarzan en conversaciones profundas y largas sobre estos
temas. Temas que corroen las vidas de estos personajes y que están siempre presentes
en sus actos.
La forma en que
Graham Greene aborda todos estos temas es excepcional, y lo hace además con una
delicadeza soberbia. Nunca deja ningún tema sin tocas, y cuando lo hace profundiza
hasta el núcleo mismo de esa inquietud y diseccionándola hasta sacar todo lo
que puede. Cada uno de los personajes además aporta su propia visión sobre
estos temas; visiones que por norma general son muy diferentes las unas de las
otras, aunque todas muestren en el fondo el mismo desasosiego vital que
perturba el espíritu de todos nosotros. Lo bueno que hace Greene en “El Cónsul Honorario” no es
simplemente mezclar una trama bien construida de principio a fin que deja
exhausto al lector obligándole casi a seguir leyendo a pesar de que tenga sueño
u otras cosas que hacer para descubrir qué es lo siguiente que tiene que pasar,
sino que a la vez que hace esto mete estas reflexiones de las que he hablado y
las hila perfectamente con la trama.
Son especialmente
destacables en esta novela, aunque es algo que he comprobado también en las
otras dos novelas de Greene que he leído, las conversaciones entre los
personajes, los diálogos a dos o tres bandas que jalonan toda la novela y que
la hacen avanzar a ritmo constante y creciente en intensidad. Creo que puedo
decir sin exagerar y sin equivocarme que los diálogos de “El Cónsul Honorario” son de los mejores que he leído nunca:
directos, claros, profundos y reflexivos. Diálogos en los que el lector es un
componente más y en el fondo colabora de los mismos. Diálogos que dejan poso y
sobre los que el lector tiene que volver una y otra vez en su memoria, donde se
han grabado a fuego, para rememorarlos y pensar sobre ellos para intentar sacar
alguna conclusión personal. Muy destacables especialmente son las reflexiones
que se hacen en la novela sobre la religión y Dios, no creo que a nadie dejen
indiferentes. Pero también son interesantes las posturas de los diferentes
personajes en cuanto al amor y su existencia, y en cuando a la amistad.
Posturas que en varias ocasiones pueden acercarse mucho al cinismo. Pero en el
fondo la vida es cínica, no lo podemos negar.
No voy a negar que
haya acabado “El Cónsul Honorario”
encantado. Ha sido una lectura muy enriquecedora y entretenida lo que casi
nunca suele pasar. Había momentos en los que estaba leyendo y pensando que ya
no podía pasar nada más la novela daba un giro totalmente inesperado. Con este
libro no te puedes esperar nada, y mucho menos asumir que las cosas van a ser
de una manera porque al final la sorpresa puede ser mayúscula y la equivocación
garrafal. Esta es una novela intensa, entretenida y adictiva, con un ritmo
narrativo muy ágil, una trama muy bien hilada y construida, y unos personajes
soberbios. Recomiendo su lectura vivamente a cualquier tipo de lector porque no
creo que vayan a quedar defraudados.
Caronte.
Estupenda reseña. No puedo estar más de acuerdo. Gracias.
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