martes, 24 de febrero de 2015

Lectura crítica: "Sefarad"

Pocas dudas tenía ya de que Antonio Muñoz Molina es uno de los grandes escritores en activo que tiene este país, activo y relativamente joven, con mucha carrera todavía por delante para seguir escribiendo durante muchos años. Pero con la última novela suya que he leído se ha terminado por disipar cualquier pequeño rescoldo de duda que pudiera albergar todavía sobre él. Y sinceramente no me esperaba que todavía pudiera ampliar más mi admiración por este escritor ubetense. Pero como casi siempre que uno va con juicios previos, he errado y asumo dicho error. No sé si en los libros suyos que todavía me quedan por leer encontraré todavía mayor admiración por él; pero lo que sí sé es que con “Sefarad” he terminado por asumir que Muñoz Molina es una apuesta segura si quiero pasar un muy buen y placentero rato de lectura.

Esta no es una novela al uso, de esas a las que todo lector está acostrumbrado desde que empieza a descubrir la literatura de verdad. “Sefarad” es una novela de historias. No nos vamos a encontrar entre las páginas de este libro a un personaje principal, salvo que uno quiera considerar al propio narrador de las historias como el personaje básico; tampoco vamos a tener un argumento que podamos seguir durante toda la novela; no tendremos tampoco un lugar donde se vayan a desarrollar los acontecimientos que ocurran en sus páginas, aunque habrá uno que en varias historias se repita y que el lector de Muñoz Molina sabe muy bien ubicar en el mapa de su imaginación literaria. Como he dicho ésta es una novela de historias, de novelas pequeñas que conforman un relato universal con un denominador común como es el adió a un lugar, a una situación personal, a lo que en un momento de nuestras vidas somos y a lo que no volvemos nunca.

Este hilo argumental común a todas las historias que Muñoz Molina nos presenta en “Sefarad” crea un mosaico multicolor de historias, personajes, lugares y acontecimientos, unos históricos, otros inventados, quizá alguno vivido por el escritor, con un sentimiento común de despedida, voluntaria u obligada, ya sea por la fuerza y la violencia, o simplemente por la necesidad. Pero esta obra va mucho más allá, y ahonda en esos sentimientos tan humanos haciendo que el lector los comprenda y los llegue a sentir a veces como propios. En el fondo todos o hemos vivido alguna situación similar a las que se narran en esta novela, o las vamos a vivir a lo largo de nuestra vida, porque al fin y al cabo vivir es despedirse continuamente. La cuestión es que hay despedidas tan dolorosas que dejan un poso de nostalgia en el alma y nos duelen, y nos hacen recordar que quizá esa despedida no fue tal, sino más bien una huida hacia adelante sin mirar atrás a ver qué es lo que dejábamos.

Las historias contenidas en “Sefarad” tienen todas algo de verdad. Hay historias de personajes famosos que tuvieron que huir en algún momento de sus vidas, que se tuvieron que despedir de su vida y de lo que habían sido hasta ese instante, quizá para siempre. Salen en este libro escritores como Kafka y Primo Levy, políticos rusos, comunistas, judíos; pero también enfermos terminales, personas que buscaron liberarse de sus ataduras a la vida y se marcharon, personas que fueron muchas cosas y ahora no son nada. Y ante todo también está Antonio Muñoz Molina como personaje de su propia novela, que narra de manera magistral todas y cada una de las pequeñas historias que contiene. Muñoz Molina, a través de sus recuerdos, de lo leído, escuchado o visto, recrea personajes populares, normales como tú, lector de este blog, o como yo, escritor del mismo. Personajes tan comunes que no es difícil poder identificarse quizá con alguno de sus rasgos y caracteres.

Muy interesantes e intensas son las historias que tienen que ver con las persecuciones absurdas que se dieron en Europa durante gran parte del siglo XX. Judíos y comunistas protagonizan gran parte de las historias que se narran en “Sefarad”. Judíos proseguidos por los nazis, mandados a campos de concentración, sacados a boca de jarro de sus camas tranquilas y calientes para ser conducidos en vagones de ganado sin ventanas y apiñados hacia el infierno. Despedidas sin previo aviso, sin ser esperadas. Despedidas impuestas sin poder replicarlas. Pero también la máquina comunista hizo de las suyas con los suyos. Muchos comunistas fueron perseguidos por pensarse que eran traidores al régimen comunistas, al ideal de fraternidad y comunión, un ideal falso y tramposo que imponía el miedo como doctrina y que llevó a muchas personas normales a despedirse de su vida de manera sobresaltada, pensando que cualquier día podían desaparecer como quien no quiere la cosa.

Pero a mí las historias que mas me han gustado, por tener algo de íntimo recuerdo, al menos por dónde estaban ambientadas eran las rurales, las de gente normal de España que por casualidades de la vida tenían que huir o despedirse, decir adió a lo que un día fueron para ser otras personas y poder así vivir. Estas historias tienen algo que, sin ser las mejores de la novela, hizo que se me vinieran a la mente recuerdos del pasado. Son las historias ambientadas en Mágina las que más y mejor recuerdo de “Sefarad”. Historias normales, de personas normales que no se sienten bien siendo como son y deciden cambiar; de personas que fueron de una manera y que por desgracia el tiempo ha terminado por marchitar y convertirlas en sus propios fantasmas. Esas historias normales me llegaban más porque sabía donde se producían, porque yo mismo había recorrido las calles antiguas y señoriales de Mágina y también había vivido allí momentos de gran carga sentimental, y en el fondo también una huida: una huida de mí mismo.

Sin embargo, pese a todo lo que he dicho hay una historia que destaca por encima de todas. Más que una historia es una reflexión vital y profunda sobre lo que somos las personas, sobre quiénes hemos sido, sobre lo que seremos y sobre lo que quizá sin darnos cuenta estemos empezando a ser. Historia, o capítulo como se quiera decir, se titula “Eres”, y es de las más cortas de “Sefarad”. Sin embargo su relativa brevedad narrativa es inversamente proporcional a su intensidad y profundidad. Es una historia que resume todas las incertidumbres que tiene el ser humano, en algún momento de su vida, sobre quién es, quién ha sido y sobre quién será. Tras leerla no pude seguir leyendo más ese día. Tuve que dejar la lectura tras ese capítulo y pensar sobre lo que había leído, para poder analizarlo bien y asumirlo personalmente. Muñoz Molina es de esos pocos escritores que sin quererlo hace que de vez en cuando tengas que dejar de leer y pararte a pensar en lo que acabas de vivir sumergido en las páginas de una novela suya, y esto es algo que los lectores sabemos apreciar en un escritor.

Sefarad” no es una novela fácil de leer, no voy a engañar a nadie. Pero lo bueno que tiene es que al no seguir un hilo argumental, al no tener unos personajes fijos, se puede leer hasta el capítulo que se quiera y retomarla más tarde sin ningún problema. Sin embargo, a pesar de que no es fácil de leer, quizá por el lenguaje y el estilo que a veces despliega Muñoz Molina, demostrando que es un genio de las letras, es más que recomendable su lectura. Tanto a nivel personal como emocional esta novela cambia la visión del lector ante la vida, ante las despedidas, y sobre quiénes somos, y hace que pensemos, cosa que sinceramente creo que hace mucha falta en este país en el que abundan las personas que prefieren que otros piensen por ellas y actúen en su nombre sin querer saber nunca qué pasa ni quiénes somos en realidad.

Caronte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario