Leer alguna de las
novelas de viajes de Javier Reverte es en sí mismo una aventura inmensa que
lleva al lector lejos del tiempo y lugar en el que realice la lectura. Cada vez
que me he leído alguna de las novelas en las que narra alguno de sus viajes por
el mundo he acabado con una sensación que mezcla la envidia, deporte nacional
tan extendido entre los españoles, y las ganas inmensas de viajar sin rumbo
fijo por el mundo, de armar el petate, calzarme las botas, coger un plano mundial
y arrear a cualquier parte en busca de alguna aventura digna de mención que me
saque de la rutinaria vida a la que los Europeos estamos avocados prácticamente
sin remedio. Las novelas de Javier Reverte son así, y los que hemos disfrutado
de ellas acabamos siempre queriendo vivir lo mismo que el autor nos ha revelado
en sus obras. Es una pena que el viajar se haya convertido simplemente en un
negocio totalmente mercantilizado y globalizado en el que ya no hay aventura,
ni sorpresas, ni nada que llene el espíritu; sólo grupos de turistas que
quieren fotografiar sin cesar todo aquello que ven, sin siquiera disfrutarlo en
vivo.
El viaje que
Javier Reverte narra en su libro “En
mares salvajes”, es una de las aventuras más largamente soñada y
anhelada por la humanidad, la travesía del Paso del Noroeste, el paso que
comunica los océanos Atlántico y Pacífico por el Ártico. Este es el cuarto
libro de Reverte que me leo, siendo todos los anteriores viajes muy diferentes:
el primero fue a África, el continente olvidado; el segundo fue a Alaska para
descender el río Yukon en canoa y emular los pasos de Jack London; y el tercero
fue quizá el más convencional, ya que fue un viaje a la Magna Grecia, la de la
antigüedad. En todos estos libros que me he leído de Javier Reverte a parte de
la carga de viaje en sí y de las propias experiencias del autor, hay también
hay en ellos una parte muy importante de historia y contextualización del
viaje. Sin embargo en este último libro, que por cierto compré de segunda mano
en la Cuesta del Moyano por 3 € en perfecto estado, la parte de documentación
histórica, aunque también muy importante, no ocupa más allá de un tercio del
libro.
“En mares salvajes” es el libro en
el que Javier Reverte narra su expedición a bordo de un barco ruso a través del
Paso del Noroeste. Este mítico paso, puerta que comunica los dos grandes
océanos del mundo, siempre fue un sueño de exploradores de varias
nacionalidades. Desde que se aceptó que la tierra es redonda el hombre siempre
intentó encontrar todos sus confines y plasmarlos en los mapas y cartas
náuticas. La búsqueda del Paso del Noroeste fue una de las más famosas empresas
que desde el siglo XVI aventureros, reyes y marineros quisieron descubrir para
terminar de dominar los mares. Muchas expediciones a lo largo de los siglos
intentaron descubrir el Paso, y muchas fueron las vidas que se cobró tal
empresa. En el libro, Javier Reverte hace un repaso histórico muy preciso,
quizá excesivamente en algunos capítulos, de esta búsqueda incansable del Paso
del Noroeste y de todos los hombres que lo intentaron y de los que lo acabaron
por pagar con su vida.
Reverte vuelve a
demostrar que a la hora de contar hazañas históricas es un gran maestro. Es
capaz de condensar de manera resumida, aunque con una cantidad ingente de
datos, fechas, nombres de marineros, aventureros y barcos, toda la historia de
una de las gestas más importantes del planeta. Pero no sólo eso, sino que
además consigue levantar al lector las ganas de saber más de esa época de
descubrimientos y sobre esos personajes míticos en algunos países, alzados a la
categoría de héroes nacionales, pero muy desconocidos en España. He de decir
que en mi caso, no tenía ni idea de lo que era el Paso del Noroeste, hasta hace
apenas un par de años cuando escuché que por primera vez en la historia del
Planeta Tierra los hielos lo habían dejado totalmente despejado en verano
facilitando durante mes y medio la travesía entre el Atlántico y el Pacífico.
Pero de la historia de su descubrimiento no tenía la más mínima idea, y por eso
gracias a “En mares salvajes”
he aprendido e investigado sobre ese capítulo importante del conocimiento de
los mares.
Pero como comenté
al principio en los libros de Javier Reverte no solo hay narración de hechos
reales, históricos, sino que también y como no podría ser de otra manera en un
libro de viajes, hay experiencias personales suyas. Ha dado la casualidad que
me he leído “En mares salvajes”
después de haberme leído, aunque hacía ya unos meses, “El río de la luz” en el que Reverte narra su aventura por
Alaska y en el que al final, cuando cuenta su vuelta a Europa desde Montreal en
un carguero, cuenta cómo le surge la vena de irse a conocer y recorrer el Paso
del Noroeste, del que tampoco había oído
hablar. Sumergirse en las páginas de este libro es hacerlo en las gélidas aguas
árticas, contemplar grandes territorios cubiertos por la inmensidad de la nieve,
sentir el silencio sobrecogedor y estar envuelvo de un aura mítica que sólo se consigue
en determinadas zonas del planeta. En un momento dado del libro, Javier Reverte
dice que viajar y escribir son actividades semejantes: al viajar es el cuerpo y
la mete los que se transportan a lugares lejanos, o cercanos da igual, y vive experiencias
únicas; pero escribir es también un viaje incierto que muchas veces no sabe uno
donde le puede llevar. Pues a mí me gustaría añadir si se me permite, que
gracias a los libros de Javier Reverte, leer también es viajar, no físicamente,
pero casi con la misma intensidad, ya que quien viaja es nuestra imaginación, y
ese viaje es el más insondable de todos.
A lo largo de las
páginas de “En mares salvajes”
he sentido frío al contemplar las imágenes de angostas bahías de aguas
plomizas, me he mojado en días de lluvia o nieve sobre la cubierta del barco
que lleva al autor y sus compañeros de expedición a través del Paso, me he
emocionado escuchando el sobrecogedor silencio ártico, he sentido miedo al
sentir la presencia de los osos polares merodear en busca de alimento y de las
ballenas nadar junto a los botes que llevaban a los expedicionario a tierra
para realizar alguna excursión; pero también me he reído, me he ilusionado y me
he emborrachado junto a Reverte y sus amigos de viaje (un italiano, unos
australianos, un japonés, y una irlandesa). Como suelo hacer con este tipo de
libros, lo he leído en la cama justo antes de dejarme llevar por Morfeo y
entregarme al sueño y al final del día. Y puedo asegurar que cerrar los ojos
tras haber leído aventuras de este calibre es lo mejor que uno se puede llevar
a la cama.
Éste es
probablemente, al menos de todos los libros de Javier Reverte que me he leído,
el más personal, en el que más vivencias se narran, en el que el autor cuenta
con el más mínimo detalle todos los pasos que da en su viaje y con ello coge al
lector de la mano con él y le lleva lejos de lugar en el que esté leyendo. Para
mí “En mares salvajes” ha sido
el mejor de los libros de Reverte que me he leído, básicamente por esto último
que acabo de decir, ya que permite al lector hacerse una idea muy exacta de lo
que un viaje de esas características puede implicar para aquel que se atreva a
llevarlo a cabo (porque para hacer una cosa así, tan dejado a la aventura del
libre albedrío, hay que tener mucho valor). Sí he decir también en la primera
mitad del libro hay pasajes que resultan demasiado pesado, no por aburridos o
densamente escritos – el estilo de Reverte es bastante directo, casi
telegráfico en algunas ocasiones; en otras de una belleza soberbia – sino porque
hay demasiados datos, fechas, nombres e historias antiguas que intenta contar
para contextualizar su viaje. Pero aún así, merece la pena leer todo eso y
aprender.
“En mares salvajes” no me ha
defraudado y sinceramente, como ya me ha pasado con los otros libros de Reverte
que me he leído, me ha levantado las ganas de emular su viaje y atreverme a
cruzar el mítico Paso del Noroeste, que tantas lágrimas, sangre y sudor provocó
durante tantos siglos. Es un libro con el que se aprende, se disfruta y se
viaja. ¿Qué más se puede pedir a una lectura?
Caronte.
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