A veces el destino
y la intuición le regalan a uno descubrimientos extraordinario, llenos de
belleza, alegría y ganas de repetir las veces que haga falta. Esto es lo que me
pasó en la última película que he ido a ver al cine. No respondía a ninguna de
mis inclinaciones para ir al cine: ni la dirigía ningún director famoso, ni
tenía actores a los que realmente admiro y da gusto ver actuar, ni era de mis
temáticas favoritas. Simplemente cuando me enteré de su estreno y vi algunos
fragmentos, sin ser el tráiler completo, me dije que no podía perdérmela. Y no
me la he perdido. Más bien todo lo contrario he ganado una de esas sesiones de
cine que recordaré mucho tiempo, y esta vez no sólo por la película, sino también
porque me pasó algo digno de mención y quizá de estudio. Resulta que estaba a
punto de comenzar la película, o más bien los anuncios previos a la misma,
cuando entraron en la sala un grupo de tres chavales, más o menos de mi edad;
yo pensé para mis adentros que se acabada la tranquilidad de una sala ocupada
por apenas siete personas hasta ese momento. Sin embargo resultó que ese grupo
de chavales se dirigió directo a la fila en la que yo estaba sentado y cuando
estaban a un par de butacas el primero de los chavales se dirige a mí y me
suelta “¡hombre un caminero!”. Pues sí era de mi Escuela. En un principio fui
al cine solo a ver una película y terminé viendo la película con compañía.
Sorpresas de la vida.
Bueno a lo que
vamos, la película que vi ayer en el cine se titula “Nuestro último verano en Escocia”. Es un film de factura
inglesa con participación de la BBC, algo que es sinónimo de bastante buena
calidad tanto técnica como argumental como he comprobado recientemente. Además
como su propio nombre indica está rodada en las tierras altas escocesas, con lo
que el entorno en el que se desarrollan los acontecimientos es único e
inigualable (sé que no soy objetivo en esto ya que Escocia es una tierra que me
marcó profundamente y de la que tengo muy buenos recuerdos debido al
probablemente el mejor viaje de mi vida con mis padres). Si tuviera que explicar
qué es lo que me llevó a ir al cine a ver eta película supongo que fue una
mezcla entre corazonada e intuición, cosas que últimamente no me han funcionado
muy bien en las películas que he ido a ver y de las que he solido salir
bastante frío en general.
En la película se
nos presenta una familia, encabezada por el abuelo que vive en Escocia, que
está enfermo de cáncer terminal y tienen el corazón delicado, y que cumple
años. Es este cumpleaños el hilo argumental principal del que cuelgan todas las
tramas secundarias. Junto con el abuelo están las familias de sus dos hijos: la
primera, la del hijo mayor que vive en Escocia también, muestra una familia
paternocéntrica, todo lo maneja el padre y éste no se entera de nada de lo que
le pasa a su mujer ni a su hijo; la otra familia, la del otro hijo, la que
podríamos decir que es la protagonista verdadera de la historia por soportar la
mayor carga argumental, está totalmente rota ya que el matrimonio está separado
y los tres hijos (las verdaderas estrellas de “Nuestro último verano en Escocia”) tienen cada uno sus
historias para intentar evadirse de la realidad. La película da comienzo con el
viaje de la familia más numerosa desde Londres hasta Escocia y desde ese
preciso instante empiezan los momentos tragicómicos que seguirán durante todo
el metraje. Una vez en Escocia se ven las diferencias entre las familias de los
dos hermanos y cómo intentan hacer que el abuelo no se entere de ningún
problema manejando todo entre ellos sin siquiera consultar con él siendo su
cumpleaños. Para evadirse de sus dos hijos el abuelo decide marcharse con sus
nietos a pasar el día de su cumpleaños por ahí, antes de volver para su fiesta.
Y hasta aquí puedo contar, porque a partir de esa escapada la carga emotiva y
cómica de la película se dispara hasta puntos insospechados.
En principio puede
llegar a parecer poca cosa, pero “Nuestro
último verano en Escocia” mezcla con gran maestría un argumento
sencillo, creíble y verosímil, dirigido fundamentalmente a un público familiar
y normal, con grandes dosis de comicidad, ternura y algo de drama. No quiero
clasificar esta película de manera usual tildándola de comedia británica al
uso, porque no estaría siendo riguroso. Yo más bien diría que esta película es una
mezcla de comedia y drama familiar, ya que aunque en un tono muy amable y
distendido, sin ahondar mucho en los dramas que se pintan en la historia, se
tocan asuntos de gran trascendencia personal y que si aparecieran en una
película totalmente dramática conformarían un guión totalmente desgarrador
sobre los grandes dilemas del ser humano. Pero esto no pasa aquí. Más bien todo
lo contrario y que es el tono alegre y optimista el que invade todo el argumento
de la película y nos muestra temas y preocupaciones adultas como quiénes somos,
qué seremos, la muerte y lo que dejamos atrás, desde una óptica nada serie,
sino más bien tierna y alegre, casi sarcástica en algunos momentos, incluso me
atrevería a decir con ciertas dosis de humor negro, siempre muy medidas claro
está.
No se puede negar
que “Nuestro último verano en Escocia”
es una comedia británica, por todo lo que acabado de decir y porque el humos es
típicamente inglés. También hay que decir que mucho hace en esta película que
sean los tres nietos más pequeños los que lleven el peso de casi toda la
película siendo los verdaderos protagonistas de la misma, junto con el abuelo.
Este cuarteto lleva a la película hacia su clímax argumental, a la máxima
intensidad tanto cómica como sentimental. Todas las escenas donde aparecen
alguno de los nietos o el abuelo son de risa asegurada, incluso carcajada de
esas que impiden respirar. Da gusto ver una película tan fresca y alegre. Pero
es más los momentos en los que está el abuelo en la playa con sus nietos, aún
con toda la carga sentimental que tienen son de los mejore de toda la película.
Mención especial tienen los tres críos que hacen de nietos, que interpretan sus
papeles a la perfección; tanto es así que esta película ha logrado a mi
entender una cosa que pocas consiguen, y es que cuando los niños están hablando
no parece que estén actuando recitando un guión sino que parece que lo están
improvisando todo. Son magníficos. Mención aparte requiere la más pequeñas de
las nietas, y es que no solo es una niña encantadora que está para comérsela a
besos, sino que sus intervenciones son las mejores de toda la película; es más
pocos actores consagrados me han hecho reír tanto y me han asombrado al nivel
que lo ha hecho esta pequeñaja.
“Nuestro último verano en Escocia”
es una película para toda la familia, y para todos los públicos que yo creo que
puede llegar a hacer reír hasta el más serio de los serios, y al más aburrido también.
Yo mismo me sorprendí al verme reírme tanto, ya que pensaba que no iba a ser
tan graciosa, si bien sí iba con buenas expectativas de echarme unas sanas
risas. Y la verdad es que con esta película uno se ríe de verdad, con esa risa
que muestra salud y que sale de dentro, para nada forzada. Pero junto a la risa
también hay momentos en la película en el que el corazón queda un poco tocado y
otros en los que las reflexiones que se plantean en la película le han a uno
pensar en si realmente la vida que lleva es la que quiere o simplemente la que
la sociedad quiere que lleve. En el fondo esta película es un canto a la
libertad, a la felicidad y a la alegría, a vivir la vida que queramos sin dejar
que nadie nos diga cómo debemos vivir, a no juzgar a nadie y mucho menos a las
personas a las que queremos de verdad porque el final eso no importa y sobre
todo a disfrutar de aquello que nos llene y nos haga pasarlo como enanos.
Yo recomiendo
encarecidamente esta película, creo que “Nuestro
último verano en Escocia” es de lo mejor que he visto en mucho tiempo
en el cine, pero de verdad sin exagerar y sin tópicos. Y a quien se decida a ir
a verle le diría que aprendiera de los tres nietos y del abuelo; los cuatro desde
una perspectiva u otra nos enseñan cómo hay que vivir y como al final de
nuestro camino en este planeta lo que importa es cómo has vivido.
Caronte.
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