Este año empecé
leyendo varios clásicos de la literatura para pasar hace relativamente pocas
semanas a leer a varios autores a los que ya había leído antes y que conforman
casi mi canon más particular. Siempre vuelvo a ellos. Esta vez le ha tocado el
turno a Antonio Muñoz Molina del que hacía ya tiempo, varios meses si no me
falla la memoria, que no me leía ninguna novela. Y como ya suele ser casi
habitual el mí, el libro que cayó en mis manos del escritor jienense no estaba
casi pensado. De hecho la novela que acabo de terminar no estaba en mi lista
prioritaria de novelas de Muñoz Molina que me quedan por leer. Lo que pasa es
que cuando a uno se le cruza por delante un libro de segunda mano que parece
casi nuevo, salvo porque pueda tener una especie de firma en la primera página,
de uno de sus autores favoritos, en su edición original, no puede menos que
cogerlo y no soltarlo por si la próxima vez que se pase por dicha librería de
segunda mano perdida en una esquina de una plaza del centro de la ciudad ya no
esté en la estantería donde lo vio. No me quedó más remedio, claro está que
cogerlo.
El libro del que
estoy hablando es “El viento de la
Luna”, una de las últimas novelas de Muñoz Molina, publicada en 2006,
en la que vuelve a situar la acción de la novela, aunque acción tiene poca la
verdad, en el pueblo de Mágina. Ese pueblo del sur de España que no existe pero
que todo el que alguna vez ha estado allí sabe a qué escenario se refiere. Sólo
hay un pueblo en el sur en el que pueda haber una plaza del General Orduña
presidida por una estatua breada a balazos, o una estatua de un ángel
atendiendo a un miliciano, o un mar de olivos rodeándolo. Solo quienes hemos
estado alguna vez en la Mágina real, con sus calles empedradas, sus casas encaladas
y sus palacios señoriales de rancio abolengo y destartalado esplendor, sabemos
a qué Mágina se refiere Muñoz Molina es las novelas en las que este pueblo deja
de ser un simple escenario para convertirse en un personaje más de la trama
correspondiente.
En esta novela
Mágina vuelve a estar presente, como digo, y en casi todo su esplendor. El
problema está en que quizá esta presencia sea lo único que realmente me ha
llegado de “El viento de la Luna”.
En esta novela Muñoz Molina nos presenta a un jovenzuelo apasionado de los
libros y sobre todo del mundo de la astronomía, obsesionado con el viaje a la
Luna, que por otra parte es uno de los hilos conductores de la trama, y también
en cierto modo con la excitación sexual y los actos pecaminosos que le conviertes
en un onanista empedernido (cosa que por otro lado lo somos todos los hombres a
la edad del protagonista/narrador de esta historia).
Con el hilo
conductor del viaje del Apolo XI a la Luna que culminaría con la llegada del
hombre a nuestro querido y adorado satélite, “El viento de la Luna” simplemente trata de los recuerdos que
el joven protagonista tiene de su vida en Mágina durante aquel año en el que
las noticias del viaje espacial acaparaban todos los noticiarios y periódicos.
Una vida vista a través de los ojos de un chaval que apenas ha comenzado su
adolescencia y que por tanto desfigura la realidad para plasmarla melancólica,
llena de recuerdos, buenos y malos, y tergiversada por los fuertes y cambiantes
sentimientos que a esa edad todo chaval tiene. Así otro de los hilos
conductores de la trama son los recuerdos, ya que aunque pueda parecer que no
la historia está narrada desde un presente muy lejano al tiempo de la trama,
relacionados con su familia y sobre todo con la relación entre sus miembros y
él mismo.
Pero en definitiva
en “El viento de la Luna” no
ocurre nada. Muñoz Molina narra sin contar absolutamente nada. Parece como si
la acción y la trama no fuera importante y por tanto secundarias, para pasar a
centrarse sobre todo en la escritura, en crear estampas idílicas y realistas de
la vida en un pueblo grande y rico de la España rural de los años sesenta y
setenta, de finales de la dictadura franquista. Pero no pasa nada en toda la
novela. Por así decirlo no hay trama que seguir como pasa en otras novelas de
Muñoz Molina, aún en las más personales en las que el mero recuerdo y la
evocación del pasado generaban en el lector una sensación de estar leyendo para
terminar descubriendo algo. En esta no pasa eso.
En “El viento de la Luna” Muñoz
Molina parece haber querido simplemente mostrar su gran estilo literario
creando pasajes realmente maravillosos, de un realismo que en pocos libros se
encuentra, como por ejemplo cuando habla de la recogida de la aceituna en pleno
invierno, de las sensaciones que se tienen, de los olores que se experimentan,
de los rituales en los que uno si inicia al vivir semanas de levantarse al alba
para aprovechar el mejor momento de la aceituna. También hay muy buenas e
intensas descripciones de lo que el propio autor en la voz (si se me permite
decirlo así) de un chaval considera que debe ser un viaje espacial de la
relevancia histórica que el que se estaba llevando a cabo en 1969 para llevar
al hombre a la Luna.
Pero ya está, ahí
se acaba el interés de “El viento de
la Luna”. He echado en falta esa profundidad en la historia que en
otras novelas Muñoz Molina no ha dudado en plasmar en papel. Se me ha quedado
coja la historia y la trama. Creo que de la historia subyacente que en el fondo
también hay en este libro se podría haber sacado mucho más. De la historia
subyacente que hablo es del drama que vivió la familia de nuestro joven
protagonista debido a uno de sus vecinos, que está muriéndose durante todo el
desarrollo de la escasa trama, durante el final de la Guerra, pero que no
termina nunca de producirse. Sólo al final y de manera muy acelerada la novela
cobra interés. Pero para cuando eso ocurre el lector no lo disfruta, porque
tiene la sensación de que todo lo anterior no ha servido para nada.
No puedo decir que
“El viento de la Luna” es una
novela pésima, porque primero se deja leer, y segundo porque hay ciertos
pasajes que merece la pena leer y dejarse llevar por ellos. Lo que pasa es que
como yo me esperaba bastante más de una novela de Muñoz Molina, y más aún de
una novela suya ambientada en Mágina, tras acabar este libro tuve una sensación
extraña, mezcla de decepción y tristeza por lo que podría haber sido pero que
simplemente se quedó en un vago y vano intento. Por tanto esta novela no es ni
de lejos una de las mejores de Muñoz Molina que me he leído, quizá incluso sea
la peor de todas las novelas suyas que me he leído (sin contar con la especie
de diarios “Ventanas de Manhattan”, que por no ser propiamente dicho una novela
no la cuento).
“El viento de la Luna” es una
novela para leer después de haberse leído al mejor Muñoz Molina, sus grandes
libros, esos por los que para mí es uno de los mejores narradores de este país.
Y digo esto porque pese a que en el fondo en la novela no ocurre nada, no hay
una trama ni bien ni mal construida, ni unos personajes remarcables, ni unos
recuerdos evocadores de una época ya pasada y afortunadamente superada aunque
rememorada con melancolía, este libro para un amante de la literatura de Muñoz
Molina es uno más y hay que leerlo. Ojalá hubiera encontrado algo mejor que
decir de esta novela, pero es que en el fondo no hay nada que decir ya que es
simplemente un ejercicio, en ocasiones soberbio, de escritura.
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