Muchos años han
pasado desde que empecé a leer novela negra y me convirtiera en un fan
indiscutible de este género, generalmente efectista y sin calidad real, tan
popular últimamente y en el que aparecen cada segundo nuevos autores. Sin
embargo, hasta este año nunca había leído a una de las indiscutibles damas de
este género, quizá su exponente más importante en el siglo XX (sin contar a
Agatha Christie), como fue Patricia Highsmith. Este hecho, imperdonable de por
sí, siempre me venía a la cabeza cuando en alguna librería de segunda mano veía
alguno de sus libros y nunca terminaba por decidirme a comprar ninguno. Hasta
esta pasada Feria del Libro. Fue en el Retiro madrileño donde, acompañado por
mis dos únicos amigos a día de hoy, compré este libro siguiendo las
recomendaciones hechas en una página web del diario El País en la que se
enumeraban las 40 o 50 (no recuerdo la cifra exacta) mejores novelas negras del
siglo XX; en cuando vi el nombre de Patricia Highsmith decidí que ya había llegado
el momento de leer a esta autora esencial en cualquier biblioteca personal.
Como acabo de
decir “Ese dulce mal” es una
novela que decidí leer por aparecer en una lista de mejores libros de novela
negra. No es que yo sea muy fan de este tipo de listas, pero sí es cierto que
de vez en cuando me fio de ellas para elegir mis lecturas. En esta ocasión he
de reconocer que he salido ganador de la apuesta y la lectura de esta novela de
Highsmith ha sido altamente adictiva y satisfactoria. Además, y siguiendo mi
propósito de leer más en femenino, me he acercado a la obra de una autora que
faltaba en mi biblioteca, pero de la que ahora sí que quiero leer más.
“Ese dulce mal” es una novela de
trama aparentemente sencilla, ya que narra la historia de amor tormentoso y
loco de David, un químico que vive en una pensión en Nueva York y que pasa los
fines de semana en una casa en el bosque, por Annabelle su amor platónico pero
nunca correspondido casada además con otro hombre. He dicho que es una historia
de amor, pero en realidad es la historia de una obsesión loca, desmedida y
esquizofrénica. El amor nunca es algo inocuo, nunca se ama con moderación sino
con toda el alma, en cuerpo y mente, y en esta novela Patricia Higsmith lleva
este punto al límite presentándonos un thriller psicológico que poco a poco va in crescendo envolviendo al lector en
una atmósfera maníaca.
Al principio dije
que “Ese dulce mal” es una
novela negra, pero me tengo que corregir: esta novela no es un noir al uso, es un verdadero thriller en
el que la personalidad del protagonista, David, es el verdadero eje central de
la trama. Es apasionante leer como lo que en apariencia era un amor casi
imposible, lleno de sentimiento, ese sentimiento que desgarra por la ausencia
de la amada, se va tornando delante de los ojos del lector en un amor loco, que
va haciendo que el protagonista vaya sacando su verdadera personalidad dando
paso al monstruo obsesionado por una mujer a la que nunca ha tenido pero de la
que no puede separarse porque su otro yo la ve siempre a su lado y la imagina
donde nunca ha estado.
Patricia Highsmith
hace una disección profunda y bestial sobre las tentaciones humanas, sobre las
obsesiones y manías de un ser humano. “Ese
dulce mal” es el reflejo de un conocimiento muy profundo de la
personalidad humana, casi animal en algunas ocasiones. Es una novela tan bien
escrita y tan bien estructurada que poco a poco el lector se va dando cuenta de
la verdadera personalidad de su protagonista, temiendo a veces que exista y
seamos nosotros los objetivos de su manía persecutoria. En varias ocasiones
durante su lectura la ansiedad de ver cómo David acosaba a Annabelle, aun
cuando ésta le daba pie y esperanzas para ello, me ha llevado a pasarlo mal, a
angustiarme y a temer que puedan existir personas así en la realidad. Pero la
ficción es ficción, ¿o no?
Si soy sincero
antes de empezar a leer “Ese dulce mal”
pensaba que me iba a encontrar no con un thriller psicológico tan bien
planteado y tan absorbente y agobiante como este, sino con una novela negra en
toda regla. Para mi sorpresa, mi grata sorpresa, esta novela ha sido un gran
soplo de aire fresco en los libros que suelo leer, que ha dado también un giro
radical a la concepción que tengo de la novela negra y del thriller, ya sea
policial o psicológico. Suele pensarse que las novelas negras o los thrillers
no tienen calidad literaria y que su éxito se basa únicamente en una buena
trama bien tejida, pero no. Las novelas negras que tanto proliferan hoy en día
carecen de una cosa que este libro tiene, y es enganche, es profundidad
psicológica, es análisis personal.
Es importante
resaltar la alta calidad literaria de “Ese
dulce mal” y la manera en que está escrito. Patricia Highsmith, con un
estilo directo pero elevado, consigue traspasar el papel y llegar a la
conciencia del lector haciéndole meterse casi en la piel del protagonista, para
nuestra desgracia, y sentir su manía amorosa por Annabelle. Además la
construcción de los personajes es tan minuciosa que es imposible no terminar
por sentir lo mismo que ellos, porque al acabar la lectura del libro casi somos
parte integrante de la trama. La sutil pero progresiva degradación de David
desde ser un hombre normal hasta su autodestrucción hace pensar que la línea
que separa cordura de demencia es tan delgada que quizá nunca seamos capaces de
distinguir de qué lado estamos en cada momento; lo que es una idea inquietante
cuanto menos.
Una vez he leído “Ese dulce mal” solo tengo
palabras de agradecimiento a su autora, por desgracia fallecida ya hace muchos
años, y a la lista de El País en el que venía esta obra como una de las más
importantes en su género. El thriller psicológico que Patricia Highsmith tan
magistralmente ha armado en esta novela es sublime, llegando a rozar la
perfección. El problema está en que las ideas y el fantasma que mete en el
cuerpo y en la mente del lector tardan en desaparecer tras llegar al punto
final, cosa que puede llegar a ser peligroso. Pero es lo que tienen los
thrillers: si son buenos permanecen en la memoria del lector para bien o para
mal o para ambos. No me queda más que recomendar este libro y más en estas
fechas estivales en las que hay suficiente tiempo libre como para sumergirse en
una historia aparentemente ligera pero que entraña mucha chicha.
Caronte.
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