martes, 19 de junio de 2018

Lectura crítica: "Ese dulce mal"


Muchos años han pasado desde que empecé a leer novela negra y me convirtiera en un fan indiscutible de este género, generalmente efectista y sin calidad real, tan popular últimamente y en el que aparecen cada segundo nuevos autores. Sin embargo, hasta este año nunca había leído a una de las indiscutibles damas de este género, quizá su exponente más importante en el siglo XX (sin contar a Agatha Christie), como fue Patricia Highsmith. Este hecho, imperdonable de por sí, siempre me venía a la cabeza cuando en alguna librería de segunda mano veía alguno de sus libros y nunca terminaba por decidirme a comprar ninguno. Hasta esta pasada Feria del Libro. Fue en el Retiro madrileño donde, acompañado por mis dos únicos amigos a día de hoy, compré este libro siguiendo las recomendaciones hechas en una página web del diario El País en la que se enumeraban las 40 o 50 (no recuerdo la cifra exacta) mejores novelas negras del siglo XX; en cuando vi el nombre de Patricia Highsmith decidí que ya había llegado el momento de leer a esta autora esencial en cualquier biblioteca personal.

Como acabo de decir “Ese dulce mal” es una novela que decidí leer por aparecer en una lista de mejores libros de novela negra. No es que yo sea muy fan de este tipo de listas, pero sí es cierto que de vez en cuando me fio de ellas para elegir mis lecturas. En esta ocasión he de reconocer que he salido ganador de la apuesta y la lectura de esta novela de Highsmith ha sido altamente adictiva y satisfactoria. Además, y siguiendo mi propósito de leer más en femenino, me he acercado a la obra de una autora que faltaba en mi biblioteca, pero de la que ahora sí que quiero leer más.

Ese dulce mal” es una novela de trama aparentemente sencilla, ya que narra la historia de amor tormentoso y loco de David, un químico que vive en una pensión en Nueva York y que pasa los fines de semana en una casa en el bosque, por Annabelle su amor platónico pero nunca correspondido casada además con otro hombre. He dicho que es una historia de amor, pero en realidad es la historia de una obsesión loca, desmedida y esquizofrénica. El amor nunca es algo inocuo, nunca se ama con moderación sino con toda el alma, en cuerpo y mente, y en esta novela Patricia Higsmith lleva este punto al límite presentándonos un thriller psicológico que poco a poco va in crescendo envolviendo al lector en una atmósfera maníaca.

Al principio dije que “Ese dulce mal” es una novela negra, pero me tengo que corregir: esta novela no es un noir al uso, es un verdadero thriller en el que la personalidad del protagonista, David, es el verdadero eje central de la trama. Es apasionante leer como lo que en apariencia era un amor casi imposible, lleno de sentimiento, ese sentimiento que desgarra por la ausencia de la amada, se va tornando delante de los ojos del lector en un amor loco, que va haciendo que el protagonista vaya sacando su verdadera personalidad dando paso al monstruo obsesionado por una mujer a la que nunca ha tenido pero de la que no puede separarse porque su otro yo la ve siempre a su lado y la imagina donde nunca ha estado.

Patricia Highsmith hace una disección profunda y bestial sobre las tentaciones humanas, sobre las obsesiones y manías de un ser humano. “Ese dulce mal” es el reflejo de un conocimiento muy profundo de la personalidad humana, casi animal en algunas ocasiones. Es una novela tan bien escrita y tan bien estructurada que poco a poco el lector se va dando cuenta de la verdadera personalidad de su protagonista, temiendo a veces que exista y seamos nosotros los objetivos de su manía persecutoria. En varias ocasiones durante su lectura la ansiedad de ver cómo David acosaba a Annabelle, aun cuando ésta le daba pie y esperanzas para ello, me ha llevado a pasarlo mal, a angustiarme y a temer que puedan existir personas así en la realidad. Pero la ficción es ficción, ¿o no?

Si soy sincero antes de empezar a leer “Ese dulce mal” pensaba que me iba a encontrar no con un thriller psicológico tan bien planteado y tan absorbente y agobiante como este, sino con una novela negra en toda regla. Para mi sorpresa, mi grata sorpresa, esta novela ha sido un gran soplo de aire fresco en los libros que suelo leer, que ha dado también un giro radical a la concepción que tengo de la novela negra y del thriller, ya sea policial o psicológico. Suele pensarse que las novelas negras o los thrillers no tienen calidad literaria y que su éxito se basa únicamente en una buena trama bien tejida, pero no. Las novelas negras que tanto proliferan hoy en día carecen de una cosa que este libro tiene, y es enganche, es profundidad psicológica, es análisis personal.

Es importante resaltar la alta calidad literaria de “Ese dulce mal” y la manera en que está escrito. Patricia Highsmith, con un estilo directo pero elevado, consigue traspasar el papel y llegar a la conciencia del lector haciéndole meterse casi en la piel del protagonista, para nuestra desgracia, y sentir su manía amorosa por Annabelle. Además la construcción de los personajes es tan minuciosa que es imposible no terminar por sentir lo mismo que ellos, porque al acabar la lectura del libro casi somos parte integrante de la trama. La sutil pero progresiva degradación de David desde ser un hombre normal hasta su autodestrucción hace pensar que la línea que separa cordura de demencia es tan delgada que quizá nunca seamos capaces de distinguir de qué lado estamos en cada momento; lo que es una idea inquietante cuanto menos.

Una vez he leído “Ese dulce mal” solo tengo palabras de agradecimiento a su autora, por desgracia fallecida ya hace muchos años, y a la lista de El País en el que venía esta obra como una de las más importantes en su género. El thriller psicológico que Patricia Highsmith tan magistralmente ha armado en esta novela es sublime, llegando a rozar la perfección. El problema está en que las ideas y el fantasma que mete en el cuerpo y en la mente del lector tardan en desaparecer tras llegar al punto final, cosa que puede llegar a ser peligroso. Pero es lo que tienen los thrillers: si son buenos permanecen en la memoria del lector para bien o para mal o para ambos. No me queda más que recomendar este libro y más en estas fechas estivales en las que hay suficiente tiempo libre como para sumergirse en una historia aparentemente ligera pero que entraña mucha chicha.

Caronte.

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