Julio Verne. Simplemente con decir su nombre a todos los lectores nos
deberían venir a la cabeza al menos cinco libros suyos. Eso a los lectores
normales. A los bibliófilos probablemente le venga a la mente, con solo decir
el nombre de este francés universal, el título de una docena de libros.
Aventuras extraordinarias fue el nombre que se le dio a la serie de libros que
Verne, y casi todos por entregas, publico en vida y por las que fue célebre no
solo en Francia sino en todo el mundo. Pocos autores han quedado en el
imaginario colectivo de manera tan inmortal como lo ha hecho Verne. Da igual
que te guste la novela negra, la de aventuras, la romántica, los thrillers de
abogados o las novelas contemporáneas naturalistas o feministas; Verne te
sonará sin duda, y si no lo hace y te consideras lector tienes un problema
importante. Volver como lo hago de vez en cuando a alguno de sus libros es como
volver a casa de los abuelos: un lugar donde uno está a gusto y sabe que no saldrá
decepcionado.
Hacía ya años que tenía pendiente leer “20.000 leguas de viaje submarino” pero su extensión, más de
500 páginas, me echaba para atrás ya que quería leerlo en francés, y a pesar de
que leo sin problemas en la lengua de Molière, siempre me da cosa enfrentarme a
novelas tan extensas en un idioma que no sea el mío materno. Pero me alegra
haberme por fin atrevido a sumergirme dentro del Nautilus y a manos del Capitán
Nemo en una historia mil veces referenciada en la cultura popular.
Se sea lector o no creo que cualquier persona puede identificar sin
problemas al Capitán Nemo, personaje legendario de la literatura universal y
que tras leer “20.000 leguas de viaje
submarino” he conocido en primera persona. Quizá saber el nombre de su
portento tecnológico avanzado a su época, el Nautilus, ya es demasiado pedir para los no tan lectores, pero muy
probablemente también sea un nombre que suene en la cabeza de cualquiera. Del
Nautilus he salido totalmente enamorado: jamás pensé encontrar tal cantidad de
tesoros guardados con tanto mimo; jamás imaginé que uno podría estar tan cómodo
viviendo bajo el agua a pesar de las obvias incomodidades. Me embarcaría una y
mil veces en él para circunnavegar la tierra bajo las aguas de sus océanos.
Todo el mundo sabe de sobra de qué trata “20.000 leguas de viaje submarino” y yo no voy a añadir nada
más al respecto porque creo que sobra y termina siendo redundante. Hablemos
entonces de sus tres protagonistas: el profesor Aronnaux, su asistente Conseil,
el arponero canadiense Ned Land y por supuesto el Capitán Nemo. De Conseil diré
que es un hombre que profesa la idolatría hacia el profesor Aronnaux hasta tal
punto que incluso podría atreverme a decir que está enamorado de él por no
hablar de su obsesión a la hora de clasificar especies animales de manera
maquinal; el arponero Ned Land es un cabezota redomado que en ningún momento se
deja llevar por la aventura extraordinaria que supone estar dentro del
Nautilus; Aronnaux es un célebre
naturalista marino que se ve sorprendido al embarcarse en una expedición en
busca de una especie nueva marina que termina resultando ser el submarino del
capitán Nemo; y por último el mismísimo Capitán, el mítico Nemo, aquel hombre
que ha renegado de todo para vivir bajo las aguas lejos de todo y de todos.
De “20.000 leguas de viaje
submarino” la mayoría de la gente solo ha visto o la serie de dibujos
animados o las películas antiguas, pero la novela es mucho más que una simple
novela de aventuras. En este libro Verne consigue aunar acción con naturalismo,
y me atrevería decir que hasta tiene un punto de ecologista la novela. A lo
largo de sus más de 500 páginas el lector no solo irá viviendo las aventuras
del Nautilus, sus accidentes, sus travesías fantásticas y sus peripecias, sino
que también descubrirá parte de la historia natural y biológica de los océanos:
volcanes submarinos, bosques de coral, el mar de los Sargazos, las aguas
antárticas… Y por encima de todo y usando la erudición del Profesor Aronnaux y
de su fiel Conseil el lector aprenderá el nombre de decenas y decenas de
especies de seres vivos: aves, peces, crustáceos, anfibios, plantas, corales,
etc.
Si de algo peca a veces “20.000
leguas de viaje submarino” es quizá de su excesivo academicismo que
llega por ocupar páginas seguidas con descripciones de especies marinas que en
el fondo no aportan nada al avance y desarrollo de la historia y que
simplemente Verne las usa para mostrar el vasto reino animal y vegetal que bajo
las aguas esconden los océanos. Lo bueno es que estos párrafos enormes en los
que se describen minuciosamente animales y plantas se pueden saltar sin que
ello conlleve pérdida del hilo de la historia.
A la hora de afrontar una novela como “20.000 leguas de viaje submarino” el lector debe hacerlo con
apertura de miras. No se pueden escribir más de 500 páginas sin que se pierda
interés a ratos. Pero esto no debe hacernos desfallecer ya que el viaje que a
través de los ojos del Profesor Aronnaux, quien es el narrador de la historia,
a bordo del Nautilus comandado por un oscuro y misterioso Capitán Nemo merece
la pena. En muchos de los pasajes del libro me ha dado envidia no poder estar a
bordo del submarino para contemplar lo que de manera tan maravillosa Verne fue
capaz de imaginar.
Pocos autores como Julio Verne han sido capaces de imaginar el mundo
del futuro con tanta precisión. “20.000
leguas de viaje submarino” se adelanta décadas a lo que vino después.
El mismo Nautilus es ejemplo de ellos. Pero no solo es que Verne ideara un
submarino de esas características y habilidades asombrosas, sino que se llegó
incluso al polo sur adelantándose a los verdaderos descubridores del mismo
únicamente usando su imaginación. ¡Dónde no podrán llevarnos nuestros sueños!
Julio Verne, y esta y cualquiera de sus novelas, están para hacernos soñar,
para llevarnos a vivir aventuras dispares a lo largo y ancho de este planeta
(incluso más allá). Siempre recomendaré a Verne en cualquiera de sus aventuras,
más o menos famosas, porque en el fondo es uno de los grandes padres de la
Literatura moderna.
Caronte.
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