jueves, 17 de diciembre de 2020

K. L. Reich

Una de las grandes lacras que tenemos los españoles como sociedad, y en varios aspectos de nuestra vida, es que no sabemos valorar lo nuestro y preferimos alabar lo de fuera, ya sea por exótico o por creerlo superior. Craso error. Preferimos asombrarnos con los Alpes antes que hacerlo con los Picos de Europa; nos atraen más las tierras áridas del norte de África que la tierra baldía y salvaje del sureste español; pensamos que Escocia e Irlanda son paraísos verdes y místicos y sin embargo rebajamos a Galicia a una mera región gastronómica donde el marisco y el pulo eclipsan todo lo demás; preferimos un pueblo alemán medieval reconstruido a Toledo, Segovia o Cáceres. Y nos pasa lo mismo con la literatura: antes miramos a un autor inglés, pongamos por caso Dickens, antes que deleitarnos con Galdós, simple y llanamente porque lo consideramos mejor y de más alto nivel cultural. Pura ignominia, puro desconocimiento. Ignorancia supina, a fin de cuentas. Y esto es lo que ha pasado con Joaquim Amat-Piniella y esta novela comparable a Primo Levi o a Anna Frank.

K. L. Reich” es una novela totalmente desconocida en España fuera de Catalunya, ya que allí es de lectura obligada casi en colegios e institutos. Supongo que por época de publicación (años 60), por tardarse más de 15 años en publicar debido a su contenido, y porque estaba escrita en catalán, el mundo editorial en castellano la ha ido repudiando y relegando al olvido que ha tenido y sigue teniendo. Y, sin embargo, creo que la novela debería tener un puesto preeminente en las lecturas obligadas para todo español que quiera saber qué pasó con sus propios compatriotas en los campos de concentración y exterminio nazi; ya que, aunque no al extremo que judíos, rusos u otras etnias y razas, los españoles también morimos y pasamos hambre en los campos de concentración nazis.

El panorama literario europeo está plagado de novelas, memorias, autobiografías y ensayos sobre experiencias personales o ajenas, de supervivencia o muerte, en los campos de concentración nazis. “K. L. Reich” es una novela que ficciona la propia experiencia de Amat-Piniella como preso de uno de los campos de concentración de la Alemania Nazi durante la IIGM; y como tal es dura, explícita y golpea al lector en su subconsciente de manera directa y sin piedad. Pero, para ser sinceros, no hay excesos en la novela, no hay violencia por el mero hecho de conmover al lector, no hay imágenes constantes y excesivas de penurias y calamidades.

 

Joaquim Amat-Piniella logró con “K. L. Reich” construir un relato en el que hay verdad y poco efectismo. Mientras en las novelas históricas ambientadas en este periodo y en estos escenarios suelen buscar la lágrima del lector, su horror y su pena, para intentar acentuar las calamidades y hacer las tramas más realistas; en esta novela solo hay sinceridad, humildad y veracidad. Huyendo de la grandilocuencia y la presuntuosidad de muchos escritores que pretendieron narrar el infierno de los campos de concentración y el Holocausto, Amat-Piniella muestra el horror, el miedo, el olor a carne quemada, los cuerpos exangües y esqueléticos, el hambre y el frío mezclados con el humor, la esperanza, los tejemanejes de los presos, la corrupción de los campos entre prisioneros y guardianes trapicheando con la supervivencia.

La gran virtud de “K. L. Reich” frente a otros libros y novelas que he leído sobre el nazismo, el Holocausto y los campos de concentración es la dosificación que se da en la novela al lector, y la gran humildad que muestra Piniella a la hora de narrar y confesar sus propias experiencias, o experiencias parecidas inspiradas en lo que vivió en aquellos años. Junto a estas descripciones de la vida (si es que, a sobrevivir en un campo de concentración sin apenas comida, con frío, y violencia y muerte por donde quiera que mires se le puede llamar vivir) también se incorporan reflexiones y sentimientos de culpa que hicieron que aquellos que sobrevivieron a aquellos años de muerte y horror se pregunten cómo y por qué salieron de aquello vivos y si lo hicieron egoístamente haciendo que otros murieran por el camino.

Es de agradecer que en “K. L. Reich” no se caiga en los tópicos de este tipo de libros, que en su momento Amat-Piniella quisiera mostrar la cruda realidad tal como la vivió, con sus numerosas y prácticamente únicas sobras, pero también con sus luces. No solo hay olor a carne quemada en las páginas de esta novela, ni únicamente crueldad nazi, también hay humanismo, resistencia, esperanza, corrupción, falta de ética, espíritu de supervivencia. Y, sobre todo: no hay héroes. Me suele repatear mucho las novelas que usan esta época histórica concreta para ensalzar sin sombras la figura de alguien real o ideal, cuando en aquellos años no hubo ningún solo héroe, sino simplemente seres humanos que pretendían sobrevivir, y si para ello tenían que hacer que un compañero o amigo muriese se hacía. Ese es el realismo que busco en una historia como esta.

Vuelvo al principio para decir que creo que sería importante y fundamental, para hacer país, para saber de nosotros mismos, para aprender a valorarnos, descubrir una novela como “K. L. Reich”. La IIGM parece que muchas veces queda lejos de España, que la vivimos casi de espaldas o refilón, y sin embargo hubo españoles que fueron asesinados en campos de concentración nazis. Amat-Piniella no es menos que Primo Levi o Anna Franck, o cualquier otro autor que pretenda hacerse pasar por gran escritor por novelar el Holocausto o el terror del exterminio nazi en campos de prisioneros. Sin petulancia, sin egocentrismo, sin creerse más que nadie, con una absoluta dignidad y humildad, Piniella escribió una novela que debería ser de obligada lectura en institutos de toda España porque sin saber quiénes fuimos es muy difícil que podamos si quiera entrever quienes somos.

Caronte.

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