Entre los autores
ingleses contemporáneos que todavía tenía en el tintero empezar a leerme estaba
Ian McEwan. Este escritor quizá algo desconocido en España ha sido ya
galardonado con uno de los premios más importantes de la literatura inglesa
como es el Man Booker Award, por su novela “Ámsterdam”.
Sin embargo y por si acaso su forma de escribir no me gustaba o no me terminaba
de convencer he empezado leyéndome “Chesil
Beach”, que es una de sus novelas más afamadas y conocidas, y además es
bastante corta, por lo que si no me gustaba el sufrimiento iba a ser corto.
Pero he de decir que para nada ha sido sufrimiento la lectura de esta mi
primera novela de McEwan, sino todo lo contrario, y además su lectura me ha
durado apenas dos tardes, no sólo por la corta extensión del libro, que apenas
supera las 180 páginas, sino porque la historia termina enganchando.
“Chesil Beach” narra la historia
de dos jóvenes, Florence y Edward. Ambos se acaban de casar y están en un
pequeño pueblo costero de Inglaterra, en un hotelito al borde del mar donde
están pasando su noche de bosas e intentando disfrutar de la misma, teniendo en
cuenta que ambos son vírgenes y que por tanto esa noche debería se especial. La
historia se desarrolla a principios de los años 60, cuando el Reino Unido vive
en una mojigatería todavía considerable, aunque los acontecimientos mundiales,
y el surgimiento del movimiento hippie pronto harían cambiar eso. En esto años
los sociedad británica todavía vive de la herencia social de la Segunda Guerra
Mundial, todavía está en parte anclada en una mentalidad clásica y tradicional
que acepta poco los cambios sociales, sobre todo los relativos a la libertad
sexual y a las relaciones de pareja. Florence y Edward pertenecen a mundos muy
diferentes y a clases sociales muy distantes, él es de clase media baja, su
madre tiene un problema cerebral y vive en un mundo diferente a la realidad,
mientras que su padre es un maestro de escuela, tiene además dos hermanas
gemelas y viven en una casa pequeña que por lo general está siempre bastante
sucia y apenas tienen el dinero justo para ir tirando día a día, además estudia historia en Oxford; por su
parte Florence es de familia acomodada, adora la música clásica, vive en Oxford
en una casa grande con jardín y sus padres son intelectuales y trabajan en la
universidad. Todo esto que en un
principio no es impedimento para que ambos se acepten mutuamente y que la
familia de ella incluso vea con entusiasmo su relación y la idea de la boda les
llene de ilusión, termina por ser una fuente de resentimientos debidos a los
propios prejuicios que de manera casi subconsciente se van metiendo en cada uno
de ellos debido al ambiente en que tanto Edward como Florence se mueven;
resentimientos que terminan por salir a la luz la noche de bodas.
“Chesil Beach” es ante todo una
novela, casi una fábula, un cuento para adultos, en los que dos maneras de ser,
dos formas de entender la vida y la libertad personal se enfrentan. La base
narrativa del libro como ya he dicho es la noche de bodas de Edward y Florence,
y a partir de ahí cuando se quedan ya solos en la habitación del hotel después
de que los camareros les hayan servido la cena cuando todos los temores, inseguridades
y prejuicios empiezan a salir a relucir en las actitudes de ambos, en las ganas
y en la pasión tan contenida que se puede leer en las páginas de este libro. El
silencio que nunca debería predominar en una noche de bodas de apodera de la habitación
del hotel, hasta tal punto que pueden escuchar a través de techos y paredes el
noticiario de la radio, ninguno se atreve a moverse, se comen la cena, Edward
se contiene, le gustaría abalanzarse sobre su recién estrenada mujer y hacer lo
que toda pareja joven estaría deseando hacer en su noche de bodas. Pero
Florence, tiene miedo, y sobre todo dudas; dudas ante todo lo que sabe que
tiene que ocurrir esa noche pero que ella no quiere que ocurra porque en cierto
modo le repugna. Ambos se aman, de eso no hay duda, pero sólo Edward desea a
Florence.
La narración de
esa noche de bodas se entremezcla con los momentos en los que ambos se
conocieron en una manifestación antinuclear en Londres, con los paseos por Oxford,
con el momento de conocer mutuamente a los padres del otro. Las diferencias que
son obvias entre la vida de ambos enamorados, y que seguramente deberían
haberles hecho pensar que eran incompatibles por propia mentalidad, quedan
completamente eclipsadas por el deseo y el amor que sienten el uno por el otro.
Pero hay en Florence y Edward prejuicios que difícilmente el amor y la pasión pueden
vencer, sobre todo en Florence a la que todo contacto físico le da miedo, la
repugna; pero también en Edward que sabe de estas reticencias de Florence, que
las ha vivido durante su noviazgo y que por eso mismo siempre ha ido despacio
para que ese miedo poco a poco se fuera superando, sin llegar a pensar que ella
no quería superarlo. Este miedo termina por explotar en la noche de bodas, en
la cama ya, a punto de que los dos cuerpos se convirtieran en uno. Es en este momento
cuando “Chesil Beach” alcanza
su momento álgido, el más intenso en toda la narración. Florence sale corriendo
espantada de la habitación del hotel y se refugia en la playa; un tiempo
después llega Edward a su lado, sabiendo perfectamente lo que pasará a partir
de ese momento, o no, porque no creo que nadie se espere lo que pasa al final
del todo.
Desde mi punto de
vista “Chesil Beach” va de
menos a más, tanto en la narración que al principio es algo confusa y
laberíntica, sin saber muy bien donde nos quiere llevar McEwan, pero que al
final conforma un relato redondo, como en la propia historia de Edward y
Florence, en la historia de esa noche de bodas y de ese amor entre ellos. Poco
a poco se va construyendo una historia que quizá a todos cuando somos jóvenes
se nos pasa por la cabeza, muchos de los temores que aparecen en “Chesil Beach” pueden ser
compartidos por cualquiera en relación al amor, y al sexo; poco a poco, a
medida que se pasan las páginas de este libro se va viendo el reflejo de una
sociedad que estaba a punto de liberarse mentalmente de las ataduras clásicas,
de los grilletes que la tradición más conservadora y puritana había impuesto a
la sociedad y que a partir de finales de los 60 poco a poco fueron
desapareciendo. El libro es fácil de leer y Ian McEwan en su narración no da
excesivas vueltas ni adorna en demasía las frases por lo que por norma general
la novela avanza a buen ritmo y termina por cerrar una historia perfectamente
narrada e hilada con el pasado. El final para mí es lo mejor del libro, es
visceral, directo y desgarrado, como a veces es el amor y la pasión, y es muy
complicado que deje indiferente a nadie al leerlo.
Caronte.
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