De Javier Marías
siempre he oído hablar mucho en los libros de texto de la ESO y el bachillerato
donde lo tenía que estudiar y aprenderme algunas de sus obras más famosas, y
sobre todo a través de sus artículos de opinión de los domingos en el Semanal
de El País, siempre en la última hoja del mismo, casi como queriendo ocultarse
de los ávidos ojos de los lectores de dicho suplemento, o queriendo que quien
realmente quiera leerle vaya a buscarle a esa última hoja, que se convierte en
la primera si se empieza El Semanal por el final. Siempre que he comprado el
periódico en domingo lo primero que hacía era leer su artículo de opinión, y
casi siempre también, leerlo me hacía reflexionar sobre el tema que había
tratado en el mismo, a veces a su favor haciéndome ver algunas cosas de manera
diferente a cómo yo las veía inicialmente y otras veces siendo crítico con él y
no estando de acuerdo con la idea que defendía en su artículo.
Por esta razón
siempre he querido leer a Marías, porque su forma de contar, de narrar, de
expresar me llenaban, me hacían reflexionar, que creo que es lo mejor que un
escritor puede llegar a conseguir provocar en sus lectores, a parte de las
emociones que puedan transmitir sus escritos. “Corazón tan blanco” es la primera novela suya que leo (he de
decir que he empezado otra “Tu rostro
mañana”, pero al ser esta una trilogía de momento sólo me he leído la
primera parte de la misma, cuando la termine, empresa colosal y ardua en
palabras del propio Marías, también hablaré de ella) y la verdad es que como
sus artículos me ha dejado más si cabe enamorado de su forma de contar, de
narrar, de expresar. Hay libros de los que es muy complicado separarse, pero “Corazón tan blanco” es uno de
esos libros que consigue que el lector se sumerja en las profundidades más
hermosas de la literatura y se pierda en las páginas, párrafos, frases y
palabras que componen la narración y dan forma a la historia que el escritor
quiere contar. Y esto es lo que me ha pasado a mí con este libro, cada vez que
lo tenía que dejar por cualquier razón, ya fuera llegar a la estación de
destino en un viaje en metro, o porque el sueño empezaba a vencerme en la cama
mientras leía. A veces me era muy complicado salir a la superficie del mundo
real, del metro o de mi habitación, y dejar las profundidades del libro, de la
lectura donde me encontraba muy cómodo dejándome mecer por las frases,
divagaciones y reflexiones que se narran en “Corazón tan blanco”, a veces me era muy difícil salir del
mundo del protagonista de la novela, un traductor/intérprete que se acaba de
casar y que vive constantemente viajando entre Nueva York, Ginebra y Madrid, la
ciudad donde vive, según le vaya saliendo el trabajo.
A veces me era muy
complicado dejar de leer esta fabulosa novela de Javier Marías que indaga sobre
los secretos, sobre lo que se cuenta o se deja de contar y quizá nunca se
cuente. Otras veces no quería dejar de leer porque quería saber más, quería ver
cómo las diferentes personas que se van cruzando en la vida del protagonista
traductor le van haciendo pensar en sus propios actos y en su propia vida, y en
su propio pasado. Su padre, su recién estrenada mujer, dos desconocidos con los
que se cruza en La Habana durante su viaje de novios, su amiga de la universidad
(amante esporádica entonces) que vive en Nueva York y con la que comparte vida
durante el tiempo que dura su trabajo en la ONU, un amigo de su padre, su
abuela que sin ser un personaje presente en la novela como tal sí que está muy
viva en el recuerdo del protagonista y narrador de “Corazón tan blanco”. La prosa de Marías envuelve al lector
desde el primer capítulo de esta novela de descubrimiento y reflexión personales,
con esa primera escena que nos muestra; esa escena en el baño en la que una
joven se dispara en el pecho y muere. Esa escena que en principio puede quedar
descolgada a continuación, a medida que se va avanzando en la lectura de “Corazón tan blanco”, poco a poco
va recobrando presencia en el libro, presencia e importancia vital en el
devenir de la historia y de la personalidad de los personajes. Esta joven que
se dispara en un pecho es la pieza de dominó que puede hacer que todo se venga
abajo en la vida de los personales de esta novela, es el nudo que permite que
todas las vidas de los protagonistas de esta novela mantengan un mismo estado.
Esta joven, y su muerte son el secreto alrededor del cual gira toda la novela y
que lleva a su protagonista a reflexionar sobre quiénes somos y sobre los actos
que hacemos y las palabras que decimos, pero también de aquello que no hacemos
o lo que callamos, o incluso sobre lo que aun habiendo hecho y decimos callar y
no contar a nadie para que parezca no dicho y no hecho, para que parezca que
nunca sucedió. No siempre callando algo hacemos que desaparezca de nosotros,
siempre perdura, siempre está hecho lo que hicimos algún día y siempre queda
dicho lo que un día fuimos incapaces de callar; pero podemos decidir ocultarlo,
por nuestro bien, o por el bien de terceras personas, y entonces lo dicho y lo
hecho pasa a ser secreto.
A parte de sobre
los secretos y su conveniencia de ser contados, desvelados alguna vez sobre
todo a quienes nos quieren y se supone con los que no debería tener nada oculto;
“Corazón tan blanco” es una
novela que también pretende indagar en el concepto de compartir la vida, sobre
la obligación que puede imponer la sociedad sobre las personas de tener que
querer a alguien. Sobre todo esto el protagonista de la novela se empieza a
preguntar el mismo día de su boda cuando su padre y él mantienen una conversación
bastante enigmática, donde se cuenta más con lo que no se dice que con las
palabras expresadas y dichas, con lo que se calla que con lo que se dice y por
tanto pasa a ser pasado y al olvido incluso. Sin embargo nada en esta novela es
olvido, todo se recuerda y todo queda conectado gracias a un magnífico
ejercicio narrativo por parte de Javier Marías que poco a poco va relacionando
todo lo que se va narrando aunque a primera vista parezca que no tiene conexión
entre sí. Todo lo que se narra, se dice o se cuenta en “Corazón tan blanco” tiene su eco en la novela y nada es
caprichoso, todo tiene su razón de ser; en esta novela, a diferencia de en la
primera parte de “Tu rostro mañana”
no hay ninguna reflexión o divagación que sobre, todas son parte de la fábula
que crea Javier Marías.
Esta novela, la
primera completa que me leo de Javier Marías aunque tenga otra en proceso de
lectura, me demuestra la extraordinaria habilidad que tiene este escritos,
académico de la lengua para crear historias, indagar en la personalidad del ser
humano, en definitiva para narrar. Por sus artículos en El País, ya tenía
bastante buena imagen de él como escritor al menos de artículos de opinión,
pero tras haberme leído, casi devorado con ansia, “Corazón tan blanco” me reafirmo en pensar que Marías es uno
de los grandes narradores en lengua española y uno de los más importante
escritores que tenemos a día de hoy en este país, reconocido no ya solo en
España sino también fuera de nuestras fronteras, lo que hace de él uno de los
más firmes candidatos españoles, si no el único, a ser el próximo Premio Nobel
que tenga este país. Para mí su prosa es delicadísima, y aunque es cierto que
sus divagaciones y sus reflexiones son pesadas objetivamente hablando, he de
decir que a mí me encantan, las vueltas que da sobre los temas, los diferentes puntos
de vista que muestra, los giros que da a veces a las reflexiones, todo hace que
sus letras me envuelvan y a duras penas pueda salir de ellas. He de decir también
que no es fácil leer a Javier Marías, sus libros, al menos este no son como sus
artículo de prensa, en el “Corazón tan
blanco” hay que estar muy atento a la narración para no perderte y
poder así sacarle todo el jugo posible a lo que cuenta. Como creo que ha
quedado claro, esta novela me ha encantado, no la puedo recomendar porque a
Marías quien quiera leerlo le tiene que salir del alma hacerlo sino no lo va a
conseguir, porque al principio puede impresionar un poco; aunque también he de
decir que merece la pena.
Caronte.
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