¿Cómo es posible
que haya estado todos estos años de lecturas sin tener conocimiento de este
gran escritor británico como es Graham Greene? Respuesta: no tengo la más
mínima idea. Esto es así. Gracias a mis amigos de la universidad, Miguel, Pablo
y Chema, descubrí a este escritor, ya que para mi cumpleaños me regalaros un
par de portadas de los diarios de tirada nacional del día que nací (concretamente
la del ABC y la de La Vanguardia). En ambas portadas, pero especialmente en la
del ABC, que lo llevaba como foto principal, aparecía la noticia del
fallecimiento de Graham Greene. Justo el día en que yo nacía lloraban en Reino
Unido a este gran maestro de las letras anglosajonas. Es posible que la falta
de conocimiento que tenía de este gran escritor se debiera a mí mismo y al no
haber indagado en los grandes escritores en lengua inglesa, o a no haber
indagado lo suficiente. Pero este error ya está subsanado y ahora ya sé quién
fue Graham Greene y conozco su obra que poco a poco iré leyendo.
Una vez leí algo
sobre la vida y obra de Greene decidí que la primera novela suya que me iba a
leer sería “Nuestro hombre en La
Habana”. Pocas novelas dice en su título tanto como esta. Como no podía
ser de otra manera esta magnífica obra, que decidí asimismo leerme en versión
original, es decir en inglés, para practicar un poco el idioma de Shakespeare,
es de espías. Está ambientada al comienzo de la guerra fría, en Cuba, cuando
todavía no se había producido la revolución comunista que llevaría a Fidel
Castro al poder en la isla caribeña pero los indicios de revolución ya
empezaban a preocupar a “occidente” (pongo occidente entre comilla porque
siempre me ha resultado extraño dividir el mundo entre occidente y el resto,
como queriendo decir que los países más democráticos – o mejor dicho, los menos
dictatoriales – son los mejores, mientras que el resto son una manada de
salvajes, división que no comparto en absoluto).
Una de las mejores
cosas que tiene “Nuestro hombre en La
Habana” son sus personajes, empezando por su despreocupado e inocente
protagonista, un vendedor de aspiradores eléctricos que tiene su vida tranquila
en La Habana, el señor Wormold, que un buen día recibe la visita de un tal
Hawthorne, miembro del Servicio Secreto británico que le recluta como agente en
la isla para recabar información de primera mano de todo lo que ocurra por allí
pensando que como vendedor de dichos aparatos para el hogar sus clientes serían
de altas esferas. Wormold, termina aceptando casi sin saber cómo, atraído en
gran parte por el dinero que le ofrece, ya que su hija Milly, otro de los
grandes personajes secundarios de la novela, aparte de ser una devotísima
cristiana empedernida, más preocupada de rezar un rosario y pedir a Dios ayuda
que de cualquier otra cosa, también es una compradora compulsiva que se gasta
todo lo que su padre le da y más. Wormold, agobiado por las compras de su hija
termina aceptando ese pequeño trabajo extra sin saber qué tiene que hacer, o
cómo tiene que actuar.
Otro de los
grandes personajes secundarios de la novela, aunque quizá debería considerarlo
también principal, es el doctor Hasselbacher, un alemán que lleva afincado en
la isla de Cuba durante más de treinta años y con el que nuestro querido
vendedor de aspiradoras tiene una más que sincera y estrecha relación de
amistas. Con él comparte tardes en los bares más tradicionales de La Habana,
bebiendo whisky o combinados caribeños como si fueran agua, y charlando y
compartiendo inquietudes y preocupaciones. Las conversaciones entre ambos
amigos constituyen los mejores pasajes, a mi juicio, del todo el libro dando
profundidad a los temas morales que se tratan en “Nuestro hombre en La Habana”, como la lealtad, la amistad,
las creencias ciegas o la propia moralidad y el doble juego que las personas
pueden llegar a realizar en beneficio propio, así como los vicios del ser
humano. Por cierto durante toda la novela, pero especialmente en los encuentros
entre el Doctor Hasselbacher y Wormold, el alcohol está siempre presente, así
como los vicios del cuerpo, concretamente el sexo, a través de los prostíbulos
y cabarets que durante “Nuestro hombre
en La Habana” van apareciendo, y los vendedores de postales y
fotografías eróticas que asaltan en la calle a cualquier hombre que parezca que
busca compañía.
Todavía me faltan
dos personajes por presentar. Dos personajes de una importancia vital, sobre
todo a partir de la mitad del libro, como son el Capitán Segura, un policía
sanguinario, conocido por sus torturas de los detenidos, y que se vanagloria de
clasificar a las personas como torturables o no torturables. El Capitán Segura,
desde el principio de la novela tiene una relación particular con nuestro
vendedor de aspiradoras, ya que, aunque la saca bastantes años, está detrás de
Milly y pretende su mano, cosa que a Wormold desde que descubre como conocen al
señor Segura intenta que su hija no esté con él ni un solo minuto. Por último
me queda presentar a la que servirá de compañera de trabajo y ayuda
incondicional de nuestro espía a la fuerza, Beatrice, que mandada por Londres
hará de secretaria de Wormold en La Habana. Poco a poco Wormold y Beatrice,
desde que se topan el uno con la otra en una inverosímil cena de cumpleaños de
Milly en uno de los clubes más famosos de la ciudad, van acercándose más allá
de lo profesional y pasa al plano de lo personal. Una relación muy sutil pero
siempre presente a lo largo de las páginas de “Nuestro hombre en La Habana”.
Todos estos
personajes forman un conjunto tan heterogéneo como inquietante, todos tienen
sus puntos débiles y sus puntos fuertes, y todos muestran un sentido de la
moral, cada uno en su campo muy interesante. Las conversaciones que durante
toda la novela tendrán entre ellos los diferentes personajes aunque parezcan
superficiales, no lo son en absoluto y todas muestran un equilibrio sutil entre
lo moral y lo inmoral, y además todas ocurren en el momento justo. El amor, la
lealtad, la fe y la religión, los escrúpulos y la traición son los principales temas que Greene trata en “Nuestro hombre en La Habana”
siempre con un toque lo suficientemente irónico como para quitar hierro al
asunto y darle un aire más desenfadado, llegando a situaciones irreverentes y
cómicas en muchas ocasiones.
Pero lo más
irreverente y divertido de la novela, es que esta sea de espías y no haya
espías, ¡es genial! Desde el primer momento en que es reclutado, Wormold al no
saber qué tiene que hacer, ni de dónde puede sacar la información que Londres
le reclama, y como necesita el dinero que Hawthorne le ofrece de manera casi
ilimitada para poder complacer los caprichos de su hija Milly, decide
inventarse todo. Urde historias personales de sus agentes en el terreno
cogiendo nombres al azar de las listas de miembros de un club, envía dibujos de
sus aspiradores a Londres diciendo que son planos de armas secretas, inventa el
paradero de una base militar secreta que nadie sabe que existe. Londres traga
con todo, y Wormold, pensando que está a salvo y que todo le está saliendo bien
sigue adelante. Pero todo se empieza a torcer cuando entra en juego la
contrainteligencia, los enemigos invisibles, el Este y el Oeste, si es que
alguna vez han existido. Ahí todo empieza a revolverse, todo empieza a
sorprender, y el lector de “Nuestro
hombre en La Habana” no sabe que creer ya, si toda la mentira es a su
vez una mentira, o no. En el juego empiezan a entrar elementos que hacen
sospechar y que crean una atmósfera en los capítulos finales del libro
completamente agobiante, sin dejar de lado los toques irreverentes e
inverosímiles.
Si antes de empezar
a leerme “Nuestro hombre en La Habana”
me hubieran dicho que me lo iba a pasar tan bien, y que al mismo tiempo iba a
sentir la misma angustia que siente Wormold quedando tan desconcertado con cada
episodio como él mismo, no lo hubiera creído. La novela es fabulosa, y la
manera de narrar de Greene completamente impresionante, nada queda al azar,
todo lo que se dice es necesario que sea dicho, incluso lo que no se dice,
aquello que se deja para que el lector complete en su mente, también está
planeado. Greene es un maestro con la palabra, es uno de los grandes del
thriller, de la novela de espías y del sentido del humor más típicamente
británico. Tengo claro que a partir de ahora, después de leerme esta novela voy
a seguir leyéndome más novela suyas, aunque vaya con algunos años de retraso,
aunque en esto de la literatura no hay retrasos ni adelantos sino momentos
justos para empezar a leer una novela o a un escritor. Ha querido el destino
que fuera para mi 23 cumpleaños que conociera la existencia, por la noticia de
su muerte, de Graham Greene gracias a mis amigos de la universidad y su regalo
de cumpleaños. Nunca es tarde si la dicha es buena, dice el refrán, pues he
aquí una dicha que realemten merece la pena. “Nuestro hombre en La Habana” es un gran libro y estoy seguro
que a quienes les gusten los thrillers y las novelas de espías, con esta obra
no se sentirán defraudados.
Caronte.
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