martes, 19 de agosto de 2014

Lectura crítica: "Nuestro hombre en la Habana"

¿Cómo es posible que haya estado todos estos años de lecturas sin tener conocimiento de este gran escritor británico como es Graham Greene? Respuesta: no tengo la más mínima idea. Esto es así. Gracias a mis amigos de la universidad, Miguel, Pablo y Chema, descubrí a este escritor, ya que para mi cumpleaños me regalaros un par de portadas de los diarios de tirada nacional del día que nací (concretamente la del ABC y la de La Vanguardia). En ambas portadas, pero especialmente en la del ABC, que lo llevaba como foto principal, aparecía la noticia del fallecimiento de Graham Greene. Justo el día en que yo nacía lloraban en Reino Unido a este gran maestro de las letras anglosajonas. Es posible que la falta de conocimiento que tenía de este gran escritor se debiera a mí mismo y al no haber indagado en los grandes escritores en lengua inglesa, o a no haber indagado lo suficiente. Pero este error ya está subsanado y ahora ya sé quién fue Graham Greene y conozco su obra que poco a poco iré leyendo.

Una vez leí algo sobre la vida y obra de Greene decidí que la primera novela suya que me iba a leer sería “Nuestro hombre en La Habana”. Pocas novelas dice en su título tanto como esta. Como no podía ser de otra manera esta magnífica obra, que decidí asimismo leerme en versión original, es decir en inglés, para practicar un poco el idioma de Shakespeare, es de espías. Está ambientada al comienzo de la guerra fría, en Cuba, cuando todavía no se había producido la revolución comunista que llevaría a Fidel Castro al poder en la isla caribeña pero los indicios de revolución ya empezaban a preocupar a “occidente” (pongo occidente entre comilla porque siempre me ha resultado extraño dividir el mundo entre occidente y el resto, como queriendo decir que los países más democráticos – o mejor dicho, los menos dictatoriales – son los mejores, mientras que el resto son una manada de salvajes, división que no comparto en absoluto).

Una de las mejores cosas que tiene “Nuestro hombre en La Habana” son sus personajes, empezando por su despreocupado e inocente protagonista, un vendedor de aspiradores eléctricos que tiene su vida tranquila en La Habana, el señor Wormold, que un buen día recibe la visita de un tal Hawthorne, miembro del Servicio Secreto británico que le recluta como agente en la isla para recabar información de primera mano de todo lo que ocurra por allí pensando que como vendedor de dichos aparatos para el hogar sus clientes serían de altas esferas. Wormold, termina aceptando casi sin saber cómo, atraído en gran parte por el dinero que le ofrece, ya que su hija Milly, otro de los grandes personajes secundarios de la novela, aparte de ser una devotísima cristiana empedernida, más preocupada de rezar un rosario y pedir a Dios ayuda que de cualquier otra cosa, también es una compradora compulsiva que se gasta todo lo que su padre le da y más. Wormold, agobiado por las compras de su hija termina aceptando ese pequeño trabajo extra sin saber qué tiene que hacer, o cómo tiene que actuar.

Otro de los grandes personajes secundarios de la novela, aunque quizá debería considerarlo también principal, es el doctor Hasselbacher, un alemán que lleva afincado en la isla de Cuba durante más de treinta años y con el que nuestro querido vendedor de aspiradoras tiene una más que sincera y estrecha relación de amistas. Con él comparte tardes en los bares más tradicionales de La Habana, bebiendo whisky o combinados caribeños como si fueran agua, y charlando y compartiendo inquietudes y preocupaciones. Las conversaciones entre ambos amigos constituyen los mejores pasajes, a mi juicio, del todo el libro dando profundidad a los temas morales que se tratan en “Nuestro hombre en La Habana”, como la lealtad, la amistad, las creencias ciegas o la propia moralidad y el doble juego que las personas pueden llegar a realizar en beneficio propio, así como los vicios del ser humano. Por cierto durante toda la novela, pero especialmente en los encuentros entre el Doctor Hasselbacher y Wormold, el alcohol está siempre presente, así como los vicios del cuerpo, concretamente el sexo, a través de los prostíbulos y cabarets que durante “Nuestro hombre en La Habana” van apareciendo, y los vendedores de postales y fotografías eróticas que asaltan en la calle a cualquier hombre que parezca que busca compañía.

Todavía me faltan dos personajes por presentar. Dos personajes de una importancia vital, sobre todo a partir de la mitad del libro, como son el Capitán Segura, un policía sanguinario, conocido por sus torturas de los detenidos, y que se vanagloria de clasificar a las personas como torturables o no torturables. El Capitán Segura, desde el principio de la novela tiene una relación particular con nuestro vendedor de aspiradoras, ya que, aunque la saca bastantes años, está detrás de Milly y pretende su mano, cosa que a Wormold desde que descubre como conocen al señor Segura intenta que su hija no esté con él ni un solo minuto. Por último me queda presentar a la que servirá de compañera de trabajo y ayuda incondicional de nuestro espía a la fuerza, Beatrice, que mandada por Londres hará de secretaria de Wormold en La Habana. Poco a poco Wormold y Beatrice, desde que se topan el uno con la otra en una inverosímil cena de cumpleaños de Milly en uno de los clubes más famosos de la ciudad, van acercándose más allá de lo profesional y pasa al plano de lo personal. Una relación muy sutil pero siempre presente a lo largo de las páginas de “Nuestro hombre en La Habana”.

Todos estos personajes forman un conjunto tan heterogéneo como inquietante, todos tienen sus puntos débiles y sus puntos fuertes, y todos muestran un sentido de la moral, cada uno en su campo muy interesante. Las conversaciones que durante toda la novela tendrán entre ellos los diferentes personajes aunque parezcan superficiales, no lo son en absoluto y todas muestran un equilibrio sutil entre lo moral y lo inmoral, y además todas ocurren en el momento justo. El amor, la lealtad, la fe y la religión, los escrúpulos y la traición son  los principales temas que Greene trata en “Nuestro hombre en La Habana” siempre con un toque lo suficientemente irónico como para quitar hierro al asunto y darle un aire más desenfadado, llegando a situaciones irreverentes y cómicas en muchas ocasiones.

Pero lo más irreverente y divertido de la novela, es que esta sea de espías y no haya espías, ¡es genial! Desde el primer momento en que es reclutado, Wormold al no saber qué tiene que hacer, ni de dónde puede sacar la información que Londres le reclama, y como necesita el dinero que Hawthorne le ofrece de manera casi ilimitada para poder complacer los caprichos de su hija Milly, decide inventarse todo. Urde historias personales de sus agentes en el terreno cogiendo nombres al azar de las listas de miembros de un club, envía dibujos de sus aspiradores a Londres diciendo que son planos de armas secretas, inventa el paradero de una base militar secreta que nadie sabe que existe. Londres traga con todo, y Wormold, pensando que está a salvo y que todo le está saliendo bien sigue adelante. Pero todo se empieza a torcer cuando entra en juego la contrainteligencia, los enemigos invisibles, el Este y el Oeste, si es que alguna vez han existido. Ahí todo empieza a revolverse, todo empieza a sorprender, y el lector de “Nuestro hombre en La Habana” no sabe que creer ya, si toda la mentira es a su vez una mentira, o no. En el juego empiezan a entrar elementos que hacen sospechar y que crean una atmósfera en los capítulos finales del libro completamente agobiante, sin dejar de lado los toques irreverentes e inverosímiles.

Si antes de empezar a leerme “Nuestro hombre en La Habana” me hubieran dicho que me lo iba a pasar tan bien, y que al mismo tiempo iba a sentir la misma angustia que siente Wormold quedando tan desconcertado con cada episodio como él mismo, no lo hubiera creído. La novela es fabulosa, y la manera de narrar de Greene completamente impresionante, nada queda al azar, todo lo que se dice es necesario que sea dicho, incluso lo que no se dice, aquello que se deja para que el lector complete en su mente, también está planeado. Greene es un maestro con la palabra, es uno de los grandes del thriller, de la novela de espías y del sentido del humor más típicamente británico. Tengo claro que a partir de ahora, después de leerme esta novela voy a seguir leyéndome más novela suyas, aunque vaya con algunos años de retraso, aunque en esto de la literatura no hay retrasos ni adelantos sino momentos justos para empezar a leer una novela o a un escritor. Ha querido el destino que fuera para mi 23 cumpleaños que conociera la existencia, por la noticia de su muerte, de Graham Greene gracias a mis amigos de la universidad y su regalo de cumpleaños. Nunca es tarde si la dicha es buena, dice el refrán, pues he aquí una dicha que realemten merece la pena. “Nuestro hombre en La Habana” es un gran libro y estoy seguro que a quienes les gusten los thrillers y las novelas de espías, con esta obra no se sentirán defraudados.

Caronte.

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