martes, 31 de marzo de 2015

Cinco y acción: "La Ceniciena"

Sí, lo sé. Puede que con los años que tengo no me pegue nada ir a ver al cine una película sobre un cuento de hadas y princesas de Disney. Pero la verdad es que últimamente la creadora del ratón animado más famoso del mundo se está poniendo las pilas de nuevo, tomando el pulso a los gustos actuales del público, y está readaptando sus grandes clásicos con actores reales, alejándose de la animación tradicional. Esto es lo que me ha llevado a ir al cine, esta vez con mis padres, para dar también el gusto a mi madre que le gustan todo este tipo de películas, y ver esta adaptación en carne y hueso de una de las más clásicas y tradiciones películas de Disney, “La Cenicienta”.


Poco tengo que contar, creo, sobre el argumento de la película. No creo que haya ser humano en el mundo con más de veinte años que no sepa de qué va la película, o que no haya visto la original de dibujos animados. Para los despistados diré que es la típica historia de Disney con una princesa desvalida y desgraciada sometida a la maldad de una bruja, aunque en este caso no haya poderes de por medio. Cenicienta es una joven muy amable, generosa y bella, que pierde a su madre siendo muy joven, que ve como su papá se vuelve a casar con una malvada mujer que tras la muerte de aquél hace que Cenicienta sea su sirvienta y de sus hijas. Pero no todo podría ser algo malo, un día Cenicienta se encuentra en el bosque con un apuesto joven, el Príncipe, aunque ella no lo sabe. Ambos quedan locamente enamorados el uno del otro, pero se tienen que ir cada uno por su lado. El Príncipe se tiene que casar como manda la tradición, y por ello se celebrará un gran baile para que las princesas se presenten y éste pueda elegir entre ellas. Pero resulta que él está enamorado de Cenicienta y sólo a ella es a quien quiere, por ello ordena que al baile se invite a todas las doncellas del reino. En casa de Cenicienta esto se recibe con buen humor ya que su Madrastra pretende casar a alguna de sus hijas con el Príncipe. Cenicienta también quiere ir pero su Madrastra se lo prohíbe. Sin embargo el gran día ella pide permiso para ir, hasta se ha hecho un vestido precioso. Pero su Madrastra y hermanastras se lo rompen y la dejan en casa llorando de pena.

Aquí se produce el milagro, y aparece la magia que no puede faltar en este tipo de cuentos de hadas. Cenicienta se encuentra con su Hada Madrina y ésta hace todo lo posible para que pueda ir al baile. Convierte una calabaza en carroza, a un par de lagartos en lacayos y a una oca en cochero. Por último hace un nuevo vestido totalmente deslumbrante a Cenicienta y unos zapatos de cristal. Así vestida, parte para el baile sabiendo que a media noche acabará todo el hechizo y todo volverá a la normalidad. En Palacio baila con el Príncipe que queda totalmente deslumbrado por Cenicienta, y termina de enamorarse. Sin embargo ni el Rey, ni sobre todo el Gran Duque, que maniobrará para que el Príncipe case con quien debe casar y no con quien quiera, quieren que el Príncipe se case con una campesina. Llegan las doce y Cenicienta se marcha. El hechizo se rompe. El Príncipe queda desolado por la desaparición de Cenicienta, que con las prisas ha perdido uno de sus zapatos de cristal. La Madrastra descubre que ha estado en el baile y que ha sido ella la que ha enamorado al Príncipe, por ello la encierra en la casa. El Príncipe emprende una búsqueda sin tregua en busca de Cenicienta con la que se quiere casar, para ello va casa tras casa haciendo que todas las mujeres del reino se prueben el zapato de cristal. Al llegar a casa de Cenicienta, la Madrastra y las Hermanastras intentan que se marche sin encontrarla, pero no ocurre eso. Al final Cenicienta y el Príncipe se casan y el cuento termina.

Hasta aquí la nueva película de “La Cenicienta” cumple con lo establecido sin salirse ni un ápice del guión. Pero esta nueva adaptación del clásico de Disney es mucho más, y todo gracias a su director, Kenneth Branagh, que ha conseguido no sólo dotar a la historia de la misma intensidad que los animadores originales dieron a la película de dibujos, sino que ha conseguido crear un verdadero mundo de fantasía que en algunos momentos supera con creces al original. Branagh ha conseguido en esta película llevar a la realidad el mundo fantástico y de ensueño de Disney. La película tiene una estética típicamente de cuento de hadas, príncipes y princesas, tanto en escenarios, como en vestuarios y decorados.

La recreación del Palacio del Príncipe es totalmente espectacular, muy rococó, mu recargado todo como corresponde a este tipo de películas Disney. Sí es cierto que se ha huido de la estética de castillo con torreones y pináculos y se ha optado más por un estilo palacio europeo, tipo Versailles o mejor dijo tipo residencia de verano alemana del siglo XIX. A los que hayan viajado a París o Viena, es probable que el Palacio de “La Cenicienta” les recuerde a sus respectivos Palacios de la Ópera. Además la recreación del baile es soberbia, totalmente recargada, pero impresionante. El gran salón donde se hace el baile con su enorme escalera, con sus espectaculares lámparas de cristal y velas, sus grandes ventanales tapados por cortinas enormes, y paredes totalmente cubiertas por espejos. Pero no sólo la recreación del Palacio es exquisita. También lo es la casa de Cenicienta: una clásica casita Disney de cuento, con sus tejados puntiagudos, sus paredes de piedra y sus ventanas rectangulares.

Mención aparte tiene el vestuario en la película. Es toda una muestra de imaginación y colorido desbordante. Si en la película orinal de dibujos animados los verdaderos creadores eran los dibujantes; en esta adaptación son los diseñadores del vestuario los que han cogido el relevo y han creado un mundo totalmente colorido. Estoy seguro que todas las niñas que había en el cine querrían tener unos vestidos como los que Cenicienta saca, especialmente el del baile, una creación que corta la respiración. Verdaderas obras de arte en sí mismos son todos los vestidos, de ellas y ellos. Pero si los vestidos son obras de arte, los zapatos de cristas son una verdadera joya. Y digo joya porque de hecho eso es lo que son, ya que los ha creado Swarovsky. La verdad es que uno solo puede admirarlos y que dejan a uno sin palabras.

Ahora bien, vayamos a cómo está contada la historia: no cabe la menor objeción. No falta ni sobra nada metido con calzador para actualizar el cuento. No ha hecho falta. Todo está en su sitio, incluso la historia del inicio de Cenicienta con su madre aún viva, y cuando su padre conoce y se casa con la Madrastra. Puede que el más puritano diga o piense que faltan las canciones Disney. Y es cierto. Lo que pasa es que estamos en el siglo XXI y si se quiere llegar a un público más amplio hay que dejar eso a un lado y centrarse más en la propia historia como pasa en “La Cenicienta”. Si puede ser que en el momento del Hada Madrina todos echemos en falta el Bidibi-Badibi-Bu, pero puedo asegurar después de haber visto la película que se suple con creces, porque esta escena es una de las mejores de toda la película, con un despliegue de imaginación brutal. Bueno, básicamente lo mejor de la película viene en la parte del Baile: el antes, con el Hada Madrina, el durante, y el después con las doce campanadas y la huida de Palacio de Cenicienta. No pude más que sonreírme de lo que Branahg había conseguido con su adaptación.

En el plano interpretativo también todo está perfecto. Tenemos una Cenicienta, interpretada por una jovencísima Lily James, que aparte de bella es perspicaz, buena, generosa y amable; un Príncipe  que a los amantes de Juego de Tronos nos sonará bastante como el mayor de los Stark, Richard Madden, que hará las delicias de todas las mamás que acompañen a sus hijas a ver la película, un príncipe con bastante buen porte; la Madrastra, Cate Blanchett, y las Hermanastras, le dan a “La Cenicienta” ese punto malvado, socarrón y cruel; y por último el Hada Madrina, probablemente el papel mejor interpretado de toda la película, encarnada por Helena Bonham Carter, que da histrionismo a uno de los momentos más mágicos de la historia de Disney y más conocido no ya por los amantes de este tipo de películas sino por todo el mundo en general.

Pues ya está poco más tengo que decir. Obviamente puede resultar chocante que haya ido a ver esta película, pero al menos no he ido solo que hubiera resultado aún más deprimente. La verdad es que mereció la pena, porque pasé un rato muy agradable sobre todo viendo un cine lleno de gente, cosa que no ocurre habitualmente, y que esa gente se lo estaba pasando bien y disfrutando con la película. Yo también lo hice porque la verdad es que esta última versión de “La Cenicienta” está muy bien hecha.

Caronte.

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