Sí, lo sé. Puede
que con los años que tengo no me pegue nada ir a ver al cine una película sobre
un cuento de hadas y princesas de Disney. Pero la verdad es que últimamente la
creadora del ratón animado más famoso del mundo se está poniendo las pilas de
nuevo, tomando el pulso a los gustos actuales del público, y está readaptando
sus grandes clásicos con actores reales, alejándose de la animación
tradicional. Esto es lo que me ha llevado a ir al cine, esta vez con mis
padres, para dar también el gusto a mi madre que le gustan todo este tipo de
películas, y ver esta adaptación en carne y hueso de una de las más clásicas y
tradiciones películas de Disney, “La
Cenicienta”.
Poco
tengo que contar, creo, sobre el argumento de la película. No creo que haya ser
humano en el mundo con más de veinte años que no sepa de qué va la película, o
que no haya visto la original de dibujos animados. Para los despistados diré
que es la típica historia de Disney con una princesa desvalida y desgraciada sometida
a la maldad de una bruja, aunque en este caso no haya poderes de por medio.
Cenicienta es una joven muy amable, generosa y bella, que pierde a su madre
siendo muy joven, que ve como su papá se vuelve a casar con una malvada mujer
que tras la muerte de aquél hace que Cenicienta sea su sirvienta y de sus
hijas. Pero no todo podría ser algo malo, un día Cenicienta se encuentra en el
bosque con un apuesto joven, el Príncipe, aunque ella no lo sabe. Ambos quedan
locamente enamorados el uno del otro, pero se tienen que ir cada uno por su
lado. El Príncipe se tiene que casar como manda la tradición, y por ello se
celebrará un gran baile para que las princesas se presenten y éste pueda elegir
entre ellas. Pero resulta que él está enamorado de Cenicienta y sólo a ella es
a quien quiere, por ello ordena que al baile se invite a todas las doncellas
del reino. En casa de Cenicienta esto se recibe con buen humor ya que su
Madrastra pretende casar a alguna de sus hijas con el Príncipe. Cenicienta
también quiere ir pero su Madrastra se lo prohíbe. Sin embargo el gran día ella
pide permiso para ir, hasta se ha hecho un vestido precioso. Pero su Madrastra
y hermanastras se lo rompen y la dejan en casa llorando de pena.
Aquí
se produce el milagro, y aparece la magia que no puede faltar en este tipo de
cuentos de hadas. Cenicienta se encuentra con su Hada Madrina y ésta hace todo
lo posible para que pueda ir al baile. Convierte una calabaza en carroza, a un
par de lagartos en lacayos y a una oca en cochero. Por último hace un nuevo
vestido totalmente deslumbrante a Cenicienta y unos zapatos de cristal. Así
vestida, parte para el baile sabiendo que a media noche acabará todo el hechizo
y todo volverá a la normalidad. En Palacio baila con el Príncipe que queda
totalmente deslumbrado por Cenicienta, y termina de enamorarse. Sin embargo ni
el Rey, ni sobre todo el Gran Duque, que maniobrará para que el Príncipe case
con quien debe casar y no con quien quiera, quieren que el Príncipe se case con
una campesina. Llegan las doce y Cenicienta se marcha. El hechizo se rompe. El
Príncipe queda desolado por la desaparición de Cenicienta, que con las prisas
ha perdido uno de sus zapatos de cristal. La Madrastra descubre que ha estado
en el baile y que ha sido ella la que ha enamorado al Príncipe, por ello la
encierra en la casa. El Príncipe emprende una búsqueda sin tregua en busca de
Cenicienta con la que se quiere casar, para ello va casa tras casa haciendo que
todas las mujeres del reino se prueben el zapato de cristal. Al llegar a casa
de Cenicienta, la Madrastra y las Hermanastras intentan que se marche sin
encontrarla, pero no ocurre eso. Al final Cenicienta y el Príncipe se casan y
el cuento termina.
Hasta aquí la
nueva película de “La Cenicienta”
cumple con lo establecido sin salirse ni un ápice del guión. Pero esta nueva
adaptación del clásico de Disney es mucho más, y todo gracias a su director,
Kenneth Branagh, que ha conseguido no sólo dotar a la historia de la misma
intensidad que los animadores originales dieron a la película de dibujos, sino
que ha conseguido crear un verdadero mundo de fantasía que en algunos momentos
supera con creces al original. Branagh ha conseguido en esta película llevar a
la realidad el mundo fantástico y de ensueño de Disney. La película tiene una estética
típicamente de cuento de hadas, príncipes y princesas, tanto en escenarios,
como en vestuarios y decorados.
La recreación del
Palacio del Príncipe es totalmente espectacular, muy rococó, mu recargado todo
como corresponde a este tipo de películas Disney. Sí es cierto que se ha huido
de la estética de castillo con torreones y pináculos y se ha optado más por un
estilo palacio europeo, tipo Versailles o mejor dijo tipo residencia de verano
alemana del siglo XIX. A los que hayan viajado a París o Viena, es probable que
el Palacio de “La Cenicienta”
les recuerde a sus respectivos Palacios de la Ópera. Además la recreación del
baile es soberbia, totalmente recargada, pero impresionante. El gran salón
donde se hace el baile con su enorme escalera, con sus espectaculares lámparas
de cristal y velas, sus grandes ventanales tapados por cortinas enormes, y
paredes totalmente cubiertas por espejos. Pero no sólo la recreación del
Palacio es exquisita. También lo es la casa de Cenicienta: una clásica casita
Disney de cuento, con sus tejados puntiagudos, sus paredes de piedra y sus
ventanas rectangulares.
Mención aparte
tiene el vestuario en la película. Es toda una muestra de imaginación y
colorido desbordante. Si en la película orinal de dibujos animados los verdaderos
creadores eran los dibujantes; en esta adaptación son los diseñadores del
vestuario los que han cogido el relevo y han creado un mundo totalmente
colorido. Estoy seguro que todas las niñas que había en el cine querrían tener
unos vestidos como los que Cenicienta saca, especialmente el del baile, una
creación que corta la respiración. Verdaderas obras de arte en sí mismos son
todos los vestidos, de ellas y ellos. Pero si los vestidos son obras de arte,
los zapatos de cristas son una verdadera joya. Y digo joya porque de hecho eso
es lo que son, ya que los ha creado Swarovsky. La verdad es que uno solo puede
admirarlos y que dejan a uno sin palabras.
Ahora bien,
vayamos a cómo está contada la historia: no cabe la menor objeción. No falta ni
sobra nada metido con calzador para actualizar el cuento. No ha hecho falta.
Todo está en su sitio, incluso la historia del inicio de Cenicienta con su
madre aún viva, y cuando su padre conoce y se casa con la Madrastra. Puede que
el más puritano diga o piense que faltan las canciones Disney. Y es cierto. Lo
que pasa es que estamos en el siglo XXI y si se quiere llegar a un público más
amplio hay que dejar eso a un lado y centrarse más en la propia historia como
pasa en “La Cenicienta”. Si
puede ser que en el momento del Hada Madrina todos echemos en falta el
Bidibi-Badibi-Bu, pero puedo asegurar después de haber visto la película que se
suple con creces, porque esta escena es una de las mejores de toda la película,
con un despliegue de imaginación brutal. Bueno, básicamente lo mejor de la
película viene en la parte del Baile: el antes, con el Hada Madrina, el
durante, y el después con las doce campanadas y la huida de Palacio de
Cenicienta. No pude más que sonreírme de lo que Branahg había conseguido con su
adaptación.
En el plano
interpretativo también todo está perfecto. Tenemos una Cenicienta, interpretada
por una jovencísima Lily James, que aparte de bella es perspicaz, buena,
generosa y amable; un Príncipe que a los
amantes de Juego de Tronos nos sonará bastante como el mayor de los Stark,
Richard Madden, que hará las delicias de todas las mamás que acompañen a sus
hijas a ver la película, un príncipe con bastante buen porte; la Madrastra,
Cate Blanchett, y las Hermanastras, le dan a “La Cenicienta” ese punto malvado, socarrón y cruel; y por
último el Hada Madrina, probablemente el papel mejor interpretado de toda la
película, encarnada por Helena Bonham Carter, que da histrionismo a uno de los
momentos más mágicos de la historia de Disney y más conocido no ya por los
amantes de este tipo de películas sino por todo el mundo en general.
Pues ya está poco
más tengo que decir. Obviamente puede resultar chocante que haya ido a ver esta
película, pero al menos no he ido solo que hubiera resultado aún más
deprimente. La verdad es que mereció la pena, porque pasé un rato muy agradable
sobre todo viendo un cine lleno de gente, cosa que no ocurre habitualmente, y
que esa gente se lo estaba pasando bien y disfrutando con la película. Yo también
lo hice porque la verdad es que esta última versión de “La Cenicienta” está muy bien hecha.
Caronte.
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