viernes, 10 de julio de 2015

Lectura crítica: "Viajes por el Scriptorium"

A Paul Auster o se le admira hasta la médula o se le aborrece después de leer el primero de sus libros. Yo soy de los primeros, soy un fan incondicional de este magistral escritor norteamericano de estilo tan peculiar. Pese a haberle declarado mi total devoción también digo que cuando hay que ser crítico con él lo soy, y así puedo decir que por ejemplo “El libro de las ilusiones” que me leí hace un tiempo me decepcionó enormemente, tanto que estuve a punto de no terminarlo, aunque no pude hacerlo y lo terminé no sin desear fervientemente llegar al final y comenzar otro libro. Sin embargo, después de aquella pequeña decepción he topado con otro de sus libros y la pasión ha vuelto a resurgir como si nada hubiera pasado. Tanto es así que me terminé este último libro suyo que me he leído en apenas dos días, y hubiera sido uno si no me hubieran surgido un par de cosas que hacer (aviso de que tampoco es que fuera demasiado extenso, no os vayáis a creer que estuve como un yonki sin parar de chutarme literatura).

En el último libro de Auster que he tenido el placer de leerme, “Viajes por el Scriptorium”, se nos presenta un único personaje central en la historia, un misterioso Mr. Blank. En realidad este no es el nombre verdadero del protagonista, pero es que no se sabe cuál es como bien se indica al principio de la novela. De hecho no se sabe absolutamente nada de este personaje: un hombre de unos cincuenta años largos, sino sesenta, con algún tipo de enfermedad, mental o física, tampoco se sabe muy bien que está confinado en una habitación sin más mobiliario que un escritorio, una cama, una silla, un aparador y es probable que un armario, aunque de la certeza de la existencia de este último mueble no hay pruebas verídicas, además de contar la habitación con un cuarto de baño. En este escenario casi claustrofóbico, mezcla de sala de manicomio, celda de prisión o habitación de hospital es donde está Mr. Blank encerrado, o eso piensa él, aunque no lo ha comprobado. Hay una ventana pero que no se puede abrir para mirar por ella. También hay una puerta pero no sabemos si está cerrada con llave, si se entra solo desde el exterior o si se puede salir a propia voluntad. Con esta estrambótica descripción y puesta en escena comienza una historia inverosímil.

La trama de “Viajes por el Scriptorium” no es ni más ni menos que lo que Mr. Blank hace durante un día, desde que se levanta hasta que se vuelve a la cama a dormir. Visto así puede parecer nimio todo, pero puedo asegurar que las apariencias en esta novela engañan y mucho. A lo largo de esa jornada pasan por la habitación de Mr. Blank una serie de personajes que trastocan momentáneamente su vida y que en cierto modo también descolocan al lector que no sabe muy bien quiénes son esas personas, qué quieres, qué van a hacer visitando a Mr. Blank ni qué relación presente o pasada les une con nuestro querido protagonista. A través de estas personas vislumbramos parte de la vida pasada de Mr. Blank pero sin mucha claridad, como envuelta siempre en una niebla baja que impide ver con la suficiente luz quién fue Mr. Blank. Pero aquí no acaba todo. Antes hemos dicho que en la habitación hay un escritorio, pues bien, sobre dicho escritorio hay varios montones de manuscritos, de papeles escritos a máquina. Mr. Blank lee algunos de esos manuscritos y descubre que narran una historia.

Obviamente puede parecer que nada tiene sentido en “Viajes por el Scriptorium”, y de hecho es así, o al menos parece ser así. Nada en el fondo es como parece ser, ya lo he dicho antes. Auster en esta novela, aunque casi podría clasificarse como relato largo, narra una historia sobre la propia narración, sobre la acción de crear de la nada, de inventar un presente, un pasado y un futuro aunque no se sepa muy bien cuál será. A la vez que vemos como Mr. Blank intenta recordar quién es, quien fue, y entender lo que viene escrito en los manuscritos que hay en el escritorio de la habitación, también asistimos a una serie de diálogos con las personas que van pasando por la habitación. Sólo Auster, con su magnífico estilo y forma de narrar es capaz de entrelazar todo esto, de crear del caos algo con sentido, y de hecho este libro es un ejemplo de ello.

En un primer momento, a medida que el lector se vaya metiendo en la historia éste no entenderá nada. Nada le parecerá lógico. Nada tendrá sentido. Todo parecerá surrealista, fuera de lo común, como si lo que se estuviera narrando en “Viajes por el Scriptorium” no fuera más que un sueño sin pies ni cabeza como lo son todos. Sin embargo a medida que avance la historia todo empezará a aclararse un poco; y digo un poco porque lo bueno que tiene este libro, esta pequeña novela deliciosa, es precisamente que nada se termina de aclarar y que todo parece quedar suspendido en el aire. Nada más lejos de la realidad, lo que pasa es que el lector debe trabajar para cerrar en su cabeza la historia. Ésta no es una novela para lectores cómodos, sino para lectores aguerridos que quieran trabajar y darle al coco mientras leen.

Nadie como Auster es capaz de creer historias tan inverosímiles, surrealistas e irreales, y al mismo tiempo de dotarlas de la más cruda veracidad. “Viajes por el Scriptorium” es como ese cuadro hecho por un pintor vanguardista que en un primer momento no se entiende, incluso puede parecer horroroso, pero que a medida que uno lo mira, lo lee en este caso, va apreciando su calidad y termina prendado de él. También digo que quien no conozca a Paul Auster y su estilo tan particular, tanto de escribir como de idear historias, es mejor que no empiece a leerle con esta novela. No lo digo porque no sea de las mejores, sino porque tiene tanta carga surrealista que si uno no ha leído antes alguna de sus otras novelas, que se entienden algo mejor y cuya trama está más clara de principio a fin, es posible que esta novela tire para atrás cualquier intención de descubrir a este autor.

No voy a decir que “Viajes por el Scriptorium” es la mejor novela de Auster que me he leído porque estaría mintiendo; pero sí diré que es de las que mejor sabor de boca me han dejado una vez la he terminado de leer. No me esperaba para nada una historia así de rara, así de surrealista. Más bien todo lo contrario. Es más cuando me compré este libro no lo estaba buscando a él precisamente, sino a otro de los títulos de este autor, es decir que casi me lo compré por casualidad. Pero bendita haya sido esta casualidad. Como dije al principio me lo he leído en dos días. No podía dejar de leer, no solo porque quería saber qué es lo que pasaba, cómo se desarrollaba una trama que en principio no tenía ni pies ni cabeza y me resultaba muy compleja de acabar y rematar decentemente, sino también porque por el estilo de Auster se hacía muy sencilla y rápida de leer. Sólo me queda por decir que tengo muchas ganas de volver a leer algo de este magnífico autor norteamericano, quizá algo desconocido para el gran público pero de una imaginación desbordante y con un estilo adictivo. No sé cuál será el próximo libro suyo que lea, ni cuándo lo haré, pero sin duda seguiré leyendo a Auster hasta que no me queden libro suyos pendientes.

Caronte.

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