Cuando el día del
libro de este año fui hasta la Plaza del Dos de Mayo a mi librería de segunda
mano de cabecera tenía claro que quería comprar un libro de algún lector
todavía desconocido para mí y del que no tuviera ningún ejemplar en mi
biblioteca particular. Otra de las cosas que también tenía claras en esa mañana
de abril radiante en Madrid era que si podía ser ese nuevo descubrimiento
debería ser en español, ya fuera un escritor español o iberoamericano, que escribiera
en la lengua de Cervantes cuya muerte se celebraba ese día en España con la
fiesta de los libros. El escritor que terminó ampliando mi biblioteca con uno
de sus libros fue Carlos Fuentes: uno de los escritores más importantes de lo
que en su día se llamó el Boom Latinoamericano de las Letras, club formado
entre otros por García Márquez, Julio Cortázar o Vargas Llosa. Hacía tiempo ya
que me rondaba la cabeza el nombre de Fuentes pero no me terminaba de decidir a
leer ninguno de sus libros; sin embargo el Día del Libro de este año terminó esta
indecisión.
Lo que no supe
hasta que me puse a leer “Todas las
familias felices”, que fue el libro que opté por comprar de segunda
mano aquella no tan lejana mañana del Día del Libro, es que había comprado no
una novela sino un libro de relatos. Es posible que esto suene raro, ya que se
supone que uno cuando compra un libro sabe qué libro está comprando, pero a mí
no me pasó, porque leyendo la sinopsis, plagada de diferentes historias y
personajes, pensé que el libro sería una novela coral sobre la sociedad
mexicana, y no un conjunto de relatos o cuentos que en el fondo no constituyen
más que un relato coral pero independiente en sus partes de la misma sociedad
mexicana de la que quería leer algo. Luego la sorpresa al final no fue tan sorprendente
y tras leer el libro tengo la sensación de no haber podido elegir mejor el
primer libro de Carlos Fuentes que leer.
“Todas las familias felices” como
acabo de decir es un libro de cuentos o relatos, 16 concretamente, pero además
entre relato y relato se intercalan otras 16 prosas poéticas. Sin entrar a
relatar por encima ninguno de los relatos, ni aquellos que más me hayan gustado
ni los que menos me han llegado o transmitido, sí quiero dejar claro que como
el propio nombre del libro indica, todos los relatos o prosas poéticas aquí
reunidos guardan un elemento en común: la familia. En todos los relatos se
habla de familias, de diversos tipos de familias con sus diversos tipos de
problemas, pasados, presentes y futuros. En todos los relatos México y la
sociedad mexicana forman también una parte muy importante, básicamente como
contexto en el que se desarrollan las vidas de los diferentes protagonistas de
los relatos. Así, con México como escenario, Carlos Fuentes, a través de estos
cuentos narra, excusándose en la ficción, la realidad de la sociedad mexicana
contemporánea, ya que los cuentos están ambientados en el México más actual (el
libro es de 2006).
Como en todo libro
de relatos, en “Todas las familias
felices” Carlos Fuentes se centra en una temática muy concreta, como he
dicho, y en este caso es la familia, los diversos tipos de familias y las
relaciones que se pueden dar en ellas, en su seno y de vistas hacia el resto de
la sociedad. Así, a lo largo de los 16 relatos se pueden encontrar algunos
cuyos protagonistas son un matrimonio gay de larga duración que se ve asaltado
en las postrimerías de la vida por la lujuria de la carne joven; otros en los que
las relaciones padres hijos son las imperantes, con sus aristas cortantes y sus
claroscuros constantes; y otros en los que el amor o el odio, caras de la misma
moneda a fin de cuentas, son los protagonistas y socavan las relaciones
personales entre los miembros de las familias.
Sin embargo “Todas las familias felices” es
más un retrato de la sociedad mexicana, o creo que debe ser así, que de los
diferentes tipos de familias que se pueden dar a lo largo y ancho del mundo
dando igual el país, la religión o la cultura. En los diferentes relatos que
Carlos Fuentes reunió en este libro, ya que por desgracia y por leyes de la
naturaleza es maestro mexicano de las letras nos dejó en 2012, se muestra a
veces con verdadera crudeza la realidad de México, un país que, por herencia
española y cultura que hunde sus raíces en la imposición centenaria de la fe
cristiano-católica, sigue teniendo muy en cuenta el qué dirán y las
apariencias, que se muestra escéptico, supersticioso y ante todo criticón. Digo
esto no como crítica, o como modo de menospreciar a la cultura mexicana, sino
como muestra de la realidad que es y que Carlos Fuentes plasma con su
maravilloso estilo, limpio y claro, en los diferentes relatos.
Debo además aquí
hablar no solo de los relatos o cuentos que forman parte de “Todas las familias felices”, sino
también de las prosas poéticas. He aquí un elemento que jamás había leído en un
libro. Al principio he de confesar que me resultaron tediosas de leer, no las
entendía y además no lograba conectar con su belleza innata a la vez que oculta
y disimulada. Sin embargo, para mi propia sorpresa, a medida que me iba leyendo
el libro y pasaba por cada una de esas 16 prosas poéticas, que al principio
juzgué falazmente como poesías, fui percatándome de la profundidad que esas
frases, muchas veces inconexas, sin signos de puntuación a veces, y sin rima
alguna, transmitían. Esas prosas poéticas, quizá más incluso que los relatos,
muestran el México más ruin, seco, crudo, cruel y sangriento: ese México herido
de muerte por la miseria que conlleva violencia que implica muerte. Hay algunas
de esas prosas poéticas que realmente son demoledoras por la historia que dejan
entrever.
Ya lo dije al
principio y lo reitero ahora al concluir esta crítica, “Todas las familias felices” no solo ha sido el primer libro
de Carlos Fuentes que cae en mis manos y me leo, sino que además ha sido un
magnífico descubrimiento que me ha abierto las puertas de la literatura
mexicana quizá con su mejor y más importante representante. Todos y cada uno de
los relatos de este libro enganchan y conectan con el lector que muy probablemente
puede llegar a verse reflejado en alguno de ellos o ver en alguno de los
personajes a algún conocido. Tengo la impresión de que no elegí nada mal qué
libro de Fuentes empezar a leer aunque fuera casi una especie de error (¡ojalá
todos los errores sean así a la hora de leer!). El estilo simple, sincero y
directo de su prosa, así como las diferentes historias y el mosaico
caleidoscópico que se muestra de México en sus páginas, hacen de este libro un
muy buen empiece o toma de contacto con la obra de Carlos Fuentes. Así que no
me queda más que recomendar a todo aquel que quiera profundizar un poco más en
la narrativa latinoamericana que se atreva con Fuentes, porque a mí no me ha
decepcionado.
Caronte.
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