martes, 5 de febrero de 2019

Lectura crítica: "El túnel"


Solo me había acercado anteriormente una vez a la literatura argentina; fue con Borges cuando por primera vez tomé contacto con uno de los países sudamericanos con mayor tradición literaria. ¡Borges nada menos! Y encima sus cuentos, por los que es mundialmente conocido. Pero ya fuera porque no estaba preparado, o porque no me pilló en un buen momento, o porque era demasiado nivel para mí, pero quedé totalmente decepcionado con su obra breve. Por esa razón quizá dejé de lado un poco la literatura iberoamericana. Y por eso hacía ya un par de años que no leía nada de ningún escritor del otro lado del charco, cosa que considero muy grave en mi caso ya que siempre he dicho que la literatura en español no es únicamente la que se hace en España (de hecho ésta sería una mínima parte en todo caso). Por eso cuando el otro día en mi librería de segunda mano predilecta di con este clásico de las letras argentinas, que además cumplió el año pasado 70 años, no lo dudé y lo compré.

El túnel” fue y sigue siendo una novela turbadora por lo directa, intensa y sobrecogedora que es. Narrada en primera persona por su protagonista, Juan Pablo Castel, la trama gira en torno al asesinato por parte de este de María Iribarne, una mujer de la que Castel, tras verla fugazmente mirando fijamente uno de sus cuadros en una exposición, se enamora perdidamente hasta enloquecer y perder contacto y pie con la realidad. A pesar de que parece una historia de amor y pasiones humanas, es la narración de un crimen y todos los pasos que se dan hasta que ese crimen se acomete de manera irrefrenable.

Ya desde el comiendo, con la primera frase de “El túnel” el lector queda atrapado por la historia y por cómo esta, que empieza de manera ‘macabra’, pasa a continuación a volverse dulce, como una historia de amor repentino y no esperado más, hasta ir degenerando poco a poco en una historia de locura, desenfreno y búsqueda de una realidad que no existe aunque el protagonista intente racionalmente encontrar sentido a los actos y sensaciones irracionales que le sobrevienen tras ver a María Iribarne y quedarse prendado de ella.

Pero nada es tan simple como parece en “El túnel”. María Iribarne a pesar de que se deja acercar por Castel, está casada con Allende, un ciego, y no solo eso sino que también es amante de Hunter, primo de Allende. Parece el argumento perfecto para una telenovela de sobremesa con sus posibles tragedias intermedias. Pero en este libro solo hay una tragedia: la que Castel va recordando cada cierto tiempo en la narración diciendo que mató a María.

Pese a las múltiples interpretaciones que a lo largo de los años se ha hecho de “El túnel”, para mí esta novela no es ni una especia de thriller, ni una novela cuasi policiaca, ni mucho menos (a pesar de que es lo que más parecer ser) una novela de amor. Para mí este libro representa la soledad de la civilización actual y como esa soledad cuando se apodera de uno sin que se controle y se sepa aceptar como lo que es, puede convertirse en una obsesión y distorsionar la realidad objetiva que nos rodea.

No soy de los que buscan explicaciones metafísicas o filosóficas a las novelas, no soy capaz de ir más allá de lo que las palabras expresan y mis ojos leen. “El túnel”, como su nombre indica, es una travesía por el lado oscuro del ser humano, donde las pasiones ciegan al más racional de los hombres haciéndole estrechar su punto de vista hasta convertirlo en un túnel cuya única salida es la luz al otro extremo. Esa agonía, esa ansiedad por no estar solo de Castel es la que en su momento probablemente, hace 70 años, se interpretó de manera existencialista, pero que hoy en día yo entiendo como miedo a la realidad de una vida en la que cada vez con mayor frecuencia las personas estamos solas.

Tras la lectura de “El túnel” he quedado extasiado a pesar de su brevedad y su facilidad de lectura gracias al estilo sencillo, simple y directo de Sabato. Hay tanta intensidad en tan pocas páginas, pasan tantas cosas que hacen que la historia vaya por unos derroteros o por otros, que al final de cada sesión de lectura (viaje en metro) mi cerebro debía analizar un rato aquello que mis ojos le habían enviado. Estas son las novelas que me gustan, las que hacen trabajar bien al cerebro y no dejan al lector un segundo de respiro. Esto es literatura y así debería ser la literatura, el resto son libros.

Nadie puede negar que “El túnel” es un clásico de la literatura iberoamericana y no voy a ser yo quien lo recomiende o lo deje de recomendar. A mí personalmente me ha parecido una novela perfecta, concisa, completa, intensa y turbadora. El estilo es claro y directo. Los personajes principales están perfectamente definidos y en el caso del protagonista y narrador de la historia se ve claramente el avance por el túnel de la irrealidad y la soledad y su evolución a lo largo del mismo. También aviso a quien quiera leerla, y es que este es un libro muy intenso y que necesita de una concentración absoluta en su lectura para no perder un solo detalle de la misma, pero como dije antes: también es muy buena literatura.

Caronte.

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