
“El túnel” fue y sigue siendo una
novela turbadora por lo directa, intensa y sobrecogedora que es. Narrada en
primera persona por su protagonista, Juan Pablo Castel, la trama gira en torno
al asesinato por parte de este de María Iribarne, una mujer de la que Castel,
tras verla fugazmente mirando fijamente uno de sus cuadros en una exposición,
se enamora perdidamente hasta enloquecer y perder contacto y pie con la
realidad. A pesar de que parece una historia de amor y pasiones humanas, es la
narración de un crimen y todos los pasos que se dan hasta que ese crimen se
acomete de manera irrefrenable.
Ya desde el
comiendo, con la primera frase de “El
túnel” el lector queda atrapado por la historia y por cómo esta, que
empieza de manera ‘macabra’, pasa a continuación a volverse dulce, como una
historia de amor repentino y no esperado más, hasta ir degenerando poco a poco
en una historia de locura, desenfreno y búsqueda de una realidad que no existe
aunque el protagonista intente racionalmente encontrar sentido a los actos y
sensaciones irracionales que le sobrevienen tras ver a María Iribarne y
quedarse prendado de ella.
Pero nada es tan
simple como parece en “El túnel”.
María Iribarne a pesar de que se deja acercar por Castel, está casada con
Allende, un ciego, y no solo eso sino que también es amante de Hunter, primo de
Allende. Parece el argumento perfecto para una telenovela de sobremesa con sus
posibles tragedias intermedias. Pero en este libro solo hay una tragedia: la
que Castel va recordando cada cierto tiempo en la narración diciendo que mató a
María.
Pese a las
múltiples interpretaciones que a lo largo de los años se ha hecho de “El túnel”, para mí esta novela no
es ni una especia de thriller, ni una novela cuasi policiaca, ni mucho menos (a
pesar de que es lo que más parecer ser) una novela de amor. Para mí este libro
representa la soledad de la civilización actual y como esa soledad cuando se
apodera de uno sin que se controle y se sepa aceptar como lo que es, puede
convertirse en una obsesión y distorsionar la realidad objetiva que nos rodea.
No soy de los que
buscan explicaciones metafísicas o filosóficas a las novelas, no soy capaz de
ir más allá de lo que las palabras expresan y mis ojos leen. “El túnel”, como su nombre indica,
es una travesía por el lado oscuro del ser humano, donde las pasiones ciegan al
más racional de los hombres haciéndole estrechar su punto de vista hasta
convertirlo en un túnel cuya única salida es la luz al otro extremo. Esa
agonía, esa ansiedad por no estar solo de Castel es la que en su momento
probablemente, hace 70 años, se interpretó de manera existencialista, pero que
hoy en día yo entiendo como miedo a la realidad de una vida en la que cada vez
con mayor frecuencia las personas estamos solas.
Tras la lectura de
“El túnel” he quedado
extasiado a pesar de su brevedad y su facilidad de lectura gracias al estilo
sencillo, simple y directo de Sabato. Hay tanta intensidad en tan pocas
páginas, pasan tantas cosas que hacen que la historia vaya por unos derroteros
o por otros, que al final de cada sesión de lectura (viaje en metro) mi cerebro
debía analizar un rato aquello que mis ojos le habían enviado. Estas son las
novelas que me gustan, las que hacen trabajar bien al cerebro y no dejan al
lector un segundo de respiro. Esto es literatura y así debería ser la
literatura, el resto son libros.
Nadie puede negar
que “El túnel” es un clásico
de la literatura iberoamericana y no voy a ser yo quien lo recomiende o lo deje
de recomendar. A mí personalmente me ha parecido una novela perfecta, concisa,
completa, intensa y turbadora. El estilo es claro y directo. Los personajes
principales están perfectamente definidos y en el caso del protagonista y
narrador de la historia se ve claramente el avance por el túnel de la
irrealidad y la soledad y su evolución a lo largo del mismo. También aviso a
quien quiera leerla, y es que este es un libro muy intenso y que necesita de
una concentración absoluta en su lectura para no perder un solo detalle de la
misma, pero como dije antes: también es muy buena literatura.
Caronte.
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