
“Las ciegas hormigas” es una
novela en la que Pinilla plasma todo lo que es ser vasco. La novela gira en
torno a un naufragio en los acantilados de la Galea en Algorta, justo en frente
del puerto de Bilbao. Un buque mercante inglés, cargado de carbón, queda
destripado en las rocas y vierte su contenido. En los años de posguerra
españoles el carbón es un lujo, y en el norte con unos inviernos crudos y
mortalmente fríos una necesitad también. Por esta razón la noche en la que el
carguero encalla aparecen en la costa y arriba en los acantilados faroles
mecidos por el viento y la lluvia, a merced de la tempestad. Faroles que
implican personas, gentes de pueblo, humildes aldeanos que pretenden recoger
todo el carbón que puedan.
Una de las
familias que van hasta los acantilados es la protagonista de “Las ciegas hormigas”. Una familia
que podría ser todas las familias humildes de posguerra española, pero con la
peculiaridad de que es vasca, y las raíces de la identidad vasca quedan
patentes en todos y cada uno de los miembros de esta familia. Sabas es el
cabeza de familia, recio, frío, parco en palabras, resolutivo y contrario a
todo tipo de asueto. Y es en torno a Sabas alrededor de quien gira toda la
novela.
“Las ciegas hormigas” es una novela
en la que la trama por sí sola no es importante. Es un hecho sin más en el que
se refleja una posguerra española muy dura. Pero sobre todo esta es una novela
de personajes en la que el narrador es Ismael, el hijo predilecto de Sabas, que
al principio de cada capítulo numerado con números romanos nos cuenta lo
esencial de la historia. Pero Pinilla también incorpora la vos de todos los
demás personajes y protagonistas de la novela haciéndoles hablar y narrar desde
su mundo interior y su punto de vista todo lo que acontece en apenas cuatro
días que es lo que dura el tiempo de la novela.
De esta manera no
sólo Sabas es el omnipresente personaje de la novela, como padre, marido,
cuñado, vecino o amigo. También son protagonistas de “Las ciegas hormigas” su mujer Josefa, resignada ama de casa
y madre que no recuerda si quiera como llegó a ser a mujer de Sabas; su hijo
Cosme, cuya recién adquirida escopeta guarda como oro en paño y se desvive por
ella pese a que el naufragio y la posterior empresa del padre le hacen perder
el día de estreno de la misma; su hijo Bruno, que se ha escapado del cuartel
desertando; su hija Nerea, la pequeña de la casa y que solo tiene atención a
tres gatitos huérfanos; la suegra, siempre tan religiosa y piadosa; y Pedro, su
cuñado, quien por unas o por otras se desvive más que Sabas por la familia de
este. Me faltaría nombrar a Fermín, el último de los hijos, cuya presencia,
sobre todo corpórea, conforma también el otro punto de apoyo de la novela.
Todos esos personajes
y alguno más hacen que “Las ciegas
hormigas” sea un compendio de sabidurías. Todos de una manera u otra
son seres individualistas que miran únicamente por sus intereses, a pesar de
que son familia; pero al mismo tiempo todos, con sus individualidades, cuando
la tormenta, la necesitad, el carbón o la noche se tragan a uno de ellos, pasan
a ser un único ser, una única familia que tiene que tirar del carro al unísono.
A fin de cuentas eso es la sociedad actual también, parece que en décadas no ha
cambiado nada y seguimos siendo las mismas hormiguitas que intentan hacer
individualmente su trabajo para formar parte de un todo.
A pesar de que
considero que “Las ciegas hormigas”
no es una novela sobre la posguerra o el franquismo, durante toda la historia
están presentes los diferentes estratos sociales y de poder que siempre han
existido en este país. Por un lado Sabas y su familia, que como todas las demás
intentan sobrevivir al frío en este caso, y por otro la autoridad, encarnada
por el Teniente García, encargado de rastrear todo el carbón robado para
devolverlo como es su deber. La crudeza del poder contra el pueblo desarmado y
miserable.
“Las ciegas hormigas” también es
una novela en la que el ambiente es muy importante. El lector podrá comprobar
como Pinilla hace que la noche, la tormenta, la lluvia, el barro, el frío, el
heno, la paja, el estiércol formen parte de la trama. Al final se puede decir
que uno casi acaba empapado, calado hasta los huesos por la tormenta que en el
fondo es la que desencadena toda la historia, toda la tragedia universal que se
narra en estas páginas.
No puedo añadir
más a una novela que va de menos a más. Porque es verdad que “Las ciegas hormigas” en sus
primeras páginas se hace extraña, es como recelosa de que el lector se adentre
en su historia. Pero solventadas esas primeras páginas, cuando uno sabe cómo
acudir a la historia y mimetizarse con ella el libro pasa a ser una delicia
para los amantes de la buena literatura, no ya por la trama o los personajes,
sino también por como Ramiro Pinilla narra todo haciendo que el lector solo
tenga que dejarse llevar por los personajes, queriéndolos y odiándolos. Una
pena que este escritor vasco no sea más leído y conocido, porque creo que
tendría que tener mejor lugar en la literatura española.
Caronte.
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