Llevaba más de una
semana sin leer absolutamente nada, consecuencia natural de las vacaciones que
no se pasan en la playa sino visitando alguna ciudad o región y durante las
cuáles no hay tiempo para nada que no sea ir de un pueblecito a otro, o pasar
todo un día en una gran ciudad disfrutando de sus calles, monumentos o incluso
de su playa aristocrática. Y esto pasa factura. Tenía mono de lectura. Ansiaba
volver a tener un libro en mis manos y disfrutar con la lectura. Deseaba volver
a sumergirme en una historia que me sacara del tedio cotidiano y diario que
supone estar en mi habitación, en mi casa, sin hacer nada que me apetezca
realmente con nadie. De ahí que haya vuelto de mis vacaciones con mis padres
por el País Vasco y lo primero que hiciera fuera ponerme a leer a Javier
Marías. Aunque más que leer lo he devorado ferozmente, como cuando después de
llevar horas sin comer, o comiendo nada más que basura que lo único que hace es
engañar al estómago, a uno le ponen delante un buen solomillo de ternera, o un
cochinillo, o un cordero o una buena merluza o un buen bacalao.
“Mañana en la batalla piensa en mí”
ha sido el libro de Javier Marías víctima de mi hambre voraz de literatura y
letras. No me ha durado ni una semana. Cuatro han sido los días que he empleado
para leérmelo, aunque no es de extrañar ya que no puedo engañar a nadie negando
que Marías no sea uno de mis escritores preferidos. Y en esta novela, publicada
en su día en 1994, es decir hace ya unos cuantos añitos ha vuelto a cumplir con
todas las expectativas que en ella tenía puestas en el momento en el que la
compré en la pasada Feria del Libro de Madrid y en la que además me la firmó el
propio autor. Como las otras novelas de Marías que ya he devorado, porque no
las leo sino devoro, ésta me ha vuelto a envolver de tal manera que lo pasaba
mal cuando debía dejar de leer para atender otras necesidades o para hacer
otras cosas, ya fuera comer, salir a correr, incluso dormir por la noche.
Quien alguna vez
se haya sumergido en el universo literario de Javier Marías sabrá que sus
novelas, por cortar que sean no son nada fáciles de leer, no porque en ellas el
autor emplee un lenguaje extraño ni rebuscado, que a veces sí, sino por las
largas frases que emplea, los párrafos interminables en los que se expresan
ideas y reflexiones rebuscadas, nunca siguiendo una línea recta argumentativa,
y al mismo tiempo sabiendo siempre donde se quiere acabar la argumentación a la
perfección. “Mañana en la batalla
piensa en mí” cumple con estas pautas tan características de Marías y
es quizá por ellas por las que a mí me gusta tanto. Quien esté acostumbrado a
novelas ligeras con frases cortas, diálogos recurrentes aunque tal vez no sean
necesarios e historias y tramas simples que se pueden seguir con facilidad y en
las que pasan muchas cosas en pocas páginas, no será un entusiasta de Javier
Marías, y a la vez nunca descubrirá que es la literatura de altura. No con ello
quiero decir que esas otras novelas sean poca cosa, yo también las leo a menudo
y también hay muchas que me gustan. Pero este libro es otra cosa muy distinta.
Suele ocurrir también
en los libros de Javier Marías que la historia que narran no es más que un mero
pretexto para plasmar una serie de reflexiones sobre el ser humano y sus
preocupaciones vitales. En “Mañana en
la batalla piensa en mí” pasa eso, la trama principal, aunque intensa,
dura, realista y ante todo sorprendente que va ganando en intensidad a medida
que avanza el libro, no es más que un trasfondo, un paisaje de fondo, que usa
Marías para reflexionar a través de los personajes, en este caso el personaje
principal, narrador de la historia, de los temas que plagan todas sus novelas
en mayor o menor intensidad. En esta novela es Víctor Francés el maestro de ceremonias,
el narrador de su propia historia. Una historia trágica que comienza con una
muerte, la de una mujer con la que iba a pasar la noche en casa de ella. Esta
mujer está casada y tiene un niño de apenas dos años. Esta mujer muere en
brazos de Víctor que desde ese momento calla y decide ser nadie, para así
evitar contar nada a ninguna persona y pasar ese episodio de su vida cuanto
antes.
Con esta muerte,
narrada en dos capítulos de una intensidad soberbia que mantienen al lector,
pese a los giros y distorsiones en la narración, pese a los rodeos en el
discurso narrativo, pegado a la historia queriendo saber qué pasó esa noche que
pretendía ser de amor, pasión y lujuria quizá, pero que termina siendo trágica.
Pero “Mañana en la batalla piensa en
mí” en mucho más, no acaba en esa muerte, sino en los días y meses
posteriores en los que el protagonista de la historia, Víctor, no puede
quitarse de la cabeza nada de lo que ocurrió esa noche, de lo que hizo y dijo y
pensó, y también de lo que no hizo ni dijo ni pensó. Y de eso trata también la
novela: lo que decididos hacer en un determinado momento que nos determina
nuestra vida, y de aquello que no hacemos, cómo ambas cosas, el actuar y el no
hacerlo no impiden los cambios, ni los aceleran ni los ralentizan. Durante toda
la historia Víctor se martiriza con los actos que hizo aquella noche y plantea
muchos escenarios paralelos según lo que hubiera decidido hacer pero que no
hizo. Y a través de estas reflexiones avanza también la historia, hasta que
termina en un final apasionante y tanto o más intenso que el principio. Y como
en el principio también hay tragedia y drama y sorpresa y dudas sobre lo que se
hizo o no, sobre lo que se dijo y se calló y sobre lo que se pudo incitar a
hacer y quizá se consiguió pero no se quiere reconocer.
“Mañana en la batalla piensa en mí”
es una novela en la que se puede ver al Javier Marías más puro, más intenso y
más reflexivo sobre las dudas y preocupaciones del ser humano. Se ven en eta
novela temas y preocupaciones que en libros posteriores tienen continuidad,
incluso personajes que como fantasmas aparecen en alguna que otra novela de Marías
con papeles secundarios pero vitales en el ritmo narrativo del libro, y en
alguna ocasión también en la trama. Así se crea el universo Marías, un universo
literario quizá no apto para todo tipo de lectores, pero que con un estilo propio
muy particular ha conseguido, por lo menos en mi caso, engancharme a sus libros
y cada vez que empiezo uno de ellos sé que voy a tener que sumergirme en aguas
difíciles de nadar, con corrientes que me alejarán momentáneamente del objetivo
de mi travesía por uno u otro libro, con oleaje que me hará casi zozobrar y
tener que respirar más a menudo para no ahogarme y con zonas de calma chicha en
las que me tendré que esforzar más por seguir nadando con ahínco para llegar a
la meta. Pero a pesar de las dificultades que puede suponer para un lector una
novela de Javier Marías, esto es lo que me gusta y atrae del estilo de este
grandísimo escritor.
Vuelvo a repetir
que no es fácil leer a Javier Marías, pero los que lo hacemos sabemos que
siempre vamos a encontrar literatura y narrativa de calidad; historias
intensas, increíbles en algunos casos pero llenas de realismo tanto en
personalidades, como en diálogos, como en inquietudes, miedos, reflexiones y
obsesiones de los personajes. “Mañana
en la batalla piensa en mí” es fiel reflejo de este estilo narrativo
mundialmente apreciado por críticos literarios tanto nacionales como
extranjeros. No me atrevo a recomendar abiertamente a nadie que lee a Javier Marías
porque con este autor esta decisión debe salir de uno mismo porque si no se
puede caer en la desesperación de ver que no se avanza en la historia o que
nada se cuenta en sus novelas, cuando es todo lo contrario. Quién se atreva con
Marías debe de hacerlo por propia voluntad y a eso sí que me atrevo a animar a
los lectores y amantes de la literatura con mayúsculas.
Caronte.
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