Nunca antes me
había leído un libro de Manuel Rivas. Tampoco había oído mucho, o nada para ser
sinceros, de este escritor gallego. Pero por casualidades del destino me vi con
su último libro en las manos, como caído del cielo, como un regalo de la providencia.
Y me lo leí. Ojalá hubiera conocido antes a Rivas y hubiera leído algo más de
él porque después de terminar ésta su última novela he de decir que he quedado
cautivado con esa manera sutil de narrar, esa manera delicada de contar que
lleva al lector a un estado de casi ingravidez mientras lee.
La última novela
de Manuel Rivas es “El último día de
Terranova” y en ella a partir del anuncio de cierre inminente de una
librería en una ciudad gallega que mira al mar y se abre al horizonte infinito
se nos presenta un conjunto de personajes que dejaran mella y huella en el
lector y a los que terminará cogiendo tanto cariño que cualquiera de los
acontecimientos que viven también le terminarán afectando. El protagonista y
narrador de la novela es Vincenzo Fontana, un librero, dueño de la Librería
Terranova, que debe desprenderse del proyecto vital de sus padres y su tío por
la presión inmobiliaria de unos tiburones insaciables que pretenden hacer negocio
con el edificio de la librería. Bien podría decirse que esta novela es un canto
a la esperanza y en defensa del papel fundamental que juegan en la sociedad
esos lugares, templos de las letras y la sabiduría, que son las librerías. Pero
es mucho más.
“El último día de Terranova” tiene
dos hilos narrativos, que en el fondo conforman uno solo que sería la propia
vida de la librería. Estos hilos narrativos se sitúan temporalmente en el presente,
el año 2014 en el que la librería debe cerrar si nada lo impide, y el pasado. Un
pasado que fundamentalmente se centra en los años inmediatamente posteriores a
la muerte de Franco. Unos años todavía duros, de dictadura blanda, en los que a
pesar de que el tirano jefe ya estaba muerto y enterrado todavía quedaba toda
la estructura de poder y miedo que había sustentando a Franco y a los suyos, y
que estos últimos debido a muchas cosas, todas ella oscuras y sucias,
imposibles de limpiar, querían mantener intactas para seguir con sus
privilegios y mandando en la sombra aunque el jefe ya no estuviera para
respaldarlos.
Pero la última
novela de Rivas no es un libro sobre la dictadura franquista, ni sobre la
represión, ni los años del plomo posteriores a la muerte del dictador durante
los que España empezaba a despertar de un larguísimo letargo. “El último día de Terranova” es un
libro sobre la resistencia a todo eso, es una novela que narra la historia de
aquellas personas que con su actitud se revelaban contra la dictadura e
intentaban preservar la cultura a través de los libros. Eso es en el fondo la
librería Terranova. Podríamos olvidarnos de todos los personajes que va
introduciendo Rivas de manera magistral, dando sus pseudónimos, sus nombres
clandestinos, casi en clave, para luego revelarnos sus verdaderas
personalidades y sus enlaces con Vincenzo Fontana, el narrador; podrías dejan a
un lado los nombres de las personas y centrarnos únicamente en la librería ya
que es la verdadera protagonista de la historia y del libro.
Como ya he
comentado “El último día de Terranova”
tiene dos hilos narrativos temporales, que al final se unifican, pero que
durante toda la novela están ahí. A pesar de que Vincenzo Fontana narra desde
el presente, la novela se centra principalmente en la segunda mitad de los años
70, y en la actividad anterior de la librería, cuando sus fundadores, los
padres de Vincenzo, Amaro y Comba, y su tío, Eliseo introducías libros
prohibidos en España para que la cultura siguiera viva, aunque de manera
latente. Es esta parte de la novela, la que se centra en la historia de
persecuciones y lucha contra la dictadura y sus rescoldos tras la muerte del
dictador la que a mí me ha parecido más interesante, la que de verdad me ha
enganchado hasta tal punto que no quería dejar de leer para saber más. Con esto
no digo que el presente de la historia no se igualmente interesante, pero me
resulta un poco más impostado, más artificial y quizá algo más inverosímil.
Es cierto que la
librería conforma el pilar maestro de “El
último día de Terranova”, pero no es menos cierto que sus personajes,
todos, también lo son, aunque siempre bajo el amparo y el embrujo de las
paredes y estancias de la librería. Vincenzo, el narrador, es una persona
melancólica, que tiene el pasado muy presente ya sea por la relación con su
padre Amaro con quien tiene una serie de tensiones que le hicieron despotricar
primero de los libros e ignorar la librería, para luego echarle de menos cuando
ya no está; Amaro y Comba, lo fundadores de la librería, junto con Eliseo
forman una triada fundamental en la historia, sobre todo en el hilo argumental
del pasado. Son estos tres personajes la verdadera alma de la librería, a la
que cuidan y aman por encima de todo. Son estos tres personajes la chispa
indiscutible de esta novela, la seriedad, la ironía, la sabiduría. Pero me
falta otro personaje importante como es Garúa, una chica argentina que Vincenzo
conoce en Madrid en 1975 y de la que en cierto sentido se enamora, y que es una
luchadora nata contra la dictadura que se está fraguando en Argentina y que
sumirá a aquel país tan parecido a España en un pozo de ignorancia,
intolerancia y miedo.
Ya he dicho que “El último día de Terranova” no es
un libro sobre la dictadura española y sus coletazos posteriores. Tampoco lo es
sobre la dictadura argentina aunque pueda parecerlo y aparezcan relatados las
barbaridades que se cometieron por unos ideales. Esta novela es un canto a la
vida y a la cultura, a la defensa de un mundo mejor en el que la cultura tenga
un protagonismo importante, ya que sin cultura no hay historia, y sin historia
no hay nada. Esta novela trata sobre la lucha por hacer de la sociedad un lugar
donde la sabiduría ocupe un lugar importante, donde la belleza no sea solo un
estereotipo y se vea únicamente por fuera, donde el bien prevalezca sobre el
mal. En cierto modo creo que esta novela es una especie de manifiesto en el que
se refleja la incultura de una parte de la sociedad que en su día quería seguir
siendo la predominante; una parte de la sociedad que enterró la cultura por
pensar que era mala y dañina para la “causa”.
Manuel Rivas ha
conseguido con esta novela trazar un homenaje tan sutil, delicado, directo y
hermoso a todas aquellas personas que aman la cultura y que consideran que la
cultura y uno de sus vehículos más antiguos como son los libros, son fundamentales
para la sociedad para que ésta sepa, lea, comprenda y recuerde siempre lo que
fue y por tanto lo que puede volver a ser, tanto para bien como para mal. “El último día de Terranova” es un
libro increíblemente escrito, con frases de una belleza difícilmente alcanzable.
De hecho, yo como lector apasionado, no recuerdo ningún libro en el que una
simple frase aparentemente inocua, transmita tanta belleza y tanto significado.
El principio y el final de esta novela son magistrales, de un lirismo mágico,
únicos. De hecho toda la novela es una delicia, una belleza de otro tiempo.
No puedo no
recomendar “El último día de Terranova”
a quien disfrute leyendo y quiera leer algo bello y hermoso; a quien le guste
la cultura, los libros y pasar horas y horas en una librería simplemente
mirando libros, simplemente impregnándose de la sabiduría que éstos rezuma
aunque no se abran ni se lean. Manuel Rivas me ha demostrado que la belleza no
solo está en un cuadro bonito o en una escultura soberbia, sino que también
está en las palabras. Unas palabras las suyas que me han regalado momentos muy
bonitos, de pura música narrativa, de delicadeza y contundencia, con esta
historia sorprendente que va dejando poco a poco al lector sin hablar porque
queda invadido por las palabras. No creo que esta novela pueda defraudar a
nadie: ni por la historia, que está muy bien hilada y estructurada, ni por la
manera en que está escrito el libro, que no creo que se pueda superar.
Caronte.
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