El siglo XXI es el
siglo de la tecnología, del ordenador, de la modernidad y todos los ámbitos de
la vida están supeditados a ello. El cine no puede ser menos y en los últimos
años hemos visto cantidad de películas que se han dejado llevar por las nuevas
técnicas cinematográficas para generar imágenes en muchas ocasiones
espectaculares, pero en otras también algo dantescas y sin alma. Estoy
preocupado por el rumbo que este uso desaforado de las nuevas tecnologías y de
los efectos por ordenador puede producir sobre el cine, y ante todo sobre la
reacción de los verdaderos amantes del séptimo arte. Ya hace unos años que la
gran fábrica de ilusiones del cine como fue la mítica y legendaria casa Disney,
hogar del ratón Mickey, lleva revisando sus grandes clásicos infantiles de
dibujos animados, esas películas atemporales que nunca pasan de moda y que
siempre hacen que a uno se le pongan los pelos de punta recordando su más
tierna infancia. Ha sido una de estas revisiones, la última estrenada, la que
fui al cine a ver el pasado fin de semana, a una sala repleta de familias cosa
que llevaba tiempo sin ver.
Fue hace
prácticamente 50 años que la Compañía Disney estrenara uno de los filmes que
con más cariño recuerdo haber visto durante los años de mi infancia. “El libro de la selva”, la
película original fue estrenada en 1967 un año después de la muerte Walt
Disney, y quiso la providencia que dicha película fuera una de las mejores de
la compañía, a mi entender claro está. Aquella primera película y su más que
digna sucesora en personajes de carne y hueso y sobre todo ordenador, se basan ambas
en las historia de Rudyard Kipling el primer nobel de literatura británica,
publicadas en el año 1984. No creo por tanto que sea necesario contar el argumento
de la película cuando es algo que hasta el más lego en conocimientos
cinematográficos sabe de qué va y quiénes son Mowgli, Baloo, Bagheera o Shere
Khan. Por eso esto me lo voy a ahorra y voy a hablar mejor de lo que esta nueva
adaptación aporta a la historia.
Obviamente como en
todo habrá férreos defensores a ultranza de la tradición a la hora de hacer
cine y verán como sacrilegio que se haya hecho de nuevo una película como “El libro de la selva” usando el
ordenador para dar vida a los personajes animales, Mowgli es un chaval de carne
y hueso que por cierto hace un papel extraordinario. Esta gente por favor se
abstenga de seguir leyendo el artículo, no va para ellos. Esta película se
mantiene más que fiel a la original de dibujos animados de 1967, muy pocos son
los cambios que pude recordar con respecto a la primera. Sí es cierto que
faltan algunos pasajes como los del campamento humano o aquellos en los que la
serpiente Kaa es la protagonista, pero aun así, repito, la película se mantiene
muy próxima a la historia original y ante todo conserva el mensaje de amistad y
compañerismo y el buen rollo que la primera desprendía.
No puedo negar que
durante el visionado de “El libro de
la selva” hubo momentos que me emocioné al recordar las veces que veía
la película de pequeño en mi casa con o sin mis padres, ya que a veces me la
ponía yo solo para divertirme mientras mis padres estaban trabajando. También
me resultó muy emocionante que el cine estuviera repleto de familias, padres
con sus hijos, y también abuelos con sus nietos; muchas de esos padres verían
la película de pequeños y muchos de esos abuelos llevarían quizá a sus hijos al
cine en su día para verla en el estreno de 1967. Eso es lo más bonito y emotivo
del cine en general y de este tipo de versiones revisadas de los clásicos de
dibujos que Disney está haciendo. Y esta versión está más que a la altura de la
joya que supuso la original en dibujos animados.
He de reconocer
también que no soy un gran aficionado a las películas en las que se abusa del
ordenador, y he usado bien el verbo abusar, porque una cosa es que se empleen
los recursos que las nuevas tecnologías nos permiten para hacernos las cosas
más fáciles y sencillas y otra muy distinta intentar suplantar la realidad con
algo virtual que no existe. Sin embargo puedo decir con total tranquilidad y
sinceridad que en este “El libro de la
selva” no se abusa del ordenador o al menos se de una manera exagerada.
Todo es ordenador sí, y cromas verdes también, pero no se nota, uno no tiene la
sensación de estar viendo una recreación sin alma sino todo lo contrario. Esta
nueva versión del clásico de Disney es exageradamente buena y sobre todo está
muy bien hecha. Su director bien se ha cuidado de mantener el espíritu de la
película y así durante las casi dos horas de película el espectador se mantiene
pegado a la pantalla admirando unas imágenes bellas que no hacen más que
enmarcar una historia igualmente bella y tierna.
Y es que en “El libro de la selva” se ve
reflejado en un mundo onírico y lleno de bellas imágenes unas historias de
lealtad y amistad que en pocas películas se han visto antes. El clásico sigue
vigente y esta nueva versión no hace más que actualizarlo con la estética que a
día de hoy impera en el cine, pero sin excesos. Una cosa que me ha sorprendido
de la película es la mesura con la que se ha contado la historia, es decir, el
poco alarde e grandísimos efectos especiales que hay sin contar claro está con
que la película esté hecha por ordenador. No se ha pretendido hacer una
película fantástica, y así hay grandes escenas que no son como en la película
de dibujos básicamente porque no pueden ser. Un dibujo animado es mucho más
versátil que la realidad, así se puede hacer bailar al Rey Loui, el gran mono
de la película, con agilidad asombrosa si se usa lápiz y papel para ello, pero
si se pretende hacer algo más realista no se puede; y no se ha hecho.
El realismo de “El libro de la selva” hace que
únicamente haya echado en falta con respecto a la película de dibujos original
han sido las canciones, aunque se mantienen las dos principales de Baloo y el
Rey Loui, actualizadas de manera brillante. Sobre todo me ha faltado la Marcha
de los Elefantes como se hizo en la primera, aunque he de decir que la versión
actualizada es mucho más sobrecogedora y mística dando un peso casi de dioses a
esas grandes bestias a las que se tilda de creadoras de la jungla. Son las
únicas pegas porque por todo lo demás he de decir que salí con muy buen sabor
de boca tras recordar mi más tierna infancia; aunque parece ser que en el cine
hubo gente a la que no le gustó por ciertos comentarios que escuché acabada la
película y por las frías reacciones que vi en los más pequeños que apenas se
inmutaron al ver la película. Parece como si las nuevas tecnologías, el siglo
XXI hubiera destruido todo lo que importaba en el mundo y todas las sensaciones
y emociones verdaderas.
Sólo puedo
concluir diciendo que si Disney sigue actualizando sus grandes clásicos como ha
hecho con “El libro de la selva”
tiene por delante un trabajo muy arduo, aunque puedo augurar grandes éxitos si
mantienen la delicadeza y el respeto por el original que ha tenido esta versión
del clásico de 1967. No sé si Walt Disney estaría orgulloso de lo que está por
venir en la compañía que fundó, ni tan siquiera si aprobaría estas renovadas
versiones; lo que sí sé es lo que yo siento tras haber visto esta película y es
que hay cosas que no cambian y que las películas de dibujos que vi en mi
infancia siguen produciéndome, en versiones tan sumamente cuidadas como esta,
sentimientos que me ponen los pelos de punta y me emocionan.
Caronte.
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