Aunque estemos ya en 2021 – por cierto ¡Feliz Año a todos! – voy a
hablar de mi última lectura de 2020. Y es que, necio de mí, casi termino el año
el centenario Delibes sin leer nada del maestro vallisoletano, castellano por
excelencia, de las letras. Como muchas de mis lecturas, con esta me topé de
casualidad en una de mis últimas visitas a mi librería de segunda mano
preferida. Me tiré de cabeza a por el libro: uno de los grandes títulos dentro
de la obra narrativa de Delibes. Fue de esas oportunidades que pasan muy
extraordinariamente en la vida de un lector. Que el lector se cruce con el
libro adecuado en el momento adecuado es de esas sensaciones que más pueden
llenar a los amantes de la lectura y que más reconfortan. No todos los libros
se pueden leer en cualquier momento. Cada lectura, cada libro tiene su momento,
su tiempo, su ánimo, su predisposición y si no concuerdas con él difícilmente
podrás disfrutarlo como se merece. Creo que los caminos (permitidme el juego de
palabras) de esta novela y el mío se encontraron en el instante justo.
“El camino” es una de las grandes obras de Miguel Delibes; una novela que publicada en 1950 (ahí es nada, 70 años de novela) sigue hoy manteniendo una profunda actualidad y relevancia por cuanto es una novela de aprendizaje, de cambio, de paso de la infancia y primera adolescencia, a la juventud madura. Una historia de ruptura, de salida de lo que ahora se llama zona de confort, para afrontar una vida casi adulta que nos llevará lejos de nuestras raíces, a vivir y desarrollarnos independientemente de nuestro propio pasado.
Con una miríada de personajes, todos ellos a su manera entrañables, que dejan huella en el lector y que son perfectamente identificables para los que hemos tenido pueblo al que ir por temporadas, “El camino” narra la noche de insomnio y recuerdos de Daniel el Mochuelo previa a su marcha a la capital a estudiar y formarse para ser alguien más que un condenado a la quesería de su padre en un pueblo que empieza a olerse que en años venideros no será más que un aparcamiento de recuerdos, ecos y voces del pasado.
Ambientada en una zona rural del norte de España y con todos los personajes teniendo su propio mote y el porqué del mismo, “El camino” se descubre al lector como una lectura sencilla, amena, divertida, seria, profunda, enternecedora. Ver las andanzas de el Mochuelo junto con sus dos amigos inseparables, el Tiñoso y el Moñigo, hace recordar a nuestra infancia, cuando, ya fuera en un pueblo en los años 60, en la plaza del barrio en los 80, o en el patio común de una urbanización a finales de los 90, jugábamos con nuestra cuadrilla de amigos, más o menos íntimos, hasta que el tiempo – ese malvado ser eterno e incorpóreo – nos va separando y llevando a cada uno por nuestro camino. Porque al final la novela es eso: esa búsqueda, más o menos orientada, más o menos dirigida, más o menos improvisada, del camino que nos conducirá, sin nosotros poder hacer mucho, a nuestro destino, a nuestro yo del futuro.
Lo que puede parecer un asunto de una profundidad filosófica insondable que docenas y docenas de eruditos llevan años debatiendo y argumentando, queda sencilla y simplemente reflejado en “El camino” de manera magistral. Miguel Delibes supo concretar en una novela que no llega a las 200 páginas un asunto al que todos, antes o después, nos enfrentamos. Es dolorosa darse cuenta de esos cambios que nos transformarán del todo y nos alejarán sin remisión de lo que hemos sido. Afrontar esos cambios es inevitable, asumirlos ya es otro cantar.
No creo que nadie que lea “El camino” pueda quedar ajeno a los recuerdos de su propia vida, que se agolparán inmediatamente en nuestra mente haciéndonos pensar que no fue hace tanto que los generamos. Esa es una de las grandezas de esta novela: trasladarnos a una época lejana de nuestras vidas, a cuando éramos inocentes, a cuando empezábamos a descubrir algunas cosas de la vida adulta que mientras éramos niños se nos ocultaban o tergiversaban para evitarnos “traumas” o vete a saber qué cosas; quizá una falsa protección innecesaria ante la vida.
Podría afirmar que ha tenido que ser la última de mis lecturas de 2020 la que más me ha llenado, atrapado y gustado de todo el año, pero quizá sería algo injusto para con el resto de libros que he leído en los últimos 12 meses. Lo que sí puedo afirmar es que “El camino” es de lo mejor que he leído en los últimos tiempos. Sencillez de estilo, nada pretenciosa, bellísima, llena de emociones, amistad, sentimientos, humor, drama, tristeza, vida y muerte; esta novela es una joya escondida tras un título y un autor que de primeras puede llegar a imponer, pero que es totalmente recomendable y que creo que debería volver a ser de lectura obligatoria, no ya en bachiller, sino probablemente mucho antes. ¡Qué grande fue Delibes! Y qué injusto fue que no recibiera el Nobel mereciéndolo más que otros muchos que sí lo recibieron.
Caronte.
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