viernes, 22 de enero de 2021

Las deudas del cuerpo

He tardado más de lo que me hubiera gustado, pero de nuevo diversas lecturas y libros se han interpuesto en mi camino hacia el encuentro, o mejor dicho rencuentro, con la Saga Napolitana de Elena Ferrante. Por fin he leído (devorado sería la palabra más adecuada) la tercera de las entregas de esta tetralogía que pronto se convertirá en un clásico de las letras italianas universales conformándose en libros de lectura obligada para entender el siglo XX italiano y las dinámicas sociales del país más mediterráneo de Europa, y si no de toda la bota italiana sí de su parte más única como es Nápoles (y con Nápoles no me refiero únicamente a la ciudad vecina del Vesubio, sino a todo el territorio que en su día conformó el reino napolitano). Una vez terminada esta tercera entrega me reafirmo en lo que ya pensé cuando leí las dos primeras: Elena Ferrante, aunque sea nombre ficticio, es una de las más grandes narradoras que he tenido el gusto de leer.

Las deudas del cuerpo” continúa con la vida de Lila y Lenù tal y donde la dejamos en el libro anterior: ambas amigas un tanto distanciadas, frías, con una amistad sólida, necesaria por ambas partes, pero muy arisca, con muchas aristas cortantes que al menos descuido puede generar un corte que desangre a alguna de las dos mujeres. Sin embargo, en esta tercera entrega hay un cambio de punto de vista: la novela se centra mucho más en Lenù, en la escritora Elena Greco cuya novela rompe moldes y sacude a la sociedad italiana, y menos en Lila, aunque esta siga muy presente en la vida de Lenù.

Lugares y personajes ya conocidos por los lectores de Ferrante y los seguidores de esta saga napolitana verán de nuevo como en las páginas de “Las deudas del cuerpo” se van sucediendo las escenas en Nápoles, en el viejo y ajado barrio de Lila y Lenù, pero también en Florencia, Milán y otras ciudades italianas de renombre y cultura. Y también nos rencontraremos con personajes de siempre, intermitentes, dolientes, extraños, sentimentales, peligrosos: Nino, Pascuale, Enzo, Anonio, Gigliola, Nunzia, Ada, los Solara, los Carracci, Bruno Soccavo; y al mismo tiempo, mientras el lector recuerda quienes son esos personajes de siempre, los que llenaron páginas y páginas de las dos novelas anteriores, también nuevos nombres se añaden a la madeja que teje el telar de la vida de las dos amigas: Pietro, Adele, Dede, Elsa, Eleonora, Nadia…

Los que hemos ido leyendo con fruición a Elena Ferrante y su saga napolitana vemos cómo en “Las deudas del cuerpo” hay un cambio radical en los personajes: ya no son intentos de adultos, sino adultos propiamente dicho. Lenù y Lila ya son más bien Elena y Lina, cada una con su vida, sus problemas, su intento de encontrar un hueco en el mundo, su lucha constante contra ellas mismas, su pasado, su presente y su previsible futuro. Sueños, miedos, fantasmas del pasado, presencias constantes, amenazas, ideales, lágrimas, risas, recuerdos; las páginas de este libro están repletas de vida, de la vida común y ordinaria de todos nosotros. Porque, a fin de cuentas, la vida de Lila y Lenù no es más que nuestra propia vida: la vida de gente corriente que intenta hacer su vida sin saber muy bien cómo.

Pero dejadme hablar de Elena Ferrante porque en “Las deudas del cuerpo” vuelve a hacer fácil algo que los que intentamos escribir, lográndolo o no a duras penas, sabemos que es enormemente complicado: hilar la historia que queremos contar. Y digo que hace fácil algo que no lo es porque no es sólo que Ferrante haya logrado hacer una novela redonda, es que de momento los tres libros de la tetralogía de Nápoles que he leído son absolutamente perfectos: estilo maravilloso, personajes grises perfectamente definidos y caracterizados cuya evolución a lo largo de las páginas va siendo palpable, ciudades con su idiosincrasia y lugares comunes perfectamente descritas con sencillez, relaciones interpersonales complejas expuestas de manera práctica, sentimientos complejos plasmados en papel con tal intensidad y verdad que por momentos uno siente el mismo miedo ante lo desconocido que los propios personajes.

Envidio profundamente lo que Elena Ferrante está consiguiendo no solo en “Las deudas del cuerpo” sino en las dos novelas anteriores y probablemente también en la que cierra la saga. Pero es que además de plantear una historia de una amistad desde sus comienzos, también está siendo capaz, y en esta novela se ve más claramente que en las anteriores, de narrar la historia de Italia, de Nápoles y quizá de todo el sur del país transalpino, desde finales de los años 40 en adelante. Hay mucha política en las páginas de esta tercera entrega; mucho fascismo, mucha violencia, mucho camorrismo, mucha revolución social, mucho empoderamiento de la mujer, mucho comunismo. La complejidad hecha relato es lo que es esta saga: la complejidad humana y social narrada con tal sutileza y buen hacer que el lector no puede más que quedar prendado de las páginas de los libros de esta saga.

No puedo recomendar “Las deudas del cuerpo” sin recomendar las dos entregas anteriores básicamente porque los 4 libros que componen la Saga de las Dos Amigas, o Saga Napolitana de Ferrante conforman un todo-uno. No pueden leerse por separada porque en el fondo son un único libro, una única historia: la de dos niñas/chicas/mujeres que desde siempre se han conocido y han vivido de manera entrelazada sus vidas sabiéndose atadas la una a la otra, aunque en diferentes etapas de su vida esa amistad pudiera no ser tal. Lo que sí recomiendo es que si alguien se anima a hincar el diente a estos libros que se siente y disfrute de horas de la mejor literatura que se puede encontrar.

Caronte.

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