viernes, 25 de marzo de 2022

Tranvía a la Malvarrosa

Esta es una de esas novelas a las que tenía respeto y ganas a partes iguales. Respeto porque en lengua y literatura en secundaria y luego bachiller era de esos títulos que había que aprenderse por formar parte de esa nueva generación de novelistas españoles que se estudiaba como literatura contemporánea. Y ganas porque llevaba buscándola en librerías de segunda mano en alguna edición decente (y no de colección de periódico o quiosco) que me mereciera la pena. Hasta que la he encontrado en mi librería de cabecera de segunda mano, donde siempre me conducen mis pasos cuando ando perdido por Madrid y me apetece refugiarme mirando libros y no sintiéndome solo ni extraño en la ciudad. Fue una grata sorpresa porque en el fondo no esperaba encontrar esta edición ya que llevo años buscándolo y nunca lo había encontrado, pero como la esperanza se lo último que se pierde la perseverancia se ha visto correspondida y recompensada.

Manuel Vicent y su Tranvía a la Malvarrosa es una de esas duplas reconocibles e indivisibles que se dan de vez en cuando en la literatura (cosa que no sé si es bueno o malo, porque se podría llegar a deducir que tal o cual escritor solo tiene famosa una novela, o que incluso esa novela no sea por la que más orgulloso se sienta el escritor). Y es que tanto novela como escritor conforman casi un único ente: cuando se nombra al uno se hace referencia directa, voluntaria o no, a la otra. Joyce y su Ulises, Ferlosio y su Jarama, Laforet y su Nada

Siguiendo los pasos de la novela de descubrimiento o de maduración, de paso de la juventud a la edad adulta, Tranvía a la Malvarrosa narra en primera persona el despertar del amor, el deseo, las responsabilidades y la propia realidad en un joven, siendo este quien nos cuenta esos pasos inseguros, esos recuerdos de los diferentes cambios vividos y sufridos, esas sensaciones melancólicas de empezar a pertenecer a un mundo que va mostrándose mucho más distinto que lo que uno podría imaginar…

La verdad es que esta es una novela que se deja leer de manera muy cómoda y casi como si su narrador fuera nuestro amigo y nos contara en la terraza de un bar en una plaza de Valencia una tarde soleada de primavera y tras mucho tiempo sin habernos visto su vida y nos pusiéramos al día de todo añorando, recordando y soñando sobre el pasado. Tranvía a la Malvarrosa es, en el fondo, la narración de una historia universal: la del paso de la inocencia de un mundo infantil, propio en el que somos los absolutos protagonistas, a otro donde no somos más que personajes sin valor ni voz ni voto en lo que nos pasa e intentamos sobrevivir lo mejor posible siempre soñando futuros ilusionantes y recordando pasados no acontecidos.

Guardando las distancias que dan la época en la que la novela está ambientada (una Valencia a medio camino entre urbe mediterránea y pueblo grande de ámbito, espíritu y corazón rural, a mediados de los años 50, cuando el futuro aún no había llegado a esos lares y el pasado seguía estando muy presente en la vida y las acciones de la sociedad), el viaje vital que se narra en Tranvía a la Malvarrosa es el que todos, de una manera u otra, vivimos a lo largo de nuestra vida. Las mismas sensaciones, los mismos vértigos, la misma euforia y el mismo miedo ante situaciones que no controlamos y que nos sacan de donde estamos más cómodos para retarnos a solucionarlas.

Tranvía a la Malvarrosa también es una novela sobre los primeros amores y el despertar del instinto sexual. Sobre cómo asumimos como normales y naturales esas nuevas sensaciones, fuegos, miedos… Sobre cómo nos relacionamos con el objetivo de saciar nuestra sexualidad ya sea por mera lujuria para obtener placer, o por pasión y amor desmedido para encontrar en otra persona aquello que necesitamos, que queremos y que queremos compartir. No siempre es fácil aceptar esos cambios de mentalidad, ese juego de palabras y acciones, de silencios y ausencias. Menos fácil es aún saber interpretar esos mismos instintos sexuales en otras personas, en aquellas a las que se los despertamos y de quienes recibimos a veces señales sin darnos cuenta. Ese asumir que la realidad es compleja, ese golpe en nuestra consciencia es el que más nos suele trastocar y es fundamental saber aceptarlo y encajarlo para poder vivir en el mundo a nuestra propia manera.

Es más que probable que muchos ya conocierais Tranvía a la Malvarrosa, y no solo la conocierais, sino que también la hubierais leído. Por esto es difícil hablar de una novela referente de una época y característica de toda una generación de escritores españoles que encaja a la perfección con la tradición literaria universal de la novela de aprendizaje, madurez y crecimiento personal. Sin llegar a ser la novela que esperaba ha superado, no obstante, las reticencias que tenía antes de su lectura por la impresión que me daba leer una obra que había estudiado y que en algún que otro examen de lengua y literatura tuve que nombrar. Estoy seguro también de que pocos no habréis leído esta obra, para los que aún no os habéis acercado a ella, hacedlo porque no solo es cómoda de leer por su cercanía, sino que es entrañable poder ver sensaciones propias en las vidas de otros.

Caronte.

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