jueves, 23 de junio de 2022

Bichos y demás parientes (Trilogía de Corfú II)

Vuelve Gerald Durrell a Corfú, a sus recuerdos de una infancia plena, libre y feliz, de crío inquieto e inteligente, amante de la naturaleza y aventurero en esencia. Debió ser tan plena los cinco años que el escritor y naturalista inglés vivió con su familia en la isla griega de Corfú que lo allí vivido durante esos cinco años, esos más de mil ochocientos días, con sus horas y minutos y segundos que tras la publicación de Mi familia y otros animales y viendo el gran éxito que cosechó el libro, creyó necesario ampliarlo con una nueva entrega de esas memorias que van de lo costumbrista, a lo familiar pasando por lo divulgativo y el amor a la flora y fauna griegas. Son inagotables las anécdotas que en este segundo volumen de la Trilogía de Corfú vuelve a contar el más joven de los Durrell, tan inagotables como variada e interesante es la fauna de Corfú, que como en la anterior entrega, también en este libro tiene una especial importancia por ser, junto a la familia del escritor, uno de los ejes alrededor del cual gira todo.

Bichos y demás parientes no es una “continuación” de su predecesora en la trilogía de Corfú de Gerald Durrell. No. Este libro es una narración paralela a la primera en la que Durrell cuenta anécdotas y describe fauna y flora que en el primer libro no había metido por considerar quizá que fueran menores. Sin embargo, y esto es una opinión personalísima, en esta segunda entrega Durrell nos presenta un libro quizá más íntimo que el primero, en el que las anécdotas familiares ganan a las naturalistas y donde sus aventuras son tan estrambóticas y estrafalarias que el lector bien podría pensar que la mitad son inventadas o que no pueden pasar tantas cosas tan extraordinarias en tan “poco” lapso de tiempo (esos 5 años pasados por la familia Durrell en Corfú durante los años previos a la IIGM).

No hay en principio un orden cronológico en la narración y aunque estos dos primeros libros pueden leerse por separado sin conocer la existencia el uno del otro, es recomendable empezar por el principio la trilogía para así llegar a Bichos y demás parientes y poder saber de quien habla el joven Gerry cuando menciona a su burra, sus perros o los diferentes animales que va coleccionando, vivos y muertos, en su cuarto pese a las quejas y lamentaciones, histriónicas a veces, de sus hermanos, principalmente del mayor, el también escritor Lawrence “Larry” Durrell. Entran en liza además personajes y amigos de la familia Durrell que quizá sin conocerlos de antes pueden quedar un poco colgados ya que, aunque Gerald Durrell al volver a mencionarlos hace una brevísima introducción y presentación de los mismos, no lo hace con la misma gracia, garbo y profundidad con que lo hizo en el primer libro de la trilogía.

Abrumadoras vuelven a ser las descripciones naturales que hace Gerald Durrell de sus escapadas aventureras por la isla de Corfú en busca de nuevos descubrimientos para colmar su mente inquieta y amante de los animales y la naturaleza en todo su esplendor y conjunto. Bichos y demás parientes no solo es la recolección de anécdotas y recuerdos de un escritor rememorando años en los que fue realmente feliz en el mundo, un mundo inocente aún, primigenio y rural, humano, sino que también es un canto a la naturaleza y un ensayo precioso en el que se ensalza la belleza de la naturaleza como gran casa común para toda la humanidad que es.

Como su predecesor en la trilogía Bichos y demás parientes es un verdadero canto a la libertad y la felicidad, a la vida simple, contemplativa y tradición, a una forma de existir y estar en el mundo que ya no existe y que probablemente nunca vuelva. Obviamente, y el mismo Gerald Durrell así lo dice en el prefacio del tercer libro (que ya he empezado a leer mientras escribo estas líneas), la familia Durrell no era normal en el sentido que eran ricos para los estándares griegos de la época y, por tanto, tanto la madre como los cuatro hermanos podía dedicarse a lo que más les gustara y llenara en una isla que tanto contraste hacía con la gris Inglaterra de la que venían.

Acabo de mencionar que ya estoy inmerso en la lectura del libro que cierra y complementa la Trilogía de Corfú. Probablemente no me cuente nada diferente de lo que el primero y este Bichos y demás parientes me han contado ya. Pero leer a Gerald Durrell, con ese tono tan maravilloso y entusiasta, tan cómico como lírico, tan divulgativo como literario, es un placer. Y es un placer porque leer algo que te hace viajar, disfrutar, sonreír y querer vivir lo mismo, aunque sea de otra manera es siempre un gusto. Porque la literatura, en todos sus géneros y formas implica hacer que el lector, durante el tiempo que esté leyendo, sea otro en otro lugar y otro tiempo. Leed esta trilogía y disfrutad tanto de la maravillosa isla de Corfú, como de sus gentes, su fauna, sus paisajes, sus playas, y sobre todo de la disparatada familia Durrell.

Caronte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario