El último libro de
Antonio Muñoz Molina que me leí no fue una novela sino un libro de apuntes
diarios sobre Nueva York: la ciudad donde pasa medio año y donde vivió en
primera persona hace ya catorce años los terribles, trágicos y devastadores
atentados contra las Torres Gemelas. Por esta razón tenía ganas de volver a
leer una obra de ficción suya. Y por esta misma razón hace apenas unos días me
acerqué a una librería para adquirir el ejemplar que terminé en menos de lo que
un espectador de Telecinco canta la tabla de multiplicar del siete. A pesar de
la cierta decepción que supuso para mí “Ventanas
de Manhattan”, del que ya hablé en el blog y que me dejó algo frío
porque iba buscando otra cosa; he vuelto a disfrutar de un muy buen libro de
Muñoz molina escrito con ese estilo tan suyo que hace que el lector quede
envuelto en una atmósfera permanente de melancolía, recuerdos del pasado y
nostalgia de la que es muy complicado desprenderse hasta que no se acaba de
leer una historia, porque termina traspasando las páginas.
“Beltenebros” es una novela corta,
tiene poco más de doscientas páginas en edición de bolsillo, pero su extensión
no hace justicia a la intensidad narrativa que esconden esas páginas. La trama
así mismo puede parecer sencilla a simple vista: un hombre con unos años ya a
su espalda que vive en una ciudad costera de Inglaterra exiliado de España tras
la Guerra Civil, este hombre pertenece a una organización clandestina que lucha
contra la dictadura en España y en un momento dado es llamado por los líderes
de esta organización para entrar en España para llevar a cabo un trabajo
consistente en matar a un traidor que está pasando información a la policía del
régimen sobre gente perteneciente a dicha organización. Dicho así, la trama
daría para una simple novela negra. Pero hay mucho más tras estos simples
hechos.
Antonio Muñoz
Molina hace de una aparentemente simple historia, un juego de espejos impresionante
en el que nada es lo que parece y en el que el pasado y el presente del protagonista/narrador
de la historia, Darman que es como se llama el hombre que viene de Inglaterra
para llevar a cabo la misión encomendada, se mezclan de tal manera que el
lector se ven envuelto en un halo de misterio durante toda la novela. “Beltenebros” es una grandísima
novela negra, pero de esas novelas negras de verdad, de las que rebosan tensión
y dilemas morales complejos de tratar y cuyos personajes nunca son claros del
todo y guardan, para misterio y duda del lector, mucho de sus verdaderas
personalidades que quedan ocultas por una neblina que impide ver con claridad
nada.
La tensión que
desprende “Beltenebros” a lo
largo de toda la historia es tan impresionante y está tan bien lograda por
parte de Muñoz Molina que durante su lectura, hubo ocasiones en los que sentí
miedo de lo que podría pasar. No un miedo asociado al terror personal, a esos
miedos infantiles, sino un miedo psicológico que nos hace temer aquello que no
vemos con claridad o no distinguimos del todo. Esa clase de tensión mental y
corporal se nota en muchos pasajes de la novela y con muy pocos otros libros he
sentido lo mismo. Además el estilo de Muñoz Molina hace que el lector se
envuelta de tal manera en la historia que parece que forma parte de ella y
acompaña al comandante Darman en sus persecuciones nocturnas en pos de
sospechosos traidores a los que debe liquidar por el bien de la organización a
la que pertenece. Órdenes que acata sin juzgarlas, sin rechistar porque es un
profesional y su reputación es su mejor prueba de lealtad y profesionalidad.
Una de las cosas
que más me ha gustado de “Beltenebros”
es la mezcla constante entre el presente, la misión de matar en Madrid a un
traidor a la organización clandestina, y el pasado de Darman. Y es que la
historia se mueve en dos tiempos, entre dos etapas distintas de la vida del
protagonista. Dos etapas unidas por un paralelismo que solo la literatura puede
engendrar. Ese paralelismo no es ni más ni menos que otra misión que unos años
antes tuvo que llevar a cabo también Darman en Madrid y que, como la del tiempo
presente de la novela, conlleva matar a una persona por traidora. Sin embargo
ese juego de traiciones no es lo que parece y mientras durante toda la obra el
lector cree unas cosas, porque así también las cree el protagonista, el final
todo da un vuelco radical y absoluto para mutar en luz unas sombras y unas
brumas que durante años habían asolado la vida y la conciencia de nuestro
protagonista. Este doble juego entre presente y pasado, ese juego de espejos en
el que el lector nunca sabe qué está leyendo o si lo que el protagonista vive
lo está viviendo de verdad, no es nuevo en el mundo literario de Muñoz Molina.
De hecho pasado y presente siempre están presentes en la vida de los
protagonistas de sus novelas y casi siempre de manera nostálgica, melancólica o
perturbadora.
Sin embargo, a
diferencia de otras novelas suyas, “Beltenebros”
tiene algo que la hace diferente. No sé decir qué, pero esta novela tiene algo
adictivo que la convierte en un peligro para el lector que se terminará
enganchando a la historia como quien no quiere la cosa, de la manera más
desapercibida, casi sin darse cuenta. Y cuando ello ocurra no podrá despegarse
de la historia de Darman, de Rebecca Osorio, de Valdivia, de Walter, que son el
resto de personajes que jalonan este relato y lo llenan aún más de misterio,
sombras y oscuridad. Muchas veces durante la lectura de la novela he sentido
verdadera vértigo por cómo se iban desarrollando los acontecimientos, narrados
con una maestría alcanzable por pocos autores, y por los cambios en la
percepción de la novela que se van dando a medida que avanza. Pocas veces, y lo
digo con total sinceridad, he sentido algo así con un libro.
Y es que “Beltenebros” por mucha novela
negra que sea, bien podría haber sido un esbozo extenso, valga la
contradicción, de un guión de cine, digno del mejor Hollywood. Más que una novela
a veces tenía la sensación mientras leía, ya fuera en la cama, en el autobús o
simplemente en una silla en mi habitación, que estaba viendo la televisión,
alguna de esas series americanas donde el misterio, la tensión, el suspense y
la intriga hacen al espectador estar todo el tiempo prestando atención por
temor a perderse el momento clave en el que todo puede resolverse. Estoy
convencido de que si esta novela llegara a manos de algún productor de
Hollywood, en menos de lo que canta un gallo estarían preparando una adaptación
para la gran pantalla con un Pierce Brosnan, por ejemplo en el papel de Darman.
Pero como suele ocurrir con lo que es español, esta novela por desgracia tendrá
poco recorrido internacional, por falta de apoyos sin lugar a dudas, y por
tanto nos quedaremos todos, y estoy hablando por mí, con las ganas de ver en el
cine esta historia (aunque también es posible que así nos ahorremos la
decepción de ver una mala adaptación, infame en muchos sentidos y tan alejada
de la verdadera historia que al final resultara una película totalmente
diferente al libro).
No voy a añadir
nada más porque no puedo seguir hablando de “Beltenebros” sin caer en la tentación de contar aquello que
no se puede contar; aquello que solo las páginas de esta novela pueden revelar
al lector que se anime a iniciar esta historia. Advierto de que no es una
lectura rápida y ágil como suelen serlo las novelas negras, sino todo lo
contrario, más bien es reflexiva y con constantes recuerdos del pasado
intercalados en el desarrollo presente de la historia. Pero este es el más puro
estilo Antonio Muñoz Molina: un estilo que mezcla una historia abrumadoramente
interesante, con un estilo reflexivo que invita al lector a adentrarse en los
fantasmas interiores de los personajes, viajando a pasados llenos de niebla,
bruma y oscuridad, para emerger desconcertado y ansioso de encontrar algo de
luz. Luz que se encuentra siempre, aunque cueste llegar a ella.
Caronte.
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