Esta es una de
esas lecturas que no tendría que haber leído, no por nada, sino porque
simplemente no la tenía pensada, ni planeada, ni prevista en mi lista de libros
pendientes por leer. De hecho si la he leído ha sido únicamente porque el
destino hizo que cayera en mis manos. El destino, esa fuerza universal que
mueve los hilos invisibles de la humanidad y hace que nos crucemos con
personas, libros, canciones, ciudades o comidas que nos marcan para bien o para
mal en nuestra vida. Ese destino que hizo que hace unos meses recibiera la
noticia de que me había tocado en un sorteo (sorteo en el que no recuerdo haber
participado) un libro. Este libro. Y así fue como sin esperarlo cayó en mis
manos esta novela que acabo de terminar de leer tras dos días en los que de lo
único que he disfrutado ha sido de saber que lo que me estaba leyendo no me
había costado ni un solo euro.
Nada sabía de esta
novela, ni de su autora, Caitlin Moran, una periodista y articulista crítica
británica que trabaja para The Times y que ha conseguido un éxito importante en
el mundo periodístico. Pero además Moran es una mujer feminista sin fronteras
ni límites, ideal que ha dejado plasmado no sólo en la novela que me acabo de
leer y de la que voy a hablar , “Cómo
se hace una chica”, sino también en otra anterior “Cómo ser mujer”. No sé si es bueno que en una novela se
plasmen de manera tan visceral y directa visiones e ideales personales sobre el
mundo que todo el mundo puede no compartir. Y tampoco sé si es adecuado mostrar
algo que en el fondo hace mucho bien a la sociedad, el ideal de mujer
independiente alejada de los designios de un hombre que la mande, la diga y la
ordene lo que debe, tiene y puede hacer, de manera tan radical sin dar opción a
que el lector se pueda plantear lo contrario dentro de la propia novela.
“Cómo se hace una chica” está
escrita en primera persona por su protagonista, Johanna Morrigan, una joven de
familia muy humilde, que vive de los subsidios por familia numerosa y padre con
minusvalía física (fingida en parte), de un barrio muy humilde de casas de
protección oficial, de una ciudad, Wolverhampton, echada a perder por la
política de Thatcher de los años 80. La novela empieza con una Johanna
adolescente, quizá ni eso, de 15 años que ve como su familia intenta sobrevivir
a duras penas: un padre alcohólico que sueña con ser una estrella de rock pero
que no llega ni a estrellado en la vida; una madre que solo sabe parir hijos y
que tras dar a luz a dos gemelos a los que tarda la vida en poner nombre cae en
una depresión que la hace parecer un fantasma en pena por la casa; un hermano
mayor misterioso que como todo hermano mayor odia a su hermana menor, por mucho
que ésta lo quiera e idolatre; y un hermano menor que muchas veces termina por dormir
con Johanna porque tiene miedo. Esta es la vida cotidiana de Johanna, a la que
se suma sus ansias sexuales que la llevan a desesperarse por perder la
virginidad y sus deseos de ser alguien importante y no una simple chica de
quince años gorda y virgen y poco popular.
Por todo esto
Johanna decide cambiar su vida. Decide ser otra y para ello busca un nuevo
nombre que la entusiasme y la haga ser una chica de un lugar que no sea
Wolverhampton. Ese nombre pasará a ser a partir de ahora Dolly Wilde. En este
momento “Cómo se hace una chica”
cambia por completo, y se deja a un lado el tono popular de la primera parte
del libro para pasar a un tono mucho más vulgar, cínico y bestia de la segunda
parte de la narración. En esta parte Dolly se convertirá en crítica musical
para una revista de Londres. Esa es la nueva vida que entusiasma a
Dolly/Johanna. Una vida de fiestas desfasadas y sin límite; de alcohol; de
rock; de punk; de músicos independientes y colgados de la vida; de speed; y
sobre todo de sexo. Porque ante todo Dolly/Johanna sigue obsesionada con perder
la virginidad, con “follar” (y cito textualmente), con que la bese un chico.
Para ello, para aliviar esa obsesión se transforma en otra persona, finge todo
lo posible para conseguir su objetivo. En este punto el libro coge carrerilla y
se narran obscenidades que sinceramente creo que están fuera de lugar por mucho
que con ellas Caitlin Moran pretenda ilustrar de manera casi caricaturesca el
feminismo liberador de la mujer.
Como he estado
diciendo “Cómo se hace una chica”
se divide en tres partes. En la primera se presenta a Johanna Morrigan y su
deseo de cambiar; en la segunda se muestra la vida de excesos y fingimientos de
Dolly Wilde; y por último en la tercera parte las aguas vuelven a su cauce y
Dolly/Johanna se da cuenta de que todo lo que ha vivido como Dolly es una farsa
y que no la hace sentirse mejor consigo misma. Pues bien de estas tres partes
yo destacaría por encima de todo la primera y la última. En ellas Caitlin Moran
narra con un estilo muy divertido, popular y feminista cómo una chica flota a
la deriva en un mar de dudas llamado adolescencia y cómo toda construcción de
la personalidad de todo ser humano pasa por momentos de construir y destruirse
a sí mismo. Pero trata estos temas serios, de aprendizaje personal, de manera
directa tal y como todos los hemos vivido, con unos golpes de humor que desatan
verdadera carcajadas en el lector (yo me he reído en algunas ocasiones como
nunca me había reído con un libro).
Pero la segunda
parte de “Cómo se hace una chica”
es tediosa y en mi opinión sobra de principio a fin. O eso o está totalmente
mal enfocada. Caitlin Moran se enfrasca en una serie de líos personales que son
desastrosos y que están narrados de manera caótica sin pies ni cabeza y en los
que se mezclan constantes referencias al mundo de la música británica
independiente de principios de los años 90 que poco o nada tienen que ver con
hoy en día y que difícilmente un lector no británico que no hubiera vivido
aquella época puede entender. Y digo que esta parte central de la novela es
horrible por ello, por toda esa marea ingente de grupos de música que salen
nombrados. Y no sólo grupos de música sino también a elementos de la cultura
popular británica más local que dejan totalmente descolocado a cualquier lector.
Pero además a todo esto hay que sumar algunos capítulos con el sexo como único
hilo argumental que me parecen fuera de lugar e inapropiados en un libro que pretende
ser un manifiesto feminista y de la liberación de la mujer y que sinceramente
creo que sólo consigue ser, en esta parte, una novela porno mal escrita, vulgar
y hasta soez en algunos casos. Además hay que tener en cuenta que la
protagonista tiene apenas 16 o 17 años lo que me parece todavía más alucinante
e inverosímil.
Pero bueno dejando
eso a un lado y no queriendo hacer más leña de “Cómo se hace una chica”; me gustaría también decir que creo
que este libro es a pesar de todo un buen reflejo de la sociedad británica
post-Thatcher. Todos en algún momento hemos visto la película “Full Monty” en la que un grupo de
obreros de la industria pesada británica se quedan en paro por el cierre de las
fábricas debido a la reconversión económica que Margaret Thatcher llevó a cabo
durante su mandado como Primera Ministra Británica y deciden hacer un grupo de
striptease. Pues este libro es una especie de “Full Monty” para leer, ya que en él, dejando a un lado la
historia de Johanna/Dolly se puede atisbar perfectamente ese estado de
postración y miseria, de no futuro, en el que la sociedad británica, las clases
medias y bajas sobre todo, la clase obrera, quedó durante estos años. Estado
que a duras penas ha cambiado y que refleja una brecha social importante que
provocó que muchos jóvenes buscaran evadirse de esa realidad mediante formas
poco recomendables (drogas, alcohol, vandalismo, sexo, etc.).
Para concluir,
solo apuntar que “Cómo se hace una
chica” se hace pesado de leer, básicamente por toda esa parte central
de la novela en la que el lector se pierde entre descripciones de sexo,
felaciones, morreos y demás, y grupos de música desconocidos salvo para quien
los escuchara en alguna localidad inglesa perdida en los mapas, gris e
industrial. Tienen momentos de risa, sí, pero para lo que yo pensaba que podía
ser, ya que el principio del libro realmente promete, luego todo se desinfla,
hasta que al final parece repuntar un poco, aunque demasiado tarde para salvar
al conjunto. Como dije al principio lo único bueno que he sacado de la lectura
de este libro es que no me ha costado ni un euro. Algo es algo.
Caronte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario